jueves, 30 de marzo de 2017

Jesús: El camino al Cielo

En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Juan 14:2

La esperanza de un cielo prometido y de un hogar eterno, es una certidumbre que abraza a todo creyente. Nuestra expectación de un futuro divino se hace cada día más fuerte. Lo vemos en cada señal cumplida, en cada Palabra hecha manifiesta y cada vez que comprobamos por nosotros mismos, que este mundo natural, nunca será suficiente. Momentos antes de partir, el Señor Jesús tuvo varios encuentros con sus discípulos, a los que había amado durante su Ministerio en la tierra, y a quienes amaría hasta el final. Jesús de una u otra forma los estaba preparando y fortaleciendo para que asumieran con valentía su ausencia. De este modo, cenó con ellos, lavó sus pies, anunció la traición de Judas, y se señaló a sí mismo como el primero de ellos en abrirse paso hacia la Patria Celestial. El avanzaría hacia el cumplimiento de su promesa: Iré y les prepararé lugar. Cuando anhelamos alcanzar una meta o dirigirnos hacia el descubrimiento de un nuevo espacio en nuestras vidas, y sabemos de alguien que lo ha conseguido antes que nosotros, ese alguien puede convertirse en la persona idónea para conducirnos. Asimismo, Jesús, con su resurrección de los muertos, y su sobrenatural ascensión al trono de Gloria, es la persona totalmente indicada para llevarnos de la mano y sentarnos con Él en los lugares Celestiales. ¿Quién mas puede llevarte a Dios, sino aquel mismo que habita con Él? Cuanto descanso hay en nuestras almas y respiro en nuestro espíritu, al saber que Jesús es el primogénito de muchos hermanos, y que gracias a Él, muy pronto estaremos en la presencia del Padre, disfrutando toda su Gloria. Por ahora, no perdamos el rumbo, sigamos sus pisadas, y estemos atentos a su orientación. Si lo hemos elegido a Él como nuestro guía y Señor, no tendremos necesidad de pedir ninguna otra dirección.

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lunes, 27 de marzo de 2017

La certeza de que Dios nos oye

Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. 1 Juan 5:15 

Quizás una de las cosas más importantes para alguien que está diciendo algo, es ser escuchado. Nada ofende más como que intentes comunicarte con alguien que no te está prestando atención. Eso te hace sentir ignorado, poco valorado, e incluso, rechazado. Esto sucede en las relaciones humanas más frecuentemente de lo que creeríamos, y aunque muchas veces, cuando dejamos de prestar atención a alguien, no lo hagamos de forma intencional, en ocasiones, puede llegar a crear graves conflictos en la comunicación; lo que a su vez, produce el rompimiento o la fractura de algunos vínculos. Una vez que Salomón terminó de edificar y consagrar el Templo del Señor en Jerusalén, Dios le dijo que todo el tiempo estaría atento y escucharía las oraciones que allí se hicieran. Incluso, en medio de los padecimientos que Israel pudiese sufrir a causa de su desobediencia, les dijo, que al humillarse, orar y buscar su rostro, Él escucharía desde los cielos su clamor y los restauraría. El gran transmisor en nuestras sesiones de comunicación con Dios, es el Espíritu Santo, por eso podemos estar seguros de que nada podría alterar el intercambio de nuestros más íntimos pensamientos, ni dañar el vínculo afectivo que hemos creado con Él a través de Cristo Jesús. Ni siquiera nuestra desobediencia podría evitar que el Señor deje de percibir nuestra oración, pues Él, es el único ofendido que siempre está dispuesto a escuchar a su ofensor. De lo contrario, no sería capaz de prolongar sobre nosotros sus misericordias. ¡Dios nos oye! Sus canales y sus códigos están totalmente despejados y claros, por eso, podemos acercarnos confiados al trono de su gracia; donde además de ser oídos, tenemos también asegurada la respuesta. Dios no es como los hombres, Él no deja de prestarnos atención, ni de estar interesado en nuestras necesidades; ninguna de nuestras súplicas pasan desapercibidas delante de su altar, pues Él tiene compromiso de respuesta al clamor de todos sus hijos. 

