miércoles, 16 de julio de 2014

¿A quién iremos?


La Biblia nos reseña que durante el ministerio de Jesús mucha gente comenzó a seguirle al ver que realizaba grandes y portentosas obras y milagros; después de la multiplicación de los panes y los peces, donde Jesús alimento a una multitud de cinco mil, la gente buscaba aún más al Señor, sin embargo, el afirmaba que no lo buscaban porque habían visto sus milagros y creído en su poder sino porque habían comido el pan y habían sido saciados. (Juan 6:26).
La gente, como siempre ávida por una respuesta, seguía diciendo a Jesús que les mostrase el camino que debían seguir y que les proporcionara evidencia de porque debían creer en EL, pero Jesús insistía en que aunque ellos lo veían y eran testigos de sus obras no creían. Jesucristo afirmaba ser el pan de vida, como el que había descendido del cielo y había alimentado a los israelitas en el desierto, y que si comían de EL no iban a tener hambre jamás; sin embargo la gente que le buscaba no creía que EL fuese ese pan que descendió del cielo y daba vida al mundo por lo que murmuraban diciendo que siendo Jesús hijo de José y María no podía haber descendido del cielo como el pan de vida.
El hecho es que aunque el Señor Jesús mostraba amplias señales y manifestaciones de su poder y de ser el verdadero hijo de Dios, muchos, en medio de su incredulidad terminaron rechazándolo, como aún hoy en día mucha gente decide muy imperiosamente no creer en EL.  Jesucristo mismo sostenía que EL era el pan vivo que había descendido del cielo y que si alguno comiere de EL viviría para siempre, porque ese pan era su carne, la cual iba a dar por la vida del mundo. Los judíos seguían lidiando entre sí con las afirmaciones de Jesús pues no entendían como podía el darles de comer su carne, pero Jesús con total y absoluta seguridad de saber quién era y quien lo había enviado, sostenía que solo en EL podía estar la vida eterna.
Los discípulos ante las fuertes palabras del Señor consideraban que lo que él decía era demasiado duro de oír, pero Jesucristo sabiendo desde el principio quienes creían y los que no, al ver que muchos se volvían atrás, les dijo a los doce que si ellos querían marcharse y no seguir con el podían hacerlo, sin embargo, hubo una respuesta que aún sigue siendo contundentemente hermosa y llena de amor: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” (Simón Pedro; Juan 6:68-69).
Muchos habían sido los testigos oculares de que Jesucristo era el verdadero hijo de Dios, el mesías, multitudes vieron de cerca su gran poder, pero solo pocos fueron los que decidieron creer en el nombre sobre todo nombre. Hoy, muchos somos los que vemos día a día la manifestación de Cristo Jesús, vemos la clara evidencia de que Jesús sigue vivo, sanando, restaurando y salvando; pero pocos son los que pueden decir que no hay otro lugar donde ir, que solo en EL podemos encontrar vida abundante y con propósito. Aun en la actualidad muchos quieren llegar al conocimiento de Dios y entender cómo se puede experimentar una relación con el Padre, pero no todos desean tomar el ejemplo de los discípulos y reconocer que solo Jesucristo es la revelación gloriosa del amor de Dios para el mundo, que solo Jesús es el pan verdadero enviado del cielo con el que no se vuelve a tener hambre jamás, El y solo Él es el representante del Dios viviente para dar vida eterna y resurrección en el día postrero; y todo aquel que haya oído al Padre Celestial y haya aprendido de EL, va hasta Jesús.  (Juan 6:45).
Jesucristo es el pan de vida y todo aquel que lo come vive para siempre, pues el que cree en EL tiene vida eterna, dejar de ser solo llamados para entrar al grupo de los escogidos es nuestra absoluta decisión, no seguir trabajando por la comida que perece sino por la que a vida eterna permanece, solo al seguir a Jesús podemos recibir la palabra que perdura para siempre, solo al escuchar lo que EL tiene que decirnos es cuando podemos recibir la reconciliación inconmovible con el único Dios vivo; seguir el camino que nos muestra Jesús es ir en dirección hacia el reino celestial.