martes, 6 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia323

1° Corintios 1-6

La Primera epístola a los corintios es un libro del Nuevo Testamento de la Biblia, que fue escrito por Pablo de Tarso a la comunidad cristiana o Iglesia de Corinto. Esta carta fue escrita desde Éfeso cerca del tiempo de la Pascua en el tercer año del viaje de Pablo allí, cuando planeaba visitar Macedonia para más tarde regresar a Corinto. Pablo dio gracias a Dios pues estos hermanos habían sido enriquecidos en toda palabra y en toda ciencia, y en otros abundantes donde espirituales. En ellos fue confirmado el testimonio de Cristo, de manera que nada les faltaba respecto a ningún don, los cuales utilizaban eficazmente mientras esperaban con anhelo el regreso del Señor Jesucristo. Pablo tuvo conocimiento de que existían peleas y disputas entre estos hermanos, pues algunos decían: yo soy seguidor de Pablo, mientras que otros decían ser seguidores de Apolos o de Pedro, y otros decían sencillamente seguir solo a Cristo. Pero Pablo, les pidió que no permitieran bajo ningún concepto que fuese dividida la Iglesia; y que todos fuesen de un mismo parecer, unidos en pensamiento y propósito. Pues el cuerpo de Cristo no debía estar dividido en fracciones, y que ellos debían procurar la armonía en todos los sentidos, así como también se lo había dicho en su oportunidad a los romanos. Desde el tiempo que Pablo envió esta carta, hasta nuestros días, han existido muchas personas sabias, estudiosas y especialistas en debates de este mundo; para esas personas el mensaje de la cruz es una simple tontería, pero los que así piensan, creyendo que son mas sabios, expertos o que tienen todas las respuestas, no se salvarán, pues viven haciendo el mal. Dios es tan sabio que no permitió que la gente de este mundo lo conociera mediante el conocimiento humano. En lugar de eso, decidió salvar a los que creyeran en el mensaje de Jesús, aun cuando este mensaje parezca una tontería. Para creer en ese mensaje, los judíos quieren ver milagros y los griegos quieren oír algo que suene razonable e inteligente; pero nosotros proclamamos que Jesús es el Mesías, y que murió en la cruz para salvarnos de nuestros pecados. Y aunque la gente de este mundo piensa que los que creemos somos tontos y no tenemos importancia, Dios nos eligió, para que los que se creen sabios entiendan que en realidad no saben nada. Dios eligió a los que, desde el punto de vista humano, son débiles, despreciables y de poca importancia, para que los que se creen muy importantes se den cuenta de que en realidad no lo son. Por eso, ante Dios, nadie tiene de qué sentirse orgulloso; pues la única sabiduría que tenemos viene de dada por nuestra unidad con Cristo Jesús, por el hecho de haber sido aceptados como su pueblo y gracias a que hemos recibido vida eterna. Por lo tanto, como dicen las Escrituras: Si alguien quiere jactarse de algo, que se jacte solamente de Jesucristo, el Señor.


Los hijos de Dios son como un edificio del cual Dios es el dueño, y a los que anunciamos la buena noticia, a los que predicamos, o a los que servimos como sus colaboradores de alguna manera, nos ha permitido, en su misericordia, actuar como arquitectos de esas obras. Ahora bien, los buenos arquitectos edifican sobre bases sólidas, que viene a ser el Señor Jesucristo. A partir de esa base podemos seguir construyendo con oro, plata, piedras preciosas, madera, paja o caña; pero, cuando llegue el fin del mundo, Dios pondrá a prueba lo que cada uno enseñó y pagará a cada uno conforme a su obra. En Corinto, muchos seguían actuando como bebés espirituales a los que no se les podía dar alimento sólido, y por esta razón, discutían acerca de las enseñanzas que recibían pues algunas les parecían mas agradables que otras; pero, al comportarse de esa manera, se convirtieron en imitadores conductas del mundo y Pablo se los hizo saber. El que ha sido escogido para servir a Dios, es un simple colaborador de la obra de Jesucristo, que trata de enseñar o ministrar respecto a lo que Dios revela de los misterios de su Palabra, pues Él, reparte como quiere y a quien quiere; por eso nadie debería presumir de que un servidor de Dios es mejor que otro, pues no hay nada que nos haga mas o menos importantes que para Él. Todo lo que tenemos, lo hemos recibido de Dios, y si todo se lo debemos a Él, ¿Por qué presumimos, como si nosotros solos lo hubiéramos conseguido? Los Corintios se sentían como reyes, como si en sus riquezas o grandes beneficios pensaran que ya no necesitaban de los apóstoles o maestros, los mismos apóstoles que muchas veces eran el hazmerreír del mundo entero; los que más padecían, los que más entregaban a la obra de Cristo y los que muchas veces eran tenidos por tontos. ¿Les suena familiar? Un gran ministerio siempre viene seguido por una fuerte oposición, y los lugares de liderazgo no son la fruta en almíbar que muchos creen. Los feligreses eran considerados sabios, fuertes, importantes, mientras que Pablo y sus ayudantes eran irrespetados, maltratados e insultados; habían sido tratados como la peor basura del mundo. Pablo no les dijo todo esto para avergonzarlos, sino para darles una enseñanza pues los amaba mucho; y les dijo que aunque tuviesen muchos maestros, tenían que entender que sólo podían creer y recibir la enseñanza acerca de Cristo. Allí en Corinto se sentían muy valientes y perfectos, pero cuando alguien pertenece al reino de Dios, lo demuestra por lo que hace y no sólo por lo que dice; y su conducta era realmente vergonzosa, tanto o peor que la de los que no conocían a Jesús. Un poco de levadura puede hacer crecer toda la masa, y su pecado era como levadura vieja, que a todos echaba a perder. No obstante, al ser Jesucristo el cordero sacrificado en la cruz por nuestras deudas, nos vino a dar una vida que es como la fiesta de Pascua, por eso debemos ser como el pan sin levadura, es decir, honestos y obedientes a su Palabra. Algunos piensan que somos libres de hacer lo que queramos, y claro que es así, pero no todo lo que uno quiere, conviene; por eso no permitamos que nada nos domine. Nuestro cuerpo y todo lo que somos es para servir al Señor Jesús, porque somos de Él; por eso no está bien que nos dediquemos a cometer actos prohibidos, a darle rienda suelta a nuestros deseos o a convertirnos en unos pecadores empedernidos. Nuestro cuerpo es un Templo, donde vive el Espíritu Santo que Dios nos ha dado; y por eso, no somos nuestros propios dueños ni nos pertenecemos a nosotros mismos. Cuando Dios nos salvó, en realidad nos compró, y el precio que pagó por nosotros fue muy alto; así que dediquemos nuestro cuerpo, alma y espíritu a la honra y Gloria de su nombre y nada más.







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