sábado, 31 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia365

Apocalipsis 20-22

He llegado al ultimo día del año, y con él, al ultimo día en mi reto de lectura de la Biblia. Hoy, 31 de diciembre del 2016, voy a cumplir mi meta; y no podría estar más agradecida con mi buen y fiel Señor Jesucristo por haberme ayudado hasta aquí. Pudiera decir muchas cosas respecto a lo que siento justo en este momento, pero debemos finalizar Apocalipsis, así que manos a la obra. Luego del juicio de Dios sobre la tierra, Juan vio un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo sin fondo, quien sujetó allí con una cadena muy pesada a la serpiente antigua, quien es el diablo, satanás; y lo encadenó por mil años. El ángel lo lanzó al abismo sin fondo y lo encerró con llave para que no pudiera engañar más a las naciones hasta que se cumplieran los mil años. Pasado ese lapso, iba ser soltado por un poco de tiempo. Después Juan vio tronos, y los que estaban sentados en ellos habían recibido autoridad para juzgar; y también vio las almas de aquellos que habían sido decapitados por dar testimonio acerca de Jesús y proclamar la palabra de Dios. Volvieron a la vida, y reinaron con Cristo esos mil años. Esta es la primera resurrección. (El resto de los muertos no volvieron a la vida hasta que se cumplieron los mil años). Benditos y santos son aquellos que forman parte de la primera resurrección, porque la segunda muerte no tiene ningún poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él durante todo ese tiempo. Cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión, y saldrá a engañar a los países de Gog y Magog, que representan a todos los países de este mundo. Satanás reunirá para la guerra a los ejércitos de esos países; sus soldados no se pueden contar, como tampoco se puede contar la arena del mar. Ellos recorrerán todo el mundo, y rodearán al pueblo de Dios y a su ciudad amada, pero saldrá fuego del cielo y los quemará por completo. Y el diablo, que los había engañado, será arrojado al lago donde el azufre arde en llamas, donde también fueron arrojados el monstruo y el falso profeta. Allí serán atormentados todos ellos para siempre, de día y de noche.

Entonces Juan vio un gran trono blanco, y al que estaba sentado en él. Y en su presencia desaparecieron la tierra y el cielo, y nadie volvió a verlos. Y todos los que habían muerto, tanto los humildes como los poderosos, estaban de pie delante del trono. Y fueron abiertos los libros donde está escrito todo lo que cada uno hizo, también se abrió el libro donde están escritos los nombres de todos los que vivirán con Dios para siempre. Los muertos fueron juzgados de acuerdo con lo que habían hecho y con lo que decían los libros. Luego, la Muerte y el reino de la muerte fueron lanzados al lago de fuego. Los que caen en este lago quedan separados de Dios para siempre, y allí fueron arrojados todos los que no tenían sus nombres escritos en el libro de la vida eterna. Después de todo esto Juan vio el gran regalo para todos los hijos de Dios: Cielo nuevo y tierra nueva, pues ya los primeros habían dejado de existir; y la santa ciudad: Jerusalén, bajaba del cielo, y era el lugar donde vivía Dios. La ciudad parecía una novia vestida para su boda, lista para encontrarse con su novio, y una fuerte voz desde el cielo dijo que ese era el lugar donde Dios viviría para siempre con su pueblo, y el Señor sería su único Dios. Allí Él secará nuestras lágrimas, y tampoco volveremos a llorar, ni a lamentarnos, ni sentiremos ningún dolor, porque lo que antes existía, dejará de existir. Luego Juan fue llevado a un cerro alto, y el ángel le mostró la ciudad santa, a la cual la presencia de Dios hacía brillar como una joya, como un diamante, transparente como el cristal. Por fuera estaba rodeada por una muralla alta y grande. En la muralla había doce portones; en cada portón había un ángel, y en cada portón estaba escrito el nombre de una de las doce tribus de Israel. La muralla estaba construida sobre doce grandes rocas, y en cada roca estaba escrito uno de los nombres de los doce apóstoles del Cordero. Esa muralla estaba hecha con todo tipo de materiales preciosos como: Oro, diamantes, zafiros, ágatas, esmeraldas, ónices, rubíes, crisólitos, berilos, topacios, crisoprasas, jacintos y amatistas. En la ciudad no vi ningún templo, porque su templo es el Señor, el Dios todopoderoso, y también el Cordero. La ciudad no necesita que el sol o la luna la iluminen, porque el brillo de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. Nunca entrará en ella nada que desagrade a Dios; no entrarán los que han adorado a dioses falsos, ni los objetos que hayan usado en su culto. Sólo podrán entrar los que tengan anotados sus nombres en el libro del Cordero. En la ciudad no habrá nada ni nadie que desagrade a Dios. Allí estará el trono de Dios y del Cordero, y los servidores de Dios lo adorarán. Todos podrán ver a Dios cara a cara, y el nombre de Dios estará escrito en sus frentes. Todo lo que está escrito en este libro (Como en toda la Biblia), es verdad; pues el mismo Señor, que ha enviado su Espíritu a los profetas, a enviado a su ángel para mostrarle a sus seguidores lo que sucederá. Finalmente el ángel le dijo a Juan que no guardara las cosas que se le habían mostrado, porque muy pronto sucederían. Jesús dijo: Vengo pronto, y traerá el premio que le corresponde a cada persona conforme a lo que haya hecho. A los que dejen de hacer lo malo, Dios los bendecirá, pues les dará el derecho a comer de los frutos del árbol que da vida eterna. Dios mismo ha enviado su ángel para que muestre todas estas cosas a las Iglesias y a los seguidores de Jesucristo,  por eso el Espíritu de Dios y la esposa del Cordero dicen: Ven, Señor Jesús. Y el que tenga sed y quiera agua, que venga y tome gratis del agua que da vida eterna. Que el amor del Señor nos acompañe siempre. ¡Aleluya!

Terminé :) Gracias mi Dios... Te amo. Siempre serás la fuente donde querré calmar mi sed, y nunca, nadie, ocupará tu eterno y hermoso lugar. Quiero estar allí contigo, en esa nueva Jerusalén. 


La Biblia en un año #Dia364

Apocalipsis 17-19

Apocalipsis es el libro más temido de toda la Biblia, y como dijimos en principio, muchas veces indescifrable para la mayoría de los creyentes. Y aunque su contenido refleje la ira de Dios y su juicio inminente sobre la tierra, realmente me he dado cuenta de que la palabra "cielo" es bastante mencionada dentro de él. Esto demuestra que cada una de las terribles calamidades que Dios revela en este espacio, no son más que mecanismos usados por Él para llamar a los habitantes de la tierra al arrepentimiento. No obstante, ninguno quiso dejar su mal camino y por ende, tendrían su merecido. No podemos disfrutar de las promesas de Dios sin obedecer sus mandamientos, y aunque el Señor hubiese cedido si los hombres se hubiesen arrepentido, esto nunca sucedió. Uno de los siete ángeles que derramaron las siete copas se le acercó a Juan y le dijo que le mostraría la sentencia que recibiría  la gran ramera que gobernaba sobre las aguas, esto se refiere a los habitantes de Babilonia, ciudad que en el libro del Apocalipsis representa a la ciudad de Roma; pues los reyes del mundo cometieron adulterio con ella, y los que pertenecen a este mundo se emborracharon con el vino de su inmoralidad. Luego, en la visión que le mostró el Espíritu de Dios a Juan, el ángel lo llevó al desierto. Allí vio a una mujer sentada sobre un monstruo de color rojo. Ese monstruo, de siete cabezas y diez cuernos, tenía escritos por todo el cuerpo nombres que ofendían a Dios, y la mujer vestía ropas de color púrpura y rojo. Se había adornado el cuerpo con oro, piedras preciosas y perlas. En su mano derecha tenía una copa de oro llena de vino. Ese vino significa que hizo mucho mal y que adoró a dioses falsos. Esa mujer representa a La Gran Babilonia, quien es la madre de todas las prostitutas y de todo lo malo y odioso que hay en el mundo. Luego Juan se dio cuenta de que la mujer se había bebido el vino y se había emborrachado con él; ese vino representa la sangre del pueblo de Dios y de los que fueron asesinados por mantenerse fieles a Jesús. Esa visión sorprendió mucho a Juan y el ángel le dijo que el monstruo que había visto saldría del abismo profundo solo para ser vencido, y los diez reyes que estaban representado por los diez cuernos, se pondrían de acuerdo y entregarían al monstruo todo su poder, Después, el monstruo y los diez reyes pelearían contra el Cordero, pero él y sus seguidores los vencerían. El Cordero vencerá, porque es el Señor más grande y el Rey más poderoso. Los diez cuernos que había visto Juan, lo mismo que el monstruo, odiarían a la prostituta y le quitarían todo lo que tiene. La dejarían desnuda, se comerían la carne de su cuerpo, y luego la arrojarían al fuego. Dios permitió que los diez reyes hicieran lo que él había pensado hacer. Los hizo ponerse de acuerdo para entregarle su poder al monstruo. Y ellos obedecerán al monstruo hasta que se cumplan todos los planes de Dios. Recuerda siempre: Hasta el diablo cumple los planes de Dios. 

