viernes, 30 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia235

Ezequiel 25-28

Como ya lo habíamos leído, el Señor usaría a los enemigos de Judá para castigarlos, pero éstos no quedarían sin recibir también su merecido; una vez que el Señor cumpliera el juicio en contra de Israel y Jerusalén, Amon, Moab, Edom, Tiro, Sidon, Egipto y todas las naciones que hubiesen ofendido el nombre de Dios y aún, el honor de su pueblo, serían castigadas. Pues aunque el Señor de momento estuviese airado en contra de su tierra, y permitiera que esas naciones se levantaran en contra de sus hijos, también les cobraría todas y cada una de las ofensas que le propiciaran. Una hermana me dijo una vez que hasta lo malo que sucedía en una nación, aunque no fuese la voluntad primaria de Dios, era permitido por Él y solo por Él, hasta que Él quisiera, y para cumplir un propósito ulterior del que a veces nosotros simplemente no conocemos nada; y la verdad, por la revelación de la Palabra me siento muy de acuerdo con ella. Aunque no todo en esencia se desprenda del plan que Dios ha elaborado para sus hijos desde el principio de los siglos, definitivamente nada sucede sin su permiso. Estas naciones se alegraron cuando el templo de Dios fue contaminado, y se burlaron de Israel y de Judá cuando la llevaron al destierro; pero su territorio también sería invadido y destruido. Dado que todos aplaudieron, bailaron y gritaron de alegría por la destrucción del pueblo de Dios, el Señor alzaría su puño de juicio contra ellos; y los entregaría como botín a muchas naciones, serían eliminados y dejarían de ser nación.

Puesto que los moabitas dijeron que Judá era igual a las demás naciones, iban a ser entregados en manos de los nómadas de los desiertos orientales, al igual que los amonitas. Con enojo los israelitas ejecutarían la venganza de Dios, y los edomitas sabrían que esa venganza era suya. Los filisteos arremetieron contra Judá por amarga venganza y por desprecio acumulado, por lo tanto, el Señor ejecutaría contra ellos una terrible venganza para castigarlos por lo que habían hecho; serían exterminados y destruidos por completo. Tiro se había alegrado por la caída de Jerusalén, pensando que era su momento de enriquecerse, pero el Señor soberano declaró ser su enemigo y haría que muchas naciones se levantaran en su contra. El Rey Nabucodonosor se levantaría contra Tiro, y serían saqueados, masacrados, y destruidos hasta el polvo. La isla de Tiro sería transformada en una roca desnuda, un lugar donde los pescadores iban a tender sus redes, y jamás sería reconstruida. Al Ezequiel dar ese mensaje contra Tiro, debía entonar un canto fúnebre, pues la gloria de esa poderosa y fuerte cuidad junto al mar, había llegado a su fin. En contra de Sidón se enviaría una plaga y correría sangre por sus calles, el juicio de Dios iría sobre ella y toda su gente quedaría masacrada dentro de sus murallas. Israel sin embargo, sería restaurado, todos volverían a vivir en su propio país y serían revestidos de santidad. Los israelitas vivirían seguros, construirían casas y cultivarían viñedos; y cuando el Señor castigara a las naciones vecinas que los trataron con desprecio, ellos sabrían que Él, era su Dios. 


La Biblia en un año #Dia234

Alto de Adoración semanal...

¿Qué me ha gustado más del Libro de Ezequiel? Puedo responder sin dudas: La forma gloriosa en la que Dios se le apareció y lo llamó, yo misma estoy anhelando un encuentro sobrenatural con Dios de esa magnitud, y sé, que puede suceder. ¿qué es lo que he aprendido? Que cuando Dios te manda a hablar, debes hablar, pues solo somos instrumentos en manos del maestro. En este día vamos a leer un Salmo muy bello (Como todos), llamado: Anhelo por la casa de Dios. Si en algo puedo sentirme identificada con el salmista es que yo también siento un profundo anhelo por el Templo del Dios viviente,  que es columna y baluarte de la verdad. Pienso que todos los que hemos sido llamados al servicio de Dios, y a ser hoy día los sacerdotes y sacerdotizas ungidos para ministrar, sentimos ese deseo común por los atrios del Señor; y la verdad es que es muy dulce estar en su casa, celebrando con su pueblo. Sus moradas son amables y maravillosas, y hay mucha dicha y gozo allí, cerca de su altar. Bienaventurados los que habitan en su casa, pues perpetuamente alabarán el soberano nombre de Dios.

Que gusto y placer era para los israelitas caminar hasta Jerusalén para adorar a Dios en la santidad de su Templo, cuando cruzaban el Valle del Llanto se convertía en un lugar de manantiales refrescantes; hasta las lluvias de otoño los cubrían de bendiciones. Mientras más avanzaban hacia Jerusalén, más fuerzas tenían; y cuando llegaban al Templo, lo contemplaban a Él, al Dios verdadero. Porque nada se compara con la hermosa sensación de adorar a Dios en tu hogar, con tu familia, en el sitio que Él mismo levantó para habitar en comunión perfecta con el y con tus hermanos. Así he amado a mi Congregación, mi Emanuel, el lugar donde conocí a mi Jesucristo; y donde el mismo Dios nos ha brindado a mi, y a todos mis hermanos, calor, protección, honor y gloria. Ciertamente un solo día en sus atrios, ¡Es mejor que mil en cualquier otro lugar! Prefiero ser un portero en su casa que vivir la buena vida en un lugar donde no habite su presencia. Por cierto, desde pequeña he amado las Iglesias, en todos los estilos y en todos los tamaños, algunas pequeñas, otras más imponentes, algunas tradicionales, otras modernas, pero todas hermosas. Anhelo ir un día a Jerusalén y contemplar los vestigios del Templo de Dios, será como un sueño hecho realidad. 



miércoles, 28 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia233

    Ezequiel 20-24

   Quizás al pueblo de Israel podía fallarle la memoria y de pronto podrían olvidar las grandes cosas que Dios había hecho con ellos en el pasado, pero el Señor se encargó de recordarles como a través del tiempo, Él solo se había mantenido como un esposo fiel para todos ellos. Cuando estaban en tierra de Egipto les dijo que echaran de si las abominaciones y que no se contaminaran con sus ídolos, pero ellos no obedecieron y se rebelaron contra Él; aún así, por amor a su nombre, el Señor actuó para sacarlos de allí y llevarlos a la tierra prometida, de ese modo, los sacó de la tierra de Egipto, y los llevó al desierto donde les hizo conocer sus mandamientos. Sin embargo, los israelitas se rebelaron contra Dios y desobedecieron sus enseñanzas; por lo tanto, el Señor amenazó con derramar su furia sobre ellos e hizo planes para consumirlos por completo en el desierto; pero otra vez se contuvo para proteger el honor de su nombre. No obstante, juró que no los dejaría entrar en el territorio que les había prometido, y les advirtió a sus hijos que no siguieran el ejemplo de sus padres, quienes se habían contaminado con dioses falsos; pero esos hijos también se rebelaron contra Dios y profanaron su nombre. todos los israelitas siguieron blasfemando y traicionando el nombre de Dios, pues cuando entraron en la tierra prometida ofrecieron sacrificios en cada colina alta y debajo de cada árbol frondoso que encontraron a ídolos y dioses falsos; por eso, de parte del Señor ya no recibirían nada. Serían gobernados con puño de hierro, con gran enojo y con imponente poder. Pero Dios, siempre Dios, siempre fiel; seguía esperando por el día en que todos reaccionaran, el día donde dejarían de desobedecerlo y de rendirle culto a dioses paganos; cuando ese día llegara, y ellos adoraran a Dios en el gran monte santo de Israel, el Señor los aceptaría y los recibiría como un sacrificio agradable.

