lunes, 31 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia275

                                                         Mateo 1-4

Después de 10 meses, 43 semanas, 304 días y 274 lecturas, finalmente hemos llegado al Nuevo Testamento; donde se encuentra uno de mis géneros favoritos en la Palabra de Dios: Los evangelios; pues anuncian las buenas nuevas de Salvación para los hombres, dando inicio con el Libro de Mateo, el cual reseña de primera mano, el nacimiento del Mesías. José, el marido de María, de la cual nació Jesucristo, fue descendiente de Jacob, de manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce más. María, estando comprometida con José para casarse y siendo aún virgen, quedó embarazada mediante el poder del Espíritu Santo. José, siendo un hombre bueno, quiso dejarla en silencio para no avergonzarla, pero como todo esto venía indudablemente de Dios, mientras José consideraba esa posibilidad, un ángel del Señor se le apareció en un sueño y le dijo que no tuviera miedo de recibir a María por esposa, porque el niño que llevaba dentro de ella, había sido concebido por el Espíritu Santo. Y además le dijo, que a ese niño que tendría, José debía llamarlo Jesús, porque Él salvaría a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera el mensaje del Señor a través de su profeta, quien había dicho: La virgen concebirá un niño, dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel, que significa “Dios está con nosotros”. Cuando José despertó, hizo como el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María por esposa, pero no tuvo relaciones sexuales con ella hasta que nació su hijo; y José le puso por nombre Jesús. La noticia de la llegada de este niño tiene todas las características propias de ser un hecho que causa conmoción al que la recibe, tal es así, que después de algún tiempo de haber nacido, algunos sabios de países del oriente fueron a visitarlo pues querían adorarlo. Jesús nació en Belén de Judea durante el reinado de Herodes, y cuando el rey supo de su llegada también se perturbó en gran manera, pero contrario a la felicidad de los sabios, Herodes quería matarlo. Después que los sabios encontraron al niño en Belén y lo adoraron y le ofrecieron sus regalos, José, María y el niño emprendieron su huida a Egipto. Herodes envió soldados para matar a todos los niños que vivieran en Belén y en sus alrededores y que tuvieran dos años o menos; y mediante esta acción brutal se cumplió lo que Dios había anunciado por medio del profeta Jeremías, que en Jerusalén se oiría una gran llanto y lamento por los hijos muertos. Cuando Herodes murió, José, María y el niño, volvieron a tierra de Israel; pero José tuvo miedo de volver a Judea porque quien gobernaba era hijo de Herodes, entonces siguieron hasta la región de Galilea; cuando llegaron allá, se fueron a vivir a un pueblo llamado Nazaret; así se cumplió lo que Dios había dicho por medio de los profetas: El Mesías será llamado nazareno.

Años después, se encontraba Juan predicando a la gente, y les decía que se volvieran a Dios pues muy pronto su reino sería establecido. Juan era la persona de quien habló el profeta Isaías cuando anunció la llegada de un mensajero que predicaría acerca de Jesús. Juan usaba ropa tejida con pelo rústico de camello y llevaba puesto un cinturón de cuero alrededor de la cintura, comía saltamontes y miel silvestre. Muchos iban a oír a Juan, llegaban no sólo de los alrededores del río Jordán, sino también de la región de Judea y de Jerusalén; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río. Juan reprendió a los fariseos y saduceos, pues éstos creían que serían salvos simplemente porque eran descendientes de Abraham, pero el Bautista les dijo que para poder huir de la ira divina que se acercaba, debían demostrar con su forma de vivir que se habían arrepentido de sus pecados y habían vuelto a Dios. Juan bautizaba con agua a los que se arrepentían de sus pecados y se volvían a Dios, pero pronto llegaría el ungido que sería superior a él, tan superior que Juan ni siquiera se consideraba digno de ser su esclavo y de llevarle las sandalias. Él los bautizaría con el Espíritu Santo y con fuego. Luego Jesús fue de Galilea al río Jordán para que Juan lo bautizara, y aunque Juan al principio intentó convencerlo de que él no podía bautizarlo sino al contrario, finalmente aceptó hacerlo pues ambos debían cumplir con lo que Dios había encomendado. Después del bautismo, mientras Jesús salía del agua, los cielos se abrieron y vio al Espíritu de Dios que descendía sobre él como una paloma; y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. Luego de esto, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo; y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. A Él vino el tentador, pero Jesús, reprendiéndolo tres veces, lo hizo huir de su presencia (amo ese pasaje), entonces el diablo se fue, y llegaron ángeles a cuidar al Señor. Cuando Jesús oyó que habían arrestado a Juan, salió de Judea y regresó a Galilea; primero fue a Nazaret, luego salió de allí y siguió hasta Capernaúm, junto al mar de Galilea, en la región de Zabulón y Neftalí. De esta forma se iban cumpliendo las profecías que Dios había anunciado por medio de Isaías, de que toda la gente de esas regiones que se encontraba en oscuridad, y que vivía en la tierra donde la muerte arrojaba su sombra, iba a ver brillar una gran luz. Simón, también llamado Pedro, y Andrés su hermano, quienes eran pescadores, fueron los primeros seguidores de Jesús; luego, más adelante, lo siguieron Santiago y Juan; y todos, dejando sus trabajos y familias se convirtieron en sus discípulos. Jesús viajó por toda la región de Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la Buena Noticia del reino, y sanando a la gente de toda clase de enfermedades y dolencias. Las noticias acerca de él corrieron y llegaron tan lejos como Siria, y pronto la gente comenzó a llevarle a todo el que estuviera enfermo; y Él los sanaba a todos, cualquiera fuera la enfermedad o el dolor que tuvieran, o si estaban poseídos por demonios, o eran epilépticos o paralíticos. Numerosas multitudes lo seguían a todas partes: gente de Galilea, de las Diez Ciudades, de Jerusalén, de toda Judea y del oriente del río Jordán.

domingo, 30 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia274

    Malaquias 1-4

Hoy haré mi última lectura del Antiguo testamento en el Libro de Malaquias, el cual señala el cierre de las profecías y el principio de 400 años de silencio entre el Antiguo y nuevo testamento. Después de diez meses, y treinta y nueve libros me siento completamente feliz de haber alcanzado esta meta; y también expectante de lo que será mi andar en estos dos últimos meses del año recorriendo los evangelios, los hechos de los apóstoles, las epístolas y finalmente el apocalipsis. Recuerdo el pasado primero de enero cuando dije: Lo haré, voy a leer la Biblia completa en este año 2016, y además le añadiré una publicación a cada día en mi Blog; y la verdad es que solo Dios me ha traído hasta aquí. Él es fiel. Este último profeta menor, fue levantado para recordarle al pueblo judío que el Señor los amaba, pero que Él no se sentía correspondido en ese amor; ya que, después de que pasaron varios años del restablecimiento de esta nación en la tierra prometida, volvieron a cometer los mismos pecados que los habían llevado antes directamente al cautiverio. Malaquías toca de primera mano todas las irregularidades que se producían en el recién restaurado Templo de Jerusalén, donde los Sacerdotes habían deshonrado nuevamente a Dios y habían llevado a todo el pueblo por caminos extraviados. En el altar de Dios eran ofrecidos animales impuros, animales despreciables que declaraban que no estaba mal deshonrar la mesa del Señor; además, estos Sacerdotes decían que era demasiado difícil servir a Dios y señalaban que sus mandamientos eran un verdadero fastidio. El Señor les advirtió que sino cambiaban su conducta y sus actos, les sería enviada una gran maldición, y rompería el pacto que había hecho con sus antepasados. Además de la falsa adoración en el Templo, el Señor también condenó los matrimonios mixtos; pues, Los hombres de Judá se casaban con mujeres que adoraban a otros dioses. Dios los creó para que fueran un solo cuerpo y un solo espíritu, y para que vivieran consagrados a Él, pero mediante esos actos, la infidelidad a su nombre sólo crecía más y más. 

El paganismo, la desobediencia, la rebeldía, la dureza de corazón, seguían consumiendo a esta nación en una doble moral; y mientras vas leyendo estas lineas finales en el registro bíblico, te das cuenta de que era absolutamente necesaria la llegada de un Salvador. El mismo que sería anunciado mediante otro mensajero de Dios, que prepararía todo para su llegada: Juan el Bautista, quien, con su mensaje de esperanza, anunciaría a la persona que quitaría todo el pecado del mundo. Si los israelitas no habían sido destruidos era porque el Dios todopoderoso los amaba y su amor no se consumía; sin embargo, todos ellos, desde sus antepasados, hasta las nuevas generaciones, siempre habían desobedecido sus mandamientos. Por eso el Señor comenzaría su juicio en contra de los que practicaban la brujería, los adúlteros, los que hacían juramentos falsos, los que explotaban a sus trabajadores, los que abusaban de las viudas y de los huérfanos, los que maltrataban a los que no eran israelitas, y de todos los que le faltaban al respeto. Los israelitas pensaban que no valía la pena servir al Dios todopoderoso porque los orgullosos vivían felices, y a los malvados siempre les iba bien, incluso cuando ofendían a Dios; pero llegaría el día en el cual, todos los que adoraran genuinamente a Dios, se convertirían en su tesoro especial, y así, todos los demás se darían cuenta de la diferencia entre el bien y el mal, entre honrarlo o no honrarlo. Casi todo el contenido de este libro es expresado por Dios, y finaliza con una nota de juicio para su pueblo: Estaba cerca el día en que los orgullosos y malvados arderían como la paja y se quemarían por completo a causa del enojo de Dios. Sin embargo, para los que temieran a su nombre, se levantaría el Sol de Justicia con sanidad en sus alas. Saldrían libres, saltando de alegría como becerros sueltos en medio de los pastos. El día en que Dios actuara, todos sus hijos pisotearían a los perversos como si fueran polvo debajo de sus pies. Antes de ese gran y terrible día del Señor, su mensajero prometido vendría, en el poder y Espíritu de Elías, y sus predicciones servirían para hacer volver de nuevo los corazones sensibles hacia Dios. 