Después de eso Juan vio que del cielo bajaba otro ángel con mucha autoridad, y era tanto su brillo que la tierra se iluminó con su resplandor. Ese ángel gritaba que por fin había caído la gran Babilonia, y ahora era casa de demonios, escondite de malos espíritus, nido de todas las aves y cueva de todas las fieras que odiamos y no debemos comer. En todos los países habían seguido su ejemplo y adoraron dioses falsos. Lo mismo hicieron los reyes de la tierra. Entonces una voz desde el cielo se dirigió al pueblo de Dios y le dijo que salieran Babilonia y que no pecaran como ella para que no cayeran sobre ellos los terribles males que vendrían. Pues eran tanto sus pecados que llegaban hasta el cielo y Dios no se había olvidado de ninguno de ellos. Ella pagaría todo lo malo que había hecho, y pasaría dos veces por la amargura por la que otros habían pasado por su culpa. Ella era muy orgullosa y vivía con grandes lujos, pero en ese momento solo sufriría y sería terriblemente atormentada. Ella sentada en su trono pensaba: Soy la reina y nunca sufriré. Por eso, en un mismo día recibiría todos estos castigos: hambre, sufrimiento y muerte. Sería destruida por el fuego, porque el Señor, el Dios todopoderoso, había decidido castigarla. Cuando Babilonia arda en llamas, lo lamentarán todos los reyes del mundo y llorarán por ella; pues esos reyes, lo mismo que Babilonia, se gozaron en adorar a dioses falsos y vivieron a todo lujo. También lo lamentarán los comerciantes del mundo, y llorarán, pues ya no habrá quien les compre nada. Esos comerciantes, que se hicieron ricos vendiendo todo esto a Babilonia, se mantendrían alejados por miedo a ser castigados con ella. Todos los capitanes de barco, los que viajaban por mar, los marineros y los comerciantes se mantuvieron alejados. Además, se echaron ceniza en la cabeza para mostrar su tristeza y su lamento. Los apóstoles y los Profetas se alegrarían pues por fin Dios haría pagar a todos en Babilonia por su gran maldad. En Babilonia nunca más se escucharía música de arpas, ni de flautas o trompetas. Dios castigará a esa gran ciudad, porque ella es la culpable de haber matado a los profetas y a los del pueblo de Dios. En efecto, ella mató a muchos en todo el mundo. Luego, en el cielo se escucharon fuertes voces que alababan a Dios por haberlos salvado, porque Él juzga con justicia y verdad. Todos alababan a Dios pues el humo que hacía arder a la Gran Prostituta nunca cesaba de subir. Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se inclinaron hasta tocar el suelo diciendo: ¡Así sea! Que todos alaben a Dios. Y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono. Todas las alabanzas que escuchó Juan en el cielo eran como el sonido de grandes cataratas y fuertes truenos. Todos alegres y llenos de gozo celebraban pues habían llegado las bodas del Cordero; ya estaba lista su esposa, la cual era la iglesia; Dios la había vestido de lino fino, limpio y brillante. Ese lino fino representa el bien que hace el pueblo de Dios. El ángel le dijo a Juan que eran benditos todos los que habían sido invitados a las bodas del Cordero. Entonces Juan vio el cielo abierto, y allí estaba un caballo blanco. El que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero. Estaba vestido con ropa teñida de sangre, y su nombre era: El Mensaje de Dios. Los ejércitos del cielo, vestidos de lino fino, blanco y limpio, lo seguían montados en caballos blancos. De su boca salía una espada afilada, que representa su mensaje poderoso; con esa espada conquistará a todos los países. Los gobernará con fuerza, y él mismo exprimirá las uvas para sacar el vino que representa el terrible enojo del Dios todopoderoso. Entonces vi al monstruo y a los reyes del mundo con sus ejércitos. Se habían reunido para pelear contra el que estaba montado en aquel caballo blanco, y contra su ejército.  El monstruo fue capturado, junto con el falso profeta que en su presencia había hecho maravillas. Los dos fueron lanzados vivos a un lago donde el azufre arde en llamas. Luego, con la espada que salía de su boca, el que estaba sentado sobre el caballo blanco mató a todos los soldados del monstruo. Y las aves de rapiña se dieron un banquete con la carne de ellos.


viernes, 30 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia363

Apocalipsis 14-16

Luego de la visión de la mujer vestida de sol, el dragón, el niño, el ángel Miguel, la bestia del mar y la bestia de la tierra; Juan tiene otra visión de los 144 mil, ahora cantando una nueva canción. Lo que precede las series finales de los juicios divinos de la tierra. Juan miró y vio al cordero de pie en el monte de Sión; los 144 mil seguidores suyos estaban frente a Él y tenían escritos en las frentes los nombres del Cordero y del Padre. Después oyó una voz que venía del cielo, era como el estruendo de enormes cataratas, o como el fuerte resonar del trueno; era un sonido semejante al de muchos músicos tocando arpas. Los ciento cuarenta y cuatro mil estaban de pie delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes y de los veinticuatro ancianos, y cantaban una canción que nunca antes se había escuchado. Nadie podía aprenderse la letra de aquella canción, a no ser los que fueron salvados de entre la gente de este mundo, los cuales no adoraron a dioses falsos ni fueron infieles a Dios. Todos ellos seguían al Cordero por dondequiera que él iba, y habían sido salvados para ser el primer regalo que se ofreciera a Dios y al Cordero, pues nunca mintieron ni hicieron lo malo. Luego tres ángeles que volaban en lo alto del cielo. Uno llevaba buenas noticias de valor eterno, para la gente de todos los países, razas, idiomas y pueblos; el otro decía que había caído la gran Babilonia, y que había sido destruida la ciudad que enseñaba a todos a pecar y a desobedecer a Dios; y el tercero decía con fuerte voz que si alguno adoraba al monstruo o a la estatua o se dejaba poner su marca en la frente o en la mano, Dios se enojaría mucho y lo castigaría duramente. No sería un castigo suave, sino que lo haría sufrir con fuego y azufre ardiente, y los santos ángeles y el Cordero lo verían sufrir su castigo. Entonces Juan oyó una voz del cielo, que le decía que escribiera que Dios iba a bendecir a todos los que desde ese momento en adelante murieran unidos al Señor Jesucristo, porque ellos descansarían de todos sus sufrimientos y dificultades; y el Señor los premiaría por todo el bien que habían hecho. 

Luego vio una nube blanca, sobre la que estaba sentado alguien que parecía un hijo de hombre, que tenía una corona de oro en la cabeza, y en la mano llevaba una hoz afilada. Con ese instrumento empezó a cortar y a recoger la cosecha sobre la tierra. Otro ángel también cortó las uvas del viñedo de la tierra que ya estaban maduras, luego las echó en el recipiente grande que se usa para exprimirlas, y que representaban el enojo de Dios. Luego vinieron los siete ángeles con las últimas siete plagas terribles que vendrían sobre la tierra. Después de todo eso, el enojo de Dios se calmaría. Vio también algo que parecía un mar de cristal mezclado con fuego, junto a ese mar estaban de pie los que habían vencido al monstruo, los que no aceptaron ser marcados con el número de su nombre ni habían adorado a su estatua. Dios les había dado arpas, y con ellas cantaban el canto de Moisés, dedicado al Cordero. Después de eso Juan miró hacia el cielo, y vio que se abría el templo, de él salieron los siete ángeles con las siete plagas terribles que iban a suceder. Estaban vestidos con una tela fina y costosa, limpia y brillante, y se cubrían el pecho con protectores de oro. Uno de los cuatro seres vivientes le dio una copa llena de vino a cada uno de los ángeles. Las siete copas de vino representaban el enojo de Dios, y a nadie se le dejaba entrar en el templo antes de que llegaran las siete plagas terribles que llevaban los siete ángeles. El primer ángel fue y vació su copa sobre la tierra, y a todos los que tenían la marca del monstruo y adoraban su estatua les salió una llaga terrible y dolorosa. El segundo ángel vació su copa sobre el mar, y el agua del mar se convirtió en sangre, como la sangre de los que mueren asesinados. Así murió todo lo que tenía vida en el mar. El tercer ángel vació su copa sobre los ríos y sobre los manantiales, y el agua se convirtió en sangre. El cuarto ángel vació su copa sobre el sol, al cual se le permitió quemar a la gente. Todos quedaron terriblemente quemados, pero ni aun así se volvieron a Dios ni lo alabaron; al contrario, lo ofendieron. El quinto ángel vació su copa sobre el trono del monstruo, y su reino quedó en la oscuridad. La gente se mordía la lengua de dolor, porque las llagas los hacían sufrir mucho. Pero ni aun así dejaron de hacer lo malo, sino que ofendieron a Dios por el dolor que sentían. El sexto ángel vació su copa sobre el gran río Éufrates, y el agua del río se secó para que los reyes del Oriente pudieran pasar. Entonces Juan vio que de la boca del dragón, de la boca del monstruo y de la boca del falso profeta, salieron tres espíritus malos que parecían ranas; eran espíritus de demonios, que hacían cosas extraordinarias y maravillosas. Salieron para reunir a todos los reyes del mundo, para que lucharan contra el Dios todopoderoso; lo que harán cuando llegue el día en que Dios juzgará a todo el mundo. Por eso el mismo Jesús dijo que volvería cuando menos lo esperaran, y que Dios iba a bendecir al que se mantuviera despierto y vestido, pues no lo sorprenderían desnudo ni tendría nada de qué avergonzarse. Los espíritus malos reunieron a los reyes en un lugar, que en hebreo se llama Harmagedón. El séptimo ángel vació su copa sobre el aire, y desde el trono que está en el templo salió una fuerte voz que decía: Ya está hecho. Y hubo relámpagos, voces, truenos y un gran terremoto, más terrible que todos los terremotos que han sacudido a la tierra desde que hay gente en ella. El terremoto partió en tres a la gran ciudad de Babilonia, y las ciudades de todo el mundo se derrumbaron. Todas las islas y las montañas desaparecieron, y del cielo cayeron grandes granizos sobre la gente. Los granizos parecían rocas, pues pesaban más de cuarenta kilos. Y aún la gente insultó y ofendió a Dios, porque aquellos terribles granizos fueron un castigo muy duro de soportar. 