    El Señor siguió hablando a Ezequiel y le dijo que se pusiera de cara a Jerusalén y profetizara en contra Israel y sus santuarios, la espada del juicio de Dios iba a ser desenvainada para destruir a toda la gente, a justos y perversos por igual. Ezequiel debía gemir con amarga angustia por las noticias que recibió de parte de Dios, para que todo israelita viera que cuando se hicieran realidad, el corazón más valiente se derretiría de miedo; toda fuerza se desvanecería; todo espíritu decaería; y las rodillas fuertes se debilitarían como el agua. La espada de Dios estaba preparada para masacrar a todo el pueblo, y mientras Ezequiel diera ese mensaje debía gritar, lamentarse, golpearse los muslos con angustia, y tomar una espada y esgrimirla dos veces en el aire, incluso tres, para simbolizar la gran masacre que los amenazaba. El Señor seguía revelando mensajes a Ezequiel para que éste, de forma enigmática pudiese comunicar a los israelitas la invasión inminente; el rey de Babilonia les recordaría su rebelión y los destruiría. Las palabras del Señor fueron duras, y muy pronto lo serían aún más sus acciones; les llamó ciudad de asesinos, condenada y maldita, ciudad de ídolos, inmunda y repugnante; culpable por la sangre que había derramado; contaminada de tal manera con los ídolos que fabricó, que había llegado al fin de sus días. El nombre Santo del Dios de Israel era profanado, mientras que el falso nombre de los ídolos paganos era enaltecido; toda la nación estaba llena de gente que rendía culto a ídolos y hacía cosas obscenas; por eso el Señor batía sus palmas en señal de indignación. Para Dios, los israelitas se habían convertido en la basura que quedaba en el horno después de fundir la plata; dado que todos eran como escoria inservible, serían llevados al crisol de Dios en Jerusalén, y así como en un horno se fundía plata, cobre, hierro, plomo y estaño, ellos serían fundidos con el calor de la furia del Dios todopoderoso. Serían reunidos y soplados con el fuego del enojo del Señor, y se fundirían como plata en el intenso calor. Entonces sabrían que el Señor, había derramado su furia sobre ellos. 



martes, 27 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia232

    Ezequiel 16-19

    Nuevamente dijo Dios a Ezequiel: Hijo de hombre, quiero que comuniques a Jerusalén sus abominaciones. Mientras más leo y leo y leo todas estas profecías, solo pienso en la calidad y la fortaleza espiritual de estos Ministros de Dios. Jerusalén, la joya preciosa de Dios, quien la hizo vivir y la ayudó a florecer como una planta del campo; envuelta en mantos de amor y bañada con aceites fragantes; fue vestida con ropas de seda con bordados hermosos, y fue calzada con sandalias de cuero de cabra; adornada con oro y plata, y alimentada con comida de la mejor calidad; harina selecta, miel y aceite de oliva, lo que la puso más hermosa que nunca. Parecía una reina, y lo era; su fama pronto se extendió por todo el mundo a causa de su belleza. Fue vestida del esplendor de Dios y en su misericordia, Él perfeccionó su hermosura. Sin embargo, se convirtió en una esposa infiel; pensó que era dueña de su fama y su belleza, y se entregó como prostituta a todo hombre que pasaba. Usó los hermosos regalos que el Señor le había dando para construir lugares de culto a ídolos, donde se pervirtió. ¿Cómo pudo ocurrir semejante cosa? Los hijos que la nación había dado a luz para su Dios los sacrificó a falsos dioses. En todos sus años de adulterio y pecado detestable, Jerusalén no recordó ni una sola vez los días pasados, en los cuales Dios le había sido fiel pronunciándole su amor eterno. Además de todas sus otras perversidades, edificó un santuario pagano y levantó altares a ídolos en la plaza de cada ciudad; luego agregó a su lista de amantes al lujurioso Egipto y provocó el enojo de Dios con su creciente promiscuidad. Por estas razones Jerusalén sería golpeada y entregada en manos de sus enemigos, a esos mismos con los que adulteró; quedaría desnuda y destruida delante de sus amantes, quienes se llevarían sus joyas y formarían una turba violenta para apedrearla y despedazarla con espadas.

    Jerusalén recibiría su castigo como la vid que plantada por un águila de plumas grandes y coloridas, decidió extender sus ramas a otra águila mas grande para recibir mayores beneficios; una vid así de ingrata no puede tener éxito, sino que es arrancada del suelo para que se marchite y pierda todas sus uvas. Judá pagaría por rebelarse contra Babilonia y poner su confianza en Egipto, y cuando los babilonios atacaran a Jerusalén, y mataran a mucha gente, de nada le serviría el gran ejército que le mandó el rey de Egipto; aún sus mejores soldados morirían en la guerra, y los que lograran salvarse serían dispersados por toda la tierra. Aunque los israelitas hubiesen vivido bajo el precepto de que las conductas pecaminosas de los padres eran transferidas a los hijos, y por tanto, todo lo que los padres hicieran, los hijos debían pagarlo; el Señor estableció que la muerte seguiría al pecador de forma individual, pues las personas no merecían morir por los errores de los padres; y el hijo que tuviese una conducuta justa y obediente a los mandamientos de Dios, merecia vivir. Quien hace lo bueno recibe lo que merecen sus buenas acciones; quien hace lo malo recibirá lo que merece su maldad. Sin embargo, siempre hay esperanza de misericordia y restauración para el que se arrepiente de su maldad y decide honrar a Dios, para ellos el Señor prometía perdón y no volver a recordar nunca los pecados que hubiesen cometido. Pero, si una persona justa dejaba de serlo, y comenzaba a hacer lo malo, moriría por culpa de su maldad. El Señor juzgaría a cada uno por su conducta, pues no quería que nadie muriera, antes bien, quería que todos los pecadores se arrepintieran y vivieran para Él; si todos se apartaban de sus malos caminos y volvían a amar al Señor de todo corazón, volverían a vivir. No obstante, Jerusalén terminó siendo como una vid marchitada por el viento, arrancada por la furia y arrojada por el suelo; sus fuertes ramas se secaron, y el fuego acabó con ellas; ni sus jefes, ni sus habitantes, ni sus reyes y gobernantes quisieron oír a Dios, por eso Jerusalén acabó vestida de luto, consumida por el fuego ardiente de su rebelión. 


La Biblia en un año #Dia231

                                                  Ezequiel 12-15

    Cuando estés siendo tratado por Dios, cuando ciertas situaciones puedan afligirte de alguna manera, cuando estés siendo como barro en manos del alfarero y tu fe esté siendo probada, puedes estar seguro de que Dios quiere ponerte como señal de su poder para impactar todo tu entorno. El Señor le pido a Ezequiel que le mostrara al pueblo como sería el cautiverio venidero, y para ello debía preparar su equipaje con las pocas pertenencias que podría llevarse un desterrado y salir de su casa para ir a otro lugar; esto debía hacerlo a plena luz de día para que todos lo vieran y salir como lo hacían los cautivos cuando iniciaban una larga marcha a tierras lejanas. Debía cavar un hueco en la muralla a la vista de todos y salir por ese hueco mientras todos observaban, cargando su equipaje sobre los hombros y alejándose en la oscuridad de la noche. Ezequiel tenía que cubrirse el rostro para que no pudiese ver la tierra que dejaba atrás. Cuando los israelitas le preguntaran al Profeta el porqué de sus acciones, él debía decirles que sus acciones contenían un mensaje para el rey Sedequías en Jerusalén, y para todo el pueblo de Israel, y que eran una señal para mostrar lo que pronto les sucedería a ellos, pues serían llevados cautivos al destierro. Hasta Sedequías se iría de Jerusalén de noche por un hueco en la muralla, cargando solo lo que pudiera llevar consigo; se cubriría el rostro y sus ojos no podrían ver la tierra que dejaba atrás. Luego el Señor dijo a Ezequiel que se estremeciera al comer su alimento y temblara al beber su agua, pues también sería por señal de que los que vivían en Israel y Jerusalén, con temblor comerían su alimento y con desesperación beberían su agua, porque la tierra quedaría arrasada a causa de la violencia de sus habitantes.

