miércoles, 30 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia318

Romanos 4-5

Uno de los mayores ejemplos y aún una de las personas mas admiradas dentro del pueblo judío es Abraham, su antepasado, el padre según la carne, y para muchos el padre de la fe; desde el punto de vista humano, el fundó la nación judía. Pero aunque todos conocían que Abraham fue un hombre que le creyó a Dios, y eso le fue contado por justicia, muchos de sus sucesores no lo hicieron. Abraham descubrió por si mismo que si sus buenas acciones le hubieran servido para que Dios lo aceptara, habría tenido de qué jactarse; pero esa no era la forma de actuar de Dios. Fue su fe la que lo hizo recibir justicia, y finalmente el justo es que le cree a Dios. Ahora bien, el dinero que se le paga a alguien por un trabajo no es ningún regalo, sino algo que se le debe. En cambio, Dios declara inocente al pecador, aunque el pecador no haya hecho nada para merecerlo, porque Dios le toma en cuenta su confianza en él. Entonces, ¿Es esta bendición solamente para los judíos o es también para los gentiles incircuncisos? Como venimos diciendo, Dios consideró a Abraham justo debido a su fe. ¿Pero cómo sucedió esto? ¿Se le consideró justo solo después de ser circuncidado o fue antes? Es evidente que Dios aceptó a Abraham antes de que fuera circuncidado. La circuncisión sólo era una señal de que Abraham ya tenía fe y de que Dios ya lo había aceptado y declarado justo aun antes de que fuera circuncidado. Por lo tanto, Abraham es el padre espiritual de los que tienen fe pero no han sido circuncidados; y a ellos se les considera justos debido a su fe. Y Abraham también es el padre espiritual de los que han sido circuncidados, pero solo si tienen la misma clase de fe que tenía él antes de ser circuncidado. Obviamente, la promesa que Dios hizo de dar toda la tierra a Abraham y a sus descendientes no se basaba en la obediencia de Abraham a la ley, sino en una relación correcta con Dios, la cual viene por la fe. Si la promesa de Dios es solo para los que obedecen la ley, entonces la fe no hace falta y la promesa no tiene sentido; pues la ley siempre trae castigo para los que tratan de obedecerla. Así que la promesa se recibe por medio de la fe. Es un regalo inmerecido, y, vivamos o no de acuerdo con la ley de Moisés, todos estamos seguros de recibir esta promesa si tenemos una fe como la de Abraham, quien aún cuando no había motivos para tener esperanza, la mantuvo porque había creído en que llegaría a ser el padre de muchas naciones. 

Abraham siempre creyó la promesa de Dios sin vacilar. De hecho, su fe se fortaleció aún más y así le dio gloria a Dios; él estaba plenamente convencido de que Dios es poderoso para cumplir todo lo que promete, y, debido a su fe, Dios lo consideró justo. Y el hecho de que Dios lo considerara justo no fue solo para beneficio de Abraham, sino que quedó escrito también para nuestro beneficio, porque nos asegura que Dios nos considerará justos a nosotros también si creemos en él, quien levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor. Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros.  Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios. También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y esa esperanza no acabará en desilusión, pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor. Cuando éramos totalmente incapaces de salvarnos, Cristo vino en el momento preciso y murió por nosotros, pecadores; y de esta manera Dios mostró el gran amor que le tiene a toda la humanidad. Entonces, como se nos declaró justos a los ojos de Dios por la sangre de Cristo, con toda seguridad él nos salvará de la condenación de Dios. Pues, como nuestra amistad con Dios quedó restablecida por la muerte de su Hijo cuando todavía éramos sus enemigos, con toda seguridad seremos salvos por la vida de Jesús. Así que ahora podemos alegrarnos por nuestra nueva y maravillosa relación con Dios gracias a que nuestro Señor Jesucristo nos hizo amigos de Dios. Hoy solo puedo decir algo: que BELLEZA de Palabra en estos dos cortos capítulos, y que grandisima y maravillosa la manera en la que Pablo puedo definir y describir con total exactitud la justicia de Dios, que no puede darse de otra forma que por FE. A través de un solo acto de justicia de Cristo que trajo consigo una relación correcta con Dios y una vida nueva para todos. El extraordinario regalo inmerecido, su gracia, su favor, su incomparable galardón; el rescate por nuestro pecados, nuestra hermosa salvación. 


La Biblia en un año #Dia317

Romanos 1-3

La carta a los romanos es la más larga de las epístolas paulinas y es considerada su legado teológico más importante. Es llamada por muchos como la columna vertebral del cristianismo, tratando el Evangelio de la justificación y la salvación de los judíos y de los griegos por igual, por la gracia de Dios por la fe en Jesucristo, revelando así, la rectitud y el amor de Dios Padre. Se cree que fue escrita durante la estadía de Pablo en Corinto, pues estaba a punto de viajar a Jerusalén al redactar la carta, lo que coincide con el libro de Hechos, donde se informa que Pablo se quedó por tres meses en Grecia. En su carta, Pablo le dijo a los hermanos de la Iglesia en Roma que él era un servidor y apóstol de Jesucristo, porque Dios lo había elegido para anunciar las buenas noticias que Él tiene para nosotros. Esas buenas noticias nos dicen que su hijo Jesucristo vino al mundo como descendiente del rey David. Jesucristo murió, pero Dios lo resucitó por el poder de su Espíritu, y con eso demostró que Él es el poderoso Hijo de Dios. A todos estos hermanos en Roma, Dios los había elegido para que fuesen parte de su pueblo, por eso, Pablo le pedía al Señor que les mostrara de su amor y de su paz; agradeciendo a Dios por ellos, pues en todas partes se hablaba bien de ellos, y se sabía que confiaban en el Señor y  que lo obedecían. Pablo oraba constantemente por estos hermanos, y siempre le pedía a Dios que le permitiera ir a visitarlos, pues tenía mucho deseos de verlos y de darles ayuda espiritual; para que su confianza en el Señor fuese permanente y pudieran ayudarse unos a otros. Pablo no se avergonzaba de anunciar la buena noticia de salvación, pues gracias al poder de Dios, todos los que la escuchaban y creían en Jesús podían ser salvos; sin importar si eran judíos o no; pues la buena noticia enseña que Dios acepta a los que creen en Jesús. Todos conocemos la verdad acerca de Dios porque Él se ha hecho evidente desde la creación del mundo; sin embargo, muchos han querido negar injustamente su existencia, y por esta razón, y por nuestras conductas pecaminosas, hemos sido declarados culpables delante de Dios, mereciendo la muerte que es la consecuencia inmediata de nuestro pecado; pues cuando Dios juzga a quienes hacen lo malo, los juzga correctamente.

Dios es muy bueno, y tiene mucha paciencia, por eso soporta aún nuestras malas acciones. Pero no podemos pensar que lo que hacemos no tiene importancia. El Señor nos trata con bondad, para que nos arrepintamos de nuestra maldad, pero si insistimos en desobedecerlo, y no nos arrepentimos, recibiremos nuestro castigo. El día del juicio final llegará, cuando Dios juzgará a todos, y cada quien recibirá lo que merece. Habrá aflicción y angustia para todos los que siguen haciendo lo malo, para los judíos primero y también para los gentiles; pero habrá gloria, honra y paz de parte de Dios para todos los que hacen lo bueno, para los judíos primero y también para los gentiles; pues Dios no muestra favoritismo. Tanto judíos como no judíos serán juzgados delante de Dios, los que conociendo la Ley no la obedecen, y los que no la conocen serán condenados por el hecho de pecar. Pues no se es un verdadero judío solo por haber nacido de padres judíos ni por haber pasado por la ceremonia de la circuncisión. No, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto a los ojos de Dios. La verdadera circuncisión no consiste meramente en obedecer la letra de la ley, sino que es un cambio en el corazón, producido por el Espíritu. Y una persona con un corazón transformado busca la aprobación de Dios, no la de la gente. Y aunque el mensaje hubiese sido extendido sobre otros pueblos y naciones, igual seguía teniendo enormes beneficios para el pueblo judío; en primer lugar, a los judíos se les confió toda la revelación de Dios. Es cierto, algunos de ellos fueron infieles; ¿Pero acaso eso significa que, porque ellos fueron infieles, Dios también será infiel? Por supuesto que no, aun cuando todos los demás sean mentirosos, Dios es veraz. Todos somos pecadores, y la posición de Dios frente al pecado es de rechazo y de condenación, no por eso vamos a decir que Dios es injusto, al contrario, si Dios no fuera justo, ¿Cómo podría hacer diferencia entre el mal y el bien? ¿Cómo tendría autoridad para juzgar al mundo? Y los que aprovechándose de la gracia de Dios, dicen que mientras más pequen, más se realza la veracidad y la Gloria su poder para perdonar, están equivocados y también merecen ser condenados. Obviamente, la ley se aplica a quienes fue entregada, porque su propósito es evitar que la gente tenga excusas y demostrar que todo el mundo es culpable delante de Dios. Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos. Entonces, viene Cristo, tal como se prometió tiempo atrás en los escritos de Moisés y de los profetas, a demostrar como podemos ser justos delante de Dios Padre. Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere. Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios. Pero él nos ama mucho, y nos declara inocentes sin pedirnos nada a cambio. Por medio de Jesús, nos ha librado del castigo que merecían nuestros pecados. Dios envió a Jesucristo para morir por nosotros, y si confiamos en que Él murió por nosotros, Dios nos perdonará. Con esto Dios demuestra que es justo y que, gracias a su paciencia, ahora nos perdona todo lo malo que antes hicimos. Él es justo, y sólo acepta a los que creen en Jesús.