La Biblia en un año #Dia362

Apocalipsis 10-13

Juan también vio descender a un ángel poderoso envuelto en una nube con un arco iris en la cabeza, su cara brillaba como el sol, y sus pies eran como columnas de fuego; en la mano tenía un libro pequeño que había sido abierto. Cuando el ángel se detuvo, puso el pie derecho sobre el mar y el pie izquierdo sobre la tierra. Entonces gritó con fuerte voz, como si fuera un león que ruge; y cuando gritó se oyeron siete voces fuertes como truenos. Luego levantó al cielo su mano derecha, y juró por Dios que diría la verdad. Dijo: Dios ya no esperará más, cuando el séptimo ángel toque su trompeta, Dios hará todo lo que había planeado y mantenía en secreto; hará todo lo que ya había dicho a sus servidores los profetas. Luego, la voz desde el cielo le dijo a Juan que tomara el librito de la mano del ángel que se había detenido sobre mar y tierra, ese ángel le dijo a Juan que se comiera el libro y cuando lo hizo, en la boca le supo dulce como miel y en el estomago amargo. Entonces le dijeron a Juan que tenía que anunciar los planes de Dios a la gente de muchos países, razas, idiomas y reyes. Luego a Juan le dieron una regla para medir el Templo de Dios y su altar, y le dijeron que mirara cuantos estaban adorando al Señor allí. También le dijeron que no midiera el espacio que había fuera del Templo, pues ese pertenecía a los que no creían en Él. A esos, Dios les permitiría gobernar sobre Jerusalén durante tres años y medio, y en ese tiempo enviaría a dos Profetas vestidos con ropas ásperas para que anunciaran el mensaje verdadero. Estos dos profetas son los dos árboles de olivo y los dos candelabros que están delante de Dios, que es el rey de la tierra. Si alguien trata de hacerles daño, ellos echarán fuego por la boca y quemarán por completo a sus enemigos, hasta matarlos. Ellos tienen poder para hacer que no llueva durante los tres años y medio que profetizarán. También tienen poder para hacer que el agua se vuelva sangre, y para hacer que la gente de este mundo sufra toda clase de terribles males; y pueden hacerlo cuantas veces quieran. Cuando estos dos profetas hayan terminado de anunciar mi verdadero mensaje, el monstruo que sube desde el Abismo profundo peleará contra ellos, y los vencerá y los matará. Sus cuerpos quedarán tirados en la calle principal de la gran ciudad, donde mataron al Señor clavándolo en una cruz. La gente le ha dado a esa ciudad el nombre simbólico de Sodoma, y también la llaman Egipto. Durante tres días y medio, gente de distintos pueblos, razas, idiomas y países verá sus cadáveres, y no dejará que los entierren. Todo el mundo se alegrará de verlos muertos, y se mandarán regalos unos a otros para celebrar su muerte, porque esos dos profetas eran un terrible sufrimiento para aquella gente. Pero después de esos tres días y medio Dios volvió a darles vida, y ellos se pusieron de pie; y todas las personas que los vieron tuvieron mucho miedo. Ellos subieron al cielo en una nube, a la vista de todos sus enemigos. En ese mismo instante hubo un gran terremoto, que destruyó la décima parte de la ciudad, y siete mil personas murieron. Los sobrevivientes tuvieron mucho miedo y alabaron a Dios, que está en el cielo. Ése fue el segundo desastre, pero el tercero viene pronto.

Cuando el séptimo ángel tocó la trompeta, en el cielo se oyeron fuertes voces diciendo que Dios y el Mesías ya gobernaban sobre toda la tierra y que reinarían por siempre. Y los veinticuatro ancianos que están sentados en sus tronos, delante de Dios, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente y lo adoraron. Entonces se abrieron las puertas del templo de Dios, que está en el cielo, y dentro del templo podía verse el cofre de su pacto. Y hubo relámpagos, un resonar de truenos, un fuerte temblor de tierra y una gran lluvia de granizo. Luego se vio en el cielo algo muy grande y misterioso: apareció una mujer envuelta en el sol. Tenía la luna debajo de sus pies, y llevaba en la cabeza una corona con doce estrellas. La mujer estaba embarazada y daba gritos de dolor, pues estaba a punto de tener a su hijo. También apareció un gran dragón rojo, que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza. Ese dragón arrastró con la cola a la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó a la tierra; luego se detuvo frente a la mujer, para comerse a su hijo tan pronto como naciera. La mujer tuvo un hijo que gobernaría con gran poder a todos los países de este mundo, pero le quitaron a su hijo y lo llevaron ante Dios y ante su trono. La mujer huyó al desierto, donde Dios había preparado un lugar para que la cuidaran durante tres años y medio. Después hubo una batalla en el cielo. Uno de los jefes de los ángeles, llamado Miguel, acompañado de su ejército, peleó contra el dragón. El dragón y sus ángeles lucharon, pero no pudieron vencer, y ya no se les permitió quedarse más tiempo en el cielo. Arrojaron del cielo al gran dragón, que es la serpiente antigua, es decir, el diablo, llamado Satanás, que se dedica a engañar a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron lanzados a la tierra. Entonces Juan escucho una fuerte voz que decía que el diablo había sido arrojado del cielo, pues día y noche, delante de nuestro Dios, acusaba a los nuestros. La muerte del Cordero y el mensaje anunciado habían sido su derrota. Los nuestros no tuvieron miedo, sino que se dispusieron a morir, en el cielo y en todos lo estuviesen allí habría gran alegría, pero que mal les iría a los que vivían aún en la tierra y en el mar. El diablo había bajado para combatirlos, aunque él sabia que ya le quedaba poco tiempo. Cuando el dragón se dio cuenta de que había sido lanzado a la tierra, empezó a perseguir a la mujer que había tenido a su hijo. El dragón arrojó mucha agua por la boca, y con el agua formó un río para que arrastrara a la mujer, pero la tierra vino en su ayuda: abrió un hueco y, como si fuera su boca, se tragó toda el agua que el dragón había arrojado. Entonces el dragón se enojó mucho contra la mujer, y fue a pelear contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y siguen confiando en el mensaje de Jesús. Luego también salió un monstruo del mar, con diez cuernos y siete cabezas. Una de las cabezas del monstruo parecía tener una herida mortal, pero la herida sanó, lo que hizo que todo el mundo se asombrara y creyera en el monstruo. Todos adoraron al dragón, porque le había dado su autoridad al monstruo, y también adoraron al monstruo. Al monstruo se le permitió creerse importante y decir que él era Dios. También se le permitió gobernar durante cuarenta y dos meses. 6 Pasado ese tiempo, empezó a insultar a Dios, a su templo y a todos los que están en el cielo. También se le permitió pelear contra el pueblo de Dios y derrotarlo, y además se le dio autoridad sobre la gente de todas las razas y pueblos, idiomas y países. A ese monstruo lo adorarán todos los que no tienen sus nombres escritos en el libro del Cordero, que fue sacrificado. De la tierra saldría una bestia, tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como un dragón; había recibido autoridad del primer monstruo, y trabajaba para él; obligando a los habitantes de la tierra a adorar al primer monstruo. Este monstruo engañó a la gente por medio de los milagros que hizo con el poder que el primer monstruo le había dado. Luego los obligó a hacer una estatua del primer monstruo, el cual había sido herido con una espada pero seguía con vida. Dios permitió que el segundo monstruo le diera vida a la estatua del primer monstruo, para que pudiera hablar. Todos los que no adoraban la imagen del primer monstruo eran condenados a muerte. También hizo que a todos les pusieran una marca, en la mano derecha o en la frente. No importaba que fueran ricos o pobres, grandes o pequeños, libres o esclavos; todos tenían que llevar la marca. Nadie podía comprar ni vender nada, si no tenía esa marca, o el nombre del monstruo, o el número de su nombre. Ese número es 666.


miércoles, 28 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia361

Apocalipsis 7-9

Antes de que todos los sellos fueran abiertos, Juan tuvo una visión de cuatro ángeles que estaban de pie y habían recibido poder para dañar a la tierra y el mar. En esa misma visión, observó también a otro ángel, que venía del oriente, el cual tenía el sello de Dios, y con el cual marcaría a 144 mil de sus hijos para protegerlos. Estos eran 12 mil por cada tribu de Israel, en representación del pueblo de Dios alrededor de todo el mundo que sería salvado. Después de eso vio a mucha gente de todos los países, y de todas las razas, idiomas y pueblos; eran tantos que nadie los podía contar. Estaban de pie, delante del trono y del Cordero, vestidos con ropas blancas; en sus manos llevaban ramas de palma y gritaban con fuerte voz que Dios los había salvado. Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, y alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; adorando a Dios y admirando su fama y sabiduría, su poder y fortaleza. Entonces uno de los ancianos le preguntó a Juan quienes eran los que estaban vestidos de blanco y de donde venían; Juan le dijo que ya él lo sabía. Y el anciano le dijo que ellos eran los que no habían muerto durante el tiempo de la gran tribulación en la tierra, puesto que habían confiado en Dios y Él les perdonó sus pecados con la sangre del Cordero. Por eso estaban ahora delante del trono de Dios, y día y noche le servían en su templo. Dios estaría con ellos, y los protegería. Ya no tendrían hambre ni sed, ni los quemaría el sol ni los molestaría el calor. Dios secaría todas sus lágrimas, y los cuidaría el Cordero que estaba en medio del trono, así como el pastor cuida sus ovejas y las lleva a manantiales de agua que da vida. Cuando el Cordero rompió el séptimo sello, todos en el cielo guardaron silencio durante media hora. Entonces Juan vio que se le dio una trompeta a cada uno de los siete ángeles que estaban de pie delante de Dios. El primer ángel tocó su trompeta, y desde el cielo cayeron granizo y fuego mezclados con sangre. Se quemó la tercera parte de la tierra, y también la tercera parte de todos los árboles y de toda la hierba. El segundo ángel tocó su trompeta, y fue lanzado al mar algo parecido a una gran montaña envuelta en llamas. Entonces, la tercera parte del mar se convirtió en sangre, y murió la tercera parte de todo lo que vivía en el mar, y fue destruida la tercera parte de los barcos. Cuando el tercer ángel tocó su trompeta, una gran estrella cayó del cielo sobre la tercera parte de los ríos y de los manantiales. Esa estrella ardía como una antorcha, y se llamaba «Amargura». Entonces, la tercera parte de las aguas se volvió amarga, y mucha gente murió al beberla. El cuarto ángel tocó su trompeta, y la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas se dañó y dejó de alumbrar. Por eso el sol no alumbraba durante la tercera parte del día, y la luna y las estrellas no brillaban durante la tercera parte de la noche.