La Biblia en un año #Dia273

Zacarías 12-14

En los días de redención para la nación de Israel, el Señor perdonaría a su pueblo; y también acabaría con todos los que se habían puesto en su contra: Naciones enemigas, falsos maestros, profetas que hablaban guiados por espíritus engañadores, ídolos paganos, y todos y cada uno de sus enemigos. Cuando las naciones vecinas quisieran atacar a Jerusalén y a las ciudades de Judá, El Señor las haría fracasar; su ataque sería tan torpe que el pueblo de Israel pensaría que estaban borrachos. Cuando llegara ese día, todas las naciones se unirían para acabar con Jerusalén, pero Dios haría que Jerusalén fuese como una piedra enorme; todo el que tratase de moverla serías aplastado por ella. Él sería el vigilante del pueblo de Judá, y ese día dejaría ciegos a todos los caballos de las naciones, y espantaría a sus jinetes. Cuando los jefes de Judá fuesen testigo de eso, dirían convencidos: El único Dios todopoderoso es el Dios de los que vivimos en Jerusalén, nuestro Dios es nuestra fortaleza. Ese día el Señor convertiría a los jefes de Judá en fuego, y con ese fuego consumiría por completo a todas las naciones vecinas, pero a la ciudad de Jerusalén no le pasaría nada. El Señor estaba dispuesto a destruir a cualquier nación que se levantara en contra de Israel, y protegería de tal manera a todos sus habitantes, que, los más débiles llegarían a ser tan poderosos como el rey David, y además todos los descendientes de su linaje, volverían a gobernar como si el propio ángel de Dios los estuviese dirigiendo. El castigo que le había sobrevenido a Israel de parte de Dios, fue para corregirlos y para hacerlos cambiar, para sanar su caminar espiritual; de este modo, todos los judíos iban a ser purificados y volverían a obedecer a Dios, y, cuando lo llamaran, Él respondería de inmediato; nada interrumpiría nuevamente su comunión, El Señor mismo los reconocería como su pueblo, y ellos como su Dios. Lo que llamaríamos: relación, no religión; la gran victoria de Dios sobre sus hijos. 

Zacarías no solo anuncia la primera venida de Cristo, sino también la segunda, el día en el que vendrá Dios, junto a todos sus ángeles. Ese día será tan especial, que no habrá diferencia entre el día y la noche, pues hasta en la noche habrá luz de día. ¡Sólo Dios sabe cómo será ese día! Entonces de Jerusalén saldrá un río que nunca se secará. En ese momento, solo el Señor reinará sobre toda la tierra, de norte a sur, todo el país se volverá una llanura. Entonces Jerusalén, por fin a salvo, se llenará de gente y nunca más será maldecida ni destruida. Pero Dios castigaría a las naciones que atacaron a Jerusalén, haría que se llenaran de miedo, y que empezaran a pelear entre ellas mismas; entonces la gente de Judá vendría a Jerusalén para luchar contra esas naciones, y les quitaría grandes cantidades de oro y plata, y muchos vestidos. Después de esto, los que atacaron a Jerusalén y hubiesen quedado con vida, irían a la ciudad cada año para adorar al Dios todopoderoso, y para celebrar la fiesta de las enramadas. Pero si Egipto, o alguna otra nación, no iba a Jerusalén, Dios impediría que lloviera en esa nación, y así la castigaría. Cuando llegara ese día, todo sería propiedad exclusiva del Dios todopoderoso y quedaría sólo a su servicio. Hasta los cascabeles de los caballos estarán marcados como propiedad exclusiva de Dios. Serían de Dios los tazones que se usan en el altar, las ollas que se usan en la cocina del templo, y todas las ollas que haya en Jerusalén y en Judá. La gente que vaya al templo para presentar ofrendas, deberá cocinar en esas ollas, y así nadie volvería a hacer negocios en el templo del Dios todopoderoso. Desde la antigüedad, todas las profecías por parte de Dios han sido cumplidas (Juicio, castigo, prosperidad, liberación, destrucción, entre otras), incluso, el mensaje de la llegada, vida, muerte y resurrección de Jesús es un hecho histórico y social totalmente verificable; por lo tanto, si Dios ha anunciado que Cristo viene otra vez, ¡Es porque viene otra vez! Vestido en majestad y coronado con poder, para ser el Rey de toda la tierra. Además de esperarlo con profunda fe, con la convicción de lo que no se ve, también lo hago porque sé, mediante la espada del Espíritu, que su Palabra es un documento indubitable de todo lo que ha sucedido y está por suceder. Asi que ven, ven Señor Jesús. Te estamos esperando. 

viernes, 28 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia272

Alto de Adoración semanal...

Ya casi estoy por finalizar mi lectura del Antiguo Testamento, simplemente no lo puedo creer, pero si, es una realidad. Pocas cosas me dejan sin palabras, pero este momento lo ha logrado. Mientras terminamos de leer al profeta Zacarías, se abre la ventana de esperanza no solo para Israel, sino para todas las naciones de la tierra, con la llegada del Ser supremo más hermoso, excelso y sublime que podrá jamás existir, mi Cristo, el gran hijo de Dios. Estas predicciones concernientes al Mesías, son para mi, las más maravillosas; viene el Salvador a quitar el pecado del mundo, a rasgar el velo, a ser la puerta que nos lleva hasta Dios. Amo a Jesucristo, amo su presencia, amo su naturaleza, su persona, su esencia, amo todo lo que Él es. Meditando en el Salmo número cien, que nos corresponde en este día de lectura, los creyentes somo exhortados a la gratitud, pues ante la llegada del Rey de la tierra, deben cantar de alegría todos sus habitantes. Jesús vino a dar el regalo más precioso a toda la humanidad: El perdón de pecados y la vida eterna; y su autoridad y su señorío siempre deben ser reconocidos y alabados de acuerdo a la magnitud de su Ser. Reconozcamos hoy, una vez más, que el Señor es Dios, Él nos hizo, y le pertenecemos; somos su pueblo, ovejas de su prado. Entremos por sus puertas con acción de gracias; vayamos a sus atrios con alabanza; démosle gracias y alabemos su nombre. Pues el Señor es bueno, su amor inagotable permanece para siempre, y su fidelidad continúa de generación en generación. ¡Aleluya! Gracias Dios, gracias Jesucristo. Nadie nunca, podrá ocupar su lugar en mi corazón.


La Biblia en un año #Dia271

         Zacarías 9-11

Así como al resto de los profetas, el Señor también dio a Zacarías su mensaje de juicio contra las naciones enemigas de Israel; las ciudades de Hadrac y Damasco, y también las tribus de Israel, su vecina Hamat, y naciones tan desarrolladas como Tiro y Sidón serían castigas por Dios. A la ciudad de Tiro el Señor le quitaría sus riquezas y las echaría al mar, y a ella la quemaría por completo. Los habitantes de Ascalón verían eso y temblarían de miedo, y la ciudad se quedaría vacía. Los habitantes de Gaza sufrirían al perder su rey, y los habitantes de Ecrón sufrirían al perder la esperanza. En la ciudad filistea de Asdod viviría gente malvada y violenta, que despedazaría a sus enemigos, pero el Señor salvaría a sus victimas y así humillaría a los orgullosos filisteos. Algunos serían dejados con vida, y serían gente importante en Judá. Dios jamás volvería a permitir que otras naciones atacaran a Israel, pues Él mismo vigilaría mi templo. El nuevo Rey anunciado por Zacarías vendría muy pronto a ocupar su trono, Él llegaría montado sobre un burrito, pues sería humilde, pero muy justo; y llegaría para darle a los judíos la victoria. Destruiría todas las armas de guerra y en todo Israel destruiría los ejércitos; anunciaría la paz en todas las naciones, y dominaría de mar a mar, ¡del río Éufrates al fin del mundo! El Señor había hecho un pacto con Judá e Israel, y lo sello con sangre; por eso, rescataría a sus presos del pozo seco donde habían estado, y volverían llenos de esperanza a esas ciudades que parecían fortalezas. Si hasta ahora habían sufrido, El Señor se comprometió a hacerlos dos veces más felices. Cuando llegara ese día, Dios mismo salvaría a su  pueblo, como salva el pastor a su rebaño; y cuando ya estuviesen en su tierra, brillarían como las joyas de una corona ¡Qué maravilloso iba a ser ver a los muchachos y a las muchachas alegres, fuertes y bien alimentados!