martes, 29 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia316

Hechos 27-28

La Biblia que me acompaña, en la introducción de este libro, señala que el mismo finaliza con el comienzo de la cautividad de Pablo en Roma, pero que a su vez, el ministerio del apóstol apenas estaba empezando; y que certera esta apreciación. Como él mismo dijo, sus prisiones habían hecho patente a Cristo, y todo lo que le sucedió, redundó mas bien para el progreso del evangelio de Dios. Hay que tener una fe firme e inconmovible para testificar así, y esto es totalmente digno de admirar y de imitar. Cuando por fin decidieron enviar a Pablo y a los demás prisioneros a Italia, fueron entregados a un capitán romano llamado Julio, que estaba a cargo de un grupo especial de soldados al servicio del emperador. Para llegar hasta Roma, debieron emprender un largo viaje que además se tornó peligroso; ya que estaban navegando con el viento en contra y ya casi llegaba el invierno. Pablo le dijo al capitán que era arriesgado continuar el viaje así, pero él decidió seguir. Al poco tiempo, un huracán vino desde el noreste, y el fuerte viento comenzó a pegar contra el barco. Todos tenían miedo de que el barco quedara atrapado en los depósitos de arena llamados Sirte; bajaron las velas y dejaron que el viento los llevara a donde quisiera. Al día siguiente la tempestad empeoró, por lo que todos comenzaron a echar al mar la carga del barco. Tres días después, también echaron al mar todas las cuerdas que usaban para manejar el barco, y durante muchos días no pudieron ver ni el sol ni las estrellas. La tempestad era tan fuerte que todos habían perdido la esperanza de salvarse. En ese momento, Pablo les dijo que no temieran porque ninguno se iba a morir, pues un ángel se le había aparecido la noche anterior enviado por Dios y le dijo que se presentaría frente al emperador de Roma; y que gracias a él, no dejaría que muriera ninguno de los que estaban en el barco, y que solo el barco se perdería. Pablo les dijo que se alegraran, porque él confiaba en Dios y estaba seguro de que pasaría todo como el ángel le había dicho. Ya tenían catorce días navegando con una fuerte tormenta, y con ella, crecía el miedo de tripulantes y marineros; de pronto empezaron a arrojar todo lo que había dentro del barco y bajaron el bote salvavidas para tratar de abandonar el barco. Pero Pablo les dijo al oficial al mando y a los soldados, que todos morirían a menos que los marineros se quedaran a bordo. Luego, cuando empezó a amanecer Pablo los animó a que comieran, y les dijo que no perderían ni un solo cabello de la cabeza. Así que tomó un poco de pan, dio gracias a Dios delante de todos, partió un pedazo y se lo comió. Entonces todos los doscientos setenta y seis que estaban a bordo se animaron y empezaron a comer. Luego vieron una bahía con una playa, pero antes de poder llegar allí, chocaron contra un banco de arena y el barco encalló demasiado rápido. La proa del barco se clavó en la arena, mientras que la popa fue golpeada repetidas veces por la fuerza de las olas y comenzó a hacerse pedazos. El oficial ordenó a todos los que sabían nadar a que saltaran por la borda primero y se dirigieran a tierra firme; los demás se sujetaron a tablas o a restos del barco destruido. Así que todos escaparon a salvo hasta la costa.

Cuando todos estuvieron a salvo, se dieron cuenta de que se encontraban en una isla llamada Malta. Los habitantes de la isla los trataron muy bien, y encendieron un fuego para que se calentaran, porque estaba lloviendo y hacía mucho frío. Un hombre llamado Publio, que era la persona más importante de la isla, los recibió a todos y los atendió muy bien durante tres días. El papá de ese hombre estaba enfermo y con mucha fiebre. Entonces Pablo fue a verlo, y oró por él; luego puso las manos sobre él, y lo sanó. Cuando los otros enfermos de la isla se enteraron de eso, fueron a buscar a Pablo para que también los sanara, y Pablo los sanó. En esa isla pasaron tres meses, y cuando subieron a otro barco para marcharse, la gente, que fue muy buena con ellos y los trató muy bien, les dio todo lo necesario para el viaje. Después de recorrer varias regiones, y aún de visitar a algunos miembros de la iglesia de Dios, finalmente llegaron a Roma. Allí los recibieron hermanos de la Iglesia, por lo que Pablo se alegró mucho. Las autoridades permitieron que Pablo viviera aparte y no en la cárcel, sólo dejaron a un soldado para que lo vigilara. tres días después, Pablo invitó a los líderes judíos que vivían en Roma, para que lo visitaran en la casa donde él estaba y habló con ellos para explicarles las razones injustas por las cuales lo mantenían prisionero; y que si estaba en esa situación y en esa condición era por mantener la misma esperanza que mantenían todos los judíos, el pueblo al cual él pertenecía y al cual amaba. Los lideres le dijeron que no habían recibido ninguna noticia que hablara de él, y que en ninguna oportunidad se le había acusado de nada malo; sin embargo, querían saber lo que Pablo pensaba, porque en todas partes se hablaba en contra del nuevo grupo de seguidores de Jesús al cual él pertenecía. Luego volvieron a reunirse y muchos judíos llegaron a la casa de Pablo. Y desde la mañana hasta la tarde, Pablo estuvo hablándoles acerca del reino de Dios, y usó la Biblia, porque quería que ellos aceptaran a Jesús como su salvador. Algunos aceptaron lo que Pablo decía, pero otros no. Y como no pudieron ponerse de acuerdo, decidieron retirarse. Pero antes de que se fueran, Pablo les dijo de parte del Espíritu Santo de Dios, que los profetas tenían razón cuando dijeron que ellos, por más que escucharan nada entenderían; por más que miraran, nada verían. Tenían el corazón endurecido, tapados estaban sus oídos y cubiertos sus ojos. Por eso no podían entender, ni ver ni escuchar. No querían volverse a Dios, ni querían que Él los sanara. Finalmente, Pablo les dijo  que Dios quería salvar a los que no eran judíos, y que ellos sí lo escucharían. Pablo se quedó a vivir dos años en la casa que había alquilado, y allí recibía a todas las personas que querían visitarlo; nunca tuvo miedo de hablar del reino de Dios, ni de enseñar acerca del Señor Jesús, el Mesías; y nadie se atrevió a impedírselo.


lunes, 28 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia315

Hechos 24-26

Para este tiempo en la vida de Pablo, el proceso había empezado. Un abogado acusador por una parte, y por la otra, él mismo en representación de su defensa. Ambas partes fueron ante el gobernador Félix y presentaron sus argumentos. Según el abogado Tértulo, que representaba al jefe de los sacerdotes y los lideres judíos, Pablo era un verdadero problema, pues andaba de un lado a otro haciendo levantar oposición entre todos los judíos, y también se había levantado en contra del Templo de Dios. Luego, vino el turno de Pablo, quien dijo que había llegado a Jerusalén para adorar a Dios, y que la gente que lo acusaba no lo encontró discutiendo con nadie, ni alborotando a la gente en el templo, ni en la sinagoga, ni en ninguna otra parte de la ciudad; y que ellos no podían probar que fuese verdad todo lo que se decía de Él. Pablo también dijo valientemente que él estaba al servicio del Dios de sus antepasados, y que era cristiano. Mientras que los mismos lideres judíos decían que seguir a Jesús era malo, el apóstol sostenía que estaba obedeciendo todo lo que estaba escrito en la Biblia. Él creía que Dios haría que los muertos volviesen a vivir, sin importar que hubiesen sido buenos o malos. Y también los que lo acusaban creían lo mismo. Y finalmente dijo que por obedecer a Dios y estar en paz con los demás, no tenía nada de que preocuparse.  Cuando Félix oyó eso, decidió terminar la reunión, pues conocía bien todo lo que se relacionaba con el mensaje de Jesús. Días después, Félix fue otra vez a ver a Pablo y lo escuchó hablar acerca de la confianza que se debía tener en Jesús. Pablo también le habló de que tenía que vivir sin hacer lo malo, que tenía que controlarse para no hacer lo que quisiera, sino solamente lo bueno, porque un día Dios lo juzgaría por sus acciones. Félix llamaba mucho a Pablo para hablar con él, pero más bien quería ver si Pablo le daba algún dinero para dejarlo en libertad. Dos años después, Félix dejó de ser el gobernador, y en su lugar empezó a gobernar Porcio Festo; pero Félix quería quedar bien con los judíos, por eso dejó preso a Pablo. Cuando Festo asumió el cargo, fue a Jerusalén, y allí los sacerdotes principales y los judíos más importantes de la ciudad hicieron una acusación formal contra Pablo. Luego fueron a Cesarea, donde iban a acusar a Pablo. Cuando llegaron a la corte, los judíos siguieron acusándolo, y Pablo continuaba su defensa diciendo que no había hecho nada en contra de las leyes judías, y además pidió que fuese el emperador romano quien fuese su Juez. Entonces, Festo aceptó que Pablo fuese enviado a Roma a ser juzgado. 

Agripa, era un hombre que fue nombrado rey de algunos territorios en la región de Palestina por el emperador de Roma, y fue a la ciudad de Cesarea a visitar al gobernador Festo. Allí Festo le comunicó acerca del caso que tenía de los judíos en contra de Pablo, y como él ya no sabía que hacer, pues Pablo no estaba siendo juzgado sino por circunstancias concernientes a su religión, que al fin y al cabo, a él no le interesaban. Agripa pidió hablar con Pablo, así que se lo presentaron y le informaron de los cargos que habían sido levantados en su contra. Agripa le dijo a Pablo que se defendiera, y esto es algo que Pablo ya llevaba bastante tiempo haciendo, y haciéndolo bien. Pablo sabía que Agripa conocía bien las costumbres judías, por eso sabía que lo escucharía con paciencia. Le dijo que todos los judíos lo conocían desde niño y que él era fariseo, algo que nadie podía negar; y que los fariseos eran el grupo más exigente de su religión. Le dijo que lo juzgaban solo porque creía en las promesas que Dios había hecho a sus antepasados judíos, y que él no esperaba nada que las doce tribus completas de Israel no estuvieran esperando; y que los judíos que lo acusaban simplemente no creían en la palabra de Dios. Pablo también le contó a Agripa que luego de perseguir, maltratar, y encarcelar a muchos seguidores de Jesús, él mismo fue llamado por Dios para convertirse en uno de ellos, y para que pudiera predicar su Palabra a los que vivían en oscuridad. Pablo le dijo a Agripa que no había hecho nada a lo que Dios no lo hubiese mandado, y que por eso anunció su mensaje de salvación a los judíos primeramente y también a los que no lo eran. Solo por eso había sido tomado prisionero en el Templo de Dios por los judíos, los cuales también quisieron matarlo. Pero todavía seguía hablando con fuerzas de Jesús a todo el mundo, a ricos y a pobres, pues Dios lo ayudaba y le daba fuerzas para seguir adelante. Cuando Pablo terminó de defenderse, Festo le gritó que estaba loco, y él le dijo que no hablaba locuras sino la verdad; y que si se atrevía a hablar con tanta confianza delante de Agripa era porque él entendía muy bien todas las cosas que él estaba diciendo. Luego le preguntó a Agripa que si creía en todo lo que decían los profetas en la Biblia, y Agripa le preguntó a él que si creía que en tan poco tiempo podía convencerlo de ser cristiano; Pablo le dijo que le gustaría que en poco tiempo, o en mucho tiempo, todos los que estaban allí pudiesen convertirse así como él, pero sin esas cadenas que lo ataban. Entonces el rey Agripa, Festo y todos los que estaban allí, se levantaron y salieron para conversar a solas. Decían que Pablo en verdad no había hecho nada malo como para merecer la muerte, y que tampoco debía estar en la cárcel. Agripa también le dijo a Festo que Pablo hubiese podido ser puesto en libertad si no hubiera pedido que el emperador lo juzgara. 


