viernes, 12 de mayo de 2017

¿Qué pasa si te desalientas?

El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Isaías 40:29


El profeta Isaías comunicó un importante mensaje acerca de la fatiga, el cansancio, y la debilidad no solamente física, sino también emocional. Si bien es cierto que el poder sobrenatural de Dios actúa en sus hijos de formas extraordinarias, no es menos cierto que Él reconoce que somos polvo y que muchas veces, podemos desmayar en algunos intentos. Perder el aliento, no está necesariamente relacionado con perder la fe, aunque esta realidad casi siempre pueda presentarse como una encrucijada para muchos creyentes. ¿Cuántas veces no te has recriminado tú por sentirte cansado de alguna batalla? Hasta el punto de verte a ti mismo en el banco de los acusados frente a Dios, cuando lo cierto es que, su papel nunca será el de inculparte o condenarte. Parada firmemente en esta palabra de Dios, puedo entender que mi cuerpo y mi alma no son infalibles ante el desanimo, al contrario, mi espíritu siempre contenderá con mi carne en miras de seguir caminando en fe. Como hijos de Dios podemos seguir creyendo de manera incondicional en su verdad, aunque muchas veces nos agotemos en el proceso. Pareciera ser una incoherencia, pero repito, no lo es. La vida terrenal se presenta como una lucha diaria, y es precisamente allí, donde debemos combatir cuerpo a cuerpo para poder reponernos y lograr los propósitos que Dios ya ha establecido de antemano para nosotros. La mejor parte, es que esta no es una lucha que podamos ganar con nuestros propios recursos, o por nuestros propios medios, sino que el mismo Dios se presenta como el garante de nuestra fortaleza física, emocional y espiritual. El Señor no nos acusa en nuestros momentos de debilidad, de flaqueza, incluso, cuando nos agota el dolor o la dureza de algunas pruebas; Él nos entiende, y además, promete renovar nuestro aliento para que podamos permanecer en pie. No te reproches si has sentido que el ánimo se te desvanece y que las fuerzas de algún modo disminuyen, recuerda que hasta los más jóvenes se debilitan y se cansan, muchos de ellos pueden caer exhaustos; sin embargo, nuestra confianza en Dios nos permite encontrar nuevas fuerzas, y alzar un vuelo alto como con alas de águilas; esto es, un nuevo empuje sobrenatural, un nuevo impulso, una recarga de energía para poder combatir la fatiga y la debilidad, y para encarar todos los múltiples desafíos que debamos vivir. Sigue adelante. 

¡Esfuérzate!




miércoles, 3 de mayo de 2017

Ser y hacer

Hermanos en Cristo, ¿De qué sirve que algunos de ustedes digan que son fieles a Dios, si no hacen nada bueno para demostrarlo? Santiago 2:14

Para Dios, hay que ser y hacer: Ser lo que Él quiere que seas y hacer lo que Él quiere que hagas; sin reparos, sin limitaciones y sin contradicciones. Una vez que nos convertimos a Cristo de todo nuestro corazón, pasamos a adoptar un nuevo estilo de vida, en el cual ya no vivimos por nosotros mismos, sino a través de la presencia de Dios, y lo que vivimos en la carne, lo vivimos en nuestra fe en Jesús. Ese nuevo estilo de vida, viene acompañado de un principio de renuncia, en el cual, todas nuestras intenciones deben estar motivadas por la voluntad de Dios. En este sentido, nuestra identidad debe ser renovada y transformada por medio de su Espíritu Santo, en miras de poder convertirnos en uno con Él. Uno en esencia, uno en naturaleza, uno en verdad. Una vez que nos entregamos a Jesús, nos volvemos de su pertenencia, y debemos andar como Él anduvo, esto es, sometiendo nuestra voluntad, a la voluntad del Padre Celestial. La misma que debe hacerse patente en todas las áreas de nuestras vidas con el propósito de ser vasos de honra para Gloria suya. No basta con decir que somos de Él, debemos hacernos de Él. Y someter todas nuestras inclinaciones al producto de sus intenciones. Lo justo no sería sólo pertenecer a Él sin demostrar nuestra fe, pues eso la haría inútil e inservible; y tampoco lo sería el convertirnos en sólo hacedores de su obra, sin vivir en intimo la unidad de su Espíritu con el nuestro. Nuestra vida nueva en Cristo es un todo indivisible, y ambas expresiones de nuestra naturaleza redimida, deben acompañarse entre sí en un modo de entrega total. Esa será la verdadera manifestación de la esperanza que profesamos, firme y sin vacilar.

¡Entrégate!