Los ídolos son engañosos; los adivinos sólo dicen mentiras; engañan a la gente con sus sueños, y escucharlos no da ningún consuelo; por eso la gente que los sigue y los adora, anda perdida, como un rebaño sin pastor. Esto precisamente sucedió en las naciones judías, mientras se alejaban de Dios, hacían caso a principios sin ningún tipo de fundamento, y el resultado fue fatal: sus falsos ídolos solo los llevaron por el despeñadero. ¿Cuantos no continúan aún en nuestros días con la misma ceguera espiritual? Y lamentablemente, los resultados, sino se arrepienten, serán los mismos. La ira de Dios se encendió contra esos falsos pastores y lideres, por eso serían severamente castigados. El Señor de los Ejércitos Celestiales llegaría para establecer el orden y para cuidar a Judá, su rebaño. Él los haría fuertes y magníficos, como un caballo majestuoso en la batalla. De Judá saldría la piedra principal, la estaca de la carpa, el arco para la batalla y todos los gobernantes; el Señor fortalecería a Judá y salvaría a Israel, los restauraría a causa de su compasión. Sería como si nunca los hubiese rechazado, porque el Señor su Dios, escucharía sus lamentos. El pueblo de Israel sería como poderosos guerreros, y sus corazones se alegrarían como si tomaran vino; sus hijos también verían eso y se alegrarían, sus corazones se gozarían en el Señor. Zacarías no solo predijo de forma excelente y magistral la llegada del Mesías, sino que también debió hablar acerca de los que lo traicionarían, y los que lo rechazarían, nuevamente, de forma magistral y mucho tiempo antes de que sucediese. El buen Pastor sería traicionado por treinta monedas de plata, que nunca significaron nada, ni fueron lo suficientemente valiosas, como para pagar todo lo que el Señor había hecho en favor de su pueblo. 


jueves, 27 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia270

    Zacarías 7-8

El ayuno era una manifestación religiosa que los judíos mantenían desde que el Señor les dio sus mandamientos a la nación a través de Moisés, y cada verano durante los setenta años de destierro en el aniversario de la destrucción del Templo, practicaban dicho acto y guardaban luto para adorar a Dios. Sin embargo, como es sabido, toda práctica que se realiza de forma mecánica y sin ningún tipo de propósito, naturalmente no dejará algún resultado o beneficio. El mismo Dios reprochó a los judíos el hecho de que durante esos setenta años no ayunaban pensando en Él, y aún después, cuando dejaban de ayunar y comían y bebían en sus festivales santos, lo hacían para complacerse a sí mismos. El Señor le había dicho a través de los profetas a los antepasados israelitas, que debían tratarse con bondad y compasión los unos a los otros, no oprimir a las viudas, a los huérfanos ni a los extranjeros; pero ellos, se negaron a escuchar ese mensaje y endurecieron como una piedra sus corazones a la palabra de Dios. Por eso, al Señor sus ayunos le parecían simplemente incongruentes, y de la misma forma en la que ellos se negaron a escuchar a Dios cuando Él los llamó, Él tampoco los escuchó cuando clamaron a su nombre. Lo que le pasó después a los adúlteros israelitas lo sabemos bien, a causa de su conducta fueron dispersados entre las naciones lejanas, donde vivieron como extranjeros, y convirtieron su hermosa tierra en un desierto. Yo podría enumerar una larga lista con los beneficios espirituales de la práctica del ayuno, pues lo apruebo totalmente como hija de Dios, sobretodo por los efectos que ha tenido en mi vida, pero simplemente diré que el ayunar, o no ayunar, no cambia nada, si en tu corazón no hay obediencia, adoración y santidad. Esto fue lo que pidió Dios a la nueva generación judía, haciendo un llamado a una vida de justicia y misericordia en lugar de sacrificios falsos.

Luego vino palabra de Dios nuevamente a Zacarías en la que prometió solemnemente bendecir a su pueblo. Él le dijo al profeta que regresaría al monte Sión y viviría en Jerusalén, entonces Jerusalén se llamaría la Ciudad Fiel; y el monte del Señor de los Ejércitos Celestiales se llamaría Monte Santo. En ese tiempo, nuevamente los ancianos y las ancianas caminarían por las calles de Jerusalén apoyados en sus bastones, y se sentarían juntos en las plazas de la ciudad; y las calles de la ciudad se llenarían de niños y niñas que jugarían contentos. Dios sabía que mientras Zacarías diera ese mensaje al pueblo, todo lo que les dijera podía parecerles imposible, después de todo, eran un pequeño remanente que acababa de regresar a su ciudad, y es así, nosotros los seres humanos aún teniendo conocimiento del gran poder de Dios, podemos llegar a ver las cosas como inalcanzables en algunas oportunidades; sin embargo, el Señor les hizo una declaración que no tiene rival, ¿Hay algo imposible para mi?, les dijo que podían estar totalmente seguros de que Él los rescataría y los haría vivir seguros en Jerusalén. Además los animó a ser fuertes y a terminar las tareas de reconstrucción que les había encomendado, porque Él estaba plantando semillas de paz y prosperidad en toda la nación. Las vides estarían cargadas de fruta, la tierra produciría sus cosechas y los cielos soltarían el rocío; una vez más Dios haría que ese pequeño remanente de Judá y de Israel heredara todas esas bendiciones. Entre las demás naciones, Judá e Israel se convirtieron en símbolo de una nación maldita, pero ya no lo serían más, pues Dios mismo los rescataría y los haría símbolo de fuente de bendición. Así como Dios estuvo decidido a castigarlos cuando sus antepasados lo ofendieron y lo hicieron enojar, así de decidido estaba en este tiempo a bendecir a Jerusalén y a todo Judá. También le dijo el Señor a Zacarías que los ayunos tradicionales y los tiempos de luto que habían mantenido al principio del verano, en pleno verano, en el otoño y en el invierno ahora habían terminado. Se convertirían en festivales de alegría y celebración para el pueblo de Judá. Así que debían amar la verdad y la paz. De una ciudad a otra estaría la gente decidida a ir al Templo de Dios para adorarlo, muchos pueblos y naciones poderosas irían a Jerusalén a buscar al Señor y a pedir su bendición. El Señor de los Ejércitos Celestiales dijo: en aquellos días, diez hombres de naciones e idiomas diferentes agarrarán por la manga a un judío y le dirán: “Por favor, permítenos acompañarte, porque hemos oído que Dios está contigo”. ¡Gloria a Dios!



La Biblia en un año #Dia269

    Zacarías 5-6

Una vez que todos los cautivos habían regresado a su tierra, y que se enfrentaron a la ardua tarea de levantarse de las ruinas, hay algo muy puntual que Dios quería hacer con todos ellos: Purificarlos, limpiarlos de toda su maldad y refinar para sí, un pueblo nuevo y santo que le brindara obediencia y honor. La función del profeta Zacarías era clave en medio del cumplimiento de este propósito de Dios, pues debió, no solo animar a los judíos al nuevo levantamiento del Templo de Dios, sino que también debía alentarnos a ellos mismos a levantar nuevas vidas que fueran olor fragante delante del Dios de toda la tierra. En sus nuevas visiones, el profeta vio un rollo volador de diez metro de largo y cinco metro de ancho, que contenía  la maldición que cubriría toda la tierra a causa del pecado de los hombres. Además vio la mujer en el efa (canasta), una revelación que simbolizaba el pecado de toda la nación de Judá que iba a ser removido. La canasta estaba llena con los pecados de los habitantes de todo el país, y dentro de la canasta estaba una mujer sentada que se llamaba perversidad. El ángel de Dios empujó a esta mujer dentro de la canasta y cerró su tapa, entonces Zacarías miró hacia arriba y vi a dos mujeres que volaban hacia ellos, planeando con el viento; tenían alas como de cigüeña, y recogieron la canasta y levantaron el vuelo. Esas mujeres se llevaron la canasta hasta Babilonia, donde construirían un templo para la canasta, y cuando estuviese listo, colocarían la canasta allí sobre un pedestal.

Después de estas dos revelaciones, Zacarías tuvo otra visión acerca de cuatro carros de guerra, El primer carro era tirado por caballos rojos, el segundo por caballos negros, 3 el tercero por caballos blancos y el cuarto por poderosos caballos pintos o grises. Esos carros representaban los cuatro vientos del cielo, quienes siempre estaban al servicio de Dios, y ahora saldrían a recorrer todo el mundo. El carro de los caballos negros iba hacia el norte, el de los caballos blancos iba hacia el oeste, y el de los caballos pintos hacia el sur. Los caballos de pelo pinto estaban ansiosos por recorrer el mundo, y así lo hicieron. Estos carros representaban la inauguración del juicio de Dios sobre toda la tierra. Finalmente Zacarías recibió otro mensaje de parte de Dios, debía pedirle oro y plata a Heldai, Tobías y Jedaías, quienes habían sido llevados a Babilonia como esclavos, para hacer una corona que debía poner sobre Josué hijo de Josadac, que era el jefe de los Sacerdotes, pues eso representaría la venida de otro Sacerdote y Rey, el Mesías, quien se levantaría para reconstruir el Templo de Dios. Él se llamaría ‘Renuevo’, se vestiría como Rey, y ocuparía el trono de Dios para reinar. Después, esa corona debía ser puesta en el Templo de Dios, así Heldai, Tobías, Jedaías y Josías recordarían siempre su mensaje. Si ellos obedecían, otros vendrían de lejos y los ayudarían a reconstruir el santuario de Dios; y cuando eso sucediera todos sabrían que el Dios todopoderoso, había enviado a Zacarías a hablar en su nombre. Dios SIEMPRE cumple su palabra. 


