La
Biblia nos reseña que durante el ministerio de Jesús mucha gente comenzó a
seguirle al ver que realizaba grandes y portentosas obras y milagros; después
de la multiplicación de los panes y los peces, donde Jesús alimento a una
multitud de cinco mil, la gente buscaba aún más al Señor, sin embargo, el
afirmaba que no lo buscaban porque habían visto sus milagros y creído en su
poder sino porque habían comido el pan y habían sido saciados. (Juan 6:26).
La
gente, como siempre ávida por una respuesta, seguía diciendo a Jesús que les
mostrase el camino que debían seguir y que les proporcionara evidencia de
porque debían creer en EL, pero Jesús insistía en que aunque ellos lo veían y
eran testigos de sus obras no creían. Jesucristo afirmaba ser el pan de vida,
como el que había descendido del cielo y había alimentado a los israelitas en
el desierto, y que si comían de EL no iban a tener hambre jamás; sin embargo la
gente que le buscaba no creía que EL fuese ese pan que descendió del cielo y
daba vida al mundo por lo que murmuraban diciendo que siendo Jesús hijo de José
y María no podía haber descendido del cielo como el pan de vida.
El
hecho es que aunque el Señor Jesús mostraba amplias señales y manifestaciones
de su poder y de ser el verdadero hijo de Dios, muchos, en medio de su
incredulidad terminaron rechazándolo, como aún hoy en día mucha gente decide
muy imperiosamente no creer en EL. Jesucristo
mismo sostenía que EL era el pan vivo que había descendido del cielo y que si
alguno comiere de EL viviría para siempre, porque ese pan era su carne, la cual
iba a dar por la vida del mundo. Los judíos seguían lidiando entre sí con las
afirmaciones de Jesús pues no entendían como podía el darles de comer su carne,
pero Jesús con total y absoluta seguridad de saber quién era y quien lo había
enviado, sostenía que solo en EL podía estar la vida eterna.
Los
discípulos ante las fuertes palabras del Señor consideraban que lo que él decía
era demasiado duro de oír, pero Jesucristo sabiendo desde el principio quienes
creían y los que no, al ver que muchos se volvían atrás, les dijo a los doce
que si ellos querían marcharse y no seguir con el podían hacerlo, sin embargo,
hubo una respuesta que aún sigue siendo contundentemente hermosa y llena de
amor: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros
hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”
(Simón Pedro; Juan 6:68-69).
Muchos
habían sido los testigos oculares de que Jesucristo era el verdadero hijo de
Dios, el mesías, multitudes vieron de cerca su gran poder, pero solo pocos
fueron los que decidieron creer en el nombre sobre todo nombre. Hoy, muchos
somos los que vemos día a día la manifestación de Cristo Jesús, vemos la clara
evidencia de que Jesús sigue vivo, sanando, restaurando y salvando; pero pocos
son los que pueden decir que no hay otro lugar donde ir, que solo en EL podemos
encontrar vida abundante y con propósito. Aun en la actualidad muchos quieren
llegar al conocimiento de Dios y entender cómo se puede experimentar una
relación con el Padre, pero no todos desean tomar el ejemplo de los discípulos
y reconocer que solo Jesucristo es la revelación gloriosa del amor de Dios para
el mundo, que solo Jesús es el pan verdadero enviado del cielo con el que no se
vuelve a tener hambre jamás, El y solo Él es el representante del Dios viviente
para dar vida eterna y resurrección en el día postrero; y todo aquel que haya oído al Padre Celestial y haya aprendido de EL, va
hasta Jesús. (Juan 6:45).
Jesucristo
es el pan de vida y todo aquel que lo come vive para siempre, pues el que cree
en EL tiene vida eterna, dejar de ser solo llamados para entrar al grupo de los
escogidos es nuestra absoluta decisión, no seguir trabajando por la comida que
perece sino por la que a vida eterna permanece, solo al seguir a Jesús podemos
recibir la palabra que perdura para siempre, solo al escuchar lo que EL tiene
que decirnos es cuando podemos recibir la reconciliación inconmovible con el único
Dios vivo; seguir el camino que nos muestra Jesús es ir en dirección hacia el
reino celestial.