domingo, 27 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia314

Hechos 21-23

Después de que Pablo se despidiese de los ancianos de la Iglesia de Éfeso, emprendió su viaje hasta Jerusalén. Durante su camino hacia la ciudad santa, a Pablo le anunciaron varias veces que allí en Jerusalén sería apresado y maltratado, y entregado a las autoridades en Roma. No obstante, Pablo dijo que amaba tanto al Señor Jesús, que estaba dispuesto a ir a la cárcel y también a morir en Jerusalén. Cuando llegaron a la ciudad de Jerusalén, los miembros de la iglesia los recibieron con mucha alegría. Al día siguiente, Pablo y sus ayudantes fueron a visitar a Santiago, el hermano de Jesús, y allí se encontraron con los lideres de la Iglesia. Luego, cuando Pablo fue al Templo, unos judíos alborotaron a la gente y dijeron que Pablo iba por todas partes hablando en contra del pueblo judío, en contra de la ley de Moisés, y en contra del Templo, y aún a los que no eran judíos los había metido en el Templo irrespetando el Lugar Santo. Toda la gente de la ciudad se alborotó, y pronto se reunió una gran multitud. Agarraron a Pablo, lo sacaron del templo, y de inmediato cerraron las puertas. Cuando la gente vio llegar al jefe y a sus soldados, dejó de golpear a Pablo. El jefe arrestó a Pablo y ordenó que le pusieran dos cadenas. cuando el comandante preguntó a la gente quien era Pablo y que había hecho, unos decían una cosa y otros decían otra; y era tanto el escándalo que hacían, que el comandante no pudo averiguar lo que pasaba. Entonces se llevaron a Pablo prisionero al cuartel. Los soldados ya iban a meter a Pablo en la cárcel, pero él preguntó si podía hablar con la gente para defenderse. Entonces Pablo se puso de pie en las gradas del cuartel, y levantó la mano para pedir silencio. Allí les dijo a todos que era judío, y que había nacido en Tarso, en la provincia de Cilicia, pero que había crecido allí en Jerusalén. Cuando estudió su maestro fue Gamaliel, y lo enseñó a obedecer la ley de sus antepasados; por eso siempre había tratado de obedecer a Dios con la misma lealtad que todos los que estaban allí. También les dijo que antes buscaba por todas partes a los seguidores del Señor Jesús, para matarlos; pero cuando iba a Damasco para atraparlos, vio desde el cielo una fuerte luz que iluminó todo su alrededor, y escuchó una voz que le dijo: ¡Saulo! ¡Saulo! ¿Por qué me persigues? Luego les contó de su ceguera y de su encuentro con Ananías, y como allí ese hombre le dijo que el Dios de sus antepasados lo había elegido porque quería que conociera a Jesús y que escuchara su voz. Por lo que no esperó más; se levantó, se bautizó y le pidió al Señor que perdonara sus pecados.

Allí también el Señor le mostró que debía irse de Jerusalén pues la gente de allí no creería lo que dijera acerca de Él. Pero la gente enardecida no quiso escuchar más y comenzó a gritar que Pablo no merecía vivir y que no querían verlo nunca mas. El jefe de los soldados ordenó que metieran a Pablo en el cuartel, y que lo golpearan. Pero cuando los soldados lo ataron para pegarle, Pablo le preguntó al capitán de los soldados: ¿Tienen ustedes permiso para golpear a un ciudadano romano, sin saber siquiera si es culpable o inocente? Cuando escucharon esto, los soldados se apartaron de él y tuvieron miedo. Entonces mandaron a reunir a los sacerdotes principales y a los judíos de la Junta Suprema, pues quería saber exactamente de qué acusaban a Pablo. Luego ordenó que le quitaran las cadenas, que lo sacaran de la cárcel y que lo pusieran delante de todos ellos. Pablo miró a todos los de la Junta Suprema, y les dijo que él tenía la conciencia tranquila pues había obedecido a Dios en todo. Entonces Ananías, el jefe de los sacerdotes, ordenó que golpearan a Pablo en la boca. Pablo le dijo que sería Dios quien lo golpearía a él después, y que era un hipócrita, pues diciendo que lo juzgaban de acuerdo a la Ley, la desobedecían al golpearlo. Pablo siguió defendiéndose en buena lid, porque además de ser judío y ciudadano romano, también era fariseo. Y cuando argumentó todo lo que tenía a su favor, hubo discusión entre saduceos y fariseos y la reunión de la junta no pudo terminar en paz, pues unos decían una cosa y otros decían otra. Los saduceos decían que los muertos no podían volver a vivir, y que no existían los ángeles ni los espíritus. Pero los fariseos sí creían en todo eso. Se armó entonces un gran alboroto, en el que todos gritaban, y era cada vez mayor. Entonces el jefe de los soldados romanos tuvo miedo de que mataran a Pablo, y ordenó que vinieran los soldados y se lo llevaran de nuevo al cuartel. A la noche siguiente, el Señor Jesús se le apareció a Pablo y le dijo: Anímate, porque así como has hablado de mí en Jerusalén, también lo harás en Roma. Al día siguiente, unos cuarenta judíos se pusieron de acuerdo para matar a Pablo, y armaron toda una conspiración para hacerlo con la junta suprema. Pero un sobrino de Pablo se dio cuenta de lo que planeaban, y fue al cuartel a avisarle. Luego le avisó al jefe de los soldados, quien mandó a Pablo ante el gobernador para evitar el asesinato; y también, porque según él, no había razón alguna para tenerlo preso ni mucho menos para matarlo. Cuando Pablo fue llevado a Cesarea ante el gobernador Félix, permaneció recluido en el palacio que había construido el rey Herodes el Grande, mientras esperaba por sus acusadores. 


La Biblia en un año #Dia313

Hechos 19-20

Hemos llegado al tercer y ultimo viaje misionero de Pablo, en el cual fue por las regiones del interior hasta que llegó a Éfeso, en la costa, donde encontró a varios creyentes en Dios pero que aún no sabían de Jesús ni de la presencia del Espíritu Santo. Allí Pablo les predicó y creyeron en Jesús, también recibieron al Espíritu de Dios y hablaron nuevas lenguas y dieron mensajes de parte de Dios. Durante tres meses, Pablo estuvo yendo a la sinagoga todos los sábados. Sin ningún temor hablaba a la gente acerca del reino de Dios, y trataba de convencerla para que creyera en Jesús. Pero algunos judíos se pusieron tercos y no quisieron creer. Al contrario, comenzaron a decirle a la gente cosas terribles acerca de los seguidores de Jesús. Al ver esto, Pablo dejó de reunirse con ellos y, acompañado de los nuevos seguidores, comenzó a reunirse todos los días en la escuela de un hombre llamado Tirano. Durante dos años, Pablo fue a ese lugar para hablar de Jesús. Fue así como muchos de los que vivían en toda la provincia de Asia escucharon el mensaje del Señor Jesús. Algunos de ellos eran judíos, y otros no lo eran. En la ciudad de Éfeso, Dios hizo grandes milagros por medio de Pablo. La gente llevaba los pañuelos o la ropa que Pablo había tocado, y los ponía sobre los enfermos, y ellos se sanaban. También ponía pañuelos sobre los que tenían espíritus malos, y los espíritus salían de esas personas. Otros, que habían sido brujos, traían sus libros de brujería y los quemaban delante de la gente. Y el valor de los libros quemados era como de cincuenta mil monedas de plata. El mensaje del Señor Jesús se anunciaba en más y más lugares, y cada vez más personas creían en él, porque veían el gran poder que tenía. Después de todo eso, Pablo decidió ir a la ciudad de Jerusalén, pasando por las regiones de Macedonia y Acaya. Luego pensó ir de Jerusalén a la ciudad de Roma, así que envió a Timoteo y a Erasto, que eran dos de sus ayudantes, a la región de Macedonia, mientras él se quedaba unos días más en Asia. Allí en Éfeso había un hombre que se dedicaba a hacer figuras de plata, y él y sus ayudantes ganaban mucho dinero haciendo la figura del templo de la diosa Artemisa. Esa diosa era muy amada y respetada en el mundo entero, por lo que, cuando la gente escucho el mensaje de Pablo y se dio cuenta de que no eran dioses de verdad, el negocio de este hombre empezó a caerse. En este momento, toda la gente de la ciudad se alborotó en contra de Pablo, sus ayudantes y además en contra de todos los judíos, pero aunque había mucha confusión y muchos quisieron defender la estatua de Artemisa, el secretario de la ciudad no pudo encontrar nada que acusara a Pablo y le pidió a todos que se marcharan y dejaran todo aquel desorden. 

Cuando todo aquel alboroto terminó, Pablo mandó llamar a los que habían creído y les pidió que no dejaran de confiar en Jesús. Luego se despidió de ellos, y fue a la provincia de Macedonia. Pablo iba de lugar en lugar, animando a los miembros de las iglesias de esa región. De allí se fue a Grecia, país donde se quedó tres meses. Estaba Pablo a punto de salir en barco hacia la provincia de Siria, cuando supo que algunos judíos planeaban atacarlo. Entonces decidió volver por Macedonia. Sus acompañantes en este viaje fueron: Sópatro, que era hijo de Pirro y vivía en la ciudad de Berea; Aristarco y Segundo, que eran de la ciudad de Tesalónica; Gayo, del pueblo de Derbe; y Timoteo, Tíquico y Trófimo, que eran de la provincia de Asia. Todos se dirigieron a la ciudad de Troas, y como era época de Pascua, el domingo se reunieron en uno de los pisos altos de una casa, para celebrar la Cena del Señor.  Allí estuvieron cenando y hablando del Señor Jesús hasta medianoche. Mientras Pablo hablaba, un joven llamado Eutico, que estaba sentado en el marco de la ventana, se quedó profundamente dormido y se cayó desde el tercer piso. Cuando fueron a levantarlo, ya estaba muerto. Pero Pablo lo tomó entre sus brazos y les dijo a todos que estaba vivo. Luego, Pablo volvió al piso alto y celebró la Cena del Señor, y siguió hablándoles hasta que salió el sol. Después continuó su viaje. En cuanto a Eutico, los miembros de la iglesia lo llevaron sano y salvo a su casa, y eso los animó mucho. Luego, Pablo viajó a Mileto, y allí mandó a llamar a los ancianos de la Iglesia de Éfeso para hablar con ellos. Allí les dijo que estuviesen atentos y cuidaran de toda la congregación, en la cual el Espíritu Santo los había puesto como pastores para que cuidasen de la iglesia de Dios, que él compró con su propia sangre; porque cuando él se fuera vendrían otros que, como lobos feroces, querrían acabar con la iglesia. También les dijo que él volvería a Jerusalén, y que no sabía lo que allí le esperaba, pero que en todas las ciudades a donde él iba, el Espíritu Santo le mostraba que le sobrevendrían la cárcel y muchos sufrimientos. Después los encomendó a Dios y al mensaje de su amor. Él único que tenía poder para hacerlos crecer espiritualmente y darles todo lo que había prometido a su pueblo santo. Pablo había estado en esa Iglesia durante tres años, de día y de noche, y no dejó de aconsejarlos, enseñarlos y de cuidarlos, con el fin de cumplir el encargo que el Señor Jesús le dio de anunciar la buena noticia del amor de Dios. Después de decir esto, Pablo se puso de rodillas y oró con todos ellos. Todos lloraron, y abrazaron y besaron a Pablo. Y estaban muy tristes, porque les había dicho que no volverían a verlo.