miércoles, 26 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia268

    Zacarías 3-4

El profeta Zacarías continúa compartiendo sus visiones nocturnas con el pueblo de Dios, y en esta ocasión, el ángel de Dios le mostró a Josué, el sumo Sacerdote, quien estaba delante del Señor;  y a la derecha del ángel estaba satanás, quien presentaba acusaciones en contra de Josué. Entonces el Señor le dijo a Satanás: Yo, el Señor, rechazo tus acusaciones, Satanás. Así es, el Señor que eligió a Jerusalén te reprende. Pues para Dios, el Sumo Sacerdote Josué era como un tizón en llamas que había sido arrebatado del fuego. La ropa de Josué estaba sucia cuando se presentó delante del ángel, y el ángel ordeno que a otros que estaban allí que le quitaran esa ropa sucia, y que él le daría ropa nueva y fina; lo que simbolizaba la limpieza de pecados que Dios quería hacer con todo el sacerdocio que dirigía a este pueblo. Luego le colocaron a Josué en la cabeza un turbante sacerdotal limpio y lo vistieron de ropas nuevas, mientras el ángel del Señor permanecía cerca. Entonces el ángel del Señor habló solemnemente a Josué y le dijo que si seguía sus caminos y le servía con cuidado, recibiría autoridad sobre su templo y sus atrios. Tanto Josué como el resto de sacerdotes, representaban una señal profética de lo que Dios quería hacer en su pueblo renovado; el Señor pondría delante de Josué una piedra de siete lados, y Él mismo grabaría en ella una inscripción. Luego, en un solo día, quitaría el pecado de toda la nación, y cuando ese día llegara, podrían todos los judíos convidarse unos a otros a disfrutar de paz a la sombra de sus vides y sus higueras. 

En otra visión del profeta, observó un candelabro de oro y dos olivos; el ángel de Dios que hablaba con él, lo despertó como se despierta a una persona que está dormida, y le preguntó que veía; el profeta le dijo que veía un candelabro de oro, con un depósito de aceite encima; en lo alto tenía siete lámparas, a las que llegaba el aceite por siete tubos; y junto al candelabro había dos olivos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Zacarías le preguntó al ángel su significado, y el ángel le dijo que era un mensaje de Dios para Zorobabel (gobernador de Judá), que decía: No con ejercito, ni con fuerza, sino con mi Espíritu; y que él reduciría a llanura los grandes montes, sacando la piedra principal, mientras gritaba la gente: ¡Qué hermosa es! ¡Qué hermosa!. Dios le dijo a Zacarías que Zorobabel era quien había puesto los cimientos del Templo y sería él quien lo terminaría, porque aquellos que no tomaron en serio los pequeños comienzos, ahora se alegrarían viendo a Zorobabel terminar las obras. Después de eso el ángel añadió que esas siete lámparas eran los ojos del Señor, que estaban recorriendo toda la tierra. Y los dos olivos, uno a cada lado del candelabro, y las dos ramas de olivo que estaban junto a los tubos de oro por donde llega el aceite a las lámparas, simbolizaban a los dos que habían sido consagrados para el servicio del Señor de toda la tierra. Estos eran, el Sacerdote y el rey, pues la era de sacerdotes corruptos y de los reyes que buscaban lo suyo terminaría y sería reemplazada con una época de renovada adoración, gobierno justo, y compañerismo cara a cara con Dios. En este punto de la lectura me encuentro: Esperanzada y animada. Justo el propósito que Dios quería cumplir a través del profeta en su pueblo, dando palabras de aliento en la difícil tarea de reconstruir su ciudad.


La Biblia en un año #Dia267

Zacarías 1-2

Continuando con las profecías posteriores al exilio de los judíos, aparece el mensaje de Zacarías, uno de los profetas menores, a quien se atribuye el libro que lleva su nombre. De acuerdo al contenido de este mensaje, se muestra que fue dado y escrito después de que los israelitas volvieran del destierro babilonico, y que este profeta se une al profeta Hageo para animar a los obreros a que finalicen lo que han empezado: La reconstrucción de la casa del Mesías. Ya habían transcurrido los setenta años del cautiverio, y de regreso en Judá, se encontraba una nueva generación de israelitas, recuperándose y siguiendo adelante. Estando allí, el Señor les comunicó que a pesar de que en el pasado Él estuvo muy enojado con sus antepasados, estaría dispuesto a perdonarlos a todos ellos si se humillaban delante de Él. En este nuevo llamado a los judíos de volverse a su presencia, el Señor le mostró en sueños a Zacarías varias visiones para exhortarlos a una verdadera y genuina conversión, entre ellas, vio a un ángel que teniendo una conversación con Dios, le preguntó cuando tendría nuevamente compasión de su pueblo, el Señor le dijo al ángel, con palabras muy amables y tranquilizadoras, que Él amaba mucho a Jerusalén, y a su Templo; y que, aunque por algún tiempo estuvo airado con su ciudad, iba a reconstruirla nuevamente y también su santuario de adoración; así le mostraría a todos cuanto los quería y cuanto deseaba perdonarlos. Ese ángel que apareció en los sueños de Zacarías y que habló con Dios, también ordenó al profeta que anunciara de parte de Dios a los israelitas, que Él les devolvería la prosperidad; mostraría amor por su Templo, y Jerusalén volvería a ser su ciudad elegida.

Zacarías también recibió la revelación de que La ciudad de Jerusalén tendría tanta gente y tanto ganado, que no tendría murallas. El Señor sería para ella como una muralla de fuego y la llenaría de riquezas. Él fue quien había dispersado a los israelitas por muchas naciones del mundo, y por lo tanto, también era quien tenía toda la autoridad para llamarlos del destierro, y así lo hizo; ellos salieron de Babilonia con alegría y volvieron a habitar su ciudad. El Dios todopoderoso envió a Zacarías a acusar a las naciones que le robaron todo a Jerusalén, porque Él iba a castigarlas por su maldad. Declaró que quien le hacía daño a su pueblo, se lo hacía a Él; y por tanto, haría que sus propios esclavos se pusieran en su contra y les robaran sus pertenencias. Cuando las palabras de Dios mediante el profeta Zacarías se cumplieran, todas esas naciones reconocerían que el Señor era el Dios todopoderoso, y los judíos gritarían de alegría porque la presencia del Señor habitaría entre ellos para siempre. Cuando ese día llegara, muchas naciones seguirían a Dios, entonces Él viviría entre ellas y llegarían a ser también su pueblo. (Aquí entramos nosotros). Cuando todo eso sucediera, ellos sabrían que fue el Dios todopoderoso quien envió a Zacarías a anunciar su mensaje; porque profecía que se cumple, sin duda alguna, viene de Dios. Estos hechos y aún los anunciados a nuestros días son completamente verificables, solo hace falta tiempo para ver si se realizan o no. En este caso, tal y como lo predijo el profeta, Judá volvió a ser propiedad de nuestro Dios, y Jerusalén volvió a ser su ciudad elegida.



La Biblia en un año #Dia266

Hageo 1-2

Hoy vamos a comenzar a leer al profeta Hageo, y con él, dejaremos los anuncios referentes al juicio de Dios sobre su nación y sobre las demás naciones de la tierra, para partir hacia la reconstrucción del Templo en Jerusalén; durante el retorno de los israelitas a su pueblo en el segundo año de gobierno de Darío, rey de Persia. De acuerdo a lo narrado en el mensaje de este profeta, mientras los israelitas vivían en lujosas casas, el Templo del Señor permanecía en ruinas; lo que causó en Él mucho malestar y decepción. A causa de esta situación, el Señor hizo que los cielos retuvieran el rocío y la tierra no produjera sus cosechas; y eso ocasionó que los judíos al sembrar sus campos, cosecharan poco; de este modo, comían, pero no quedaban satisfechos; bebían, pero quedaban con sed; y sus salarios desaparecían como si los echasen en bolsillos llenos de agujeros. El mismo Dios mandó una fuerte sequía sobre sus campos y colinas para que destruyera el grano y para que no permitiera que ellos y sus animales se alimentaran correctamente. Entonces Zorobabel, quien para ese tiempo se encontraba gobernando en Judá, el sumo sacerdote, y todo el remanente del pueblo de Dios, comenzaron a obedecer el mensaje del Señor, quien los animó y despertó el entusiasmo en todos ellos para comenzar a trabajar en el levantamiento de su casa. Sin embargo, el esplendor de este nuevo Templo no agradó al Señor porque no se comparaba con el anterior, por lo que animó nuevamente a Zorobabel, al Sumo Sacerdote y a todo el remanente de Judá, a que pusieran manos a la obra y pudieran esforzarse un poco más en su reconstrucción. También les dijo que no temieran pues Él, estaría con ellos. 