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martes, 7 de marzo de 2017

Sigue su camino

Porque ¿Quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? Romanos 11:34


Muchas veces no sabemos hacia donde Dios lleva, pero esa no debe ser una razón para no ir; pues si vamos de su mano, jamás nos perderemos. La Palabra de Dios establece que así como son más altos los cielos que la tierra, sus pensamientos son más altos que los nuestros, y sus caminos más altos que nuestros caminos; quiere decir que estamos muy lejos de poder comprender la mente de Dios. El Rey David, quiso construir una casa para el Arca del pacto, un Templo de adoración a Dios; y aunque esto fuese una iniciativa muy hermosa y loable de parte del máximo líder de Israel, Dios le dijo que no sería él quien le construyese ese lugar de adoración sino su hijo Salomón. Dios tenía otros planes para David que él mismo no podía llegar a comprender con su mente humana, pero lo que si pudo hacer, fue creerle a Dios y obedecerle. Rendirse delante de la presencia del Señor y asumir que había sido creado y puesto en ese nivel de autoridad para hacer la voluntad de Dios y no la suya. En ocasiones esto parece ser algo muy difícil de hacer, a veces algunos podrían considerar que Dios está sometiéndonos a la renuncia de nuestros propios sueños, más no es así, porque cuando deseas adorar a tu Padre de forma incondicional, entiendes que tu propósito en esta tierra es dejarte conducir por Él. El mismo David escribió magistralmente: Jehová es mi Pastor; nada me faltará. El sabía que el Dios todopoderoso era el Señor de su vida, y su director; por eso confiaba en que a su lado, permanecería seguro. Las ovejas oyen la voz del Pastor y lo siguen, sin preguntar, sin mirar atrás, sin sugerir un camino diferente, más cómodo o menos largo; simplemente lo siguen, pues ellas saben que si van en dirección hacia él, no se perderán jamás. Nuestro Pastor conforta nuestras almas, y nos guía por sendas de justicia; aunque pasemos por el valle más oscuro, podemos permanecer confiados porque vamos con Él; su vara y su cayado en todo tiempo nos infundirán aliento. No siempre le podremos entender, pero siempre le debemos creer.

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miércoles, 1 de marzo de 2017

Cuando oro

Por lo tanto, por medio de Jesús, ofrezcamos un sacrificio continuo de alabanza a Dios, mediante el cual proclamamos nuestra lealtad a su nombre. Hebreos 13:15


Mis oraciones tienen una sola forma de empezar: Alabando a Jesús. Pueden ser peticiones, agradecimientos, clamores, o ruegos, pero siempre tendrán origen en una apasionada manifestación de amor hacia Dios, mi Salvador. Jesucristo es mi Príncipe, mi bello, mi amor eterno, mi tesoro encontrado, mi vida, mi cielito lindo, mi precioso, el aliento de mi alma y el latido de mi espíritu. Justo así inicio mis mañanas, repaso mis días y concluyo mis noches, entre romance y esperanza. Anhelo poder llenar su trono de alabanza y adoración, no porque pretenda conseguir algo a cambio, o porque así piense que seré más o menos santa, tampoco porque crea que las palabras que use determinarán la efectividad de nuestra relación, sino porque lo amo... Lo amo profundamente, lo amo con amor inalterable, lo amo porque me amó primero, y porque solo Él me ha enseñado a amar de verdad. Como novia adornada con sus joyas, los hijos de Dios vivimos en este mundo vestidos de su Salvación, y envueltos en mantos de justicia, no porque lo merezcamos, sino por su misericordia, por medio del poder de su Espíritu Santo; y esa es la verdadera razón de nuestro gozo y la fuente de nuestra eterna alegría. Nuestro novio pronto volverá por nosotros, y celebraremos finalmente la consagración de nuestro enlace nupcial; pero mientras ese momento no llegue, y este noviazgo continúe, quiero decirle cada día lo que significa para mi: El anhelo de mi corazón y el motivo de mi canción. Jesucristo, mi amado, todo lo que tengo es tuyo. Te pertenezco. Y te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, y con todas mis fuerzas.

¡Alábale!