El quinto ángel tocó su trompeta, y Juan vio una estrella que había caído del cielo a la tierra. A ella se le dio la llave del túnel que lleva al Abismo profundo. Y cuando la estrella abrió el túnel del Abismo, de allí salió humo, como de un horno muy grande, y el humo oscureció el sol y el aire. Del humo salieron langostas, las cuales cubrieron la tierra y recibieron poder para picar como escorpiones a la gente. Luego, Dios les ordenó que no dañaran a la tierra, ni a los árboles ni a las plantas, sino sólo a quienes no tuvieran en su frente la marca del sello de Dios. Dios les permitió que hirieran a la gente durante cinco meses, pero no les permitió que mataran a nadie. Y las heridas que hacían eran tan dolorosas como la picadura de los escorpiones. Durante esos cinco meses, la gente que había sido picada quería morirse, pero seguía viviendo. Era como si la muerte huyera de ellas. El ángel del Abismo es el jefe de las langostas. En hebreo se llama Abadón, y en griego se llama Apolión; en ambos idiomas, su nombre quiere decir: Destructor. Ése fue el primer desastre, pero todavía faltan dos. El sexto ángel tocó su trompeta, y una voz que que salía de en medio de los cuatro cuernos del altar de oro que estaba frente a Dios le dijo al ángel que soltara a los cuatro ángeles que estaban atados junto al gran río Éufrates para que mataran a la tercera parte de los seres humanos, pues Dios los había preparado exactamente para esa hora, día, mes y año. A pesar de todo esto que sucedió en la visión, tal como sucederá cuando venga el juicio de Dios sobre la tierra, el resto de la gente, es decir, los que no murieron, no dejaron de hacer lo malo, ni dejaron de adorar a los demonios y a las imágenes de dioses falsos. Al contrario, siguieron adorando imágenes de piedra, de madera, y de oro, plata y bronce. Dioses falsos que no pueden ver, ni oír, ni caminar. Y no dejaron de matar ni de hacer brujerías; tampoco dejaron de robar ni de tener relaciones sexuales prohibidas. Aunque todas estas plagas y calamidades se presentan como una muestra de la ira de Dios sobre el mundo, realmente son una forma en la que el Señor pudo mostrar misericordia con el propósito de traer a la gente que no creía al arrepentimiento. Él pudo simplemente acabar todo de una vez, y dar muerte instantánea a todo el que decidió darle la espalda, pero trató, aún con las medidas mas agresivas, de que los corazones se volvieran a Él, y ni aún así se arrepintieron de la obra de sus manos, ni dejaron de seguir doctrinas de demonios. Sin embargo, para los que hemos creído y aguardado en la esperanza bienaventurada del hijo de Dios, llegará el día cuando ya no habrá mas hambre, ni sed, y el sol no nos fatigará. Pues el Cordero que está en el trono será nuestro Pastor. Él nos guiará a manantiales del agua que dan vida, y Dios secará cada lágrima de nuestros ojos. 


La Biblia en un año #Dia360

Alto de Adoración semanal...


He llegado a mi ultimo Alto de adoración semanal, y ya sólo 5 lecturas me separan de terminar mi gran aventura por las Escrituras. Me siento tan conmovida, tan dichosa, tan agradecida, y en una palabra: Realizada. Honro a Dios, y le doy toda mi alabanza por haber puesto este deseo en mi corazón, por haber permitido todo esto, por ser tan bueno conmigo, y por llevarme de la mano en cada uno de los propósitos y retos que emprendo para su Gloria. Anoche mientras oraba y le pedía fuerzas y sabiduría pata terminar, le dije: Todo esto es para ti. Y así, cada uno de mis anhelos son para adorarle y entregarme cada día más en alma, cuerpo y Espíritu a su presencia. Yo se que podría invertir muchas horas escribiendo acerca de lo feliz que me siento, pero realmente es indescriptible, no me alcanzarían las palabras. Aunque siempre tenga muchas jaja.. Todo esto ha sido demasiado precioso para mi. En estos últimos días pase de las cartas de Juan a la de Judas, y posteriormente comencé a leer el Apocalipsis. Realmente mi oración de anoche tuvo mucho que ver con el hecho de empezar este libro, ya que ha sido visto muchas veces como el libro indescifrable del Nuevo Testamento. Un libro enigmático, lleno de simbolismos, señales, figuras y su vez de tantos descubrimientos y declaraciones. El desafío es: Interpretar cada símbolo de la manera en la que Juan y el Espíritu Santo lo proyectaron. Y espero en el nombre de Jesús que sea así. Aunque estaba un poco ansiosa, ya llevo dos lecturas y he comprendido la totalidad de su contenido; Dios quiera siga siendo así. En este alto de adoración, ya a punto de finalizar este año, esta Biblia que utilicé para darle vida a este reto y que me ha acompañado en cada lectura, me anima a reflexionar en el nacimiento de Jesús. Haciendo unas pequeñas lecturas en Mateo 1:1-18, 2:1-12 y en Lucas 2:1-10. La Gloriosa venida del hijo de Dios a la tierra es algo que siempre celebraré sin animo de ofender a los que no comparten mi opinión. La Biblia me ofrece cientos de razones para hacerlo, y para gozarme no en una fecha, sino en el hecho más importante e histórico de toda la humanidad. ¡Jesús vive! Y ese es mi mejor regalo. Pienso en su presencia como el tesoro mas grande de toda mi vida, y eso es algo que, repito, sencillamente celebro todos los días. Durante todo este año, estuve leyendo acerca de los anuncios específicos acerca de la llegada, vida, muerte y resurrección del Mesías, más de 300 para ser exactos, y Él, a través del gran poder de Dios, cumplió cada uno de ellos. Lo que además me anima a seguir confiando en que nuestro Dios, es un Dios de Palabra. Que no miente, ni se arrepiente. Y después de todo un año de grande desafíos en mi andar por fe, los cuales no alcanzaría a compartir por este portal, le sigo creyendo más que nunca. El Dios de milagros, que vio mi necesidad de un Salvador, que vio mis carencias, y que lo hizo todo para llenar mis vacíos y mi pobreza, puede darme hoy, todas las demás cosas que deban ser añadidas en mi vida. Su gran poder sigue tan vigente como aquella noche en ese pesebre, donde hizo nacer en carne al Cristo, al Mesías, al Señor. Y en respuesta a ese regalo, le daré toda mi adoración por el resto de mis días. 


La Biblia en un año #Dia359

Apocalipsis 4-6

Después de los mensajes para las siete comunidades cristianas en la tierra, Juan recibe la visión de la adoración celestial. Juan no sólo recibió una gran enseñanza de como debía ser la adoración mientras dure nuestro peregrinaje en el mundo, sino que también le fue mostrado lo que sucedería después, en la Patria Celestial. Lleno del Espíritu, este hombre pudo ver un trono en el cielo y a alguien sentado en él. El que estaba sentado en el trono brillaba como piedras preciosas, y el brillo de una esmeralda rodeaba el trono como un arco iris. Lo rodeaban veinticuatro tronos en los cuales estaban sentados veinticuatro ancianos. Todos vestían de blanco y tenían una corona de oro sobre la cabeza. Delante del trono había siete lamparas encendidas; las cuales eran los siete espíritus de Dios. En el centro y alrededor del trono había cuatro seres vivientes, cada uno cubierto de ojos por delante y por detrás;  cada uno de los seres vivientes tenía seis alas, y las alas estaban totalmente cubiertas de ojos por dentro y por fuera. Estos seres repetían constantemente: Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que siempre fue, que es, y que aún está por venir. Cada vez que los seres vivientes daban gloria, honor y gracias al que está sentado en el trono, los veinticuatro ancianos se postraban y lo adoraban, y ponían sus coronas delante del trono. Luego Juan vio un rollo de libro en la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono. Este era Dios, quien esperaba a quien es digno de desatar su gran juicio sobre la tierra. El rollo estaba escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos; y no podía ser abierto por nadie en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, más que por el León de la tribu de Judá, el heredero del trono de David. Luego vio un Cordero que parecía que había sido sacrificado, pero que ahora estaba de pie entre el trono y los cuatro seres vivientes y en medio de los veinticuatro ancianos. El Cordero fue y tomó el libro enrollado que tenía en la mano derecha el que estaba sentado en el trono, apenas hizo eso, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se arrodillaron delante de él. Cada uno tenía un arpa, y llevaba una copa llena de incienso que representaba las oraciones del pueblo de Dios. Todos los seres vivientes y los veinticuatro ancianos cantaban al cordero, pues solo Él era digno de tomar el libro y romper sus sellos. Porque fue sacrificado, y con su sangre rescató para Dios, a gente de toda raza, idioma, pueblo y nación; haciéndolos reyes y sacerdotes para nuestro Dios.

