sábado, 28 de junio de 2014

El sufrimiento y el creyente

Suena paradójico establecer que una persona que ha decidido creer en Jesús pueda experimentar algún tipo de sufrimiento, como si pensáramos que al empezar a vivir en fe, fuesen a terminar todos los desafíos de la vida; cuando lo cierto es que, el mismo Jesucristo emplazó a sus discípulos con la realidad de que las aflicciones, invariablemente iban a llegar. No podemos vivir un evangelio sin dolor, ya que el mismo tiene en el creyente una misión especial. En el libro de Génesis, desde el inicio de la creación, encontramos la sentencia dada por Dios al hombre y a la mujer, de los lamentos que sufrirían a causa de su desobediencia; y en el libro de Apocalipsis, observamos el fin de esa sentencia, cuando todo aquel que ha sido reconciliado con Dios a través de Cristo, viva para siempre al lado del Señor en las mansiones celestiales. El sufrimiento puede presentarse de diversas formas en el ser humano: Ante la privación de algún bien, cuando debe sostener algún dolor, o al tener que recibir con resignación algún daño causado; en fin, el sufrimiento es una experiencia universal, pues todas las personas lo hemos soportado en alguna oportunidad. Cuando Dios permite que atravesemos experiencias difíciles o desagradables, es para cumplir su propósito en nuestras vidas, pues a través del sufrimiento, es probada nuestra fe. Prueba que es necesaria, al menos por un poco de tiempo, para que nuestra fe sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo (1° Pedro 1:6-7). De modo que, si somo afligidos, debemos mantener la certeza y la confianza en sus promesas aun ante las circunstancias más adversas.

Las tribulaciones revelan nuestra fidelidad a Dios; y muestran como podemos permanecer firmes ante Él no solo en los buenos tiempos, sino en aquellos donde sufrimos angustias y penalidades. Esto nos permite ser usados por Dios, y nos capacita para predicar y ministrar a otros en tiempos de aflicción, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios en todas nuestras tribulaciones. No permitas que la preocupación te abrume en las temporadas difíciles, pues la fidelidad de Dios no te permitirá ser probado más allá de lo que puedas resistir, y juntamente con esa prueba, te dará la salida para que puedas resistir. Nuestro Dios tiene pensamientos de paz y no de mal para nosotros, para darnos futuro y esperanza; en sus manos están nuestros tiempos, y el objetivo de las tribulaciones leves y momentáneas que atravesemos serán siempre para mostrar su Gloria y su Poder. Lo que si debemos hacer ante las pruebas, es no dejar menguar nuestro gozo, y agradecer a Dios por lo que hará manifiesto durante el proceso y cuando finalmente termine, pues si sufrimos con Él, también reinaremos con Él. Aunque pueda ser cuesta arriba, debemos permanecer siempre gozosos en las circunstancias dolorosas, entendiendo que mediante ellas, el Señor va a fortalecernos aún más como discípulos suyos, que va a cumplir su propósito en nuestras vidas y que jamás va a desamparar la obra de sus manos.


Marisol Parra