martes, 15 de octubre de 2013

Velando y orando

Velad, pues, en todo tiempo orando, que seais tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar de pie delante del hijo del hombre. Lucas 21:36
La oración es el elemento más importante de la guerra espiritual, ese que debemos utilizar para no entrar en tentación, para poder salir airosos de los ataques del enemigo y mantenernos de pie delante de nuestro Señor. Debemos entender que nos encontramos en un campo de batalla, en el cual nuestro Espíritu está dispuesto a hacer las cosas que puedan agradar, glorificar y alabar al Señor, pero nuestra carne sigue siendo débil (Mateo 26:41); es por ello que nuestro Señor sintió la necesidad de darnos una solución a tal adversidad. El Señor Jesús nos hace un llamado a ser sobrios y velar en oración puesto que, como en toda batalla, nos enfrentamos a un adversario que desea derrotarnos y busca incesantemente la forma de lograrlo, como un león rugiente que busca a quien devorar (1° Pedro 5:8).
Al velar cuidamos con esmero, hacemos guardia y custodiamos de forma permanente, este es el ritmo adecuado y totalmente necesario de oración, uno que no se detenga, que no se interrumpa ni tenga fin, tal y como nos exhorta el Apóstol Pablo cuando nos indica que debemos orar sin cesar (1° Tesalonicenses 5:17). Es mediante la dedicación profunda a la comunicación con nuestro Padre Celestial que podremos obtener la fuerza y el poder para vencer! para ir hacia adelante, superando la tentación, ganándole a nuestro enemigo sin darle ninguna oportunidad para derrotarnos, que no tenga forma alguna de penetrar en tu vida porque te encuentras totalmente blindado por el poder liberador y efectivo de la oración.
Nuestra guerra espiritual se manifiesta todos los días, ante cada una de las tentaciones que enfrentamos como seres humanos. Jesucristo, nuestro Señor, dijo a sus discípulos en el monte de los Olivos que debían levantarse y orar para no entrar en tentación (Lucas 22:46); esta palabra nos invita a tomar animo en nuestra disciplina de oración, entendiendo que es el único mecanismo que tenemos  para no ceder ante los deseos indebidos de nuestra carne, y para no caer en las trampas de nuestro enemigo.

Es mediante la oración que podremos tener la fortaleza necesaria para atravesar cada una de las luchas y pruebas que se nos presentan como creyentes, entendiendo que, aunque en algunas oportunidades no obtengamos la respuesta que queremos, y sea la voluntad buena, agradable y perfecta de Dios la que se cumpla, siempre vamos a ser animados con la fuerza espiritual que se desprende de la oración para afrontar las situaciones difíciles, aunque éstas puedan prolongarse por un lapso para cumplir el propósito de Dios. Por esta razón cuando nos encontramos atravesando adversidades o luchas es cuando debe ponerse en manifiesto aun con mas intensidad nuestra dedicación a la practica de oración. En todo tiempo, en todo momento, ante cualquier circunstancia, ante la dicha, ante las pruebas, sea cual sea la situación en la que nos encontremos, nuestra herramienta prioritaria debe ser la oración.