En el momento en que el Cordero rompía el primero de los siete sellos, uno de los seres vivientes le pidió a Juan que se acercara, entonces lo hizo y miró salir un caballo blanco. El que lo montaba llevaba en la mano flechas y un arco, y le dieron una corona. Había vencido a sus enemigos, y salía dispuesto a seguir venciendo. Cuando el Cordero rompió el segundo sello, Juan vio salir un caballo rojizo, y Dios le dio permiso al jinete de acabar con la paz del mundo, y de hacer que unos a otros se mataran. Y le dieron una gran espada. Con el rompimiento del tercer rollo, Juan vio un caballo negro, y el que lo montaba llevaba una balanza en la mano. Y respecto de este, los seres vivientes hablaban del costo que tendrían los alimentos. Cuando el Cordero rompió el cuarto sello, Juan vio un caballo pálido y amarillento, y el que lo montaba se llamaba Muerte, y lo seguía el representante del reino de la muerte. Y los dos recibieron poder para matar a la cuarta parte de los habitantes de este mundo, con guerras, hambres, enfermedades y ataques de animales salvajes. Cuando el Cordero rompió el quinto sello, Juan vio debajo del altar a las almas de los que habían sido asesinados por anunciar el mensaje de Dios. Quienes decían con fuerte voz: Dios todopoderoso, tú eres santo y siempre dices la verdad. ¿Cuándo te vengarás de los que nos mataron? ¿Cuándo los castigarás? Entonces Dios les dio ropas blancas, y les dijo que debían esperar un poco más, porque aún no habían muerto todos los cristianos que debían morir como ellos. Cuando el Cordero rompió el sexto sello, miró, y hubo un gran terremoto, el sol se oscureció, y la luna se puso roja como la sangre. Las estrellas cayeron del cielo a la tierra, como cae la fruta del árbol cuando un fuerte viento lo sacude. Además, el cielo fue desapareciendo y todas las montañas y las islas fueron llevadas a otro lugar. Entonces todos los reyes de la tierra, y toda la gente importante, intentaron esconderse en las cuevas y entre las rocas de las montañas. Lo mismo hicieron los comandantes de los ejércitos, los ricos, los poderosos, los esclavos y los que eran libres. Y todos ellos le pedían a las montañas y a las rocas que cayeran sobre ellos para que Dios no los viera y no fuesen castigados por el Cordero, pues había llegado el día en que Dios y el Cordero los castigarían, y nadie iba a poder resistir el castigo.


La Biblia en un año #Dia358

Apocalipsis 1-3

El libro de las Revelaciones o Apocalipsis de san Juan, es el último libro del Nuevo Testamento. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos como el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. El autor recibe las visiones contenidas en este libro mientras se encontraba exiliado en la isla de Patmos, donde a través de una dramática serie de cuadros, señales y símbolos, describe el juicio cataclísmico sobre la tierra, la derrota final de las fuerzas satánicas, y el principio de un cielo nuevo y una tierra nueva. Dios le mostró a Jesucristo lo que pronto sucederá, para que él se lo enseñara a sus servidores. Por eso Jesucristo se lo comunicó a Juan, su servidor, por medio de un ángel; y Juan puso por escrito toda la verdad. Primero empieza con el saludo a las siete Iglesias en Asia menor, que necesitaban una por una, un mensaje particular; a Juan se le encargan estos mensajes y los da a la medida de cada necesidad espiritual. Estas Iglesias eran las de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Cuando Juan recibió estos mensajes, vio siete candelabros de oro, en medio de los candelabros vio a alguien que parecía ser Jesús, el Hijo del hombre. Vestía una ropa que le llegaba hasta los pies, y a la altura del pecho llevaba un cinturón de oro; su cabello era tan blanco como la lana, y hasta parecía estar cubierto de nieve. Sus ojos parecían llamas de fuego, y sus pies brillaban como el bronce que se funde en el fuego y luego se pule. Su voz resonaba como enormes y estruendosas cataratas. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada delgada y de doble filo. Su cara brillaba como el sol de mediodía. Cuando Juan vio todo esto, cayó en el suelo como muerto, pero el Señor puso su mano derecha sobre él y le dijo que no tuviese miedo; y que Él era el primero y el último, y estaba vivo para siempre. el Señor le ordenó a Juan que escribiera lo que había visto, tanto lo que sucedía en ese momento como lo que sucedería después; y que las siete estrellas representaban a los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros representaban a las siete iglesias. El primer mensaje fue para la Iglesia de Éfeso, y luego de elogiarla por su servicio y por tener una buena conducta, agradable y obediente; le reclamó haberse apartado de su primer amor. De ese tiempo en el cual se habían convertido y habían amado profundamente al Señor. Por eso, esta comunidad debía recordar como era antes y volverse a Dios, dejando de hacer lo malo y comportándose como en principio. El Espíritu claramente dijo: A los que triunfen sobre las dificultades y no dejen de confiar en mí, les daré a comer el fruto del árbol que da vida. Ese árbol crece en el hermoso jardín de Dios. A Esmirna mandó a decir el Espíritu de Dios, que enfrentarían fuertes sufrimientos, pero no debían tener miedo, pues esos sufrimientos solo serían una prueba a su fidelidad, y si la superaban, incluso cuando se enfrentaren a la misma muerte, recibirían la corona de la vida. Pues los que resultan vencedores no recibirán el daño de la segunda muerte y no permanecerán apartados de Dios. 

El mensaje para Pérgamo: Fueron encomiados por mantenerse fieles a Dios a pesar de que satanás reinara en la ciudad donde esta comunidad estaba establecida, y porque aún viendo morir allí en esa ciudad a un mártir del Señor, se rehusaron a negarlo. Sin embargo, a pesar de esto, toleraban la enseñanza de Balaam, quien en su tiempo, hizo tropezar al pueblo de Israel. Les enseñó a pecar, incitándolos a comer alimentos ofrecidos a ídolos y a cometer pecado sexual. Y en Pérgamo, algunos estaban haciendo lo mismo. El Señor les advirtió que se arrepintieran de su pecado, porque de lo contrario, Él vendría con el poder de su Palabra y los castigaría a ellos y a sus seguidores. Todo el que tenga oídos para oír debe escuchar al Espíritu y entender lo que él dice a las iglesias. A todos los que salgan vencedores, les dará del maná que ha sido escondido en el cielo; y a cada uno una piedra blanca, y en la piedra estará grabado un nombre nuevo que nadie comprende aparte de aquel que lo recibe. Acerca de Tiatira el Señor dijo haber visto todo lo que hacía, su amor, su fe, su servicio y su paciencia con perseverancia; pero permitían que una mujer con el espíritu de Jezabel, y quien se llamaba a si misma profetisa, llevara a los seguidores de Jesús por el camino de la idolatría; tal y como lo había hecho esta reina en el pasado con Israel. Les enseñaba a cometer pecado sexual y a comer alimentos ofrecidos a ídolos. El Señor le dio tiempo a esta mujer para arrepentirse, pero ella no quiso dejar su inmoralidad; por tanto, sería arrojada en una cama de sufrimiento y los que cometían adulterio con ella sufrirían terriblemente, a menos que se arrepintieran y abandonaran sus maldades. El Señor iba a herir a todos sus hijos, y daría su merecido a todos los que habían seguido ese ejemplo; así todas las Iglesias serían testigos de que Él, es quien examina los pensamientos e intenciones de todas las personas. A los que no hubiesen seguido esta falsa enseñanza, les pidió que siguieran confiando firmemente en Él, y les dijo que les daría autoridad sobre todas las naciones, la misma autoridad que Jesucristo había recibido del Padre. A la Iglesia de Sardis la confrontaron, pues aunque tuviesen fama de estar vivos, realmente estaban muertos. Ellos necesitaban despertar, y fortalecer lo poco que les quedaba pues sus acciones no cumplían con los requisitos de Dios. Debían volver a lo que habían escuchado y creído desde el principio y retenerlo con firmeza; arrepentirse y volver a Dios. De lo contrario, el mismo Dios llegaría a castigarlos cuando menos lo esperaran. Sin embargo, en Sardis había algunas personas que no habían hecho lo malo; y por eso, andarían con Jesús vestidos con ropas blancas, símbolo de victoria y santidad, pues se lo merecían. La Palabra para la Iglesia de Filadelfia fue la siguiente: Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que, a pesar de que tienes poco poder, me has obedecido en todo y nunca has negado conocerme. Por eso, pon atención: Voy a darte la oportunidad de servirme, y nadie te lo podrá impedir. Yo te he abierto la puerta, y nadie podrá cerrarla. Todos en el mundo iban a padecer dificultades y sufrimientos, pero en esta Iglesia serían protegidos, porque obedecieron cuando el mismo Dios les ordenó que no dejaran de confiar en Él. Finalmente para Laodicea el mensaje fue de reprensión, pues en vez de obedecer a Dios en un todo lo hacían solo un poco. Tal y como ya sabemos, el Señor rechazó su tibieza espiritual, pues no se habían entregado completamente a Él. Ellos creían ser muy ricos, pero realmente eran muy pobres y miserables; el Señor les aconsejó que compraran de Él lo que tenía verdadero valor: El oro refinado con fuego, la ropa blanca que Él puede dar, y la medicina para los ojos, pues sólo así iban a poder ver. Dios corrige y disciplina a todos los que ama, por lo tanto, seamos diligentes y arrepintámonos si hemos indiferentes. Él está a la puerta y llama, si oímos su voz y abrimos la puerta, Él va a poder entrar y cenaremos juntos como amigos. El que venciere podrá sentarse junto con Jesucristo en su trono, así como Él mismo ha vencido, y se ha sentado en el trono del Padre Celestial junto con Él. 


martes, 27 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia357

Judas

Judas Tadeo, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago, por lo que también era medio hermano de Jesús, escribe esta carta con el propósito de informar a la Iglesia acerca de falsos maestros que habían pervertido la idea de la gracia, y la habían confundido con un permiso para pecar deliberadamente. A pesar de que Judas en principio quiso escribirles a los creyentes acerca de la Salvación, debió volver su enfoque hacia la defensa de la fe cristiana pues se habían levantado unos cuantos detractores en contra de ella. Algunas personas que no tenían a Dios se habían infiltrado en las iglesias diciendo que la maravillosa gracia de Dios les permitía llevar una vida inmoral. La condena de tales personas fue escrita hace mucho tiempo, pues negaron a Jesucristo, nuestro único Dueño y Señor. Jesús primero rescató de Egipto a la nación de Israel pero luego destruyó a los que no permanecieron fieles. Y los ángeles que no se mantuvieron dentro de los límites de autoridad que Dios les puso, sino que abandonaron el lugar al que pertenecían, Dios los ha tenido firmemente encadenados en prisiones de oscuridad, en espera del gran día del juicio. Asimismo no olvidemos a Sodoma y Gomorra ni las ciudades vecinas, las cuales estaban llenas de inmoralidad y de toda clase de perversión sexual. Esas ciudades fueron destruidas con fuego y sirven como advertencia del fuego eterno del juicio de Dios. De la misma manera, esos falsos maestros, que pretendían tener autoridad por lo que recibían en sueños, llevaban una vida inmoral, desafiaban a la autoridad y se burlaban de los seres sobrenaturales. Pero ni siquiera Miguel, uno de los ángeles más poderosos, se atrevió a acusar al diablo de blasfemia, sino que simplemente le dijo: ¡Que el Señor te reprenda! Esto ocurrió cuando Miguel disputaba con el diablo acerca del cuerpo de Moisés. Pero esa gente se burla de cosas que no entiende. Como animales irracionales, hacen todo lo que les dictan sus instintos y de esta manera provocan su propia destrucción. 

Es una vergüenza que esas personas vayan a las fiestas que conmemoran el amor del Señor, pues comen y beben sin ningún respeto. Son líderes que sólo se preocupan de ellos mismos. Son como nubes sin agua, que el viento lleva de un lado a otro. Se parecen a los árboles que no dan fruto, pues han sido arrancados de raíz y están totalmente muertos. Son gente violenta y todos pueden ver lo malo que hacen; pues sus maldades son como la espuma de las violentas olas del mar. Son como estrellas perdidas, condenadas a viajar siempre en la más terrible oscuridad. Hace ya mucho tiempo Enoc, que fue el séptimo hombre después de Adán, habló de esta gente y dijo que Dios vendría acompañado de miles y miles de sus ángeles para castigar a todos los que hicieron el mal, y castigará a todos los pecadores que lo insultaron. Pero los hijos de Dios, no podemos bajo ninguna circunstancia dejarnos conmover en nuestra fe, ni ceder ante las manipulaciones del diablo; debemos permanecer fieles y firmes en el mensaje que hemos recibido a través de la Palabra y conocerla cada día para condenar estas falsas filosofías y herejías dañosas. Así que si puedo añadir una razón más por cual estoy segura de que debo conocer y comprender las Escrituras, esta será otra de ellas. La gente perece por falta de conocimiento, el pueblo de Dios muchas veces teniendo la luz resplandeciente del Evangelio de Cristo, se deja arrastrar como la ola del mar y viene a convertirse en un sensual que cualquier viento de doctrina puede mover, y esto es algo que no podemos permitir. Yo misma mientras escribo estas lineas me identifico con el enardecido Judas pues también he sido testigo de como falsos y engañadores pretenden trastornar la fe, incluso de los escogidos de Dios, como ya el mismo Señor Jesucristo lo había anunciado desde el principio. No es fácil ver como muchas veces tus propios hermanos son arrastrados por influencias que no vienen de Dios, gente burlona, que se deja controlar por sus malos deseos. Es esta clase de gente la que obliga a los miembros de las Iglesias a pelearse y a dividirse, pues hacen lo que quieren y no tienen el Espíritu de Dios. Por eso debemos seguir confiando en Dios, mantener plena comunión con Él, y orar, orar mucho en el Espíritu para que sea él quien nos dirija en cuanto a lo que debemos decir y pedir. Ayudemos con amor a los que todavía no están seguros de su salvación, a los débiles en la fe, a los que se dejan manipular y no pueden permanecer firmes. Dejémonos usar para rescatar a los que se pierden, tengamos compasión de los que necesitan ser compadecidos. Y tengamos mucho cuidado de no hacer el mal que ellos hacen. Dios puede cuidarnos para que no hagamos el mal, y también tiene poder para que podamos presentarnos ante Él sin pecado. Llenos de alegría, y limpios y sin mancha, como un vestido nuevo. Por eso, alabemos a Dios nuestro Salvador; por medio de nuestro Señor Jesucristo reconozcamos su grandeza, poder y autoridad. 


La Biblia en un año #Dia356

Alto de Adoración semanal...

No solamente Pablo dio a la Iglesia universal un valioso aporte a través de sus cartas, sino que Santiago, Pedro y Juan también lo hicieron. Todos estos hombres, además de ser pilares fundamentales en la Iglesia primitiva, han continuado su eterno ministerio en Jesucristo mediante la Palabra de Dios, y a través de su pluma podemos acercarnos más y más al llamado que tenemos como discípulos de Jesús, y al cumplimiento de la voluntad de Dios en nuestras vidas. Cada uno con su forma tan particular pero a la vez tan estricta de lo que el Espíritu les mostró en cada oportunidad, es un regalo para todo hijo de Dios. Santiago, al partir de la salvación por gracia, supo dirigirnos hacia el efecto de ese rescate: Las obras; Pedro, demostró con hechos y bases sólidas como debe ser el comportamiento del hijo de Dios aún en medio del más terrible sufrimiento, tomando siempre como ejemplo la obediencia y fidelidad del Señor Jesús; y Juan, quien describe de una manera muy hermosa el amor de Dios y nos exhorta a todos los creyentes a manifestar ese amor hacia los demás. Uno de mis libros favoritos es su primera epístola, y si alguien me ha acompañado todo este año sabría decir porqué. En "La carta del amor", como yo la defino, veo a Juan como un romántico, un fiel enamorado de Cristo, y eso es lo que yo también me he propuesto ser desde que me convertí a Jesús hace ya más de doce años. Él es el amor de mi vida... Y cada día intento demostrarle lo mucho que lo amo, y que sepa, escuche y vea, que no hay para mi otra persona más importante que Él. Hablar de amor es hablar de Dios, y me encanta, así como a este autor, ver a mi Señor en ese sublime sentido. Hoy, mientras reflexiono en todo lo aprendido y en mi caminar de todo el año a través de la Biblia, puedo nuevamente alabar a Dios, simplemente porque Él se lo merece. El Salmo número 146 dice: Alabaré a Jehová en mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras viva. Y esta es la forma correcta de vivir en armonía con el Espíritu Santo y en consecuencia, con nuestros semejantes. No hay un solo día que Dios nos permita vivir, donde no nos de al menos una razón para alabar su nombre, y el salmista lo dijo muy bien: Él hace justicia a los agraviados, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos, abre los ojos a los ciegos, levanta a los caídos, ama a los justos, guarda a los extranjeros, al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna. Reinará Jehová para siempre, de generación a generación. Por eso decimos: Aleluya, alabado sea el nombre del Señor. 


La Biblia en un año #Dia355

3° Juan 1

La tercera epístola de Juan es el segundo libro más corto en la Biblia, tras la segunda de Juan, y está dirigida al anciano Gayo, al cual el autor dice amar mucho en la verdad. En esta carta se habla de tres personajes: Gayo: Una fuente de gozo para Juan debido a su andar en la verdad de Dios; Demetrio: Un fiel creyente en la Iglesia, que tenia buena reputación dentro y fuera de ella; y Diótrefes: Un perverso conocido por sus chismes, orgullo y arrogancia. Juan escribe para elogiar a Gayo por su conducta, y además para encomendarle un grupo de hermanos que eran extraños en el lugar donde éste vivía, y que tenían la misión de predicar el Evangelio en ese lugar; y donde se encontraba precisamente Diótrefes interfiriendo con esa misión. Juan dijo a Gayo que haría muy bien en recibir a estos misioneros, puesto que iban en nombre de Dios, y los hermanos en la fe debían brindarle hospitalidad y apoyo. Antes de comunicarse con Gayo, Juan había escrito una carta a la Iglesia, pero Diótrefes no aceptaba su autoridad, pues a el le gustaba ser quien mandara, y hablaba mal de los apóstoles. Ademas, tampoco recibía a los seguidores de Cristo que llegaban de otras partes, y si alguien quería recibirlos en su casa, se los prohibía y lo echaba de la iglesia. Juan le dijo a Gayo, su amado hermano, que no siguiera el ejemplo de los que hacían el mal sino el ejemplo de los buenos, pues el que hacia lo bueno era parte de la familia de Dios, pero el que hacia lo malo nunca había visto a Dios. Al contrario de Diótrefes, había un hermano del cual todos hablaban bien en la Iglesia, este era Demetrio, y su comportamiento le demostraba a los apóstoles que los hermanos decían la verdad. También los apóstoles hablaban bien de él, y Gayo sabia que ellos no mentían. Yo creo que en todas las Iglesias existen estos tres tipos de hermanos, uno honrado por su servicio a los fieles y por su bondad, otro de buena conducta y testimonio del cual nunca hay nada malo que decir, y el tercero presuntuoso y soberbio, que desea tener autoridad pero que no quiere servir. Y aunque parezca contradictorio, para mi, todos son necesarios; pues sino existiese esta ultima conducta negativa, no sabríamos que es necesario rechazarla. ¿Y tu, quien eres? ¿Gayo, Demetrio o Diótrefes? Nuestro comportamiento es el que realmente habla de nuestra cristiandad, y es el que puede beneficiar tanto a los no creyentes como a los hermanos en la fe en un momento particular. Así que seamos una fuente constante de favor, gozo y verdad para que podamos ayudar a otros en su caminar. Quizás no lo sepas, pero probablemente alguien a través de tu testimonio pueda llegar a los pies de Jesús, o lamentablemente, apartarse de El. 


