viernes, 30 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia363

Apocalipsis 14-16

Luego de la visión de la mujer vestida de sol, el dragón, el niño, el ángel Miguel, la bestia del mar y la bestia de la tierra; Juan tiene otra visión de los 144 mil, ahora cantando una nueva canción. Lo que precede las series finales de los juicios divinos de la tierra. Juan miró y vio al cordero de pie en el monte de Sión; los 144 mil seguidores suyos estaban frente a Él y tenían escritos en las frentes los nombres del Cordero y del Padre. Después oyó una voz que venía del cielo, era como el estruendo de enormes cataratas, o como el fuerte resonar del trueno; era un sonido semejante al de muchos músicos tocando arpas. Los ciento cuarenta y cuatro mil estaban de pie delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes y de los veinticuatro ancianos, y cantaban una canción que nunca antes se había escuchado. Nadie podía aprenderse la letra de aquella canción, a no ser los que fueron salvados de entre la gente de este mundo, los cuales no adoraron a dioses falsos ni fueron infieles a Dios. Todos ellos seguían al Cordero por dondequiera que él iba, y habían sido salvados para ser el primer regalo que se ofreciera a Dios y al Cordero, pues nunca mintieron ni hicieron lo malo. Luego tres ángeles que volaban en lo alto del cielo. Uno llevaba buenas noticias de valor eterno, para la gente de todos los países, razas, idiomas y pueblos; el otro decía que había caído la gran Babilonia, y que había sido destruida la ciudad que enseñaba a todos a pecar y a desobedecer a Dios; y el tercero decía con fuerte voz que si alguno adoraba al monstruo o a la estatua o se dejaba poner su marca en la frente o en la mano, Dios se enojaría mucho y lo castigaría duramente. No sería un castigo suave, sino que lo haría sufrir con fuego y azufre ardiente, y los santos ángeles y el Cordero lo verían sufrir su castigo. Entonces Juan oyó una voz del cielo, que le decía que escribiera que Dios iba a bendecir a todos los que desde ese momento en adelante murieran unidos al Señor Jesucristo, porque ellos descansarían de todos sus sufrimientos y dificultades; y el Señor los premiaría por todo el bien que habían hecho. 

Luego vio una nube blanca, sobre la que estaba sentado alguien que parecía un hijo de hombre, que tenía una corona de oro en la cabeza, y en la mano llevaba una hoz afilada. Con ese instrumento empezó a cortar y a recoger la cosecha sobre la tierra. Otro ángel también cortó las uvas del viñedo de la tierra que ya estaban maduras, luego las echó en el recipiente grande que se usa para exprimirlas, y que representaban el enojo de Dios. Luego vinieron los siete ángeles con las últimas siete plagas terribles que vendrían sobre la tierra. Después de todo eso, el enojo de Dios se calmaría. Vio también algo que parecía un mar de cristal mezclado con fuego, junto a ese mar estaban de pie los que habían vencido al monstruo, los que no aceptaron ser marcados con el número de su nombre ni habían adorado a su estatua. Dios les había dado arpas, y con ellas cantaban el canto de Moisés, dedicado al Cordero. Después de eso Juan miró hacia el cielo, y vio que se abría el templo, de él salieron los siete ángeles con las siete plagas terribles que iban a suceder. Estaban vestidos con una tela fina y costosa, limpia y brillante, y se cubrían el pecho con protectores de oro. Uno de los cuatro seres vivientes le dio una copa llena de vino a cada uno de los ángeles. Las siete copas de vino representaban el enojo de Dios, y a nadie se le dejaba entrar en el templo antes de que llegaran las siete plagas terribles que llevaban los siete ángeles. El primer ángel fue y vació su copa sobre la tierra, y a todos los que tenían la marca del monstruo y adoraban su estatua les salió una llaga terrible y dolorosa. El segundo ángel vació su copa sobre el mar, y el agua del mar se convirtió en sangre, como la sangre de los que mueren asesinados. Así murió todo lo que tenía vida en el mar. El tercer ángel vació su copa sobre los ríos y sobre los manantiales, y el agua se convirtió en sangre. El cuarto ángel vació su copa sobre el sol, al cual se le permitió quemar a la gente. Todos quedaron terriblemente quemados, pero ni aun así se volvieron a Dios ni lo alabaron; al contrario, lo ofendieron. El quinto ángel vació su copa sobre el trono del monstruo, y su reino quedó en la oscuridad. La gente se mordía la lengua de dolor, porque las llagas los hacían sufrir mucho. Pero ni aun así dejaron de hacer lo malo, sino que ofendieron a Dios por el dolor que sentían. El sexto ángel vació su copa sobre el gran río Éufrates, y el agua del río se secó para que los reyes del Oriente pudieran pasar. Entonces Juan vio que de la boca del dragón, de la boca del monstruo y de la boca del falso profeta, salieron tres espíritus malos que parecían ranas; eran espíritus de demonios, que hacían cosas extraordinarias y maravillosas. Salieron para reunir a todos los reyes del mundo, para que lucharan contra el Dios todopoderoso; lo que harán cuando llegue el día en que Dios juzgará a todo el mundo. Por eso el mismo Jesús dijo que volvería cuando menos lo esperaran, y que Dios iba a bendecir al que se mantuviera despierto y vestido, pues no lo sorprenderían desnudo ni tendría nada de qué avergonzarse. Los espíritus malos reunieron a los reyes en un lugar, que en hebreo se llama Harmagedón. El séptimo ángel vació su copa sobre el aire, y desde el trono que está en el templo salió una fuerte voz que decía: Ya está hecho. Y hubo relámpagos, voces, truenos y un gran terremoto, más terrible que todos los terremotos que han sacudido a la tierra desde que hay gente en ella. El terremoto partió en tres a la gran ciudad de Babilonia, y las ciudades de todo el mundo se derrumbaron. Todas las islas y las montañas desaparecieron, y del cielo cayeron grandes granizos sobre la gente. Los granizos parecían rocas, pues pesaban más de cuarenta kilos. Y aún la gente insultó y ofendió a Dios, porque aquellos terribles granizos fueron un castigo muy duro de soportar. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario