viernes, 30 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia362

Apocalipsis 10-13

Juan también vio descender a un ángel poderoso envuelto en una nube con un arco iris en la cabeza, su cara brillaba como el sol, y sus pies eran como columnas de fuego; en la mano tenía un libro pequeño que había sido abierto. Cuando el ángel se detuvo, puso el pie derecho sobre el mar y el pie izquierdo sobre la tierra. Entonces gritó con fuerte voz, como si fuera un león que ruge; y cuando gritó se oyeron siete voces fuertes como truenos. Luego levantó al cielo su mano derecha, y juró por Dios que diría la verdad. Dijo: Dios ya no esperará más, cuando el séptimo ángel toque su trompeta, Dios hará todo lo que había planeado y mantenía en secreto; hará todo lo que ya había dicho a sus servidores los profetas. Luego, la voz desde el cielo le dijo a Juan que tomara el librito de la mano del ángel que se había detenido sobre mar y tierra, ese ángel le dijo a Juan que se comiera el libro y cuando lo hizo, en la boca le supo dulce como miel y en el estomago amargo. Entonces le dijeron a Juan que tenía que anunciar los planes de Dios a la gente de muchos países, razas, idiomas y reyes. Luego a Juan le dieron una regla para medir el Templo de Dios y su altar, y le dijeron que mirara cuantos estaban adorando al Señor allí. También le dijeron que no midiera el espacio que había fuera del Templo, pues ese pertenecía a los que no creían en Él. A esos, Dios les permitiría gobernar sobre Jerusalén durante tres años y medio, y en ese tiempo enviaría a dos Profetas vestidos con ropas ásperas para que anunciaran el mensaje verdadero. Estos dos profetas son los dos árboles de olivo y los dos candelabros que están delante de Dios, que es el rey de la tierra. Si alguien trata de hacerles daño, ellos echarán fuego por la boca y quemarán por completo a sus enemigos, hasta matarlos. Ellos tienen poder para hacer que no llueva durante los tres años y medio que profetizarán. También tienen poder para hacer que el agua se vuelva sangre, y para hacer que la gente de este mundo sufra toda clase de terribles males; y pueden hacerlo cuantas veces quieran. Cuando estos dos profetas hayan terminado de anunciar mi verdadero mensaje, el monstruo que sube desde el Abismo profundo peleará contra ellos, y los vencerá y los matará. Sus cuerpos quedarán tirados en la calle principal de la gran ciudad, donde mataron al Señor clavándolo en una cruz. La gente le ha dado a esa ciudad el nombre simbólico de Sodoma, y también la llaman Egipto. Durante tres días y medio, gente de distintos pueblos, razas, idiomas y países verá sus cadáveres, y no dejará que los entierren. Todo el mundo se alegrará de verlos muertos, y se mandarán regalos unos a otros para celebrar su muerte, porque esos dos profetas eran un terrible sufrimiento para aquella gente. Pero después de esos tres días y medio Dios volvió a darles vida, y ellos se pusieron de pie; y todas las personas que los vieron tuvieron mucho miedo. Ellos subieron al cielo en una nube, a la vista de todos sus enemigos. En ese mismo instante hubo un gran terremoto, que destruyó la décima parte de la ciudad, y siete mil personas murieron. Los sobrevivientes tuvieron mucho miedo y alabaron a Dios, que está en el cielo. Ése fue el segundo desastre, pero el tercero viene pronto.