lunes, 26 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia354

2° Juan 1

La segunda epístola del apóstol Juan es el libro más corto de toda la Biblia: consta únicamente de trece versículos. Se trata de una carta dirigida a "la dama elegida y sus hijos", los cuales están firmes y Juan los alaba por eso. Este lenguaje figurado que Juan utiliza, es interpretado por la tradición como un mensaje a una comunidad cristiana en particular; se cree más bien que esa "dama" es una Iglesia casi sin dudas, de una ciudad del Asia Menor.  La persona a la que se dirige la carta es encomiada por su piedad y es prevenida contra los falsos maestros. Juan dijo haberse puesto muy contento al encontrarse con los hijos de esta dama y al notar que vivían en la verdad, tal y como Dios lo había ordenado. En esta carta les habló para recordarles de un mandamiento que ya conocían pero que nunca podían olvidar: Amense los unos a los otros; ya que el amor consiste en hacer lo que Dios había ordenado y ese era su propósito para con sus hijos. Allí fue cuando Juan les advirtió acerca de los engañadores y falsos maestros que querían trastornar el mensaje de Dios añadiendo o desvirtuando lo que Él desde el principio había establecido; ellos negaban que Jesucristo había venido en un cuerpo humano, por eso eran falsos, mentirosos y anticristos. Juan les advirtió que tuviesen mucho cuidado de no perder lo que con tanto trabajo habían logrado, y que fuesen diligentes para que recibieran una recompensa completa. Todo el que se desvía de esta enseñanza no tiene ninguna relación con Dios; pero el que permanece en la enseñanza de Cristo tiene una relación tanto con el Padre como con el Hijo. Si a nuestras reuniones como Iglesia llegara alguien que no enseña la verdad acerca de Cristo, no podemos invitarlo más ni darle ninguna clase de apoyo. Cualquiera que apoye a ese tipo de gente se hace cómplice de sus malas acciones. Esta Dama elegida y sus hijos estaban firmes, pero al estarlo, solo hacía falta dar un paso en falso para fallar; por eso debemos caminar en la verdad y permanecer fieles y en obediencia a Dios. Porque el que piensa que está en pie, debe tener mucho más cuidado de no caer. 


La Biblia en un año #Dia353

1° Juan 1-5

La primera epístola de Juan es una carta del Nuevo Testamento de la Biblia destinada a las comunidades cristianas de Asia Menor que se atribuye al apóstol Juan. Esta carta declara ciertos atributos de la personalidad de Dios como: Amor, luz, justicia, y verdad. Muchos intentan opacar estas cualidades con falsas enseñanzas, así que los creyentes siempre debemos apuntar a los hechos bíblicos que señalen la encarnación de Jesús y no prestar atención a fábulas mal intencionadas. Juan, al contrario de los falsos maestros, anunciaba al Cristo que había visto y oído; lo había visto con sus propios ojos, y lo había tocado con sus propias manos; por eso declaraba que Él era la Palabra de vida. El mensaje que Juan y el resto de los apóstoles recibieron de Jesús y que luego declararon, es que Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. Por lo tanto, mentimos si afirmamos que tenemos comunión con Dios pero seguimos viviendo en oscuridad espiritual; no estamos practicando la verdad. Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. Aunque no estemos llamados a pecar, pues ya el pecado no reina en nuestro cuerpo, indudablemente e invariablemente lo haremos, de hecho, muchas veces más de las que quisiéramos; pero, si alguno peca, tenemos un abogado que defiende nuestro caso ante el Padre. Es Jesucristo, el que es verdaderamente justo. Podemos estar seguros de que conocemos a Dios si obedecemos sus mandamientos, si alguien afirma que conoce a Dios, pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no vive en la verdad. Pero los que obedecen la palabra de Dios demuestran verdaderamente cuánto lo aman. Así es como sabemos que vivimos en él, pues los que dicen que viven en Dios deben vivir como Jesús vivió. Si alguien afirma que vive en la luz, pero odia a otro creyente, esa persona aún vive en la oscuridad. El que ama a otro creyente vive en la luz y no hace que otros tropiecen; pero el que odia a otro creyente todavía vive y camina en la oscuridad.

El que dice que Jesús no es el Cristo, niega al Padre y al Hijo y se convierte en un anticristo. Muchos de ellos han salido de nuestras iglesias, pero en realidad nunca fueron parte de nosotros; de haber sido así, se habrían quedado con nosotros. Por lo tanto, debemos seguir fieles a lo que se nos ha enseñado desde el principio. Si lo hacemos, permaneceremos en comunión con el Hijo y con el Padre; y en esta comunión disfrutamos de la vida eterna que él nos prometió. Pensemos en el amor tan grande de nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡Y eso es lo que somos! Pero la gente de este mundo no reconoce que somos hijos de Dios, porque no lo conocen a él. Cuando una persona hace lo correcto, demuestra que es justa, así como Cristo es justo, sin embargo, cuando alguien sigue pecando, demuestra que pertenece al diablo, el cual peca desde el principio; pero el Hijo de Dios vino para destruir las obras del diablo. Los que han nacido en la familia de Dios no se caracterizan por practicar el pecado, porque la vida de Dios está en ellos. Así que no pueden seguir pecando, porque son hijos de Dios. Por lo tanto, podemos identificar quiénes son hijos de Dios y quiénes son hijos del diablo. Todo el que no se conduce con rectitud y no ama a los creyentes no pertenece a Dios. El mensaje que hemos oído desde el principio es que nos amemos los unos a los otros, si amamos a nuestros hermanos creyentes, eso demuestra que hemos pasado de muerte a vida; pero el que no tiene amor sigue muerto. Conocemos lo que es el amor verdadero, porque Jesús entregó su vida por nosotros; de manera que nosotros también tenemos que dar la vida por nuestros hermanos. Nuestro amor no puede quedar solo en palabras, al contrario, mostremos la verdad por medio de nuestras acciones. Nuestras buenas obras demostrarán que pertenecemos a la verdad, entonces estaremos confiados cuando estemos delante de Dios. sigamos amándonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios; pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.  Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él. En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados. ya que Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros. Nadie jamás ha visto a Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros. Dios es amor, y todos los que viven en amor viven en Dios y Dios vive en ellos; y al vivir en Dios, nuestro amor crece hasta hacerse perfecto. Por lo tanto, no tendremos temor en el día del juicio, sino que podremos estar ante Dios con confianza, porque vivimos como vivió Jesús en este mundo. En esa clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios. Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha llegado a ser un hijo de Dios, y todo el que ama al Padre ama también a los hijos nacidos de él. Sabemos que amamos a los hijos de Dios si amamos a Dios y obedecemos sus mandamientos, pues amar es obedecer, y sus mandamientos no son una carga difícil de llevar; ya que todo hijo de Dios vence a este mundo de maldad, y logramos esa victoria por medio de nuestra fe. ¿Y quién puede ganar esta batalla contra el mundo? Únicamente los que creen que Jesús es el Hijo de Dios.


La Biblia en un año #Dia352

2° de Pedro 1-3

En su primera carta, el apóstol Pedro anima a la comunidad judeocristiana a luchar contra los enemigos externos de su fe, y en esta segunda, los anima a luchar en contra de los internos; que en muchas oportunidades pueden ser más devastadores que los que no provienen de nosotros mismos. Mediante su divino poder, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para llevar una vida de rectitud, todo esto lo recibimos al llegar a conocer a aquel que nos llamó por medio de su maravillosa gloria y excelencia; y en efecto, nos ha dado grandes y preciosas promesas. Estas promesas hacen posible que nosotros participemos de la naturaleza divina y escapemos de la corrupción del mundo, causada por los deseos humanos. En vista de todo esto, debemos esforzarnos al máximo por responder a las promesas de Dios complementando nuestra fe con una abundante provisión de excelencia moral; la excelencia moral, con conocimiento; el conocimiento, con control propio; el control propio, con perseverancia; la perseverancia, con sumisión a Dios; la sumisión a Dios, con afecto fraternal, y el afecto fraternal, con amor por todos. Cuanto más crezcamos de esta manera, más productivos y útiles seremos en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo; pero los que no llegan a desarrollarse de esta forma son cortos de vista o ciegos y olvidan que fueron limpiados de sus pecados pasados. Debemos esforzarnos por conocer si realmente estamos cumpliendo el propósito por el cual fuimos llamados, y aunque creamos que ya conocemos todas estas cosas, y que ya tenemos el conocimiento de la verdad, nunca debemos dejar de prestar atención a las Escrituras, en miras de descubrir ese llamado y ejecutarlo. Todo lo que fue dicho por los profetas del Antiguo testamento acerca de Jesús, y aún de todos los hechos relacionados con el pueblo judío, fue cumplido; y debido a eso nuestra confianza en esa Palabra crece aún más. Las palabras de los Profetas son como una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que el Día amanezca y Cristo, la Estrella de la Mañana, brille en el corazón de los que creen. Ninguna profecía de la Escritura jamás surgió de la comprensión personal de los profetas, ni por iniciativa humana. Al contrario, fue el Espíritu Santo quien impulsó a los profetas y ellos hablaron de parte de Dios. Por eso esta Palabra que hoy estudiamos, es la profecía mas segura que existe. Fuera de ella, nada. Sin embargo, en Israel también hubo falsos profetas, tal como hay ahora hay falsos maestros entre nosotros, que enseñan con astucia herejías destructivas y hasta negarán al Señor, quien los compró. Esto provocará su propia destrucción repentina. 