    En Israel había un proverbio que decía: “El tiempo pasa y las profecías quedan en nada”; pero el Señor dijo a Ezequiel que daría un nuevo proverbio en reemplazo de ese: Ha llegado la hora de que se cumplan todas las profecías; ya no habrá más visiones falsas ni predicciones aduladoras en Israel, Pues si yo el Señor, lo digo, sucederá. Ezequiel también debía condenar a los falsos profetas, aquellos insensatos que andaban en pos de su propio espíritu sin haber visto ni recibido nada de parte de Dios; todo lo que ellos anunciaban era mentira; sólo producto de su imaginación. Por haber engañado al pueblo, una fuerte tempestad caería sobre ellos y serían borrados de la lista de israelitas. Sus mentiras eran como una pared de piedras pegadas con yeso, pero esa pared se vendría abajo y ellos quedarían aplastados bajo el precio de sus propias mentiras. Las hechiceras también iban a ser reprendidas, mujeres que engañaban a pueblo con pulseras, velos y brujerías. El Señor iría en su contra y no se salvarían de su castigo. Si los israelitas pensaban que nada les ocurriría por adorar ídolos detestables estaban muy equivocados, pues tanto ellos, como los falsos profetas iban a ser destruidos, desterrados y eliminados. El castigo sería inevitable, todo país que pecare contra Dios, y que una y otra vez le fuese infiel, sería reprendido duramente. Cuatro castigos mortales serían el remedio para una Jerusalén obstinada y rebelde: la guerra, el hambre, las bestias salvajes y las enfermedades; con las cuales serían destruidos todos sus habitantes y sus animales. Jerusalén se había convertido en una vid inútil, y estaba muy lejos de ofrecerle a Dios lo único que Él esperaba: Frutos dignos de arrepentimiento. Como producto de esa inutilidad serían arrojados al fuego y el país quedaría desolado; su infidelidad había decepcionado demasiado al Dios todopoderoso. 


lunes, 26 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia230

     Ezequiel 7-11

    ¿Que se te viene a la mente cuando escuchas: "El fin viene"?, generalmente los cristianos protestantes somos tildados de locos cuando hacemos tal afirmación; sin embargo, aunque muchos decidan no creer y permanecer indiferentes ante los llamados de Dios a una vida santa, ciertamente, el fin viene. Ezequiel debía anunciar también el fin para los israelitas, es decir, la ejecución del juicio de Dios donde ellos fueron lamentablemente declarados: Culpables. Tal y como el Señor había anunciado a través de Jeremías, a los israelitas les había llegado su hora; iban a sufrir las consecuencias de todos sus repugnantes actos y así reconocerían que el Señor, era el Dios de Israel. De las grandes ciudades, y de las muchas riquezas, no quedaría nada; pues desgracia tras desgracia caería sobre toda la nación. Los que se quedaran fuera de la ciudad morirían en el combate; los que se quedaran dentro morirían de hambre y de enfermedad; los que quisieran escapar a las montañas, también morirán por causa de sus pecados. Los judíos echarían a la calle su oro y su plata como si fueran basura, porque la descarga de la ira de Dios sería tan grande que nada podría salvarlos; y ni siquiera todas esas riquezas podrían quitarles el hambre o llenarles el estomago. Entonces se llenarían de angustia, clamarían por paz, pero ya no la habría; el rey estaría de luto, el gobernante estaría deprimido, y todo el pueblo estaría aterrado. Entonces reconocerían quien es el Dios de toda la tierra.

    Cuando ya tenía el profeta Ezequiel seis años viviendo como prisionero en Babilonia, el Señor le mostró una visión de las cosas detestables que se cometían en Jerusalén mientras estaba acompañado de los jefes de Judá. El Señor le hizo sentir su poder y fue levantado por los aires por una fuerza que lo llevó hasta Jerusalén, al lugar donde habían colocado un ídolo, y donde también se encontraba el Dios de Israel en todo su esplendor, quien al ver aquel ídolo, se puso celoso y se enojó. De ese modo fue la presencia de Dios mostrándole a Ezequiel todos los lugares en los cuales los israelitas se habían mantenido adorando a dioses falsos, aún en los lugares escondidos del Templo tenían paredes cubiertas con grabados de toda clase de reptiles y criaturas detestables, donde los mismos sacerdotes quemaban incienso a los ídolos. A los israelitas no les importó despertar la ira de Dios y burlarse de Él con pecados tan abominables, por eso, todos los idólatras serían destruidos. El Señor le dijo a Ezequiel que pusiera una marca en la frente de todos los que realmente estuviesen tristes por las acciones tan repugnantes que se cometían en la ciudad, pero todos los demás iban a ser asesinados sin compasión. Cuando Ezequiel vio todo esto, se arrodilló hasta tocar el suelo con la frente y clamó al Señor diciendo: Ay, Dios nuestro! ¿Tan enojado estás contra Jerusalén, que vas a acabar con los israelitas que aún quedan vivos? Pero el Señor insistía en el castigo. No obstante, Él sería el Santuario para los desterrados que quedasen con vida, y cuando el Señor los reuniera y los llevase de regreso a Israel, ellos mismos quitarían todo rastro de sus imágenes repugnantes y sus ídolos detestables, pues Dios les daría un corazón integro y un Espíritu nuevo. Finalmente la Gloria de Dios abandonó a Jerusalén y su santo Templo, después el Espíritu de Dios llevó a Ezequiel de regreso a Babilonia, y así terminó la visión de su visita a Jerusalén. Luego el profeta relató a los desterrados todo lo que el Señor le había mostrado.


viernes, 23 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia229

    Ezequiel 1-5

    ¿Cuantos han podido hablar con Dios mediante la aparición gloriosa de su presencia? Yo no, lo anhelo, pero aún no me ha sucedido. 11 años antes de la caída de Jerusalén, 586 años antes de Cristo para ser exactos, Ezequiel fue exiliado a Babilonia; su mensaje se divide entre la consumación del juicio de Dios contra Judá y  la futura reconstrucción del Templo de Jerusalén. Estando cautivo Ezequiel en Babilonia, contempló una visión de la Gloria divina de Dios, el cielo se abrió, y trajo una nube muy grande y brillante con seres angelicales que brillaban como carbones encendidos; el Espíritu de Dios estaba en estos seres, y sobre ellos había cúpula de cristal donde había una piedra preciosa en forma de trono, sobre el cual podía verse la figura de un ser humano; de la cintura para arriba brillaba como el metal derretido, y de la cintura para abajo, brillaba como el fuego. ¡Era como ver el arco iris después de un día lluvioso! Entonces Ezequiel se dio cuenta de que estaba contemplando a Dios en todo su esplendor, y cayendo rostro en tierra, sintió que la mano del Señor se apoderó de él. Levántate, hijo de hombre —dijo la voz de Dios—, quiero hablarte; entonces el Espíritu Santo entró en Ezequiel mientras le hablaba, y él escuchó atentamente sus palabras. El encargo de este Profeta fue similar al de los anteriores, hablar a la nación de Israel, un pueblo duro, terco y desobediente; y para hacerlo, Ezequiel debió comer un rollo de libro que el mismo Dios le dio donde estaban escritos mensajes de luto, de dolor y de tristeza. Entonces Dios le dijo: Ezequiel, cómete este libro, y llena tu estómago con él; Ezequiel lo hizo así y su sabor le fue tan dulce como la miel. El Señor advirtió a Ezequiel que los israelitas eran tan necios y rebeldes que lo ignorarían así como lo habían ignorado a Él, pero que mientras menos caso le hicieran, más debía insistir él para que lo escucharan. Después que el esplendor de Dios se retiró de donde estaba Ezequiel, algo dentro de él lo hizo levantarse y salió de allí; como si Dios lo hubiese tomado fuertemente de la mano, y fue hasta la ciudad donde estaban los israelitas que habían sido sacados de su país, y allí se quedó entre ellos siete días, sin saber qué hacer ni qué decir.

    Pasados los siete días, Dios le dijo a Ezequiel que su tarea era estar siempre vigilante, y decirle a los israelitas que estaban en grave peligro. El Señor lo instruyó para que hablase al pueblo acerca de sus pecados, y luego le dijo que como los israelitas eran muy rebeldes, iba a hacer que se quedara mudo para que no pudiese reprenderlos sino cuando Él lo decidiera, y entonces, daría el mensaje de parte de Dios y unos le harían caso, y otros no. Para cumplir con su misión, el Señor dio a Ezequiel varias instrucciones bastante desafiantes para cualquiera; Ezequiel debía tomar un molde de barro fresco y dibujar en él la ciudad de Jerusalén con un ejercito a su alrededor, y colocar una lámina de hierro entre la ciudad y él, como si la lámina fuese una muralla, y como si él estuviese por atacarla. Después de eso, Ezequiel debía acostarse durante trecientos noventa días sobre el lado izquierdo de su cuerpo, un día por cada año que los israelitas pecaron; luego debía acostarse sobre su lado derecho por cuarenta días más, un día por cada año que pecó Judá. Para esto, el Señor lo ataría con cuerdas para que no pudiese moverse ni a un lado ni a otro, hasta que se completara todo ese tiempo de sufrimiento. Al cumplir todo eso, Ezequiel volvería a Jerusalén para advertir que la misma, sería destruida. Durante todo el tiempo que Ezequiel estuviese acostado, el Señor también le estableció la forma en la que iba a alimentarse, y aún la forma en la que debía cocer los alimentos; en vez de leña, encendería el fuego con excremento humano, que fue lo único que Ezequiel se atrevió a contradecir; seguro nosotros hubiésemos contradicho desde mucho antes, ¿Cierto? Entonces el Señor le permitió usar excremento animal, en vez de humano. Ezequiel también debía cortarse el cabello de la cabeza y la barba, y cuando Jerusalén fuese conquistada iría al centro de la ciudad y quemaría allí una tercera parte del pelo, otra tercera parte la cortaría con una espada y la esparciría alrededor de la ciudad, y la tercera parte sería arrojada al viento; el pelo que fuese quemado, sería una señal para los israelitas de que todo el pueblo sería también sería quemado. Si de algo podía estar seguro Ezequiel, era de que Dios cumpliría su palabra; Jerusalén sería castigada por su maldad,  y cuando el pueblo fuese declarado culpable, morirían de hambre y de enfermedad, otra parte por espada, y una tercera parte que lograra quedar con vida, sería dispersada por todas partes del mundo; tal y como le mostró el Señor a Ezequiel que debía hacer con las partes de su cabello. Ellos serían castigados con furia, y cuando el enojo de Dios se hubiese calmado, todos reconocerían que el Dios de Israel, es un Dios muy celoso que cumple su palabra.


jueves, 22 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia228

    Lamentaciones 1-5

    Hoy leeremos el Libro de Lamentaciones, el cual es atribuido también a la pluma de Jeremías por la tradición judía y también cristiana, apoyando sus afirmaciones en el hecho de que el contenido de los poemas corresponden a la época en que vivió el profeta al contemplar la Jerusalén devastada. Se dice que lamentaciones fue escrito por Jeremías luego de que sus profecías acerca de la destrucción de Judá se cumplieron, y que es probablemente el libro más triste de la Biblia, y es que su nombre realmente no puede contradecir esta apreciación. Por cuarenta años había estado este profeta advirtiendo al pueblo de Dios sobre sus juicios, hasta que finalmente la batalla se produjo y llegó a su fin, Jerusalén fue sitiada, saqueada y arruinada. Entonces es cuando Jeremías manifiesta su llanto y dolor por la ciudad arrasada y escribe su lamento; claro está, con una nota final de esperanza que fue mucho más allá de las ruinas de su ciudad, el Señor es fiel. Yo no había querido escribirlo, pero realmente me siento un poco identificada con este profeta, porque a pesar de que trato de esforzarme para servir a Dios con amor, compromiso y total disposición, la verdad es que me duele mucho esa indiferencia pasiva que muchas veces existe en el pueblo de Dios respecto sus propósitos y a la obediencia a su Palabra; aunque trato cada día solo desafiarme a mi misma en el cumplimiento de mi llamado, no deja de "afligirme" la muchas veces fría apatía en mi entorno, como le sucedió a este mensajero de Dios.

    La bella Jerusalén había sido finalmente despojada de toda su majestad, se deshonró a sí misma con inmoralidad y no pensó en su futuro; Jeremías dijo que el fuego que Dios había mandado del cielo para su nación, también le quemaba a él los huesos, y que en la ciudad no se hallaba ningún otro sufrimiento como el suyo. El corazón de Jeremías estaba deshecho, y las lagrimas en su rostro no se podían contener; su alma se enfermaba de angustia. En su enojo el Señor cubrió de sombras a la bella Jerusalén, la más hermosa de las ciudades de Israel yacía en el polvo, derrumbada desde las alturas del cielo. En su día de gran enojo el Señor no mostró misericordia ni siquiera con su Templo, y destruyó sin compasión todas las casas en Israel. Toda la fuerza de Israel desapareció ante la ira feroz del Dios todopoderoso. El Señor hizo exactamente lo que se había propuesto, y cumplió todas las promesas de calamidad, rechazó su propio altar, despreció su propio santuario y entregó los palacios de Jerusalén a sus enemigos; las vidas de los judíos se extinguían en las calles, todos desfallecían de hambre; Jeremías lloró hasta que no tener mas lágrimas, su corazón se destrozó y su espíritu se derramó de angustia al ver la situación tan desesperada de su pueblo, hasta llegar al punto de cuestionar a Dios y decirle:  ¿Debieras tratar a tu propio pueblo de semejante manera?, pero el Señor destruyó a Jerusalén sin misericordia.

    Jeremías fue testigo de todas las aflicciones que provinieron de la vara del enojo de Dios, y a pesar de estar rodeado de tinieblas, angustia y amargura, se atrevió a mantener su esperanza y exclamó, su universalmente conocida declaración en el cuerpo de creyentes: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias, nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Jeremías, y aún nosotros podemos estar confiados en que el Señor no desecha para siempre, pues aún si aflige, también se compadece debido a la grandeza de su amor inagotable; pues él no se complace en herir a la gente o en causarles dolor, y ese nunca será su plan inicial. Si Jeremías, aun en medio de una tan enorme devastación y dolor, pudo recobrar fuerzas en el Altísimo y confiar en sus propósitos con sus hijos, también podemos hacerlo nosotros en medio de cada prueba y desafío que se nos pueda presentar. Para el hijo de Dios SIEMPRE hay esperanza, y así como Israel recobró su brillo y su luz, siendo reedificada y restablecida por Dios, así podemos hacerlo todos los que confiamos en su inigualable poder. Así que aún sumergidos en "lamentaciones", podemos alzar nuestras manos, doblar nuestras rodillas, y esperar en silencio por la salvación del Dios viviente; pues, el que permite de algún modo el dolor, es el mismo que puede sanarlo. 





martes, 20 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia227

       Alto de adoración semanal...

    Los anuncios fueron dados, y las profecías fueron cumplidas; a pesar de que las naciones sobre las cuales se levantaron los juicios de Dios permanecieran indiferentes al castigo inminente, y no quisieran escuchar ni arrepentirse, el Señor hizo su voluntad. Nuestro Dios hizo la tierra con su poder y la preserva con su sabiduría, con su propia inteligencia desplegó los cielos; cuando habla en los truenos los cielos rugen con lluvia, Él es el Creador de todo lo que existe, incluido su pueblo, su posesión más preciada; así que ninguna de sus palabras fallará, nada de lo que ha dicho permanecerá inconcluso, todo cuanto afirma, sucede; todo lo que anuncia, eso manifiesta; todo lo que promete, eso cumple. Contra todo pronostico, Jeremías le creyó a Dios y se dejó usar para anunciar sus poderosos dichos, aunque su vida corriese peligro en el intento; nada lo detuvo, ni aún esa cisterna de barro que tanto impacto me causó. Hoy puedo decidir entre ignorar la voz de Dios y no obedecer como lo hizo Judá, o permanecer fiel a su llamado caminando en sus promesas, como lo hizo el Profeta; y creo que tomaré la opción número dos. No importa cuan cuesta arriba pueda parecer, hacer su voluntad siempre dará mejores resultados que hacer la mía. Además del hecho de simplemente adorarle... ¿Existe algo mejor que adorarle?

    El Salmo N° 78 que leeremos el día de hoy en este alto de adoración semanal, parece ser muy propicio para este tiempo de lectura, y se denomina: Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel; y miren que Dios se mantuvo fiel ante una nación que constantemente le manifestó desobediencia. El castigo de cautividad y destierro para Israel y Judá siempre tuvo fecha de caducidad, porque si de algo podemos estar seguros, es que Dios no deja para siempre caído al justo, y que su ira dura solo un momento, mientras que su fidelidad, es extraordinariamente eterna. Aún permaneciendo los judíos cautivos en Babilonia el Señor prometió cuidarlos, restaurarlos, devolverlos a su tierra y finalmente vengarse de todos sus enemigos. De ese remanente nacería una nueva generación de israelitas, que sería testigo de las gloriosas obras del Señor, de su poder y de sus imponentes maravillas; y esta generación compartiría las enseñanzas de Dios a sus hijos, de modo que cada generación volviera a poner su esperanza en Dios, no olvidara sus gloriosos milagros, y obedeciera sus mandamientos. Esas grandes manifestaciones de amor, que el Señor todopoderoso siempre mantuvo con los israelitas a pesar de su rebeldía, nos ayudan a mantener un corazón agradecido por su inmerecida misericordia, y a recordar que el Dios altísimo es nuestra roca, nuestro redentor. Hoy, al ser testigos una vez más de su poder, y de la forma en la que rescató a su pueblo, podemos mantener la inquebrantable seguridad de que el Dios de Israel, el Santo de Jacob, también está con nosotros. Nosotros también somos suyos... Para siempre. 




La Biblia en un año #Dia226

    Jeremías 50-52

    Te invito a escribir "Babilonia" en el buscador de internet de tu computadora, y que veas lo que aparece, una antigua ciudad de la Baja Mesopotamia que actualmente se encuentra en ruinas; y si quieres profundizar tu investigación buscando imágenes de la ciudad en la actualidad, solo verás panorámicas de algunos restos arqueológicos consolidados y parcialmente reconstruidos; dicho en otras palabras: Esta nación desapareció; tal y como fue predicho por Jeremías muchísimos años atrás mediante la Palabra de Dios. Luego de que el Señor usara a los babilonios para castigar a su pueblo, y de que las demás naciones enemigas también recibieran su sanción, Babilonia no saldría ilesa de todos los males que causó; una nación la atacaría desde el norte y traería tal destrucción que nadie volvería a vivir allí. Todo desaparecería, y huirían tanto las personas como los animales. Parece que en este punto conclusivo de los discursos de Jeremías, se guardó lo mejor para el final, o lo peor en este caso. La caída de Babilonia sería inevitable, la tierra se iba a llenar de vergüenza y deshonra; se convertirían en la última de las naciones, un desierto de tierra seca y desolada. A causa del enojo del Señor, Babilonia se convirtió en una tierra baldía y desierta, y todos los que pasan por allí quedan horrorizados ante la ruina y la desolación que se ve. 

    En esos días, habría esperanza para Israel y judá, quienes volverían a su hogar y se  aferrarían al Señor con un pacto eterno que nunca se olvidaría. Los israelitas habían sido como ovejas esparcidas por los leones, primero los devoró el rey de Asiria, y después Nabucodonosor, rey de Babilonia; pero ambos reyes, al igual que sus tierras, serían castigados, e Israel volvería a su propia tierra, y no se encontraría pecado en Israel ni en Judá, porque el Señor perdonaría al remanente que había guardado para sí. En Jerusalén se contaría como el Señor se vengó de los que destruyeron su santo Templo, y como el terror cayó sobre los babilonios; a ellos se les haría lo mismo que ellos hicieron a otros, porque desafiaron al Señor, al Santo de Israel. En Babilonia todos los jóvenes caerían en las calles y morirían, lo mismo que todos sus soldados; la espada de Dios golpearía a sus funcionarios y guerreros mas poderosos. Todos sus caballos, sus carros de guerra, sus aliados de otras tierras y sus tesoros serían acabados sin compasión. Así como Babilonia mató a la gente de Israel y a la gente de otros pueblos por todo el mundo, asimismo moriría su gente. Jeremías registró en un rollo todos los terribles desastres que pronto vendrían sobre Babilonia y se lo dio a un oficial del Estado Mayor para que lo leyese en Babilonia, cuando fuese con el rey Sedequías durante el cuarto año de su reinado; después que el rollo se leyera, debía ser atado a una piedra y arrojado al río Éufrates; pues, de la misma manera en la que el rollo se hundiría en el río, así se hundiría el pueblo de Babilonia para no levantarse jamás. Y así terminaron los discursos de Jeremías y el libro que lleva su nombre. 


lunes, 19 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia225

                                                  Jeremías 46-49  

No podemos negar que si alguien es un buen ejemplo de excelente trabajador ese es Jeremías, no solo cumplió a cabalidad todas y cada una de las funciones que le fueron encomendadas, sino que nunca quiso poner fin a su "empleador" por muy difíciles que fuesen las circunstancias en las cuales realizaba sus tareas. además siguió firme, fiel y sin titubear cuando ya Judá se encontraba camino al precipicio, anunciando los dichos del Señor, por muy indiferente que fuese la respuesta del pueblo. Tal parece que otra de las cualidades de Jeremías, es que no dejó que su entorno lo afectara, él simplemente quiso hacer la voluntad de Dios, ¡Y lo hizo! Palabra de Dios vino a Jeremías acerca de las naciones, y al castigo que estas también recibirían por haberlo ofendido. respecto a Egipto profetizó un gran desastre, Naboucodonosor acabaría con el rey de Egipto y con todo su ejercito; cortarían a su pueblo como a los arboles, y toda la nación sería humillada. Los Filisteos también iban a ser llevados a la ruina junto con sus aliados de Tiro y Sidón, lo mismo que la nación de Moab; la espada del Señor no descansaría hasta cumplir su misión. Las ciudades de Moab serían dejadas en ruinas, tomarían presos junto con sus dioses, sus sacerdotes y sus oficiales, por confiar en su ejército y en sus muchas riquezas. Valles y llanos serían destruidos, la desgracia llegaría a toda ciudad, y ninguna de ellas se salvaría. 

La desgracia y la catastrofe también seguiría a los amonitas, quienes se habían apropiado de un territorio que pertenecía a los israelitas, y habían estado adorando dioses paganos allí; por eso, tanto en el terrotiorio de Amón, como en las ciudades vecinas arderían las llamas y quedarían en ruinas, y entonces Israel iba a echar de ahí a todos los que le robaron su tierra. Acerca de la nación de Edom, el Dios todopoderoso dijo que enviaría una terrible desgracia y que no les dejaría nada; Edom, se convertiría en la nación más débil del mundo, y todos la despreciarían; su caída sería tan terrible que se espantarían los que pasran por sus ruinas. Quedaría como Sodoma y Gomorra, y nadie volvería a vivir allí. Damasco también quedaría sin fuerzas, y se retorcerían de angustia y dolor; con fuego se prenderían los altos muros de esta ciudad, y en su momento sus guerreros caerían muertos en las calles. las tribus de Quedar y de Hasor, serían atacadas por Babilonia, y hasta ellos llegaría el desastre hasta que nunca más nadie pudiese vivir allí. La nación de Elam también sería hecha pedazos con terribles castigos y guerras entre ellos hasta que nadie quedase con vida. Una de las grandes cualidades de nuestro Dios, es su justicia, y si Él, aún amando como a sí mismo al pueblo de Israel, los hizo merecedores del castigo por sus pecados, no dejaría sin sanción a todas las demás naciones que habían irrespetado su santo su nombre. 

viernes, 16 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia224

    Jeremías 40-45    

    Después de la invasión a Jerusalén, muchos judíos serían llevados cautivos a Babilonia y otros se quedarían en Judá, y aunque no lo crean, a los cautivos les iba a ir mejor. Nabucodonosor había puesto por jefe de gobierno de Judá a Gedalías, quien le ofreció a Jeremías la posibilidad de escoger entre ser deportado con los cautivos a Babilonia, o permanecer en su pueblo; Jeremías escogió entonces permanecer en Judá y continuar su Ministerio entre el remanente. Algunos jefes y soldados de Judá se presentaron frente a Gedalías y él les dio ánimo a todos ellos, y les dijo: No tengan miedo de los babilonios; quédense a vivir en Babilonia, y ríndanse al rey. Pero ellos prefirieron quedarse en Judá al igual que todo el resto de judíos que se habían dispersado por otros países. No puedo culparlos, la tierra es la tierra, probablemente pensaron que estando allí en Judá, podían levantar de nuevo su nación; no obstante, ya Dios lo había advertido: «Guerras, enfermedades y muerte», contra Gedalías se levantó Ismael, bajo las órdenes del Rey de Amon, quien mató a Gedalías y también a todos los judíos y soldados babilonios que estaban allí.

    Después de los enfrentamientos con Ismael, el pueblo quiso huir a Egipto para escaparse de los babilonios, entonces les pareció prudente consultar a Dios sus planes, por lo que hablaron con Jeremías. Los judíos le dijeron a Jeremías que le pidiera a Dios que les dijera a donde debían ir, y le prometieron que harían todo lo que Dios les mandase. El Dios todopoderoso mandó a decir dos cosas: Si se quedaban a vivir en Babilonia, Él prometía no destruirlos, sino salvarlos y protegerlos, haciendo que el Rey de Babilonia los tratara bien; pero si se iban a Egipto morirían en la guerra, o de hambre, o de alguna enfermedad. Jeremías dijo una vez más: Recuerden que Dios les ha dicho que no vayan a Egipto. Ahora bien, en todos estos meses conociendo a este pueblo, ¿Cuál opción creen que tomaron? Exactamente, desobedecieron a Dios y le dijeron a Jeremías que era un mentiroso, que él solo quería que ellos cayeran en poder de los babilonios; finalmente se fueron a Egipto, llevándose también con ellos a Jeremías y a Baruc. El Señor volvió a hablarle a Jeremías y le dijo que pondría el poder de Babilonia también sobre Egipto y lo conquistaría, a unos se los llevaría prisioneros a otro país, y a otros los mataría. con relación a los judíos que vivían en el norte de Egipto, el Señor dijo que el mismo había ordenado su destrucción producto de su perversidad y de su mala conducta, y que hasta ese mismo instante no habían mostrado remordimiento ni reverencia; por lo tanto, tomaría al remanente de Judá y los consumiría hasta que no quedase ninguno. Del remanente que huyó a Egipto, con la esperanza de regresar algún día a Judá, no quedarían sobrevivientes.


jueves, 15 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia223

    Jeremías 34-39

    El día de hoy leeremos acerca de mi actividad favorita, a lo que puedo dedicarle largas horas del día, lo que más disfruto, y lo que he hecho desde que tengo memoria, y esto es: Escribir. El Señor le dio una encomienda especial a Jeremías, debía tomar un rollo de libro y escribir en él todas las palabras que Él le había hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las naciones, desde el día que comenzó a hablarle, hasta ese momento. Creo que me habría encantado poder pertenecer a este selecto grupo de escritores de la Biblia, ¡Que grandisimo privilegio! Pero como se que no hay beneficio sin sacrificio, con la historia de este valiente y afligido profeta, puedo ser testigo una vez más, de que recibir palabra de Dios y tener que comunicarla por cualquier vía, no es un trabajo sencillo. Pero repito, que gran privilegio el poder ser un instrumento para el cumplimiento de los planes del Señor. Bueno, sigamos... Porque solo he leí la linea que decía: Toma un libro y escribe todas las palabras que te he dado; y solo eso bastó para perderme en un mundo de sueños e imaginación jaja.. El propósito de Dios con esta encomienda era que Judá al leer acerca de los terribles castigos que el Señor pensaba darles, se arrepintiera de sus malos caminos y así Él perdonaría sus pecados. Sin embargo, así como este pueblo fue indiferente al mensaje de Dios anunciado por Jeremías de forma verbal, también había decidido ignorar muy abiertamente el nuevo mensaje en forma escrita. Baruc, quien fue asistente de Jeremías en la redacción de todo lo que Dios había mandado a decir, fue el encargado de ir al Templo de Dios y leer en voz alta todo lo que Dios había anunciado. Asimismo como se le pidió, Baruc leyó frente a todo el pueblo lo que Jeremías le había dictado. Ese día se les pidió a todos los habitantes de Judá que ayunaran para honrar a Dios.

    Cuando todos los oficiales del rey escucharon lo que Baruc había dicho, tuvieron miedo, y fueron a ver al rey Joacim para contarle todo lo que habían escuchado, y mientras le leían el libro, el rey lo iba cortando con un cuchillo y lo lanzaba al fuego.  Ni el rey ni los altos funcionarios que oyeron toda la lectura, sintieron miedo ni dieron señales de dolor; y contrario a eso, ordenaron que tanto Jeremías como Baruc fuesen apresados, pero el Señor los ocultó. Después que el rey quemó el rollo con las palabras que Jeremías le había dictado a Baruc, el Señor le dijo a Jeremías que escribiera otro rollo con todo lo que decía el primero, y debía decir al rey que por haber quemado el primer rollo, el rey de Babilonia destruiría el país hasta dejarlo sin hombres y sin animales, y que tanto él como sus funcionarios serían castigados por sus pecados, y todas las calamidades que el Señor había anunciado, caerían sobre ellos; además ordenó el Señor que ninguno de sus hijos llegaría a ser rey de Judá. El rey de Babilonia ordenó que Sedequías hijo de Josías pasara a ser rey de Judá, en lugar de Joaquín hijo de Joacim; pero, tanto el rey, como sus funcionarios, y toda la gente en Judá, seguían indiferentes a los mensajes por parte de Dios. Jeremías fue arrestado pues el capitán de la guardia de Judá creyó que él quería unirse al ejercito Babilonio en su contra; Jeremías le dijo que esa no era su intención, pero él no le creyó y fue llevado a los asistentes del rey, donde le golpearon la espalda y fue encerrado en el calabozo de una prisión por muchos días. Sedequías mandó a llamar a Jeremías y volvió a preguntarle si tenía un mensaje de parte de Dios, hubiese sido muy fácil simplemente dar al rey un mensaje que le agradase para ser librado de los problemas, pero Jeremías permaneció obediente al Señor y volvió a decirle: ¡Sí, lo tengo! Serás derrotado por el rey de Babilonia. Jeremías además le pidió que no lo mandase de nuevo al calabozo, entonces Sedequías ordenó que Jeremías fuese puesto en la prisión del Palacio, y que se le diera un pan recién horneado cada día mientras hubiera pan en la ciudad. 

    Jeremías ni apresado cesó de decir que todo el que se quedara en Jerusalén moriría por guerra, enfermedad o hambre, pero los que se rindiesen a los babilonios vivirían. Esto molestaba tanto a los funcionarios del rey que le decían que Jeremías debía morir, pues esa forma de hablar desmoralizaba en gran manera al poco ejercito que les quedaba y a todo el pueblo; decían que Jeremías era un traidor. El Rey Sedequías estuvo de acuerdo, así que los funcionarios sacaron a Jeremías de la celda y lo bajaron con sogas a una cisterna vacía en el patio de la cárcel, la cisterna no tenía agua pero Jeremías se hundió en una espesa capa de barro que había en el fondo. Jeremías literalmente había tocado fondo, pero el Señor no le permitiría ser probado más allá de lo que pudiera resistir, mucho menos cuando solo le había mostrado fidelidad. Un importante funcionario en la corte intercedió por él ante el rey, entonces el rey le ordenó sacar a Jeremías de la cisterna antes de que muriera. Entonces regresaron a Jeremías a la prisión del palacio y allí permaneció. Sedequías volvió a interrogar a Jeremías, y Jeremías le dijo que si se rendía a los oficiales babilónicos, él y toda su familia viviría, pero que si se rehusaba a hacerlo, no escaparía. Si el rey decidía obedecer a Dios, salvaría su vida. El Rey pidió a Jeremías mantener en secreto esa conversación y éste permaneció encarcelado en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue conquistada. En enero del noveno año del reinado de Sedequías, el rey Nabucodonosor de Babilonia llegó con todo su ejército para sitiar Jerusalén. El rey fue capturado y tuvo que observar como sus hijos eran masacrados; luego le sacaron los ojos y lo ataron con cadenas de bronce para llevarlo a Babilonia. Nabucodonosor ordenó que encontraran a Jeremías y que lo trataran bien y le dieran todo lo que quisiera, así que todos los oficiales del rey sacaron a Jeremías de la prisión y permaneció en Judá, entre su propio pueblo. El Señor dijo a Jeremías: Como has confiado en mí, te daré tu vida como recompensa; te rescataré y te mantendré seguro. ¡Yo, el Señor, he hablado!


miércoles, 14 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia222

      Jeremías 30-33

    ¡Los cautivos volverán! Cuanto alivio causa esta afirmación hecha por Dios, ¿Cierto? Y es que en ninguna de sus variables, el cautiverio es algo bueno, y se que es un estado al cual Dios nunca quisiera llevarnos como plan original para nuestras vidas. La libertad es demasiado preciosa, y estoy segura, de que todo aquel que ha sido prisionero, la agradece y valora aún más. Después de los días terribles para todos los israelitas, el Señor los salvaría y rompería todas sus cadenas de esclavitud; serían librados del poder que los dominaba y nunca más serían cautivos en tierras extranjeras. No temas, dijo el Señor, porque yo soy tu Dios; y estoy contigo para salvarte. El cautiverio es una consecuencia inmediata de la condición de pecado, y esto ha sido magníficamente reseñado por Dios en la historia del pueblo de Israel, quien nació para ser libre, pero terminó preso de sus propios deseos y de su voluntad egoísta e idolatra. cuando no obedecemos a Dios, y terminamos separados de Él a causa de nuestra propia rebeldía, nos mantenemos espiritualmente tras las rejas; y esto es algo que no solo vivió Israel, sino que hemos vivido todos los hijos de Dios. Que gran alivio poder ser verdaderamente libres, y experimentar a través de la gran salvación de Dios, el rompimiento de todas las cadenas de esclavitud al pecado de las que pudimos haber sido victimas. 

    El Señor dijo que cambiaría la suerte de la nación de Jacob y que tendría compasión de su país; las ciudades se reconstruirían sobre sus ruinas y los palacios en su debido lugar. De ellos saldrían cantos de gratitud y risas de alegría; los israelitas serán como antes, todo el pueblo se mantendría firme en la presencia de Dios. En este tiempo cuando Israel volviese a su país, el Señor sería el Dios de todas las tribus, y todos ellos serían su pueblo. Hasta lo alto de Sión irían los hebreos cantando de alegría, deleitándose con todos los beneficios del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y las reses. Serían como una huerta bien regada, y no volverían a perder las fuerzas. Las muchachas bailarían alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. El Dios todopoderoso les brindaría consuelo, convertiría su llanto en gozo, y les daría una alegría mayor que su dolor. En la prosperidad futura de Israel, el Señor prometió muchas cosas, y buenas, ¡Todas buenas! Les daría de comer y beber en abundancia, y así como estuvo atento para arrancar, derribar, echar abajo, destruir y causar daños, así también estaría vigilante para construir y plantar. En ese tiempo el Señor perdonaría toda la maldad de Judá e Israel y nunca más se acordaría de sus pecados. Dios prometió hacer con Israel una alianza eterna, se comprometió a no dejar nunca de hacerles bien, y a llenarles el corazón del deseo de honrarlo y de no apartarse de Él. El Señor se alegraría de hacerles bien, y de todo corazón y con toda sinceridad los haría habitar de nuevo en su país. Jerusalén volvería a ser para Dios un motivo de alegría, honor y gloria ante todas las naciones de la tierra.


martes, 13 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia221

    Jeremías 26-29

    Cuando Joacim, hijo de Josías comenzó a reinar sobre Judá, Dios le habló a Jeremías en Jerusalén, y volvió a darle otro mensaje para su pueblo, y le dijo a Jeremías que si los israelitas le hacían caso y dejaban de hacer lo malo, entonces Él no los castigaría como había pensado hacerlo. Jeremías comunicó a todo el pueblo de Judá en nombre de Dios: Ustedes no me obedecieron ni siguieron las enseñanzas que les di, por eso, así como destruí el santuario de Siló, también destruiré el templo de Jerusalén, y esta ciudad será objeto de burla y de insulto. Jeremías anunció este mensaje en el templo de Dios, y lo escucharon los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, pero tan pronto como terminó de anunciarlo, todos los que estaban allí se lanzaron contra él y lo apresaron diciendo que ese mensaje le constaría la vida; sin embargo, Jeremías permaneció firme diciendo que lo que había dicho en contra del templo y de Jerusalén, Dios mismo lo había mandado a anunciar; así que más les valía obedecer a Dios, pues si lo hacían, el Señor ya no los castigaría. Jeremías les dijo que podían hacer con él lo que quisieran, pero que él había hablado en nombre de Dios, y que si lo mataban serían culpables de haber acabado la vida de un inocente; finalmente Jeremías contó con la protección de un hombre importante llamado Ahicam, y por eso no fue entregado al pueblo y se libró de que lo mataran. El Señor todopoderoso había decidido una cosa, y la conducta infiel y rebelde del pueblo de Judá, no lo habían convencido de lo contrario, esto era: castigarlos y destruir Jerusalén. Él Señor había puesto a su servicio al rey de Babilonia para cumplir con sus planes, y le daría el domino sobre Judá, Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón; si alguno de esos países no se rendía por las buenas ante el rey de Babilonia, sería castigado por Dios con guerras, hambre y enfermedades, hasta que se sometiera por completo. Sin embargo, llegaría el día en que también Babilonia sería dominada por muchas naciones y por reyes más poderosos. El que quisiera seguir con vida, debía rendirse por completo a Babilonia y a su pueblo.

    Cuando el rey de Babilonia se llevó preso al rey Joaquín y a la gente importante del país, no se llevó todo lo que había en el templo y en la ciudad de Jerusalén, sino que dejó algunos artículos de valor, sin embargo, el mismo Dios advirtió que luego de un tiempo todo iba a ser llevado a Babilonia, hasta que Él decidiese que volviera a Jerusalén. Había en el pueblo de Gabaón un profeta llamado Hananías, cuando Sedequías tenía cuatro años de reinar en Judá; Hananías dijo que Dios afirmaba que dentro de dos años traería de nuevo a Jerusalén todo lo que el rey de Babilonia se había llevado, y que también traería de vuelta a Joaquín hijo de Joacín, que era rey de Judá, y a todos los habitantes de Judá que fueron llevados como esclavos a Babilonia. Cuando Jeremías lo oyó, le dijo que si hablaba de parte de Dios, se sabría si se cumplía o no sus palabras; pero Dios volvió a decirle a Jeremías que le daría a Babilonia un poder extraordinario para dominar sobre todas las naciones, y que no liberaría a Judá. Entonces Jeremías le dijo a Hananías: Tú estás haciendo que este pueblo crea en una mentira, pues Dios nunca te envió a hablarles; con tus palabras has hecho que este pueblo se rebele contra Dios, por eso, antes de que termine el año, morirás. Y así sucedió, ese mismo año, el profeta Hananías murió. A través de Jeremías, el Señor envió una carta a los jefes del país y a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que el rey de Babilonia se había llevado prisioneros a su país y les dijo que mientras estuviesen allí construyeran casas y vivieran en ellas, que cultivaran sus granjas y comiesen de sus frutos; que se casaran y tuvieran hijos y que no dejaran que la población disminuyese, y que además rogaran por Babilonia y trabajaran para que el país prosperara, pues si la nación prosperaba, ellos también prosperarían. También dijo el Señor: Ustedes van a vivir unos setenta años en Babilonia; cuando se cumpla ese tiempo, les prometo que los haré volver a Jerusalén. Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien; voy a darles un futuro lleno de bienestar. Cuando ustedes me pidan algo en oración, yo los escucharé; cuando ustedes me busquen, me encontrarán, siempre y cuando me busquen de todo corazón. Si el Señor decidió dar a este pueblo, una corrección y una reprensión tan severa, es porque seguramente era necesaria para su completa rehabilitación; a veces solo cuando probamos lo amargo, es que podemos apreciar lo bien que sabe lo dulce; y todos los israelitas lo iban a vivir en carne propia, para poder volverse nuevamente a Dios y amarlo como Él tanto lo había estado deseando. 


La Biblia en un año #Dia220

    Alto de Adoración semanal...

    Día 220... ¡Uff! ¿De verdad? Simplemente siento que no puedo creerlo; justo en estos días encontré una foto en mi teléfono del pasado 8 de enero cuando apenas empezaba este reto de lectura, y fue maravilloso ver hasta donde Dios me ha traído; estoy muy agradecida, y solo espero no desmayar y poder llegar hasta la meta. En estos días leyendo al Profeta Jeremías, me di cuenta de que, a diferencia de Isaías, Jeremías profetizó su mensaje cargado de lamento, tristeza y fuertes persecuciones. Lo primero, porque no podía dejar de sentir pesar ante la dureza de corazón de su pueblo y ante las noticias de la catástrofe venidera, y lo segundo, porque a pesar de que él sintiera todas estas cosas por sus hermanos, y rogara por ellos, solo se levantaron conspiraciones en su contra con el fin de exterminarlo. Con este toque característico de Jeremías en la narración de las Escrituras por inspiración divina, casi que tu también puedes sentir identidad frente a la afligida posición de este profeta llorón; y es que sin duda, estar en su lugar, no creo que sea algo que muchos deseemos. No obstante a todo esto, Jeremías se mantuvo fiel, firme, incólume ante las adversidades que acarreaban su labor, y aún con pesar en su triste corazón, cumplió a cabalidad su propósito: Advertir a Judá acerca del castigo por sus pecados, y aunque este pueblo se mantuvo indiferente ante el mensaje de Jeremías, la voluntad de Dios fue cumplida; porque una profecía dada por Dios, se cumple; quieras o no quieras aceptarla.

    En el Salmo N° 75, que leeremos hoy, el compositor dice: Yo siempre anunciaré y cantaré alabanzas al Dios de Jacob; y si alguien alabó y y anunció el nombre de Dios aún en medio de la angustia y de la calamidad, ese fue Jeremías; quien con una disciplina de oración sincera y efectiva, buscó siempre su refugio en el Dios que lo había llamado y sustentado. Dios está cercano a los que le temen, y eso, tanto el salmista, como Jeremías, lo sabían muy bien; podrá temblar la tierra con todos sus habitantes, pero quien le cree al Señor, mantiene firmes sus bases. En el tiempo en el que el Profeta estuvo anunciando los juicios de Dios, el Señor se encontraba listo para castigar a una nación que había escondido de Él su rostro, ellos recibirían su castigo y todos los malvados de la tierra tendrían su merecido; sin embargo, el poder de los justos sería aumentado, y Jeremías podía confiar en que el Señor estaría con él para librarlo de la mano de los malos, y para redimirlo de la mano de los fuertes. 

lunes, 12 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia219

    Jeremías 21-25

    Cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, empezó a hacer guerra contra Judá, el Rey Sedequías le pidió a Jeremías que rogara a Dios para que los ayudara e hiciera un milagro en favor de ellos; parece que en en este punto eliminar a Jeremías ya no era el objetivo; lo cierto es que Dios tenía otro plan y se lo comunicó a Jeremías, el Rey de Babilonia los atacaría y tendría la ayuda del propio Dios y de todo su poder para destruirlos; el Señor les mandaría una enfermedad terrible que mataría a todos los que vivían en esa ciudad, y hasta a los animales. Sedequías y sus oficiales serían puestos en manos de Nabucodonosor y de todo su ejército, y la gente que no hubiese muerto por la enfermedad, la guerra o el hambre sería asesinada por el rey sin compasión. El Señor estaba cansado de tratar con bondad a Judá, por eso serían entregados al rey de Babilonia, y serían destruidos con fuego; el Señor juró que así lo haría. Jeremías también debió ir al Palacio, y comunicar a todos los jefes de Judá que todos serían castigados. Luego de la muerte de Josías, reinó Joacim en su lugar, y aunque pensó que su reinado sería muy grande y poderoso, realmente nunca involucró la adoración a Dios en sus planes, por lo que finalmente él también sería sometido por los babilonios y moriría sin ser perdonado por el Señor. Al empezar a reinar Joaquín, en lugar de Joacim, su padre, sería expulsado del país y entregado también en manos de Babilonia y de su ejercito; él y su madre serían enviados a un  país extranjero, y aunque quisieran volver a Israel, nunca más iban a poder hacerlo, y ninguno de sus hijos llegaría a ser rey de Judá.

    ¿Ninguna de estas revelaciones parecían ser alentadoras cierto? Pero a veces hace falta conocer las malas noticias, para poder reconocer y apreciar las buenas; no todo iba a estar perdido, es que para Dios, nunca, nada lo está. Pasado un tiempo luego del cautiverio, el Señor permitiría que su pueblo volviese a su país, y se convirtiese en una gran nación; les daría otros gobernantes que lo protegieran, y así no volverían a tener miedo. En ese futuro, gobernaría el Rey justo y sabio, un príncipe hermoso de la familia de David, el cual sería dichoso, y haría juicio y justicia en la tierra; en sus días sería salvo Judá, e Israel habitaría confiado; el nombre con el cual llamarían a ese rey sería: Jehová, justicia nuestra. Dios no guarda para siempre su enojo, recuerda esto cuando pienses que ya no hay salida. Después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, desterró a Joaquín, hijo de Joacim, rey de Judá, junto con todas sus autoridades y todos los artífices y los artesanos, el Señor le dio una nueva visión a Jeremías: Vio dos canastas de higos colocadas frente al templo del Señor en Jerusalén, una canasta estaba llena de higos frescos y maduros, mientras que la otra tenía higos malos, tan podridos que no podían comerse. los higos buenos representaban a los desterrados que Dios envió de Judá a la tierra de los babilonios; Él Señor velaría por ellos, los cuidaría y los traería de regreso a Jerusalén; sin embargo, los higos malos representaban al rey Sedequías de Judá, a sus funcionarios, a todo el pueblo que quedó en Jerusalén y a los que vivían en Egipto, ellos serían objeto de horror y de maldad para todas las naciones de la tierra; y se les enviaría guerra, hambre y enfermedad hasta que desaparecieran de la tierra de Israel. 

    Dios le dio al profeta Jeremías un mensaje para todo el pueblo de Judá, ese mensaje lo recibió cuando Joacim, hijo de Josías llevaba cuatro años como rey de Judá, y Nabucodonosor tenía un año de reinar en Babilonia; Jeremías tenia veintitrés años profetizando en nombre de Dios, el primer mensaje le fue dado cuando Josías tenía trece años de reinar en Judá; y a pesar de permanecer anunciando esos mensajes una y otra vez, el pueblo nunca quiso hacerle caso. Judá finalmente recibiría el anunciado castigo, el rey de Babilonia y todos los ejércitos del norte irían contra ellos, quienes los destruirían por completo y los convertirían en un montón de ruinas. Toda la tierra se convertiría en un desolado territorio baldío, Israel y las naciones vecinas servirán al rey de Babilonia por setenta años; entonces, después que hubiesen pasado los setenta años de cautiverio,  el Señor castigaría al rey de Babilonia y a su pueblo por sus pecados, en proporción a todo el daño y al sufrimiento que le causaron a su pueblo. El Señor hizo beber de la copa de su enojo a todos los reinos del mundo, y al hacerlo, recibirían también castigos terribles; acaso, después de castigar a Jerusalén, cuidad que llevaba el nombre de Dios, ¿Dejaría a los demás sin castigo? Él juzgaría a todos los habitantes de la tierra, y mataría con espada a todos los perversos. En verdad que si uno ve las barbas del vecino arder, debe poner las suyas en remojo. 


La Biblia en un año #Dia218

    Jeremías 16-20

¿Cómo habrá sido este tiempo? En el cual un hombre se levantó en obediencia para dar un terrorífico mensaje de destrucción a toda una nación; trato de imaginarme a Jeremías, parado frente a las puertas del Templo en Jerusalén, pregonando sus predicciones en nombre de Dios, y siento que casi puedo ser testigo de las burlas, las maldiciones y las ofensas de las que tuvo que haber sido merecedor. Frente a una profecía hay dos opciones: Creer o no creer, y frente a cualquiera de ellas siempre se desprenderá una manifestación de conducta. El castigo de Judá se acercaba, y cuando Jeremías dijese al pueblo todas esas cosas, le preguntarían que tan mal habían ellos hecho para recibir tal reprensión de parte de Dios; y Jeremías debía decirles una vez más que habían sido infieles y habían rendido culto a dioses falsos, que abandonaron al Dios de sus padres y no obedecieron su Palabra; por lo tanto, serían expulsados de la tierra y los enviarían nuevamente a una tierra extraña donde no se les iba a conceder ningún favor. El corazón humano es lo más engañoso que hay, y es extremadamente perverso; solo Dios conoce sus verdaderas maquinaciones, y sabía muy bien que el pecado de Judá estaba escrito con cincel de hierro, y grabado con punta de diamante en esos corazones de piedra que se negaban a adorarlo; por eso recibirían su debida recompensa, y todo lo que merecían por la perversidad de sus acciones.

    Jeremías no había abandonado su labor como Profeta, y todo lo que habló, lo había recibido en la presencia de Dios; sin embargo, las amenazas y las confrontaciones no se hicieron esperar por parte de un pueblo que estaba siendo severamente enjuiciado por Dios, y que finalmente sería acabado. en medio de la persecución, el desaliento y el terror que éste mensajero pudo estar viviendo durante estos difíciles momentos, también experimentó la salvación y la confianza que el mismo Dios le proporcionaba; y es que, cuando el Señor nos encomienda una labor, nunca podemos dudar de que Él no nos llevará a un lugar donde su gracia y su poder no puedan sostenernos. Él es la fuente de agua viva en la que reposa toda nuestra esperanza, así de momento tenga que doler, y es así, en algunos momentos, tendrá que doler. En otro mensaje dado por Dios a Jeremías, lo envió al taller de un alfarero, y allí encontró al fabricante trabajando en el torno; pero la vasija que estaba formando no resultó como él esperaba, así que la aplastó y comenzó de nuevo. Después el Señor le dijo que de la misma manera que el barro estaba en manos del alfarero, así estaría Israel en sus manos; tendría que ser derribada y destruida, para poder ser hecha de nuevo. Jeremías, advirtió a todo Judá y a Jerusalén la Palabra dada por Dios, y les dijo nuevamente que abandonaran sus malos caminos e hicieran lo correcto; pero este pueblo, terco y rebelde,  le dijo: No gastes saliva, continuaremos viviendo como se nos antoja y con terquedad seguiremos nuestros propios malos deseos. Además, planificaron otro complot en contra de Jeremías para destruirlo y así acabar con sus mensajes; aunque fue el mismo Jeremías, quien muchas veces estuvo intercediendo por ellos delante del Señor y clamando para protegerlos de su enojo. Este pueblo había cavado su propia fosa, realizando actos de idolatría tan horrendos y despreciables delante de Dios, que ni el mismo pudo seguir soportando. Jerusalén y Judá iban a ser trastornadas, reducidas a ruinas, y masacradas; como una vasija de barro que cae al piso y se hace pedazos, así haría pedazos el Señor a la gente de Judá y de Jerusalén, de tal manera que no habría para ellos esperanza de reparación.