La Biblia en un año #Dia312

Alto de Adoración semanal...

Siento que podría describir esta última semana de lectura como una de mis favoritas, desde la llegada del Espíritu Santo sobre los apóstoles, hasta su extraordinaria obra en el levantamiento de la Iglesia de Dios, todo ha sido sencillamente sublime. Ciertamente Cristo fue la piedra que desecharon los edificadores, y que vino a ser la cabeza del ángulo, pero no habría sido sino por la obediencia de sus fieles seguidores, que esta obra de construcción de su cuerpo, pudo extenderse en la tierra. Precisamente fundamentado sobre esa base sólida y esa roca fuerte que es Él y su presencia en nuestras vidas. Hubo dos cosas que me impactaron como a cualquiera: Primero, la llenura de Espíritu que tenían Pedro y los demás apóstoles para no solo hablar de Jesús, sino para vivirlo y mostrarlo en todo lugar donde llegaban; y segundo, que nunca desmayaron en sus propósitos a pesar de la fuerte y violenta oposición que tuvieron. Sin duda, estos hombres fueron fieles y obedientes. Y creo que nada puede salir mal con esos dos ingredientes. Siempre me he sentido muy admirada y maravillada de como las buenas noticias acerca de Jesús fueron expandiéndose así, de la forma en la que Él mismo les dijo aquel día antes de ascender al cielo: Y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y que bueno es que al llegar al final de sus días, estos apóstoles y siervos de Jesucristo pudieron decir: Cumplimos Señor, hicimos lo que pediste. Hicimos tu voluntad. Ninguna otra felicidad puede compararse a cumplir el propósito por el cual fuiste creado y para lo cual Dios te llamó de las tinieblas a la luz. Y esto me anima a meditar si yo misma estoy cumpliendo todas aquellas tareas a las cuales fui llamada como hija de Dios, porque el tiempo se agota, y más temprano que tarde todos deberíamos dar el fruto que fue sembrado en nuestras vidas mediante su Espíritu Santo. El Salmo 118 que leeremos en este día para complementar nuestra reflexión, contiene una verdad inexorable: Dios nos ama. Y en virtud de ese amor, siempre debemos darle gracias y exaltar su nombre. Él es bueno, y su fiel amor perdura para siempre. Desde que los discípulos de Jesús fueron comisionados para ser los encargados de anunciar el Evangelio de Salvación, hasta nuestros días, Dios ha estado con nosotros y su fidelidad se ha mantenido de generación en generación. Desde la angustia podemos invocar a Jehová y Él nos responde y nos coloca en lugares espaciosos; Jesucristo está con nosotros y por eso no tememos lo que nos pueda hacer el hombre. Aunque el salmista se sintió rodeado, atacado, y asediado; sabía que en el nombre del Señor podrían caer todos sus enemigos, Él fue su fortaleza y su salvación así como lo fue para los apóstoles en cada prueba y desafío que pudieron enfrentar. ¿Como no creerlo hoy nosotros mismos? ¿Acaso nos ha tocado más difícil? Todo seguidor de Jesús enfrenta y enfrentará sus propias prisiones a lo largo de su existencia, pero Dios siempre, siempre nos dará la victoria. El fuerte brazo derecho del Señor se levanta triunfante. ¡El fuerte brazo derecho del Señor ha hecho proezas gloriosas! No moriré; sino que viviré para contar lo que hizo el Señor.


La Biblia en un año #Dia311

Hechos 16-18

Este segundo viaje misionero de Pablo fue muy importante, al igual que los otros, pues en esta misión llegó a los pueblos de Derbe y de Listra, donde conoció a Timoteo, un joven que era seguidor de Jesús; hijo de una mujer judía cristiana y de padre griego. Los miembros de la iglesia en Listra y en Iconio hablaban muy bien de Timoteo, por eso Pablo quiso que Timoteo lo acompañara en su viaje. Pero como todos los judíos de esos lugares sabían que el padre de Timoteo era griego, Pablo llevó a Timoteo para que lo circuncidaran, pues los cristianos judíos no aceptarían a Timoteo como parte del grupo si no se circuncidaba. Después de esto, Pablo y sus compañeros iniciaron su recorrido por varias regiones. En una oportunidad, Pablo tuvo una visión acerca de un hombre de la región de Macedonia quien le pidió que fuera pronto a ayudarlo. Luego de esto, Pablo se preparó y emprendió su viaje hasta allí, llegando a la ciudad de Filipos, que era la ciudad más importante de la región de Macedonia, y también una colonia de Roma; donde también pudieron compartir los seguidores de Jesús que vivían allí y pudieron contribuir con en levantamiento de la Iglesia de Dios en ese lugar. Allí en Filipos, había una esclava que tenía un espíritu malo que le daba poder para anunciar lo que iba a suceder en el futuro, lo cual le daba mucho dinero a sus dueños. Pablo le ordenó al espíritu en el nombre de Jesucristo que saliera de la muchacha y así fue. Por lo que los hombres dueños de la esclava lo llevaron ante las autoridades acusándolos de que tenían costumbres que ellos, los romanos, no podían aceptar. También la gente comenzó a atacar a Pablo y a Silas, y los jueces ordenaron que les quitaran la ropa y los golpearan en la espalda. Después de golpearlos, los soldados los metieron en la cárcel y le ordenaron al carcelero que los vigilara muy bien. El carcelero los puso en la parte más escondida de la prisión, y les sujetó los pies con un cepo, de modo de inmovilizarlos. Cerca de la media noche, Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios, mientras los otros prisioneros escuchaban. De repente, un fuerte temblor sacudió con violencia las paredes y los cimientos de la cárcel. En ese mismo instante, todas las puertas de la cárcel se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron. Cuando el carcelero vio que las cadenas de todos estaban sueltas, se arrodilló temblando de miedo y les preguntó a Pablo y a Silas que debía hacer para salvarse, ellos le respondieron que si creía en el Señor Jesús, Él y su familia se salvarían. Luego Pablo y Silas compartieron el mensaje del Señor con el carcelero y con toda su casa y los bautizaron. Después de esto, Pablo y Silas fueron puestos en libertad, y luego de estar varios días con los miembros de la Iglesia que ya había sido previamente constituida, y se fueron de la ciudad.

Pablo y Silas continuaron su viaje, pasaron por las ciudades de Anfípolis y Apolonia, y llegaron a la ciudad de Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Pablo fue a la sinagoga y, durante tres sábados seguidos, habló con los judíos de ese lugar. Les leía la Biblia, y les probaba con ella que el Mesías tenía que morir y resucitar. Algunos judíos creyeron en lo que Pablo decía y llegaron a ser seguidores de Jesús, uniéndose al grupo de Pablo y Silas. También creyeron en Jesús muchos griegos que amaban y obedecían a Dios, y muchas mujeres importantes de la ciudad. Pero los demás judíos tuvieron envidia. Buscaron a unos vagos que andaban por allí, y les pidieron que alborotaran al pueblo en contra de Pablo y de Silas, y fueron a las autoridades a decir que Pablo y Silas andaban causando todo tipo de problemas, y desobedeciendo las leyes del emperador de Roma, porque decían que tienen otro rey, que se llamaba Jesús. Al llegar la noche, los seguidores de Jesús enviaron a Pablo y a Silas a la ciudad de Berea. Los judíos que vivían en esa ciudad eran más buenos que los judíos de Tesalónica. Escucharon muy contentos las buenas noticias acerca de Jesús, y muchos creyeron en su nombre; incluso creyeron muchos griegos que eran personas muy importantes en la ciudad. En cuanto los judíos de Tesalónica supieron que Pablo estaba en Berea anunciando las buenas noticias, fueron y alborotaron a la gente en contra de Pablo. Los seguidores de Jesús enviaron de inmediato a Pablo hacia la costa, pero Silas y Timoteo se quedaron allí. Pablo se dirigió a Atenas, y mientras esperaba a Silas y a Timoteo allí, le dio mucha tristeza ver que la ciudad estaba llena de ídolos, por eso empezó a hablar con judíos y los no judíos que amaban a Dios dentro y fuera de la sinagoga. Algunos de los que Pablo encontraba, eran filósofos, de los que pensaban que lo más importante en la vida era ser feliz. Otros eran filósofos que enseñaban que la gente tenía que controlarse a sí misma para no hacer lo malo. En Atenas, la Junta que gobernaba la ciudad se reunía en un lugar llamado Areópago, a la gente y a los extranjeros que vivían allí, les gustaba mucho escuchar y hablar de cosas nuevas, así que llevaron a Pablo ante los gobernantes de la ciudad y le pidieron que compartiera su enseñanza con ellos. Pablo con fuerza habló de la persona de Dios y como ellos no podían hacer ninguna figura o estatua que lo representara sino arrepentirse de sus pecados y creer en Jesús, pero solo algunos creyeron en Jesús y se fueron con Pablo. Pablo salió de Atenas y se fue a la ciudad de Corinto, allí se encontró con Aquila y Priscila, una pareja de judíos que vivían allí y los cuales trabajaron y sirvieron con él. Silas y Timoteo viajaron desde la región de Macedonia hasta Corinto, cuando llegaron, Pablo estaba dando a los judíos las buenas noticias de que Jesús era el Mesías, pero los judíos se pusieron en contra de Pablo y lo insultaron. Entonces Pablo les dijo que si Dios los castigaba, ya no sería culpa de él sino de ellos mismos, y continuaría entonces predicando a los no judíos; muchos de los habitantes de Corinto que escucharon a Pablo creyeron y fueron bautizados. Pablo se quedó un año y medio en Corinto, y allí enseñó a la gente el mensaje de Dios. Después se despidió de los miembros de la iglesia y decidió irse a la región de Siria. Cuando llegó al puerto de Éfeso, Fue a la sinagoga, y allí habló con los judíos acerca de Jesús, y aunque siguió si viaje a Siria, les prometió que volvería a verlos. Luego partió en barco y continuó su viaje hacia Siria. Cuando llegó al puerto de Cesarea, fue a saludar a los miembros de la iglesia. Después salió hacia la ciudad de Antioquía, y después se fue a visitar varios lugares de las regiones de Galacia y de Frigia, donde animó a los seguidores a mantenerse fieles a Jesús.




