miércoles, 28 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia358

Apocalipsis 1-3

El libro de las Revelaciones o Apocalipsis de san Juan, es el último libro del Nuevo Testamento. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos como el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. El autor recibe las visiones contenidas en este libro mientras se encontraba exiliado en la isla de Patmos, donde a través de una dramática serie de cuadros, señales y símbolos, describe el juicio cataclísmico sobre la tierra, la derrota final de las fuerzas satánicas, y el principio de un cielo nuevo y una tierra nueva. Dios le mostró a Jesucristo lo que pronto sucederá, para que él se lo enseñara a sus servidores. Por eso Jesucristo se lo comunicó a Juan, su servidor, por medio de un ángel; y Juan puso por escrito toda la verdad. Primero empieza con el saludo a las siete Iglesias en Asia menor, que necesitaban una por una, un mensaje particular; a Juan se le encargan estos mensajes y los da a la medida de cada necesidad espiritual. Estas Iglesias eran las de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Cuando Juan recibió estos mensajes, vio siete candelabros de oro, en medio de los candelabros vio a alguien que parecía ser Jesús, el Hijo del hombre. Vestía una ropa que le llegaba hasta los pies, y a la altura del pecho llevaba un cinturón de oro; su cabello era tan blanco como la lana, y hasta parecía estar cubierto de nieve. Sus ojos parecían llamas de fuego, y sus pies brillaban como el bronce que se funde en el fuego y luego se pule. Su voz resonaba como enormes y estruendosas cataratas. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada delgada y de doble filo. Su cara brillaba como el sol de mediodía. Cuando Juan vio todo esto, cayó en el suelo como muerto, pero el Señor puso su mano derecha sobre él y le dijo que no tuviese miedo; y que Él era el primero y el último, y estaba vivo para siempre. el Señor le ordenó a Juan que escribiera lo que había visto, tanto lo que sucedía en ese momento como lo que sucedería después; y que las siete estrellas representaban a los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros representaban a las siete iglesias. El primer mensaje fue para la Iglesia de Éfeso, y luego de elogiarla por su servicio y por tener una buena conducta, agradable y obediente; le reclamó haberse apartado de su primer amor. De ese tiempo en el cual se habían convertido y habían amado profundamente al Señor. Por eso, esta comunidad debía recordar como era antes y volverse a Dios, dejando de hacer lo malo y comportándose como en principio. El Espíritu claramente dijo: A los que triunfen sobre las dificultades y no dejen de confiar en mí, les daré a comer el fruto del árbol que da vida. Ese árbol crece en el hermoso jardín de Dios. A Esmirna mandó a decir el Espíritu de Dios, que enfrentarían fuertes sufrimientos, pero no debían tener miedo, pues esos sufrimientos solo serían una prueba a su fidelidad, y si la superaban, incluso cuando se enfrentaren a la misma muerte, recibirían la corona de la vida. Pues los que resultan vencedores no recibirán el daño de la segunda muerte y no permanecerán apartados de Dios. 

El mensaje para Pérgamo: Fueron encomiados por mantenerse fieles a Dios a pesar de que satanás reinara en la ciudad donde esta comunidad estaba establecida, y porque aún viendo morir allí en esa ciudad a un mártir del Señor, se rehusaron a negarlo. Sin embargo, a pesar de esto, toleraban la enseñanza de Balaam, quien en su tiempo, hizo tropezar al pueblo de Israel. Les enseñó a pecar, incitándolos a comer alimentos ofrecidos a ídolos y a cometer pecado sexual. Y en Pérgamo, algunos estaban haciendo lo mismo. El Señor les advirtió que se arrepintieran de su pecado, porque de lo contrario, Él vendría con el poder de su Palabra y los castigaría a ellos y a sus seguidores. Todo el que tenga oídos para oír debe escuchar al Espíritu y entender lo que él dice a las iglesias. A todos los que salgan vencedores, les dará del maná que ha sido escondido en el cielo; y a cada uno una piedra blanca, y en la piedra estará grabado un nombre nuevo que nadie comprende aparte de aquel que lo recibe. Acerca de Tiatira el Señor dijo haber visto todo lo que hacía, su amor, su fe, su servicio y su paciencia con perseverancia; pero permitían que una mujer con el espíritu de Jezabel, y quien se llamaba a si misma profetisa, llevara a los seguidores de Jesús por el camino de la idolatría; tal y como lo había hecho esta reina en el pasado con Israel. Les enseñaba a cometer pecado sexual y a comer alimentos ofrecidos a ídolos. El Señor le dio tiempo a esta mujer para arrepentirse, pero ella no quiso dejar su inmoralidad; por tanto, sería arrojada en una cama de sufrimiento y los que cometían adulterio con ella sufrirían terriblemente, a menos que se arrepintieran y abandonaran sus maldades. El Señor iba a herir a todos sus hijos, y daría su merecido a todos los que habían seguido ese ejemplo; así todas las Iglesias serían testigos de que Él, es quien examina los pensamientos e intenciones de todas las personas. A los que no hubiesen seguido esta falsa enseñanza, les pidió que siguieran confiando firmemente en Él, y les dijo que les daría autoridad sobre todas las naciones, la misma autoridad que Jesucristo había recibido del Padre. A la Iglesia de Sardis la confrontaron, pues aunque tuviesen fama de estar vivos, realmente estaban muertos. Ellos necesitaban despertar, y fortalecer lo poco que les quedaba pues sus acciones no cumplían con los requisitos de Dios. Debían volver a lo que habían escuchado y creído desde el principio y retenerlo con firmeza; arrepentirse y volver a Dios. De lo contrario, el mismo Dios llegaría a castigarlos cuando menos lo esperaran. Sin embargo, en Sardis había algunas personas que no habían hecho lo malo; y por eso, andarían con Jesús vestidos con ropas blancas, símbolo de victoria y santidad, pues se lo merecían. La Palabra para la Iglesia de Filadelfia fue la siguiente: Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que, a pesar de que tienes poco poder, me has obedecido en todo y nunca has negado conocerme. Por eso, pon atención: Voy a darte la oportunidad de servirme, y nadie te lo podrá impedir. Yo te he abierto la puerta, y nadie podrá cerrarla. Todos en el mundo iban a padecer dificultades y sufrimientos, pero en esta Iglesia serían protegidos, porque obedecieron cuando el mismo Dios les ordenó que no dejaran de confiar en Él. Finalmente para Laodicea el mensaje fue de reprensión, pues en vez de obedecer a Dios en un todo lo hacían solo un poco. Tal y como ya sabemos, el Señor rechazó su tibieza espiritual, pues no se habían entregado completamente a Él. Ellos creían ser muy ricos, pero realmente eran muy pobres y miserables; el Señor les aconsejó que compraran de Él lo que tenía verdadero valor: El oro refinado con fuego, la ropa blanca que Él puede dar, y la medicina para los ojos, pues sólo así iban a poder ver. Dios corrige y disciplina a todos los que ama, por lo tanto, seamos diligentes y arrepintámonos si hemos indiferentes. Él está a la puerta y llama, si oímos su voz y abrimos la puerta, Él va a poder entrar y cenaremos juntos como amigos. El que venciere podrá sentarse junto con Jesucristo en su trono, así como Él mismo ha vencido, y se ha sentado en el trono del Padre Celestial junto con Él. 


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