lunes, 19 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia336

1° Tesalonicenses 1-5

La Primera epístola a los tesalonicenses es dirigida a la comunidad cristiana de Tesalónica, y en ella se estudia el destino último del ser humano y el universo (escatología), se encuentran varias exhortaciones morales y espirituales, y también observamos un apunte biográfico de Pablo y su Ministerio. Antes de que Pablo llevase la Buena Noticia a estos creyentes, había sido maltratado en Filipos y había sufrido mucho allí; sin embargo, cuando llegó a Tesalónica, el Señor le dio la fuerza de anunciar la Buena Noticia con mucha valentía y pudo hacerlo no sólo con palabras sino con poder, porque el Espíritu Santo les dio plena certeza a los tesalonicenses de que lo que le decían los apóstoles era verdad; y al imitar la fe del apóstol Pablo y la del Señor Jesucristo, se convirtieron en ejemplo para todos los creyentes de Grecia, es decir, por toda Macedonia y Acaya. De este modo, la palabra del Señor estuvo siendo anunciada, partiendo de los tesalonicenses, aun más allá de Macedonia y Acaya, y por donde quiera que iban Pablo y sus ayudantes, encontraban personas que les hablaban de la fe que ellos tenían en Dios. Y también comentaban todos, que allí en Tesalónica, esperaban con ansías la venida desde el cielo del Señor Jesús, a quien Dios había levantado de los muertos. Timoteo fue enviado a esta comunidad de creyentes con el propósito de visitarlos, animarlos, ayudarlos, y también para darle a Pablo noticias acerca ellos; allí Timoteo vio que estos hermanos se amaban unos a otros, y que mantenían una gran confianza en Dios; además, querían mucho a Pablo y también tenían muchas ganas de verlo. Al saber esto, Pablo se alegró muchísimo y les dijo en esta carta que no cesaba de dar gracias a Dios por ellos, y que día y noche rogaba a Él por la oportunidad de verlos nuevamente y ayudarlos a aumentar su confianza en Jesucristo. Pablo también le pidió al Señor que les diera nuevas fuerzas a estos hermanos, y que les permitiera tener un corazón puro y sin pecado, para que así cuando Jesús volviese, nadie pudiera acusarlos de nada delante de Él. 

El apóstol al predicar la Buena noticia, no sólo comunicaba el mensaje de salvación, sino que posterior a esto, también enseñaba a sus hijos espirituales a vivir como a Dios le agradaba. En la Iglesia de Tesálonica, a diferencia de las comunidades anteriores, había muy poco que recriminar o exhortar, sino más bien que agradecer; pues ellos habían entendido la forma correcta de vivir en el Señor. Sin embargo, Pablo no cesó de animarlos a continuar adorando a Dios de forma genuina y verdadera y por eso les aconsejó cuidar su cuerpo como algo sagrado y digno de respeto, para así no caer en comportamientos que deshonraran a Dios. Esta Iglesia y toda la Iglesia universal de Jesucristo, debe dominar sus deseos, sus placeres y sus deleites para no comportarse como los que no creen en Dios; no debemos engañar a los demás miembros del cuerpo de Cristo ni aprovecharnos de ellos, pues el Señor reprende de forma severa a los que actúan así. Porque Dios no nos ha llamado a seguir pecando, sino a vivir una vida santa, y el que rechaza esta enseñanza, no está rechazando a a los apóstoles o maestros, a los pastores o a los lideres, sino a Dios mismo, que nos ha dado a nosotros sus hijos, su Espíritu Santo. También en esta epístola, el apóstol enseñó lo que pasaba verdaderamente con las personas que morían, y lo hizo así, para que cuando enfrentemos esa inevitable situación en la vida, podamos seguir manteniendo la esperanza; pues creemos, que así como Jesucristo murió y resucitó, del mismo modo Dios resucitará a los que vivieron y murieron confiando en él. Nosotros, los que todavía estemos vivos cuando el Señor regrese, no nos encontraremos con él antes de los que ya hayan muerto; pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios, y llamará primero a los creyentes que hubiesen muerto, quienes se levantarán de sus tumbas. Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire; y entonces estaremos con el Señor para siempre. Ahora, respecto a como y cuando sucederá todo eso, nadie puede saberlo; pues el día del regreso del Señor será inesperadamente, como ladrón en la noche. Por eso, mantengámonos en guardia, no dormidos como los demás; estemos alerta y lúcidos. Es en la noche cuando la gente duerme y los bebedores se emborrachan; pero los que vivimos en la luz estemos despiertos, protegidos por la armadura de la fe y el amor, y usemos, por casco, la confianza de nuestra salvación. Cristo murió por nosotros para que, estemos vivos o muertos cuando regrese, podamos vivir con él para siempre. ¡Aleluya! En este sentido, estemos siempre alegres, nunca dejemos de orar. Seamos agradecidos en toda circunstancia, pues esa es la voluntad de Dios para nosotros, los que pertenecemos a Cristo Jesús. No apaguemos al Espíritu Santo, no nos burlemos de las profecías, sino pongamos a prueba todo lo que se dice. Retengamos lo que es bueno, y alejémonos de toda clase de mal. Que el Dios de paz nos haga santos en todos los aspectos, y que nuestro espíritu, alma y cuerpo se mantengan sin culpa hasta que nuestro Señor Jesucristo vuelva.


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