viernes, 25 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia310

Hechos 13-15

En la Iglesia de Antioquía estando reunidos Bernabé, Simeón "el Negro", Lucio el del pueblo de Cirene, Menahem y Saulo, quienes eran maestros y profetas. Un día, mientras ellos estaban adorando al Señor y ayunando, el Espíritu Santo escogió a Bernabé y Saulo y fueron elegidos para realizar su primer viaje misionero. Ambos misioneros fueron primero a la región de Seleucia, y allí tomaron un barco que los llevó a la isla de Chipre. En cuanto llegaron al puerto de Salamina, comenzaron a anunciar el mensaje de Dios en las sinagogas de los judíos. Después atravesaron toda la isla y llegaron al puerto de Pafos, donde Saulo, que también se llamaba Pablo, reprendió a un judío que hacía brujerías y decía que hablaba de parte de Dios; allí el gobernador de Chipre se maravilló de la enseñanza acerca del Señor Jesús, y en verdad creyó en él. Luego Pablo y sus compañeros salieron de Pafos en barco rumbo a Panfilia y desembarcaron en la ciudad portuaria de Perge, y siguieron su viaje por tierra adentro hasta Antioquía de Pisidia. El día de descanso fueron a las reuniones de la sinagoga, allí Pablo empezó a hablar acerca de la historia del pueblo de Israel hasta llegar (al igual que Esteban) al reinado de David, pues allí les dijo, que era precisamente un descendiente del Rey David, Jesús, el Salvador de Israel prometido por Dios. También les habló del rechazo que sintieron muchos judíos y lideres religiosos hacia Jesús, y la forma tan dura como fue asesinado, aunque todo hubiese sido en cumplimiento de lo anunciado por los profetas. Sin embargo, Dios no dejó a Jesús en la tumba, lo hizo resucitar de entre los muertos; y por eso estaban Pablo y Bernabé en ese lugar, para anunciar que a pesar de todo lo rebeldes, crueles, duros y pecadores que hubiesen podido haber sido los que lo oían, Dios estaba dispuesto a perdonarlos, pues la ley de Moisés no podía librarlos de todos sus pecados, pero Dios perdonaría a todo aquel que creyere en Jesús. Cuando Pablo y sus amigos salieron de la sinagoga, la gente les rogó que volvieran el siguiente sábado y les hablaran más de todo esto; y muchos judíos, y algunos extranjeros que habían seguido la religión judía, se fueron con ellos. Al sábado siguiente, casi toda la gente de la ciudad se reunió en la sinagoga, para oír el mensaje de Dios que iban a dar Pablo y Bernabé, pero cuando los judíos vieron reunida a tanta gente, tuvieron envidia. Entonces comenzaron a decir que Pablo estaba equivocado en todo lo que decía, y también lo insultaron. Por esta razón Pablo les dijo que su obligación había sido darle el mensaje a ellos primero, pero que como ellos rechazaban el mensaje y creían que se merecían la vida eterna, entonces se lo anunciarían a quienes si lo recibieran. Cuando los que no eran judíos oyeron eso, se pusieron muy contentos y decían que el mensaje de Dios era bueno, y todos los que Dios había elegido para recibir la vida eterna creyeron en él.

Algunos religiosos rechazaron a Pablo y Bernabé y crearon planes para perseguirlos y echarlos de la región, entonces Pablo y Bernabé dirigieron su misión hacia Iconio. Cuando llegaron a esa ciudad, entraron juntos en la sinagoga de los judíos, allí hablaron a la gente acerca de Jesús, y muchos judíos y gente de otros pueblos creyeron en Jesús. Pero los judíos que no creyeron en Jesús hicieron que se enojaran los que no eran judíos, y los pusieron en contra de los seguidores de Jesús. La gente de Iconio no sabía qué hacer, pues unos apoyaban a los judíos, y otros a Pablo y a Bernabé. Entonces los judíos, y los que no eran judíos, se pusieron de acuerdo con los líderes de Iconio, y decidieron maltratar a Pablo y a Bernabé, y matarlos a pedradas; pero Pablo y Bernabé se dieron cuenta y huyeron a la región de Licaonia y sus alrededores. Allí anunciaron las buenas noticias en los pueblos de Listra y Derbe. Estando en Listra, Pablo sanó a un hombre cojo de nacimiento, cuando la gente lo vio caminar, se maravilló tanto que quisieron adorar a Pablo y Bernabé y hasta quisieron levantar ofrendas y sacrificios en su nombre. Pablo y Bernabé rasgaron sus vestiduras cuando se dieron cuenta de aquel horror y le explicaron a todos allí que ellos no eran dioses sino eran simples hombres, y que debían arrepentirse de sus pecados y buscar a Dios; pero a pesar de lo que dijeron, no lograron convencer a la gente de que no rindiera sacrificios para ellos. Pero llegaron unos judíos de Iconio y Antioquía, y convencieron a la gente para que se pusiera en contra de Pablo, entonces la gente lo apedreó y, pensando que estaba muerto, lo arrastraron fuera del pueblo. Pero Pablo, rodeado de los seguidores de Jesús, se levantó y entró de nuevo en el pueblo. Al día siguiente, se fue con Bernabé al pueblo de Derbe. Pablo y Bernabé anunciaron las buenas noticias en Derbe, y mucha gente creyó en Jesús. Después volvieron a los pueblos de Listra, Iconio y Antioquía; allí visitaron a los que habían creído en Jesús, y les recomendaron que siguieran confiando en él. En esos días en Antioquía, hubo una discusión respecto a que si los nuevos creyentes debían circuncidarse o no, y para resolver ese conflicto, Pablo y Bernabé fueron a Jerusalén a hablarlo con los apóstoles. Los apóstoles y los líderes de la iglesia se reunieron para tomar una decisión bien pensada, y después de una larga discusión, Pedro dijo que Dios había demostrado que amaba a los no judíos igual que a los judíos pues a todos les había dado el Espíritu Santo y que no hacía ninguna diferencia entre ellos; por lo que ellos no podían obligar a la gente no judía a cumplir con normas y leyes que ni ellos mismos, ni sus antepasados habían podido cumplir. Más bien, tanto los judíos, como los no judíos creyeron que eran salvos gracias a que Jesús los amó, por eso acordaron que no debían obligarlos a obedecer leyes innecesarias; pero si debían cumplir lo siguiente: No comer carne de animales que hayan sido sacrificados en honor a los ídolos; no comer sangre ni carne de animales que todavía tengan sangre adentro, y evitar las relaciones sexuales que la ley de Moisés prohibía. Después de pasar algún tiempo en Antioquía, Bernabé y Pablo se separan y Pablo eligió a Silas como compañero. Luego, los miembros de la iglesia de Antioquía los despidieron, rogándole a Dios que no dejara de amarlos y cuidarlos. Entonces Pablo y Silas salieron de allí y pasaron por las regiones de Siria y Cilicia, donde animaron a los miembros de las iglesias a seguir confiando en el Señor Jesús.


miércoles, 23 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia309

Hechos 10-12


En la ciudad de Cesarea vivía un hombre llamado Cornelio. Era capitán de una empresa de cien soldados romanos, a la que se conocía como La Italiana. Cornelio y todos los de su casa amaban y adoraban a Dios; además, Cornelio ayudaba mucho a los judíos pobres, y siempre oraba a Dios. Un día Cornelio tuvo un encuentro con un ángel de Dios a través de una visión, donde el Señor le dijo que había escuchado sus oraciones y que  estaba contento con todo lo que él hacía para ayudar a los pobres. Entonces lo mandó a enviar a dos hombres al puerto de Jope donde encontrarían a un hombre llamado Pedro, Cornelio obedeció e hizo así. En ese tiempo, Pedro también recibió un mensaje especial de parte de Dios a través de otra visión. En esa visión el Señor le mostró a Pedro toda clase de animales y le dijo que comiera de ellos, Pedro le dijo al Señor que de acuerdo a la Ley, él no podía comer esos animales pues eran impuros, sin embargo Dios le dijo: Si yo digo que puedes comer de estos animales, no digas tú que son impuros. Luego, llegaron los mensajeros de Conerlio a buscarlo y el Espíritu Santo le dijo a Pedro que había sido Él quien los había enviado, por lo que Pedro fue con ellos a casa de Cornelio. Con esta visión, el Señor le mostró a Pedro, que aunque fuese judío, y la Ley no le permitiera relacionarse con gentiles, él no debía rechazar a nadie, y tampoco tenía la potestad de decidir quien era puro o no; por eso, estando en la casa de Cornelio, y habiendo conversado con él, Pedro se dio cuenta de que este era un hombre temeroso de Dios, y dijo que había comprendido que todos eran iguales, y que Dios ama a todos los que lo obedecen, y también a los que tratan bien a los demás y se dedican a hacer lo bueno, sin importar de qué raza sean. Ese era el mensaje que Dios enseñó a los israelitas por medio de Jesús, el Mesías y Señor, para que por medio de él todos vivan en paz. Pedro siguió predicando acerca de Jesús y les dijo que Dios perdonaría a todos los que confiaran en Él, pues solo a través de su presencia podían alcanzar la misericordia de Dios. Todavía estaba hablando Pedro con ellos cuando, de repente, el Espíritu Santo vino sobre todos los que estaban allí escuchando el mensaje. Los que habían venido de Jope con Pedro se quedaron sorprendidos al ver que el Espíritu Santo había venido también sobre los que no eran judíos, y los oían hablar y alabar a Dios en idiomas desconocidos. Pedro dijo que Dios había enviado su Espíritu para que dirigiera también la vida de gente de otros países, así como se lo había entregado a ellos, los judíos. Habiendo dicho esto, Pedro ordenó que todos fueran bautizados en el nombre de Jesús, el Mesías. Que no quepa duda que, la salvación de Dios es para TODOS los hombres.