Durante ese tiempo, el Señor quiso purificar para sí, no solo un Templo nuevo de cimientos y bases firmes que fuese hermoso en todo su esplendor, sino que también, quería un nuevo pueblo, santo, fiel y obediente a su palabra. Mientras el nuevo Templo no había sido levantado, a causa de la propia indiferencia de los hebreos, el Señor obstaculizó el fruto de sus cosechas, de manera que no podían producir de forma adecuada para su sustento; pero justo en el tiempo en el que decidieron obedecer la voz de Dios, y comenzar a reconstruir el Templo nuevo, todo fue diferente. Dios mismo iba a bendecirlos, y daría frutos a sus árboles, uvas a sus viñas y trigo a sus graneros. Ya no iban a haber más plagas ni granizo que destruyera el fruto de su trabajo, porque donde hay obediencia y fidelidad a Dios, hay prosperidad en todos los sentidos. El Señor le dijo a Zorobabel, y a todos los habitantes del pueblo que la plata y el oro eran suyos, y que haría temblar los cielos y la tierra, los océanos y a todas las naciones, para que llevaran al Templo todos sus tesoros y riquezas, así sería reconstruido en la forma que Él quería y todo el lugar sería lleno de su Gloria; tanto así que la futura gloria de ese Templo sería mayor que su gloria pasada. Nuestro Dios es un Dios de excelencia, grande y magnifico; y lo que ofrecemos a Él, bien sea de orden espiritual o material, nunca puede ser a medias. Hoy, cuando podemos estar luchando contra circunstancias desafiantes y que pueden alterarnos en algunos sentidos, debemos buscar primeramente al proveedor, y no la provisión. Ese Dios excelentísimo y altísimo quiere darnos todo lo que tiene para que le honres, y resulta que todo es suyo. Así que, obedece, anímate, entusiasma a todos a tu alrededor, pon manos a la obra, no escatimes, y no olvides que ya Dios lo tiene todo preparado para darte la victoria en lo que te ha llamado a hacer y en lo que te permita vivir. No vas solo, vas con Él.


La Biblia en un año #Dia265

Alto de adoración semanal...

Hoy me doy cuenta de que ya solo faltan 100 días para terminar este reto, 100 lecturas más y habré completado mi gran propósito de este año 2016; leer la Biblia completa en un año. Lo digo y siento que me brillan los ojos jaja Después de que conocí al Señor, siempre tuve la inquietud de hacerlo, creo que era su mismo Espíritu Santo quien me persuadía, pero entre una cosa y otra, fallaba en mis intentos. Hoy, a pesar de no haber concluido aún, estoy muy contenta porque cada día me siento más y más animada a seguir adelante, se cumple en mi la palabra que dice que Dios es quien produce en sus hijos tanto el querer como el hacer. Y que hermoso ha sido no solo haber deseado esto, sino también, HACERLO. Una meta sin un plan, es solo un sueño, y para ver los anhelos materializados hace falta disciplina, constancia, responsabilidad y mucha disposición. Con pequeñas lecturas de un día, cada día, he podido acercarme a la meta y sé, en fe, que lo lograré. Durante estos días de incesantes profecías, terminamos de leer los anuncios de juicio para el pueblo de Dios para avanzar hacia la lectura del periodo post-exílico de la profecía de Israel; es decir, después del retorno de los judíos a su tierra. Pero antes, meditaremos en el salmo número 98, una lectura que declara una verdad inexorable: Dios es justo. Él se acordó de Israel, su pueblo amado, y desde lejanas tierras los hizo regresar; con su brazo fuerte y poderoso venció a todos sus enemigos. Alabemos con todas nuestras fuerzas hoy y siempre a nuestro Dios, cantemos con alegría a nuestro Rey; ¡Al son de clarines y trompetas! Que se unan en alabanza el mar y todo lo que contiene, el mundo y todos sus habitantes. Que aplaudan los ríos, y canten alegres todos los cerros; que canten delante de Dios, que viene para gobernar el mundo. Él es un Dios justo, y gobernará con justicia a todos los pueblos de la tierra.


martes, 25 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia264

Sofonias 1-3

Arribamos al noveno libro entre los doce profetas menores, Sofonías, quien es mencionado en el mismo libro como tataranieto del rey Ezequías, por lo que pudiera ser que al igual que Isaías, fuera miembro de la familia real. De acuerdo al análisis del contenido del libro, su actividad profética se desarrolló en el reinado de Josías en Judá, donde nuevamente el Señor anuncia el juicio venidero contra esta nación, que vehementemente ha humillado y despreciado su santo nombre. El Señor advirtió que aplastaría a Judá y a Jerusalén con su puño y destruiría todo rastro del culto a Baal. Acabaría con todos los sacerdotes idólatras, para que se borrara hasta su recuerdo; pues ellos subían a las azoteas y se postraban ante el sol, la luna y las estrellas. Decían seguir al Señor, pero al mismo tiempo rendían culto a Moloc; por eso, el Señor destruiría a todos los que antes lo adoraron, pero que habían dejado de hacerlo. El Señor había preparado a su pueblo para una gran matanza y había seleccionado a sus verdugos para hacerlo. En ese día de juicio, castigaría a los líderes y a los príncipes de Judá y a todos los que seguían costumbres paganas; y a los que llenaban las casas de sus amos con violencia y engaño. Dios declaró que buscaría con linternas en los rincones más oscuros de Jerusalén para castigar a quienes descansaban cómodos con sus pecados y pensaban que el Señor no les haría nada; por eso serían despojados de sus posesiones y sus casas serían saqueadas. Construirían nuevas casas pero nunca vivirían en ellas. Plantarían viñedos pero nunca beberán su vino. Ese terrible día del Señor estaba cerca, vendría de prisa, un día de llanto amargo; un día cuando aun los hombres fuertes clamarían. Sería un día cuando el Señor derramaría su ira, un día de terrible aflicción y angustia, un día de ruina y desolación, un día de oscuridad y penumbra, un día de nubes y de negrura, un día de sonido de trompeta y gritos de batalla. Caerían las ciudades amuralladas y las más sólidas fortificaciones por haber pecado contra el Señor. Ni su plata ni su oro los salvaría en el día de la ira del Señor; pues toda la tierra sería devorada por el fuego de su celo. Él daría un final aterrador a toda la gente de la tierra.

En medio de un llamado al arrepentimiento, en el cual Sofonías animó al pueblo a reunirse y a humillarse delante de Dios obedeciendo sus mandamientos, también se inició el juicio en contra de Filistea, quien también recibiría la intensa furia de Dios. El Señor los destruiría hasta que no quedara ni uno de ellos; la costa filistea se convertiría en pastizales desiertos, un lugar en el que acamparían los pastores con corrales para ovejas y cabras. También los moabitas y los amonitas serían enjuiciados, pues ambos se burlaron del pueblo de Judá y en medio de su desgracia, invadían sus fronteras. Moab y Amón serían destruidos, aniquilados por completo, igual que Sodoma y Gomorra. Su tierra sería un lugar de ortigas, de pozos de sal y de desolación eterna. El remanente de los judíos los saquearía y tomaría su tierra. Los etíopes también serán masacrados por la espada de Dios y con su puño golpearía a las tierras del norte para destruir a Asiría; quien se convertiría en una tierra desolada y baldía, reseca como un desierto. Qué aflicción le esperaba a la rebelde y contaminada Jerusalén, la ciudad de violencia y crimen; nadie podía decirle nada pues rechazaba toda corrección. No confiaba ni se acercaba a Dios. Sus líderes eran como leones rugientes en cacería de sus víctimas; sus jueces eran como lobos voraces al anochecer, que para la mañana no habían dejado rastro de su presa. Sus profetas eran mentirosos y arrogantes, en busca de su propia ganancia; sus sacerdotes profanaban el templo al desobedecer las instrucciones de Dios. Sin embargo, declaró el Señor acerca de Jerusalén, que estaba en ella para hacerle bien y no para hacerle daño, pues Él era un Dios bueno y de justicia. Él los castigaría, pues no podía dejar en ninguna forma impune sus acciones violentas y perversas; pero también los salvaría y no los volvería a avergonzar nunca más. En ese tiempo expulsaría de ellos a los que se creían muy importantes, y en su pueblo no habría lugar para los orgullosos; en sus calles sólo habría gente humilde y sencilla, que pondría en Dios su confianza. Los pocos israelitas que hubiesen quedado con vida no cometerían ninguna maldad; no mentirían ni engañarían a nadie, sino que vivirían en paz y sin ningún temor. Sofonías, les dijo: ¡Canten de alegría, israelitas! ¡Alégrense, habitantes de Jerusalén! Dios prometió poner fin a la desgracia que sufrían y a la vergüenza que sentían; no debían perder el ánimo a pesar de la tragedia, pues el Señor estaría con ellos y con su poder los salvaría. Cuando llegara ese día, el Señor ayudaría a los indefensos, y castigaría a quienes los maltrataban. El cambiaría el porvenir de los que anduvieron dispersos y los haría volver a su tierra. Recordemos hoy y todos los días: Los cautivos. ¡Volverán!


La Biblia en un año #Dia263

 
 
Habacuc 1-3

Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Estas palabras son una de las mayores afirmaciones de esperanza y confianza en Dios, que seguramente todos los hijos de Dios hemos declarado en algún momento, y que fueron magistralmente proclamadas por el profeta hebreo Habacuc, mientras las potencias mundiales de la época conquistaban pueblos, territorios y riquezas; dejando a las víctimas tiranizadas, saqueadas y masacradas. Este libro empieza con un dialogo entre el profeta y Dios, en el cual Habacuc se queja por la injusticia en la cual está viviendo; a su alrededor él solo veía pleitos, peleas, violencia y destrucción. Nadie obedecía los mandamientos de Dios y nadie era justo con nadie; los malvados maltrataban a los buenos, y por todas partes había atropello e inmoralidad. ¿Hasta cuando tendré que ser testigo de esto? Preguntó el profeta, y Dios le dijo que levantaría al pueblo de los caldeos, nación cruel y presurosa, para adueñarse de las tierras de Judá y así, hacerlos pagar por sus pecados. Ellos vendrían sin tregua y decididos a la violencia; avanzarían por todo el mundo conquistando territorios y arrasando como el viento del desierto. Luego de conocer los planes de Dios, Habacuc volvió a quejarse, esta vez por lo que Dios había decidido hacer; creo que le pareció mas duro y difícil el remedio, que la enfermedad. El profeta le dijo al Señor que sabia que Él usaría a los caldeos para castigar a su nación por su perversidad, pero le pidió que por favor no permitiera que los destruyeran sin compasión y que no mataran a los que eran buenos, pues Él era un Dios santo, que no soportaba la maldad.

