miércoles, 14 de mayo de 2014

El Pacificador

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Mt 5:9 


El Pacificador es aquel que cultiva la paz, y que busca lograr acuerdos entre las personas; es un partidario de la calma, y rechaza los enfrentamientos y las discordias. Hablar de pacificadores es hablar de reconciliación, y éstos, trabajan arduamente porque la misma se haga manifiesta, bien sea entre Dios y los hombres, como entre los hombres en general. La paz significa acuerdo o pacto, lo que a su vez, produce un estado de quietud y tranquilidad. El que pacifica entonces, trata de lograr que todos los conflictos que se susciten a su alrededor puedan ser resueltos y sanados para vivir en armonía. En su campo de acción, el Pacificador se manifiesta de dos formas: Primero, busca conseguir que la separación que ha sido abierta entre Dios y los hombres a causa del pecado, pueda ser resuelta a través de Jesús, y de este modo, reconciliar al pecador con el Padre Celestial. Por esta razón, un pacificador, se convierte principalmente en un predicador del Evangelio. En segundo lugar, el pacificador también procura mediar entre las personas entre las cuales se ha producido alguna diferencia, su objetivo entonces es, alcanzar el acuerdo en las relaciones humanas. Contrario a los que muchos podemos pensar, el pacificador no mira desde lejos el conflicto quedándose de brazos cruzados, no es un simple observador de los problemas, no es indiferente a los inconvenientes, es aquel que trabaja por la paz y lucha para que los enfrentamientos dejen de existir.

Cuando Jesús habló a sus discípulos en el Sermón del Monte, acerca de las cualidades que todo verdadero hijo de Dios debe cultivar, para alcanzar la dicha, o el gozo en su máxima expresión, incluyó necesariamente el procurar la paz de nuestro entorno inmediato, pues de este modo, testificamos además acerca de nuestra condición como creyentes. No puede haber dicha, sino hay paz, por eso es necesario entender que la misma se busca, se procura, y debe intentar construirse. Frente a las contiendas, los hijos de Dios no podemos permanecer insensibles, ni ser simples espectadores, pues debemos esforzarnos por alcanzar la paz del Señor que sobrepasa todo conocimiento humano, y porque la misma se mantenga entre nuestros semejantes. El Apóstol Pablo, sabiamente dijo en su carta a los romanos: Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, estén en paz con todos los hombres; este principio supone esfuerzo, lucha y constancia; y en la medida en la que lo hacemos patente en nuestras vidas, nuestra fe se hace cada vez más evidente en el mundo. A través de la armonía de Dios, y su correcto establecimiento en la tierra, brindamos una manifestación autentica de las actitudes de alguien que sigue a Jesús. Así que no esperes más, y pacifica. Quizás seas el instrumento que Dios usará para sanidad y rescate de alguna relación afectada por el mal.


¡RECONCILIA!