domingo, 4 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia321

Romanos 9-11

El apóstol Pablo se esforzó para que todos pudiesen entender y más allá, creer, que Cristo es el lugar de redención de pecados y de nueva vida; sin embargo, Él también vino a ser la piedra con la que muchos israelitas tropezaron al rechazar el mensaje de Dios. Ellos creían que sólo por tratar de cumplir la ley, serían aceptados y no pusieron su confianza en Dios. Pablo lamentaba mucho esta situación, y en lo más profundo de su corazón sufría por los judíos, que eran también su pueblo, por eso quería ayudarlos a conocer la verdad. Pablo dijo estar dispuesto a caer bajo la maldición de Dios, y a quedar separado de Cristo, si con eso ayudaba a los israelitas a estar cerca de Dios. Ellos eran el pueblo que Dios había elegido, a ellos Dios les dio el derecho de ser sus hijos; Dios había estado con ellos, y les había mostrado su gran poder; hizo pactos con ellos, y les dio su ley. Les enseñó a adorarlo de verdad, y también les hizo promesas. Ellos pertenecen al pueblo de Dios, y, el Mesías, como hombre, también pertenece a ese mismo pueblo; pero ellos lo rechazaron. Entonces, gente de otros pueblos, de otras costumbres, de otras formas, que no estaba haciendo nada para que Dios los aceptara, fueron acpetados porque creyeron en él, en su mensaje y la verdad salvadora de Cristo Jesús. Por eso el mismo Dios dijo que pondría en Jerusalén una roca con la cual muchos tropezarían y caerían; pero que no defraudaría a los que confiaran en él. Pablo dijo a los romanos que con todo su corazón deseaba y pedía a Dios que él salvara del castigo a los israelitas; pues estaba seguro de que ellos tenían muchos deseos de servir a Dios, pero no sabían cómo hacerlo. No comprendían que sólo Dios nos puede declarar inocentes, y por eso trataban de hacer algo para que Dios los aceptara. En realidad, han rechazado la manera en que Dios quiere aceptarlos, pues Él ya no nos acepta por obedecer la ley, ahora sólo acepta a los que confían en Cristo; y con Cristo, la ley llegó a su cumplimiento. Como resultado, a todos los que creen en él se les declara justos a los ojos de Dios; por tanto, el mensaje predicado por Pablo, es el mismo mensaje que nosotros predicamos acerca de la fe: Que si una persona declara abiertamente que Jesús es el Señor y cree en su corazón que Dios lo levantó de los muertos, será salvo. 

Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo, sin embargo, no todos aceptan la Buena Noticia. El profeta Isaías dijo que la fe viene por oír, es decir, por oír la Buena Noticia acerca de Cristo; e Israel había oído esa noticia pues se había difundido por toda la tierra, y la Palabra de Dios, por todo el mundo. El Señor todo el tiempo mantuvo sus brazos abiertos a los judíos pero ellos fueron insensatos y rebeldes, y realmente nunca tuvieron una razón suficiente que los invitara a no creer en el mensaje de Dios. De esa forma, Dios decidió mostrarse y revelarse también al resto del mundo que no fuese judío, y muchos de ellos si aceptaron creer en Él. Eso no quiso decir en ningún momento que Dios hubiese rechazado a su propio pueblo, pues el mismo Pablo daba testimonio de ello, siendo judío, descendiente de Abraham y miembro de la tribu de Benjamín; y al igual que él, también muchos judíos se habían mantenido fieles, por la gracia de Dios, es decir, por su bondad inmerecida al elegirlos; y como es mediante la bondad de Dios, entonces no es por medio de buenas acciones. Pues, en ese caso, la gracia de Dios no sería lo que realmente es: gratuita e inmerecida. Así que la situación es la siguiente: la mayoría del pueblo de Israel no ha encontrado el favor de Dios que tanto busca. Unos cuantos sí lo han encontrado, los que Dios mismo ha elegido, pero el corazón de los demás fue endurecido. el pueblo de Dios no tropezó y cayó sin posibilidad de recuperarse, ellos fueron desobedientes; por eso Dios puso la salvación al alcance de los no judíos, sin embargo, él sólo quería que su propio pueblo sintiera celos y la reclamara para sí. Ahora bien, el apóstol Pablo mencionaba todo eso porque Dios lo había designado apóstol de los gentiles, para que de alguna manera el pudiera hacer que los hijos de Israel sintieran celos de lo que tenían ellos, los gentiles, y entonces Pablo pudiera mostrar la salvación a algunos de ellos. Pues, si el rechazo de los judíos hizo que Dios ofreciera la salvación al resto del mundo, la aceptación de ellos sería algo aún más maravilloso. ¡Sería vida para los que estaban muertos! Algunas ramas del árbol de Abraham fueron arrancadas; y los gentiles, que eran ramas de un olivo silvestre, fueron injertados. Así que ahora los no judíos también reciben la bendición que Dios prometió a Abraham y a sus hijos, con lo cual comparten con ellos el alimento nutritivo que proviene de la raíz del olivo especial de Dios. Y si el pueblo de Israel abandona su incredulidad, volverá a ser injertado, pues Dios tiene poder para volver a injertarlo en el árbol. El apóstol Pablo mostró todo ese misterio a los gentiles para que no se volvieran orgullosos de si mismos por haber sido aceptados por Dios en lugar de los israelitas, pues aunque parte del pueblo de Israel tuviese el corazón endurecido, eso solo duraría hasta que se completara el número de gentiles que aceptarían a Cristo; y entonces todo Israel sería salvo.


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