Cuando Dios manda, hay que obedecer; y Pedro fue hasta la casa de Cornelio en obediencia al llamado que Dios le hizo, de hecho, podemos observar que la respuesta inmediata de Dios fue el derramamiento de su Espíritu, por eso podemos creer que todo eso venía de él. Sin embargo, muchas veces cuando queremos obedecer a Dios, incomodamos a personas en nuestro entorno que quizás no han sido testigos de nuestro llamado, o de nuestros propósitos como hijos de Dios, incluso nos sucede muchas veces con los mismos hermanos en la fe;  y esto también le pasó a Pedro. En toda la región de Judea se supo que también los que no eran judíos habían recibido el mensaje de Dios. Así que, cuando Pedro regresó a Jerusalén, los apóstoles y los seguidores judíos se pusieron a discutir con él, y le reclamaron que había ido a casa de personas no judías y hasta había comido con ellos. Pedro les explicó con detalle a todos los hermanos lo que había sucedido, y como el Espíritu Santo de Dios lo había enviado a esa casa para que se salvase él junto a toda su familia. Pedro también les dijo que Dios le había dado a todos esos gentiles el mismo regalo que les dio a ellos por medio de Jesucristo, y que él no era más poderoso que Dios para ponerse en contra de lo que Dios había decidido hacer. Cuando los hermanos judíos oyeron esto, dejaron de discutir y se pusieron a alabar a Dios porque también los no judíos podían tener vida eterna. Después de la muerte de Esteban, los seguidores de Jesús fueron perseguidos y maltratados, por eso muchos de ellos huyeron a la región de Fenicia y a la isla de Chipre, y hasta el puerto de Antioquía. En todos esos lugares, ellos anunciaban las buenas noticias de Jesús solamente a la gente judía. Sin embargo, algunos de Chipre y otros de Cirene fueron a Antioquía y anunciaron el mensaje del Señor Jesús también a los que no eran judíos, y Dios les dio poder y los ayudó para que muchos aceptaran el mensaje y creyeran en Jesús. Los de la iglesia de Jerusalén supieron lo que estaba pasando en Antioquía, y enseguida mandaron para allá a Bernabé, y cuando llegó y vio que Dios había bendecido a toda esa gente, se alegró mucho y los animó para que siguieran siendo fieles y obedientes al Señor. De allí, Bernabé se fue a la ciudad de Tarso, para buscar a Saulo; cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Allí estuvieron un año con toda la gente de la iglesia, y enseñaron a muchas personas. Fue allí, en Antioquía, donde por primera vez la gente comenzó a llamar cristianos a los seguidores de Jesús. En aquel tiempo Herodes gobernaba a los judíos, y empezó a maltratar a algunos miembros de la iglesia. Ordenó que mataran a Santiago, el hermano de Juan, y a que apresaran a Pedro; pero mientras Pedro estaba en la cárcel, los miembros de la iglesia oraban a Dios por él en todo momento; por lo que  un ángel de Dios se le apareció y las cadenas se cayeron de las manos de Pedro y pudo salir de la cárcel. Finalmente Dios castigó a Herodes por su conducta, enfermó y luego murió.  Los cristianos siguieron anunciando el mensaje de Dios. Bernabé y Saulo terminaron su trabajo en Jerusalén y regresaron a Antioquía. 

La Biblia en un año #Dia308

       Hechos 8-9

Después de más de 300 días y lecturas, hoy por fin leeremos los primeros episodios de la vida de Saulo de Tarso, y como pasó de ser uno de los despreciables perseguidores de los cristianos, a ocupar él mismo su cargo en el apostolado de Jesucristo. ¿Que grandeza cierto? En principio, el cruel asesinato de Esteban, el cual confieso que me estremeció muchísimo; le pareció muy bien a Saulo. Quizás pensaba para ese tiempo que mientras menos creyentes, mejor. Este fue un tiempo muy doloroso para la Iglesia de Dios, pues la muerte de Esteban vino a marcar un tiempo de sufrimiento y aflicción; mucha gente comenzó a maltratar a los seguidores de Jesús que vivían en Jerusalén, por eso todos tuvieron que separarse a las regiones de Samaria y Judea, y solamente los apóstoles se quedaron en Jerusalén. Mientras tanto, Saulo seguía maltratando a los miembros de la Iglesia del Señor, entraba a las casas, sacaba por la fuerza a hombres y mujeres y los encerraba en la cárcel. Sin embargo, esto no fue impedimento para que los que habían huido de Jerusalén, siguieran anunciando las buenas noticias de salvación en los lugares por donde pasaban. Felipe, otro de los siete diáconos, fue a la ciudad de Samaria y se puso a hablar de Jesús; toda la gente se reunía para escucharlo con atención y para ver los milagros que hacía. Muchos de los que fueron a verlo tenían espíritus impuros, pero Felipe los expulsaba; además, muchos cojos y paralíticos volvían a caminar, y todos en la ciudad estaban muy alegres. Un ángel del Señor se le apareció a Felipe en el desierto, y le dijo que se dirigiera al sur, por el camino que va de la ciudad de Jerusalén a la ciudad de Gaza. Felipe obedeció y en el camino se encontró con un hombre muy importante, pues era oficial y tesorero de la reina de Etiopía; ese oficial había ido a Jerusalén para adorar a Dios y ahora volvía a su país en su carruaje. Felipe corrió para acercarse al oficial, pues todo era plan de Dios, y notó que estaba leyendo al profeta Isaías; Felipe comenzó a explicarle la Palabra y también aprovechó el pasaje para predicarle las buenas noticias acerca de Jesús. Apenas pasaron por un lugar donde había agua, el etíope le preguntó a si podía bautizarlo, entonces se bajaron y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu Santo se llevó a Felipe, y aunque el oficial no volvió a verlo, siguió su viaje muy feliz. En este encuentro con Felipe podemos observar que este hombre estaba deseoso por convertirse a Jesús, y Dios ordenó todas las cosas para que así fuera. 

Saulo por su parte, estaba furioso y amenazaba con matar a los seguidores de Jesús. Este es el tipo de persona que cuando se convierte a Cristo, con la misma intención con la que se oponía al Evangelio, luego se hace seguidor y precursor del mismo. Y el Señor ya sabía que este, seria el caso de Saulo. Este enardecido perseguidor, quería ir a Damasco y sacar de las sinagogas a todos los que siguieran las enseñanzas de Jesús, para llevarlos presos a la cárcel de Jerusalén; por eso fue a pedirle al jefe de los sacerdotes unas cartas con un permiso especial para hacerlo. Lo que no sabía Saulo, era que Dios tenía otros planes para él. ¡Y que planes! Ya estaba Saulo por llegar a Damasco cuando, de pronto, desde el cielo lo rodeó un gran resplandor, como de un rayo. Saulo cayó al suelo, y una voz le dijo: ¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues? Saulo le preguntó a la voz quien era, y la voz le dijo que era Jesús, a quien él perseguía. Le ordenó que se levantara y entrara a la ciudad pues allí sabría lo que tenía que hacer. Saulo se puso de pie, pero, aunque tenía los ojos abiertos, no podía ver nada. Entonces los hombres que andaban con él, lo tomaron de la mano y lo llevaron a la ciudad de Damasco; allí estuvo ciego durante tres días, y no quiso comer ni beber nada. En Damasco vivía un seguidor de Jesús llamado Ananías, al cual el Señor le había revelado mediante una visión, que debía buscar a Saulo y poner sus manos sobre él para que recobrara la vista. En principio Ananías tuvo temor, pues todos sabían que Saulo había hecho muchas cosas terribles en contra de los seguidores de Jesús. Sin embargo, Dios le dijo a Ananías que fuera, porque Él había elegido a Saulo para su servicio y para que hablara de Él ante reyes y gente que no lo conocía, y ante el pueblo de Israel. Ananías fue y entró en la casa donde estaba Saulo, y al llegar, le puso las manos sobre la cabeza y le dijo que el Señor lo había enviado; al instante, algo duro, parecido a las escamas de pescado, cayó de los ojos de Saulo, y éste pudo volver a ver. Entonces se puso de pie y fue bautizado con el Espíritu Santo. Después de eso, comió y tuvo nuevas fuerzas. Saulo pasó algunos días allí en Damasco, con los seguidores de Jesús, y muy pronto empezó a ir a las sinagogas para anunciar a los judíos que Jesús era el Hijo de Dios. Todos lo que lo oían, se asombraban porque aquel hombre, que había estado tratando de acabar con los seguidores de Jesús, ahora hablaba con poder del Espíritu Santo, y les probaba que Jesús era el Mesías. Tiempo después, los judíos en Damasco se pusieron de acuerdo para matarlo, así que una noche, los seguidores de Jesús lo escondieron dentro de un canasto y lo bajaron por la muralla de la ciudad. Saulo se fue a la ciudad de Jerusalén, y allí trató de unirse a los seguidores de Jesús, pero éstos tenían miedo de Saulo, pues no estaban seguros de que en verdad él creyera en Jesús. Bernabé sí lo ayudó, y lo llevó ante los apóstoles y les contó como Saulo se había encontrado con Jesús. Desde entonces Saulo andaba con los demás seguidores de Jesús en toda la ciudad de Jerusalén, y hablaba sin miedo acerca del Señor Jesús.

La Biblia en un año #Dia307

Hechos 5-7

En aquel tiempo, todos los seguidores de Jesús tenían una misma forma de pensar y de sentir, unanimidad lo llaman. Todo lo que tenían lo compartían entre ellos y nadie se sentía dueño absoluto de nada. Incluso los apóstoles recibían muchos aportes de los creyentes cuando vendían sus posesiones, y con eso cubrían todas las necesidades de cada uno. Sin embargo, había un hombre llamado Ananías, quien se puso de acuerdo con su esposa Safira para vender un terreno, y mintieron acerca del precio de la venta para no entregarlo todo a los apóstoles, sino conservar una parte del mismo. Pero al caer en esta trampa del enemigo, Ananías y Safira no solo trataron de engañar a los apóstoles, sino al mismo Espíritu Santo de Dios. Cuando los apóstoles lo supieron y reprocharon su conducta, haciéndole ver el error que había cometido, Ananías murió. Cuando los apóstoles le preguntaron a su esposa si ese había sido el precio real de la venta, ella sostuvo que si; por lo que Pedro le dijo que ambos le habían mentido a Dios, y que ella también moriría al igual que su esposo. Al instante Safira cayó muerta. Ahora bien, Dios no está quebrado ni tiene los bolsillos rotos, por lo que sus trabajadores inmediatos, es decir, sus apóstoles, tampoco. Ellos no necesitaban el dinero de Ananías y Safira, e indudablemente no fue por esto que murieron, sino por su deshonestidad y su avaricia. Dos cosas: Dios no puede ser burlado, y, raíz de todos los males es el amor al dinero. Por medio de los apóstoles Dios seguía haciendo señales maravillosas entre la gente, y cada día se agregaban al grupo de seguidores de Jesús, más y más hombres y mujeres que creían en Él. La gente sacaba a los enfermos en camas y los ponían en las calles por donde Pedro iba a pasar con la esperanza de que por lo menos su sombra cayera sobre alguno y lo sanara. Mucha gente de los pueblos cercanos a Jerusalén también llevaba sus enfermos, y mucha gente con espíritus malos, y todos eran sanados. El auge de la obra de los apóstoles despertó la envidia del jefe de los sacerdotes y de todos los saduceos, quienes los mandaron a poner presos en la cárcel de la ciudad; pero nada podía detenerlos en su propósito de predicar a Jesús. El Ángel del Señor los puso en libertad y siguieron compartiendo el mensaje de salvación sin temor. Incluso, cuando los sacerdotes volvieron a interpelarlos, al punto de azotarlos con látigos, los apóstoles se sintieron felices porque estaban siendo perseguidos y la Palabra de Dios se cumplía en sus vidas. ¿Has llegado a experimentar esa felicidad? ¿Cuando tus prisiones y persecuciones te hacen alegrar por ser un siervo fiel de Jesucristo? Si la respuesta es no, sería bueno que empecemos a vivir de tal manera.