El Señor le dijo a Habacuc que aunque el pueblo de los caldeos se mantuviera orgulloso confiando en sus vidas torcidas, les esperaría una aflicción muy grande, de la que todos sus cautivos se burlarían. El día que menos lo esperaran, sus víctimas se vengarán de ellos; los harían temblar de miedo y le quitarían todo lo que tenían. ellos habían robado a muchas naciones, pero en su momento esas naciones los robarían a ellos y así pagarían todos sus crímenes y toda su violencia en contra de Judá y de sus habitantes. De nada iba a servirle a esta nación el haber construido sus ciudades mediante el crimen y la violencia, porque Dios mismo quemaría todo lo que habían hecho, y toda la gente reconocería que suyo era el poder. El Señor comunicó estos planes a Habacuc para que pudiera tomar aliento y tener confianza en lo que Él había decidido hacer para vengar el honor de su pueblo, y además le dijo que escribiera todo lo que le había dicho en unas tablas de madera para que el mensaje pudiera leerse sin errores. El Señor le dijo al profeta: Todo lo que te he dicho tardará un poco en cumplirse, pero tú no te desesperes; aún no ha llegado la hora de que todo esto se cumpla, pero puedo asegurarte que se cumplirá sin falta. Finalmente Habacuc oró a Dios y acompañó su oración con una melodía especial; le pidió que su nación pudiera volver a ver en sus días los grandes hechos que Él había hecho en otros tiempos, y le dijo que si se enojaba contra ellos, no dejara de tenerles compasión. El profeta sabía que aunque la nación enemiga los atacaría con la furia de una tempestad para dispersarlos y destruirlos, y que los dejaría indefensos; Dios mismo saldría a rescatar a su pueblo y montado en su caballo, marcharía sobre el agitado mar en su defensa. Por esta razón, el quejumbroso profeta, decidió esperar con paciencia por ese día en el que el Señor castigaría a todos los que los habían destruido; y es aquí donde proclamó la preciosa declaración de certeza que leímos en principio, la misma que nos permite hoy día asegurar, que la única manera de seguir en pie ante las fuertes y desafiantes batallas terrenales, es mediante una inquebrantable vida de fe. Jehová el Señor es nuestra fortaleza, El cual hace nuestros pies como de ciervas, y en nuestras alturas nos hace andar.

lunes, 24 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia262

   Nahúm 1-3

    La nación de Asiria y su capital, Nínive, había sido perdonada tiempo antes por Dios cuando se arrepintieron de su maldad y se humillaron delante de Él; no obstante, no pasó mucho tiempo para que este pueblo se volviera al paganismo y además esclavizara a los judíos; por lo que esta vez, desaparecerían por completo. El encargado de profetizar acerca de esta destrucción inminente fue el profeta Nahúm, un ministro originario de Galilea, una provincia de la zona norte de la nación de Israel. Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos. Éstas fueron las palabras del profeta para expresar la molestia de Dios en contra de los asirios por haberse convertido en enemigos del pueblo de Judá. Nuestro Dios es bondadoso y cuida de los que en él confían; en momentos de angustia, Él nos brinda protección; así lo demostró 150 años antes, cuando a través de Jonás perdonó a este pueblo de su maldad; pero también destruye a sus enemigos, y los arrastra como un río desbordado, y los persigue hasta en la oscuridad. Los ninivitas hacían planes malvados, y tenían entre ellos un consejero que los había puesto en contra de Dios, por eso serían acabados por completo y ya no se les daría una segunda oportunidad. Los habitantes de Asiria atacaron al pueblo de Dios, lo dejaron como a un arbusto con las ramas rotas, pero Dios le devolvería su grandeza al reino de Israel; y mientras era anunciada la santa y justa ira de Dios contra los enemigos, el pueblo de Dios recibía palabras reconfortantes. Así dijo Dios a los asirios: Asiria, yo estoy contra ti. Voy a quemar tus carros de guerra; voy a matar a todos tus habitantes. Pondré fin a todos tus robos, y no volverán a escucharse las amenazas de tus mensajeros. Yo soy el Dios de Israel, y te juro que así lo haré.

La pobre Nínive quedaría llena de asesinos, de mentirosos y ladrones que no se cansarían de robar; cuando los atacaran los látigos y los carros de guerra no iba a ser posible contar los heridos ni saber cuántos eran los muertos; los cadáveres iban a amontonarse y la gente tropezaría con ellos. Todo eso les pasó por engañar a los pueblos, mientras que las naciones se habían enamorado de sus dioses y brujerías, ellos los hacían entrar en acuerdos fraudulentos; pero Dios estaba en contra de ellos y haría que todas las naciones y reinos se dieran cuenta de lo que en verdad era Asiria. Todos se alejarían de ella y nadie iba a consolarlos ni a tenerles compasión. Asiria quedaría tambaleando como borracha, trataría de esconderse de sus enemigos pero no lo conseguiría. Sus murallas caerían, el fuego quemaría sus portones, todos sus soldados se acobardarían y no iban a poder resistir el ataque. Todo el imperio asirio moriría quemado por el fuego y destrozado por la guerra; el enemigo acabaría con ellos como una plaga de saltamontes. El rey de Asiria hizo sufrir a muchas naciones, pero le tocaría el turno a sus generales y a sus jefes principales de morir. Su ejército andaría perdido por los montes, y no habría quien pudiera reunirlo. El mismo rey acabaría herido de muerte, y ya nadie podría sanarlo. Y cuando todos oyeran la noticia aplaudirían de alegría. Cuando Jonás profetizo la calamidad en esta ciudad, la gracia y el perdón triunfó, porque hubo arrepentimiento; pero ahora, la destrucción sería inevitable; y la misma simbolizaría la liberación de todas las esclavitudes.

La Biblia en un año #Dia261

    Miqueas 6-7

    Ciertamente Dios no contiende para siempre, pero si contiende, y en su pleito contra Israel, le recriminó lo falsa e insurgente de su conducta. El presentó sus cargos contra la nación y les preguntó:¿En qué te he perjudicado?, ¿En qué te he ofendido?. Les recordó una vez más como con amor les dio libertad y los sacó de Egipto, donde eran esclavos; les dijo que mientras algunas naciones pensaban en hacerle daño, Él enviaba a otras para que los salvaran; y cuando pasaban de un lado a otro en la ocupación de su territorio, era Él quien los ayudaba. Los israelitas estaban tan ciegos que le decían a Dios que no podían presentarse delante de Él pues cuando le ofrecían terneros de un año, eso no era lo que Él quería; cuando le ofrecían mil carneros, o diez mil litros de aceite, tampoco se agradaba; incluso, su insolencia los llevó a decir, que si hubiesen querido ofrendar al mayor de sus hijos en pago por sus pecados, el Señor tampoco los perdonaría. Entonces, se preguntaban los israelitas, y se preguntan los cristianos del nuevo siglo, ¿Que quiere Dios? Si trabajo en la obra, me congrego todos los día de la semana, visito a los enfermos, ministro en el altar; canto, sirvo, enseño, evangelizo, predico, apoyo, oro e intercedo; ¿Que más quieres Dios? ¿Acaso no es suficiente todo lo que te doy? ¿Acaso no te sacia toda mi actividad? ¿Que es lo que esperas de mi? Para los hebreos y para los nuevos hijos de Dios hay una sola respuesta: Dios quiere que ustedes sean justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que lo adoren como su único Dios y su Rey. Obediencia quiero, dice el Señor, no sacrificios. Los habitantes de Judá también se habían acostumbrado tanto a mentir que su lengua ya no podía decir la verdad, los ricos entre ellos llegaron a tener mucho dinero mediante la extorsión y la violencia; usaban pesas y medidas falsas, y luego amontonaban en sus casas todo lo que se habían robado; eran tan malvados que todo lo que hacían disgustaba a Dios, por tanto, serían heridos y dejados en la ruina a causa de todos sus pecados.