Cuando el séptimo ángel tocó la trompeta, en el cielo se oyeron fuertes voces diciendo que Dios y el Mesías ya gobernaban sobre toda la tierra y que reinarían por siempre. Y los veinticuatro ancianos que están sentados en sus tronos, delante de Dios, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente y lo adoraron. Entonces se abrieron las puertas del templo de Dios, que está en el cielo, y dentro del templo podía verse el cofre de su pacto. Y hubo relámpagos, un resonar de truenos, un fuerte temblor de tierra y una gran lluvia de granizo. Luego se vio en el cielo algo muy grande y misterioso: apareció una mujer envuelta en el sol. Tenía la luna debajo de sus pies, y llevaba en la cabeza una corona con doce estrellas. La mujer estaba embarazada y daba gritos de dolor, pues estaba a punto de tener a su hijo. También apareció un gran dragón rojo, que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza. Ese dragón arrastró con la cola a la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó a la tierra; luego se detuvo frente a la mujer, para comerse a su hijo tan pronto como naciera. La mujer tuvo un hijo que gobernaría con gran poder a todos los países de este mundo, pero le quitaron a su hijo y lo llevaron ante Dios y ante su trono. La mujer huyó al desierto, donde Dios había preparado un lugar para que la cuidaran durante tres años y medio. Después hubo una batalla en el cielo. Uno de los jefes de los ángeles, llamado Miguel, acompañado de su ejército, peleó contra el dragón. El dragón y sus ángeles lucharon, pero no pudieron vencer, y ya no se les permitió quedarse más tiempo en el cielo. Arrojaron del cielo al gran dragón, que es la serpiente antigua, es decir, el diablo, llamado Satanás, que se dedica a engañar a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron lanzados a la tierra. Entonces Juan escucho una fuerte voz que decía que el diablo había sido arrojado del cielo, pues día y noche, delante de nuestro Dios, acusaba a los nuestros. La muerte del Cordero y el mensaje anunciado habían sido su derrota. Los nuestros no tuvieron miedo, sino que se dispusieron a morir, en el cielo y en todos lo estuviesen allí habría gran alegría, pero que mal les iría a los que vivían aún en la tierra y en el mar. El diablo había bajado para combatirlos, aunque él sabia que ya le quedaba poco tiempo. Cuando el dragón se dio cuenta de que había sido lanzado a la tierra, empezó a perseguir a la mujer que había tenido a su hijo. El dragón arrojó mucha agua por la boca, y con el agua formó un río para que arrastrara a la mujer, pero la tierra vino en su ayuda: abrió un hueco y, como si fuera su boca, se tragó toda el agua que el dragón había arrojado. Entonces el dragón se enojó mucho contra la mujer, y fue a pelear contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y siguen confiando en el mensaje de Jesús. Luego también salió un monstruo del mar, con diez cuernos y siete cabezas. Una de las cabezas del monstruo parecía tener una herida mortal, pero la herida sanó, lo que hizo que todo el mundo se asombrara y creyera en el monstruo. Todos adoraron al dragón, porque le había dado su autoridad al monstruo, y también adoraron al monstruo. Al monstruo se le permitió creerse importante y decir que él era Dios. También se le permitió gobernar durante cuarenta y dos meses. 6 Pasado ese tiempo, empezó a insultar a Dios, a su templo y a todos los que están en el cielo. También se le permitió pelear contra el pueblo de Dios y derrotarlo, y además se le dio autoridad sobre la gente de todas las razas y pueblos, idiomas y países. A ese monstruo lo adorarán todos los que no tienen sus nombres escritos en el libro del Cordero, que fue sacrificado. De la tierra saldría una bestia, tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como un dragón; había recibido autoridad del primer monstruo, y trabajaba para él; obligando a los habitantes de la tierra a adorar al primer monstruo. Este monstruo engañó a la gente por medio de los milagros que hizo con el poder que el primer monstruo le había dado. Luego los obligó a hacer una estatua del primer monstruo, el cual había sido herido con una espada pero seguía con vida. Dios permitió que el segundo monstruo le diera vida a la estatua del primer monstruo, para que pudiera hablar. Todos los que no adoraban la imagen del primer monstruo eran condenados a muerte. También hizo que a todos les pusieran una marca, en la mano derecha o en la frente. No importaba que fueran ricos o pobres, grandes o pequeños, libres o esclavos; todos tenían que llevar la marca. Nadie podía comprar ni vender nada, si no tenía esa marca, o el nombre del monstruo, o el número de su nombre. Ese número es 666.


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