Los apóstoles obedecían principalmente a Dios y en segundo lugar a los hombres, por lo que no iban a dejar de expandir el reino de los cielo solo porque unos falsos religiosos se lo exigieran. Ellos les dijeron firmemente que seguirían predicando a Jesucristo para que el pueblo de Israel dejara de pecar y Dios los perdonara. Un maestro de la Ley llamado Gamaliel les dijo a los lideres religiosos: Si lo que hacen estos hombres lo planearon ellos mismos, se desvanecerá; pero si es un plan de Dios, nada ni nadie podrá detenerlos. Nada pudo ser más sabio al momento, ni ahora, que esas palabras; hasta el día de hoy nada ha podido detenernos; ni podrá hacerlo jamás. cada día había más y más discípulos de Jesús, por lo que comenzaron a complicarse un poco las labores de los apóstoles en cuanto a atención primaria de todos y en la distribución de los alimentos. De manera que, convocaron a una reunión para que todos juntos pudiesen escoger a siete hombres muy respetados, llenos de sabiduría y del Espíritu de Dios, para que se ocuparan de estas funciones. De este modo, los apóstoles se dedicarían exclusivamente a la oración y a enseñar la Palabra. Uno de los diáconos escogidos fue Esteban, un hombre lleno de la gracia y del poder de Dios, que hacía señales y milagros asombrosos entre la gente. Un día, unos judíos se levantaron contra Esteban, y persuadieron a unos hombres para que levantaran falso testimonio en su contra. Estos hombres dijeron que Esteban había blasfemado contra Moisés e incluso contra Dios; lo que provocó a todos los maestros y lideres religiosos, quienes arrestaron a Esteban. Estando Esteban frente a la junta suprema se defendió utilizando solamente la Palabra de Dios, desde el llamado que Dios le había hecho a Abraham hasta el tiempo del reinado de David. Fue allí donde les dijo que su terquedad no los dejaba entender el mensaje de Dios, y que siempre habían despreciado al Espíritu Santo. Todos los profetas que habían anunciado la venida del Mesías habían sido maltratados, y luego, cuando Jesús finalmente llegó, lo mataron. Por eso les dijo Esteban que todos eran unos desobedientes. Los lideres de la junta se enfurecieron contra Esteban, pero como Esteban tenía el poder del Espíritu Santo, miró al cielo y vio a Dios en todo su poder. Allí les dijo: Veo el cielo abierto, y veo también a Jesús, el Hijo del hombre, de pie en el lugar de honor. Luego todos juntos atacaron a Esteban, lo arrastraron fuera de la ciudad, y empezaron a apedrearlo. Mientras le tiraban piedras, Esteban oraba así: Señor Jesús, recíbeme en el cielo. Luego cayó de rodillas y gritó con todas sus fuerzas: Señor, no los castigues por este pecado que cometen conmigo. Y con estas palabras en sus labios, murió. Marcando el inicio del martirio en la Iglesia primitiva. 


La Biblia en un año #Dia306

Hechos 1-4

Hoy empezaremos a leer Hechos de los Apóstoles, un libro que me gusta mucho, pues, en este tiempo, los seguidores de Jesucristo recibirían la promesa del Espíritu Santo hecha por Jesús, y con su llegada, empezarían su invaluable obra como precursores del Evangelio de Dios en todo el mundo. Sé que de toda esta obra apostólica y del levantamiento de la Iglesia primitiva del Señor recibiré grandes bendiciones. Ya había dicho que AMO las Iglesias, así que este libro es el mío jaja.. El autor de este libro se desconoce, sin embargo, se presume que es el mismo que escribió el Evangelio de Lucas, ya que ambos están dirigidos a un mismo personaje: Teófilo; al cual, el autor le habla de las cosas enseñó de Jesucristo en su primer texto. Durante los cuarenta días después de que sufrió y murió, Cristo se apareció varias veces a los apóstoles y les demostró con muchas pruebas convincentes que él realmente estaba vivo, y les habló del reino de Dios. Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó que no se fueran de Jerusalén hasta que el Padre les enviara el regalo que les había prometido, esto es, el Espíritu Santo. Jesús les dijo que recibirían poder cuando el Espíritu Santo hubiese descendido sobre ellos, y serían testigos de Él en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra. Después de que Jesús les dijo eso, fue levantado en una nube mientras ellos observaban, hasta que ya no pudieron verlo. Durante aquellos días, cuando aproximadamente ciento veinte creyentes estaban juntos en un mismo lugar y Pedro comenzó a predicar, les dijo que debían escoger un sucesor para Judas Iscariote. Los candidatos presentados para ocupar el puesto de Judas fueron José Barsabás y Matías, luego los apóstoles oraron a Dios, hicieron un sorteo y Matías resultó elegido. Desde ese día, Matías se agregó al grupo de los apóstoles. El pentecostés, era una festividad judía que se celebraba 150 días después de la Pascua, en que los judíos conmemoraban el día en que Dios les dio la Ley en el monte Sinaí. En el día de esta fiesta, de pronto oyeron un ruido muy fuerte que venía del cielo; parecía el estruendo de una tormenta, y retumbó por todo el salón. Luego vieron que algo parecido a llamas de fuego que se colocaban sobre cada uno de ellos. Fue así como el Espíritu Santo los llenó de poder a todos ellos, y enseguida empezaron a hablar en otros idiomas. Cada uno hablaba según lo que el Espíritu Santo le indicaba, y habiendo muchas personas de diferentes naciones congregadas allí, las cuales tenían diferentes lenguas, podían entender claramente lo que los apóstoles decían mientras hablaban.

Algunos escuchaban a los apóstoles con mucha atención y asombro, pero otros se burlaban y decían que seguramente estaban borrachos. Fue en ese momento cuando Pedro con voz fuerte dio su poderoso mensaje acerca de Jesucristo, en el que todos los evangelistas deberíamos meditar y aún imitar. Pedro habló a los israelitas y a todos los habitantes de Jerusalén, citando las Escrituras y declarando las profecías cumplidas de parte de Dios. Enseguida empezó a hablar de Jesús, y para mi, su alocución fue sencillamente magistral, ciertamente estaba lleno del Espíritu de Dios. Pedro les dijo a los judíos, que debían reconocer de una vez por todas, que a ese Jesús que ellos mismos habían matado en una cruz, Dios le dio poder y autoridad sobre toda la humanidad; y que debían pedir perdón a Dios, volver a obedecerlo, y dejar que ellos los bautizaran en el nombre de Jesucristo. Así Dios los perdonaría y les daría el Espíritu Santo, pues esa promesa era para ellos y para sus hijos, y para todos los que Dios quiera salvar en otras partes del mundo. Pedro siguió hablando a la gente con mucho entusiasmo, y ese día, unas tres mil personas creyeron en su mensaje. Tan pronto como los apóstoles los bautizaron, todas esas personas se unieron al grupo de los seguidores de Jesús y decidieron vivir como una gran familia. Y cada día los apóstoles compartían con ellos las enseñanzas acerca de Dios y de Jesús, y también celebraban la Cena del Señor y oraban juntos. Cada día el Señor hacía que muchos creyeran en él y se salvaran, de ese modo, el grupo de sus seguidores se iba haciendo cada vez más grande. Amo estos milagros de salvación, los amo, los amo. Después de este episodio, Pedro pudo sanar en el nombre de Jesús, a un cojo de nacimiento que se sentaba en una de las puertas del Templo a pedir limosna; el cual entró en el Templo acompañado de Pedro y Juan, caminando, saltando y dando Gloria a Dios. Al ver esto, la gente los rodeó, y Pedro siguió predicando con más fuerza; diciendo que no habían sido ellos los que habían sanado a aquel hombre, sino que ellos confiaban en el gran poder de Jesucristo, el Mesías, y esa confianza era la que daba sanidad. Pedro no perdía oportunidad para hablarle a los israelitas de Jesús, el único que podía perdonarlos y darles vida eterna. De esta manera, los exhortaba a volverse a Dios y a creer en el Salvador del mundo. Las palabras de Pedro y de los demás apóstoles eran sencillamente gloriosas, hablaban con la llenura que solo tiene alguien que vive la presencia de Dios; no obstante, los sacerdotes y lideres del Templo se molestaron hasta el punto de encarcelarlos. Esto no debería sorprendernos, hablamos de las mismas personas que asesinaron a Jesús. Aún así, sin importar las contradicciones, persecuciones y oposiciones, muchos eran los que creían en Jesús a través del mensaje de los apóstoles, tanto que el día de la sanación de aquel mendigo, el número de los convertidos a Jesús alcanzó las cinco mil personas. Los jefes de la Junta Suprema les advirtieron a los apóstoles que tenían que dejar de hablar de Jesús, pero ellos rechazaron esta advertencia y dijeron que jamás dejarían de hablar de lo que habían visto y oído. Cuando fueron puestos en libertad, se reunieron y clamaron a Dios para que los ayudara a hablar de Él sin temor frente a toda la gente, y le pidieron que siguiera dándoles poder para sanar a los enfermos, y para hacer milagros y señales maravillosas. Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos, y todos ellos quedaron llenos del Espíritu Santo. A partir de ese momento, todos siguieron predicando sin temor acerca de Jesús.





sábado, 19 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia305

        Juan 18-21
En la lectura anterior fuimos testigos de una serie de anuncios y también de enseñanzas claves de parte de Jesús a sus discípulos, no solo a los doce, sino también a todos los que hemos creído y declarado que Él es el Cristo, nuestro Señor y nuestro Salvador. Las palabras descritas en esos capítulos siempre habían significado algo muy especial e importante para mi, pues era Jesús quien las decía, especialmente las descritas en Juan 15, uno de mis capítulos favoritos en toda la Palabra, pero después de este día, cobraron un nuevo sentido. Luego de estas desafiantes, alentadoras, confortantes, y amorosas palabras del Señor para su circulo más cercano, se enfrenta inevitablemente a su traición y posterior arresto. Cuando los soldados y los guardias romanos llegaron a su encuentro preguntando por Jesús, Él, sin miedo dijo: Yo soy, yo soy a quien buscan.  Lo hizo para que se cumplieran sus propias palabras: No perdí ni a uno solo de los que me diste. En protección de sus discípulos. Así que los soldados, el oficial que los comandaba y los guardias del templo arrestaron a Jesús y lo ataron. Luego lo llevaron ante el Sumo Sacerdote, quien dijo: Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo. Pues esto ya se lo había revelado el Espíritu de Dios. Simón Pedro y otro discípulo siguieron a Jesús. Allí una mujer le preguntó a Pedro si era discípulo de Jesús, y Pedro le dijo que no lo era. Luego, los sirvientes de la casa del Sumo Sacerdote y los guardias volvieron a preguntarle a Pedro si era seguidor de Jesús, Pedro contestó que no nuevamente. Otro de los esclavos que estaba allí le dijo que lo había visto a él con Jesús y Pedro nuevamente negó haber estado con el maestro. Después de esto, el gallo cantó. Tal y como lo había predicho Jesús. El juicio de Jesús ante Caifás terminó cerca del amanecer, luego lo llevaron ante la residencia oficial de Pilato, el gobernador romano, pues solo los romanos tenían derecho de ejecutar a una persona, y eso era lo que los judíos buscaban con Jesús. Luego de dialogar con Jesús, Pilato reconoció que no existían cargos para condenarlo, sin embargo, se refirió a la multitud para preguntar si querían que lo dejaran en libertad, porque era era lo que se acostumbraba cada año con un preso en época de la Pascua. Pero la gente prefirió poner en libertad a un criminal en vez de Jesús. los principales sacerdotes y los guardias del templo comenzaron a gritar: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Y dijeron que de acuerdo a la Ley judía debía morir pues afirmaba ser el hijo de Dios. Pilato siguió interrogando a Jesús, y según leo, puedo inferir que quizás su intención primordial era que Jesús se defendiera para él ponerlo en libertad, pero si Jesús hubiese hecho eso, no se habría cumplido la Palabra de Dios y su plan de salvación para el mundo, por lo cual, se mantuvo callado y finalmente fue sentenciado a muerte. 