     Aunque los israelitas comieran, no quedarían satisfechos, sino que quedarían con hambre; lo que cosecharan, lo perderían; y aun si lograsen rescatar algo, el Señor haría que lo perdieran en la guerra. Sembrarían trigo, pero no llegarían a cosecharlo; exprimirían aceitunas para sacar aceite, pero no llegarían a usarlo; exprimirían uvas para hacer vino, pero no llegarían a beberlo. Su conducta se había extralimitado en el pecado tanto o más que la de los habitantes del reino del norte, y por eso iban a ser destruidos, humillados y burlados delante de toda la gente. Israel se había convertido en una nación corrupta y pagana, donde ya no quedaba gente buena y honrada que amara de forma honesta a Dios; nadie podía confiar en nadie, los hijos y las hijas no respetaban a sus padres, y los peores enemigos de la gente estaban dentro de sus propias familias. Los gobernantes y los jueces exigían dinero para favorecer a los ricos, los poderosos decían lo que querían y siempre actuaban con falsedad. ¡Eran unos maestros para hacer lo malo! Pero allí, en medio de toda esa podredumbre se encontraba Miqueas, declarando: Yo, por mi parte, pondré mi confianza en Dios. Él es mi salvador, y sé que habrá de escucharme. Miqueas sabía a quien pertenecía, y quien peleaba por él, así que hoy, en medio de la peor desvergüenza, falta de moral, de amor al prójimo y de contaminación social en la que vivimos, sigue mirando al invisible, y mantente fiel a sus principios. Como luz al final del túnel se presenta la esperanza de Dios para un pueblo restaurado y restablecido; Babilonia no iba a alegrarse durante mucho tiempo por la ruina de los judíos, pues el Dios de Israel los salvaría de su desgracia. Es verdad que Israel y Judá pecaron contra Dios; y por eso ellos soportaron su castigo, pero un día, luego del juicio, Él mismo Dios les haría justicia; y los haría gozar de su salvación. No hay otro Dios como Él, quien perdona toda nuestra maldad y olvida todo nuestro pecado. Él no puede estar para siempre airado, pues su mayor placer es amar. 


viernes, 21 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia260

Miqueas 3-5

Esto de lo corrupto, adulterado y podrido de algunos sistemas de gobierno, es algo que data desde hace muchísimo tiempo atrás. Las políticas de administración publica y social en las naciones, han sido contaminadas desde que empezaron existir los mandatos: y que cuesta arriba se ha vuelto poder tener uno donde existan principios de paz, igualdad, oportunidad, justicia, seguridad, y todos aquellos beneficios que deberían imperar en cualquier nación formalmente constituida. Ahora bien, ¿Por qué sucede esto? De acuerdo a las profecías de Miqueas, los dirigentes de la casa de Israel, aquellos encargados de poner el orden, de saber lo que era justo y honesto, y que habían sido elegidos por el mismo pueblo para que fuesen sus príncipes y gobernantes; realmente estaban comiéndose viva a la nación, aborreciendo lo bueno y amando lo malo. Ellos se corrompieron por su hambre y sed de poder y de riquezas, y maltrataron a sus gobernados hasta hacerlos sufrir y padecer. Que terrible raíz de amargura resulta para aquellos que aman el dinero, el lujo, y la exuberancia; se hacen presas de sus propios deleites pervertidos, hasta llevarse en sus ansías a cualquiera que se atraviese a su paso. El Señor sentenció a su abandono total a aquellos que hacían esto, y también prometió castigarlos por su gran maldad. Recordemos que, todo aquello que el hombre sembrare, eso también segará, y que no puede irle bien a quien con calumnias y deslealtad destruye a un pueblo entero. A los profetas mentirosos que solo hablaban de paz mientras Él anunciaba juicio, Dios les prometió que quedarían en completo ridículo, pues nunca Él iba a comunicarles sus planes y ellos no iban a poder predecir el futuro. Mientras que Miqueas, completamente lleno del poder de Dios, pudo mantenerse firme anunciando que el Señor era un Dios justo, y que él había sido llamado para acusar a los israelitas por ser un pueblo pecador y desobediente. 

También anunció Miqueas que en el futuro, el monte donde se encontraba el templo de Dios, sería el monte más importante; allí irían muchos pueblos y gente de muchas naciones para concer al Señor y para que Él mismo los enseñara a obedecer sus mandamientos. Dios mismo sería maestro desde el monte de Sión, ¡desde la ciudad de Jerusalén! y Él mismo dictaría sentencia contra todas las naciones. Aunque durante el juicio, el pueblo pareciese un rebaño dede ovejas cojas y perdidas, estaría cercano el dia de reunirlas a todas otra vez; y cuando eso sucediera, con los pocos que hubiesen quedado, el Señor volvería a hacer una gran nación; y desde su templo en Jerusalén, reinaría sobre ella para siempre. En medio del castigo, los días serían duros para Jerusalén, y lloraría y se retorcería como una mujer con dolores de parto; sus habitantes la abandonarían y luego serían deportados a Babilonia. Sin embargo, Dios, que no deja para siempre caído al justo, los pondría en libertad; y Él mismo los libraría del poder de sus enemigos. Muchas naciones se reunieron para regodearse frente a la derrota de Jerusalén, querían verla destruida; pero esas naciones no sabían lo que Dios tenía pensado hacer, y era algo que ni siquiera podían alcanzar a entender: El Señor iba a juntarlas para hacerlas polvo. Jerusalén se levantaría para hacerlas pedazos con el gran poder de Dios, quien les daría la fuerza de un toro, con cuernos como de hierro y con cascos de bronce. Israel le quitaría a esas naciones todas sus riquezas y se las entregaría a Dios, pues a Él, toda la tierra le pertenece. De momento puedes ser testigo de la prosperidad de los malvados, y también ver como los justos perecen; pero no temas, todo esto forma parte de un glorioso proceso; la promesa de Dios es que el escogido se levante de polvo, mientras que los que lo rechazan serán reducidos a el. Sigue firme, sigue adorando, sigue honrando. Sigue en fe.

La Biblia en un año #Dia259

Miqueas 1-2

Los días siguen pasando y con ellos, los profetas siguen viniendo; es hora de leer a Miqueas, un profeta de origen campesino proveniente de Moréset, una pequeña aldea al suroccidente de Jerusalén. Dios le comunicó lo que pensaba hacer contra las ciudades de Samaria y Jerusalén, cuando Jotán, Acaz y Ezequías eran reyes de Judá. Gracias a los pecados de idolatría, adoración de Baal, sacrificios rituales de niños, magia y encantamientos, el reino del norte sería victima de terribles guerras civiles que finalmente los llevaría hasta la destrucción y la ruina. Cuando el Señor pusiera sus pies sobre las montañas, ellas se derretirían como la cera en el fuego, y los valles se partirían en dos, como se parten las montañas cuando los ríos bajan por ellas. Todo eso sucedería por la rebeldía de los israelitas, pues ya eran muchos sus pecados. Los de Israel pecaron en la ciudad de Samaria; los de Judá adoraron a otros dioses en la ciudad de Jerusalén; por esta causa, Samaria sería convertida en un montón de ruinas; todos sus ídolos serían reducidos a pedazos, y todos los pequeños templos que habían sido construidos en las montañas para adorarlos, iban a ser destruidos. Miqueas se lamentó y lloró cuando supo que tanto los israelitas como sus hermanos en Judá estaban sentenciados a muerte; andaba desnudo y descalzo, y pegaba chillidos como las aves, pues la herida de ambos pueblos era demasiado profunda para sanar. Miqueas le dijo a los israelitas que serían llevados como esclavos, avanzarían desnudos y avergonzados; habría lágrimas en el pueblo vecino y nadie saldría en su ayuda. Dios mismo sería el garante de la desgracia que se enviaría hasta la entrada de Jerusalén.

Lo opulencia israelita se había traducido en una fuerte opresión a los menos afortunados, aquellos que tenían en su mano el poder, cuando querían un pedazo de tierra, encontraban la forma de apropiárselo ilícitamente; cuando querían la casa de alguien, la tomaban mediante fraude y violencia. Estafaban a un hombre para quitarle su propiedad y dejaban a su familia sin herencia. El Señor prometió acabar con la maldad de todos éstos, y dijo que en aquellos días, los tiempos serían tan terribles, que nunca más los adinerados caminarían con orgullo; de ellos lo único que se escucharía sería una triste canción de lamento por toda su ruina y desgracia. La gente rechazaba todas estas palabras que anunciaban los fuertes y lamentables juicios de Dios, y decían que esos desastres nunca les llegarían. Pero a esos mismos les dijo Miqueas: ¿Debes hablar de esa manera, oh familia de Israel? ¿Tendrá paciencia el Espíritu del Señor con semejante comportamiento? Ellos no podían encontrar consuelo en el mensaje del profeta simplemente porque sus hechos los condenaban, y no estaban dispuestos a hacer lo correcto delante de los ojos de Dios, ¡Ellos se habían rebelado en contra del Señor como si fuese su enemigo! Hicieron del Templo de Dios una sala de diversiones, donde solo eran felices escuchando a profetas mentirosos que les hablasen de las delicias del vino y del licor. Después que todos estos desastres acontecieran, y el pueblo rebelde fuese destruido, los descendientes de Jacob que hubiesen quedado con vida serían reunidos como un rebaño; no iban a ser muchos pero harían grande y fuerte presencia. El Señor mismo iría delante de ellos para abrirles paso y darles libertad; y en ese tiempo Dios sería su Señor y su Rey.


jueves, 20 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia258

Alto de Adoración semanal... 

