Suena paradójico establecer
que una persona que ha decidido creer en Jesús pueda experimentar algún tipo de
sufrimiento, como si pensáramos que al empezar a vivir en fe, fuesen a terminar
todos los desafíos de la vida; cuando lo cierto es que, el mismo Jesucristo
emplazó a sus discípulos con la realidad de que las aflicciones,
invariablemente iban a llegar. No podemos vivir un evangelio sin dolor, ya que
el mismo tiene en el creyente una misión especial. En el libro de Génesis,
desde el inicio de la creación, encontramos la sentencia dada por Dios al
hombre y a la mujer, de los lamentos que sufrirían a causa de su desobediencia;
y en el libro de Apocalipsis, observamos el fin de esa sentencia, cuando todo
aquel que ha sido reconciliado con Dios a través de Cristo, viva para siempre
al lado del Señor en las mansiones celestiales. El sufrimiento puede
presentarse de diversas formas en el ser humano: Ante la privación de algún
bien, cuando debe sostener algún dolor, o al tener que recibir con resignación
algún daño causado; en fin, el sufrimiento es una experiencia universal, pues
todas las personas lo hemos soportado en alguna oportunidad. Cuando Dios
permite que atravesemos experiencias difíciles o desagradables, es para cumplir
su propósito en nuestras vidas, pues a través del sufrimiento, es probada
nuestra fe. Prueba que es necesaria, al menos por un poco de tiempo, para que
nuestra fe sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo (1° Pedro 1:6-7). De modo que, si somo afligidos, debemos mantener
la certeza y la confianza en sus promesas aun ante las circunstancias más
adversas.
Las tribulaciones revelan
nuestra fidelidad a Dios; y muestran como podemos permanecer firmes ante Él no
solo en los buenos tiempos, sino en aquellos donde sufrimos angustias y
penalidades. Esto nos permite ser usados por Dios, y nos capacita para predicar
y ministrar a otros en tiempos de aflicción, por medio de la consolación con
que nosotros somos consolados por Dios en todas nuestras tribulaciones. No
permitas que la preocupación te abrume en las temporadas difíciles, pues la
fidelidad de Dios no te permitirá ser probado más allá de lo que puedas
resistir, y juntamente con esa prueba, te dará la salida para que puedas
resistir. Nuestro Dios tiene pensamientos de paz y no de mal para nosotros,
para darnos futuro y esperanza; en sus manos están nuestros tiempos, y el
objetivo de las tribulaciones leves y momentáneas que atravesemos serán siempre
para mostrar su Gloria y su Poder. Lo que si debemos hacer ante las pruebas, es
no dejar menguar nuestro gozo, y agradecer a Dios por lo que hará manifiesto
durante el proceso y cuando finalmente termine, pues si sufrimos con Él,
también reinaremos con Él. Aunque pueda ser cuesta arriba, debemos permanecer
siempre gozosos en las circunstancias dolorosas, entendiendo que mediante
ellas, el Señor va a fortalecernos aún más como discípulos suyos, que va a
cumplir su propósito en nuestras vidas y que jamás va a desamparar la obra de
sus manos.
Marisol Parra