Así que se llevaron a Jesús. Él, cargando su propia cruz, fue al sitio llamado Lugar de la Calavera, allí lo clavaron en la cruz. También crucificaron a otros dos con él, uno a cada lado, y a Jesús, en medio. Y Pilato colocó un letrero sobre la cruz, que decía: Jesús de Nazaret, el Rey de los judíos. Una vez que los soldados terminaron de crucificarlo, lanzaron dados y se repartieron su vestimenta. Estaban de pie junto a la cruz la madre de Jesús, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre al lado de Juan, el discípulo que él amaba, le dijo: Madre, ahí tienes a tu hijo; y al discípulo le dijo: Ahí tienes a tu madre. Y, a partir de entonces, ese discípulo la llevó a vivir a su casa. Jesús sabía que su misión ya había terminado y luego dijo que tenía sed, le dieron a beber un vino agrio, y después de probarlo, inclinó la cabeza y entregó su espíritu. Era el día de preparación, y los líderes judíos no querían que los cuerpos permanecieran allí colgados el día siguiente, que era el día de descanso y uno muy especial, porque era la Pascua. Entonces le pidieron a Pilato que mandara a quebrarles las piernas a los crucificados para apresurarles la muerte, así podrían bajar los cuerpos. Eso hicieron con los dos crucificados que estaban con Jesús, pero al llegar a Él, se dieron cuenta de que ya había muerto, por lo que no tuvieron que quebrarlo. Sin embargo, uno de los soldados lo atravesó con su lanza y de inmediato salió sangre y agua. Esas cosas sucedieron para que se cumplieran las Escrituras que dicen: Ni uno de sus huesos será quebrado; y: Mirarán al que atravesaron. Más tarde, José de Arimatea, quien había sido un discípulo secreto de Jesús, por temor a los líderes judíos, pidió permiso a Pilato para bajar el cuerpo de Jesús. Pilato le concedió el permiso y José se llevó el cuerpo, y llevó consigo unos treinta y tres kilos de ungüento perfumado, una mezcla de mirra y áloe; pues de acuerdo con la costumbre de los entierros judíos, el cuerpo debía ser untado con las especias y envuelto en largos lienzos de lino. Y fue llevado a una tumba nueva cerca del lugar de la crucifixión. El domingo por la mañana temprano, mientras aún estaba oscuro, María Magdalena llegó a la tumba y vio que habían rodado la piedra de la entrada y vio que el cuerpo de Jesús no estaba allí. María se puso a llorar junto al sepulcro, y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, Los ángeles le preguntaron porque lloraba, y ella dijo que era porque no sabía donde estaba el cuerpo del Señor. Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él. Luego Jesús le dijo: ¡Maria! y ella le dijo: Rabí, que significa maestro. Jesús le dijo que no lo retuviera, porque iba a reunirse con su padre; pero que fuera y le contara eso a sus discípulos. María fue y les contó todo lo que había visto y todo lo que el Señor les había dicho. Al llegar la noche de aquel mismo día, el Señor se apareció a sus discípulos y sopló en ellos y les dio a recibir el Espíritu Santo. Tomás, uno de sus discípulos, no creyó sino hasta que metió su mano en las llagas de Jesús; entonces reconoció que todo lo que había pasado era verdad. El Señor lo reprendió pues creyó porque vio, mas dichosos los que creemos aún sin haber visto. Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que todo el que las lea crea que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengamos vida por medio de él. Jesús hizo muchas otras cosas; tantas que, si se escribieran una por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse. Las palabras no alcanzan para describir la persona y la obra del gran y todopoderoso hijo de Dios. 

La Biblia en un año #Dia304

                                          Juan 13-17

La lectura de hoy es un poco larga, pero es necesaria en miras de comprender el panorama general de lo que Jesús quería comunicar. En estas escenas anteriores a la muerte de Jesús, Él da una serie de mensajes y enseñanzas muy importantes a sus discípulos, empezando por mostrar el gran modelo de humildad que los enseñó y nos enseña, que la grandeza de todo líder, nace de su don de servicio. Antes de la celebración de la Pascua, a la hora de cenar, el diablo ya había incitado a Judas para que traicionara a Jesús. Entonces, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Jesús luego les dijo a los discípulos, que así como Él había lavado sus pies, ellos debían lavárselos los unos a los otros; pues los esclavos no son superiores a su amo ni el mensajero es más importante que quien envía el mensaje. Si sus discípulos aprendían a considerar a cada uno de sus semejantes como superiores a si mismos, y mantenían una clara posición de humildad, Dios iba a bendecirlos. Jesús les dijo: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos. El Señor les refirió nuevamente que camino los llevaría a todos hasta al Padre, y Tomás, diciendo que no tenían ni idea a donde iba Jesús, le preguntó como iban entonces a conocer el camino. El Señor le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí. Después de esto, Jesús hizo la mas grande y maravillosa promesa: Les dejaría otro compañero que estaría para siempre con ellos, el Espíritu Santo, quien los guiaría a toda verdad. No somos hijos huérfanos, pues la manifestación gloriosa de nuestro Padre se hace patente por medio de su Espíritu Santo en nuestras vidas, y de esta manera, nunca estamos solos. Cuando ya el mundo no pudiera ver más a Jesús, Él volvería a sus discípulos y se manifestaría en la persona del Espíritu de Dios, de este modo, Jesús volvería a vivir, estaría en el Padre y nosotros en Él, y Él en nosotros. No estando Jesús, el Espíritu Santo toma su lugar como nuestro defensor y nuestro maestro, y además, nos recuerda todas las cosas que ya Jesús nos ha dicho. Jesucristo, habló a sus discípulos acerca de la relación intima y de dependencia que todo seguidor suyo debe tener con Él, y al explicarles magistralmente a cada discípulo su identidad con el Padre, también les dejó claro la identidad que ellos debían tener con Él para finalmente ser uno solo con Dios. no es difícil, Él es la vid y el Padre es quien la cultiva; si una de sus ramas (nosotros) no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, los discípulos de Jesús no podían dar frutos, si no permanecían en Jesús, así no estuvieran ya físicamente con Él. Cuando producimos mucho fruto, demostramos que somos verdaderos discípulos de Jesús, y eso finalmente le da mucha gloria al Padre Celestial. 

Jesús amaba mucho a sus discípulos, tanto como Dios mismo lo amaba a Él, por eso les dijo que no había amor más grande que el dar la vida por los amigos, y ellos eran los suyos. En este sentido, les dijo también, que debían amarse de la misma manera en la que Él los había amado, y que al obedecer sus mandamientos, permanecerían en su amor. De igual forma el Señor les habló acerca del rechazo que recibirían por ser sus seguidores, pues si lo habían rechazado a Él, ellos no sería la excepción. Si persiguieron a Jesús, sus discípulos no serían nada menos que despreciados; pero así como algunos también lo escucharon y creyeron en Él, también los recibirían a ellos. A Jesús, siendo el Señor y Salvador, lo odiaron sin motivo porque no era de este mundo, así que si el mundo nos rechaza, más bien deberíamos alegrarnos, eso quiere decir que nos parecemos más a nuestro Dios. De igual forma, ante cualquier repudio que pudieran sentir, tendrían al Espíritu Santo, el cual vendría del Padre precisamente para ser su consuelo, su compañía y también su defensor. ¿Que importa perder el mundo entero si ganas la presencia de su Creador? Todas estas cosas que Jesús decía, unas más fáciles de digerir que otras, eran precisamente para que sus escogidos no abandonaran la fe que habían profesado. Aunque los discípulos más bien se entristecían por la partida de Jesús, Él insistía en que su ausencia sería llena con la presencia del Espíritu de Dios, y que su llegada era determinante para convencer al mundo de pecado, de la justicia de Dios y del juicio que vendría. Eran tan imponentes y desafiantes las palabras de Jesús, que Él mismo les dijo que aunque le quedara mucho más por decirles, ellos no iban a poder soportarlo; pero al llegar el maravilloso Espíritu de Dios, él los guiaría a toda verdad. Él no hablaría por su propia cuenta, sino que les diría lo que había oído y les contaría lo que sucedería en el futuro; su propósito inmediato sería glorificar el nombre de Jesús, porque compartiría con sus discípulos todo lo que recibiere de Él. Que maravilloso regalo, ¿Verdad? Ciertamente con la guía y presencia del Espíritu Santo podemos soportarlo todo y también vencer en todo. Durante el tiempo que Jesucristo se marchara, los discípulos se lamentarían, llorarían y sufrirían, pero ese día, cuando volvamos todos a verlo, toda su angustia se transformaría en una hermosa alegría. Él dijo todas esas cosas para que en Él ellos tuviesen paz. En el mundo tendrían muchas pruebas y tristezas, pero con el ánimo y el gozo del poderoso Dios, el vencedor del mundo. Después de decir todas esas cosas, Jesús miró al cielo, oró a Dios y le pidió que lo llevara a la Gloria que habían compartido antes de que Él viniese al mundo. Le pidió que cuidara a sus discípulos así como Él los había cuidado desde el día que el mismo Dios los entregó a Él. Y no solo pidió por ellos, sino por todos los que creerían en su nombre por el mensaje y la obra que ellos harían. Mientras Jesús estuvo con ellos en este mundo, les dijo muchas cosas para que estuvieran llenos de alegría y les dio su palabra. El mundo los despreció porque ellos no pertenecían al mundo, así como Jesús tampoco perteneció a el; pero Jesús no le pedía a Dios que los quitara del mundo, sino que los protegiera de los ataques del maligno; le pidió que los hiciera santos con su verdad, que les enseñara su palabra, la cual es verdad. Jesús se entregó por ellos y por todos nosotros como un sacrificio santo, para que la verdad de Dios permaneciera y también pudiera hacerlos santos. De verdad Jesús, eres incomparable. Gracias por tanto.