Es extraordinaria la ventana de conocimientos que se abre cada día frente a mi en este reto de lectura, es como si mis ojos se abrieran en cada espacio a nuevos horizontes de ciencia, discernimiento, razón y sabiduría. Cada semana en este alto de adoración, le doy gracias a Dios por haber emprendido este viaje, que sin dudas, me dejará la mayor de las riquezas. Estoy muy contenta, muy feliz y expectante de lo que está por venir, porque para los que hemos sido llamados conforme al propósito de Cristo, lo mejor siempre está por venir. Como había mencionado ya, las profecías de esta semana que pasó han sido un poco más cortas, pero ricas en sabiduría como siempre; desde el agricultor Amós, con su peculiar mensaje de fuego, Abdías con su excelente elocución acerca del juicio a los edomitas, hasta el complicado Jonás, he llenado mi corazón de valiosas enseñanzas. Hoy leeremos el Salmo N° 95, ¡Que me encanta! Pues habla de la alegría, del jubilo y el gozo que se experimentan en la presencia de Dios. Este Salmo es un canto de alabanza y adoración a Dios por todos sus maravillosos atributos, y es que, Dios... ¿Cómo no alabar a Dios? Partiendo desde el hecho de que alabar es el reconocimiento de los méritos o cualidades de una persona, Dios es el más grande y digno de ser exaltado. No hay nada en toda su persona que pueda ser desaprobado o criticado, por mucho que sus detractores se esfuercen en hacerlo. Todo lo que Él hace es BUENO, su misma persona es la bondad por excelencia. No se equivoca, no comete errores; no miente, no se descuida, no falsea información; sus hechos son realizados con completa precisión y exactitud; en Él no hay desaciertos, fallas ni confusiones. Como bien lo dijo el salmista, podemos cantar con júbilo a la roca de nuestra salvación, llegar ante su presencia con alabanza y aclamar su nombre, porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses. En su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas; suyo también es el mar, pues él lo hizo; y sus manos formaron la tierra seca. Así que ven, adora y arrodíllate delante de tu hacedor. Pertenecemos a Dios; nosotros somos su pueblo; Él es nuestro pastor, y nosotros somos su rebaño; estamos bajo su cuidado. Alábale hoy, y reconoce con alegría todas sus maravillas; pues, si quisieras enumerarlas, ciertamente nunca podrías terminar. 

miércoles, 19 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia257

Jonás 1-4

Hoy por primera vez leeremos la historia de un profeta desobediente, creo que ya todos saben quien fue, Jonás; quien rompe la regla de voluntad sumisa y disciplinada característica en los compañeros profetas que le precedieron. Él fue el quinto de los profetas menores y estuvo comisionado por Dios para proclamar juicio contra la ciudad asiria de Nínive. en vez de ir a Nínive, Jonás decidió irse lo más lejos posible, a un lugar donde Dios no pudiera encontrarlo. ¿Será posible lograr eso? Jonás llegó al puerto de Jope y encontró un barco que estaba a punto de salir para Tarsis y lo tomó. Cuando ya estaban en alta mar, Dios mandó un viento muy fuerte que pronto se convirtió en una terrible tempestad. El barco estaba a punto de romperse en pedazos, y los marineros desesperados se preguntaban el porqué de tan terrible desgracia; Jonás finalmente confesó quien era y dijo a todos que lo que pasaba era culpa suya pues se encontraba huyendo de Dios. Jonás les dijo que si lo echaban al mar, la tormenta se calmaría, y aunque los marineros intentaron remar con todas sus fuerzas, no pudieron llegar a la orilla. Al final, los marineros clamaron a Dios y arrojaron a Jonás al mar; y de inmediato el mar se calmó. Al ver lo sucedido, los marineros reconocieron al Dios de Israel como su Dios, le presentaron una ofrenda y prometieron seguir adorándolo. Entonces Dios mandó un pez enorme, que se tragó a Jonás. Y Jonás estuvo dentro del pez tres días y tres noches. Estando en el interior del pez Jonás oró a Dios, así como muchos lo hacemos cuando el gran pez de nuestras acciones y sus efectos vienen sobre nosotros. Le dio gracias por haberlo salvado de morir ahogado en el mar y le prometió adorarlo y cumplir su Palabra por siempre. Y Dios le ordenó al pez que arrojara a Jonás a la orilla del mar. 

El Señor le dio una segunda oportunidad a Jonás (Él siempre lo hace), y volvió a mandarlo hacia Nínive para anunciar el mensaje que Él le daría. Esta vez Jonás sí obedeció a Dios: se levantó y se fue a Nínive, y durante todo un día estuvo anunciando: Dentro de cuarenta días Dios va a destruir esta ciudad. ¡Entonces vino lo mas cumbre! Que tampoco habíamos visto hasta ahora, esta ciudad si se arrepintió. Contrario a lo que Jonás o cualquiera pudiera pensar, toda la gente de Nínive dejó de hacer lo malo y decidió obedecer sólo a Dios. Y como querían demostrar que deseaban cambiar su manera de vivir, se pusieron ropa de tela áspera y ayunaron; todos ellos, desde el más rico hasta el más pobre. Hasta su rey se humilló delante de Dios y proclamó ayuno a toda la nación, además les pidió a todos sus habitantes que oraran al Señor y dejaran de hacer lo malo para que Él los perdonara. Después de haber leído acerca de mucho paganismo nacional y mucha obediencia profética, de verdad que el libro de Jonás se presenta como un cambio radical en todos los escenarios. Donde hay arrepentimiento genuino, ¿Que creen que hace Dios? Perdona. Cuando vio Dios que toda la gente de Nínive dejó de hacerlo malo, Dios decidió no destruirlos. Jonás además de haber desobedecido de primera mano a Dios, también se enojó con Él cuando decidió perdonar a los ninivitas; al parecer, el carácter de este ministro de Dios era bastante desafiante. Jonás sabía que Dios era: Tardo para la ira, pero enormemente grande en misericordia, y casi pudo predecir que frente al cambio de conducta de la nación, Él iba a compadecerse y a perdonarlos. Esto le molestó tanto que hasta le pidió que le quitara la vida. Jonás salió de Nínive y se fue al oriente, allí hizo una enramada para sentarse a ver lo que le pasaría a la ciudad. Estando ahí el Señor proveyó que una planta frondosa creciera allí y pronto extendió sus anchas hojas sobre la cabeza de Jonás y lo protegió del sol. Esto alivió al profeta, pero la planta también tenía un gusano que terminó por comérsela, y cuando el sol se intensificó, el Señor mandó un fuego abrasador para que soplará sobre Jonás. El profeta con su carácter particular volvió a desear la muerte, y aunque él continuara con una pésima actitud, el Señor solo trataba de enseñarlo y hacerlo reflexionar; además de esto, le mostró que así como él se lamentó por haber perdido esa planta que ni siquiera sembró, así Él mismo se había lamentado por Nínive y por eso decidió perdonarlos. Dios como siempre haciendo su función de MAESTRO, educando con excelencia; y ¿Jonás? ¿Cuántos Jonás que necesitan ser instruidos y transformados hay por ahí? (Presente).


La Biblia en un año #Dia256

Abdías...

Ahora si, yo creo que nos estamos adentrando a la recta final; cuando abro la Biblia y veo que es más lo que he leído, que lo que falta me entra como un airesito sabroso de felicidad. Hoy continuamos la lectura con el pequeño libro de Abdías, el cual es conocido como el más breve de los libros proféticos pues contiene solo ventiún versiculos en un solo capitulo. La vida de este profeta es casi desconocida, el libro no aporta información en cuanto a familia, período de vida, lugar de nacimiento, muerte y otras circunstancias; lo que si se identifica es que era un profeta hebreo perteneciente al reino de Judá, y que tal y como lo establece en su mensaje, debió tratar casi exclusivamente con el destino de la nación de Edom. Los edomitas eran desdencientes de Esaú, el hermano gemelo de Jacob, quien a su vez era el patriarca de la nación de Israel. La enemistad de estos hermanos, que había sido patente aún desde antes de su nacimiento, también permaneció hasta que ambas naciones fueron conformadas, y de esta forma, el odio de los edomitas hacia los hebreos los hizo colaborar con Nabucodosor durante la invasión al pueblo de Israel, tratando a sus parientes con desprecio y violencia. Aquí en Venezuela dicen popularmente que el que se mete con la familia se arruina, y tal cual le sucedió a Edom. Cuando Israel fue sitiado, los edomitas se mantuvieron al margen y se negaron a ayudarlos, además, tras llevarse cautivos los caldeos a muchos judíos, los de Edom aprovecharon para ocupar sus territorios. No solo se alegraron y se gozaron mientras Israel sufría semejante desgracia, sino que saquearon la tierra, se regodearon en sus calamidades, robaron sus riquezas y ayudaron al ejercito enemigo a matar a los hebreos y a capturar a los sobrevivientes para que fuesen desterrados.

Edom firmó su sentencia de muerte al ponerse en contra de Israel, como lo siguen haciendo en la actualidad los que se atreven a seguir su ejemplo. Afirmó el Señor: Como hiciste con Israel, así se hará contigo. Todas las malas acciones que los edomitas habían realizado en contra de los israelitas, recaerían sobre su cabeza; así como Edom colaboró para que Israel fuese tragado en el santo monte de Dios, así ellos y todas las naciones vecinas se tragarían el castigo que Dios derramaría contra ellos. Edom se haría pequeña entre las naciones, y sería muy despreciada; además, sería victima de su propia arrogancia y orgullo al caer estrepitosamente en el desastre. Sus enemigos aniquilarían esta nación por completo, registrarían y saquearían cada rincón y cada grieta de su tierra hasta llevarse hasta el último de los tesoros escondidos. En aquel día ni una sola persona sabia quedaría en toda la tierra de Edom, y todos en las montañas de Edom serían exterminados. Como es conocido en las Escrituras y aún en la historia de las naciones, el Señor prometió que Israel regasaría del destierro para reclamar su herencia, y que se convertiría en lugar santo, un refugio seguro para los que escaparan del peligro; pero Edom sería destruído y desaparecería para siempre. Aunque se remontaran tal alto como las águilas y construyeran su nido en las estrellas, allí mismo los alcanzaría el gran poder de Dios pra hacerlos caer y cobrarles todas las ofensas y todos los males despreciables que habían cometido en contra de sus hijos. Los israelitas que hubiesen sido rescatados subirían al monte de Sión en Jerusalén para gobernar sobre las montañas de Edom, ¡Y el Señor mismo sería su Rey!