Habrá muchos que seguirán sus malas enseñanzas y su vergonzosa inmoralidad; y por culpa de estos maestros, se hablará mal del camino de la verdad. Pero Dios los condenó desde hace mucho, y su destrucción no tardará en llegar. Tal y como condenó a las ciudades de Sodoma y Gomorra, y las redujo a montones de cenizas; como ejemplo de lo que le sucederá a la gente que vive sin Dios. Sin embargo, Dios también rescató a Lot y lo sacó de Sodoma, porque Lot era un hombre recto que estaba harto de la vergonzosa inmoralidad de la gente perversa que lo rodeaba. Así es, Lot era un hombre recto atormentado en su alma por la perversión que veía y oía a diario, y el Señor sabe rescatar de las pruebas a todos los que viven en obediencia a Dios, al mismo tiempo que mantiene castigados a los perversos hasta el día del juicio final. Esos falsos maestros son como animales irracionales que viven por instinto y nacen para ser atrapados y destruidos; se burlan de lo que no entienden, e igual que animales serán destruidos. Su destrucción será la recompensa que recibirán por el daño que han causado. A ellos les encanta entregarse a los placeres perversos a plena luz del día, son una vergüenza y una mancha entre los creyentes. Cometen adulterio con solo mirar y nunca sacian su deseo por el pecado. Incitan a los inestables a pecar y están bien entrenados en la avaricia. Viven bajo la maldición de Dios. Estos individuos son tan inútiles como manantiales secos o como la neblina que es llevada por el viento. Están condenados a la más negra oscuridad, se jactan de sí mismos con alardes tontos y sin sentido. Saben cómo apelar a los deseos sexuales pervertidos, para incitar a que vuelvan al pecado los que apenas se escapaban de una vida de engaño. Prometen libertad, pero ellos mismos son esclavos del pecado. Con estas cartas, Pedro intentaba refrescarles la mente a los judíos en todo aquello que pudiese trastornar su vida cristiana, y estimularlos a pensar sanamente. Sobre todo, quería recordarles que, en los últimos días, vendrán burladores que se reirán de la verdad y seguirán sus propios deseos. Aún se burlaran de la venida del Señor y se atreverán a negarla. Deliberadamente olvidan que hace mucho tiempo Dios hizo los cielos por la orden de su palabra, y sacó la tierra de las aguas y la rodeó con agua. Por esa misma palabra, los cielos y la tierra que ahora existen han sido reservados para el fuego, están guardados para el día del juicio, cuando será destruida la gente que vive sin Dios. Y en realidad, no es que el Señor sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Al contrario, es paciente por amor a los escogidos; pues Él no quiere que nadie sea destruido; sino que todos se arrepientan. Pero el día del Señor llegará tan inesperadamente como un ladrón, entonces los cielos desaparecerán con un terrible estruendo, y los mismos elementos se consumirán en el fuego, y la tierra con todo lo que hay en ella quedará sometida a juicio. Dado que todo lo que nos rodea será destruido de esta manera, ¡Cómo no llevar una vida santa y vivir en obediencia a Dios! Esperar con ansias el día de Dios y apresurar que este llegue. Esperamos con entusiasmo los cielos nuevos y la tierra nueva que él prometió, un mundo lleno de la justicia de Dios. Por lo tanto, mientras aguardamos que ese día finalmente llegue, hagamos todo lo posible para que se vea que los hijos de Dios, llevan una vida pacífica que es pura e intachable a los ojos de su Creador. 


La Biblia en un año #Dia351

1° Pedro 1-5

Después de la destrucción del Templo y del reino de Israel en el año 70 después de Cristo, los israelitas fueron dispersados por muchas partes del mundo, así que el apóstol Pedro escribe a éstos, quienes se encontraban sufriendo intensas persecuciones por su fe.  El autor aboga por la determinación y la perseverancia en la persecución, y por los deberes prácticos de la vida santa. Se trata, por tanto, de una exhortación a la vida cristiana moral y a la coherencia con la fe a pesar de la persecución o las pruebas. El Señor dio a los judíos convertidos la oportunidad de nacer de nuevo, y les dio así, una vida con esperanza. Por eso, aunque tuviesen que soportar varias pruebas durante un tiempo, esas pruebas demostrarían que su fe era autentica; y que estaba siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, entonces su confianza en Jesús, al permanecer firme en tantas pruebas, les traería mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo fuese revelado a todo el mundo. Por tanto, debían preparar su mente para actuar y ejercitar el control propio, poner toda su esperanza en la salvación, y vivir como hijos obedientes a Dios; sin volver atrás, a la vieja manera de vivir, con el fin de satisfacer sus propios deseos. Antes lo hacían por ignorancia, pero ahora debían ser santos en todo lo que hicieran, tal como Dios, quien los había elegido, también era Santo. Mientras estamos aquí en la tierra, es como si tuviésemos una residencia temporal, y debemos vivir con temor reverente a Dios mientras dure nuestra estadía. El Señor pagó un rescate para salvarnos de la vida vacía que habíamos heredado de nuestros antepasados; no fue pagado con oro ni plata, los cuales pierden su valor, sino que fue con la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha, para que por medio de Cristo disfrutemos de la Gloria eterna. Por eso ahora debemos amarnos unos a otros como hermanos, con amor sincero. Pues hemos nacido de nuevo pero no a una vida que pronto se acabará, sino a una que durará para siempre porque proviene de la eterna y viviente palabra de Dios. Cristo es la piedra viva principal del templo de Dios, la gente lo rechazó, pero Dios lo eligió para darle gran honra. Y nosotros somos las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual; además, somos sacerdotes santos, pues por la mediación de Jesucristo, ofrecemos sacrificios espirituales que agradan a Dios. Así, los que confiamos en Jesús, reconocemos la honra que Dios le ha dado, pero los que lo rechazan, solo vienen a tropezar con Él, y se convierte en la roca que los hará caer. Tropiezan porque no obedecen la palabra de Dios y por eso se enfrentan con el destino que les fue preparado. Pero los creyentes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa. Antes no tenían identidad como pueblo, ahora son pueblo de Dios. Antes no recibieron misericordia, ahora han recibido la misericordia de Dios.

Ya que aquí en la tierra solo somos extranjeros y residentes temporales, debemos alejarnos de lo deseos mundanos que luchan contra el alma, y procurar llevar una vida ejemplar entre los no creyentes. Así, por más que ellos nos acusen de actuar mal, verán que tenemos una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo. La voluntad de Dios es que la vida honorable de sus hijos haga callar a la gente ignorante que los acuse sin fundamento alguno. Pues ahora somos libres, pero a la vez, somos esclavos de Dios, así que no usemos nuestra libertad como una excusa para hacer el mal. Al contrario, respetemos a todos y amemos a nuestros hermanos en la fe; temamos siempre a Dios y permanezcamos sujetos a nuestras autoridades terrenales con respeto. Dios se complace cuando sus hijos, siendo conscientes de su voluntad, sufren con paciencia cuando reciben un trato injusto. Es obvio que no hay mérito en ser paciente si a uno lo golpean por haber actuado mal, pero si sufren por hacer el bien y lo soportan con paciencia, Dios se agrada de ellos. Pues Dios nos llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengamos que sufrir, tal como Cristo sufrió por nosotros. Al contrario, debemos seguir sus pasos y su ejemplo. Los esclavos deben estar sujetos a sus amos, los hijos a sus padres, las esposas a sus esposos, los ciudadanos a sus gobernantes, las ovejas a los pastores, y en ese sentido, todos debemos permanecer en respeto a todas las personas que tengan una posición de autoridad. Entonces, aun cuando alguno de ellos se niegue a obedecer la Buena Noticia, la vida recta de nosotros y nuestra obediencia les hablará sin palabras. Ellos serán ganados al observar la vida pura y la conducta respetuosa de nosotros. Todos los discípulos de Jesús debemos ser de un mismo parecer, y tener compasión unos de otros. Amarnos como hermanos y hermanas, ser de buen corazón y mantener una actitud humilde. No paguemos mal por mal, no respondamos con insultos cuando la gente nos insulte; por el contrario, contestemos con una bendición. A esto nos ha llamado Dios, y Él nos concederá su bendición. Si quieres disfrutar de la vida y ver muchos días felices, refrena tu lengua de hablar el mal y tus labios de decir mentiras. Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y esfuérzate por mantenerla. Los ojos del Señor están sobre los que hacen lo bueno, y sus oídos están abiertos a sus oraciones. Pero el Señor aparta su rostro de los que hacen lo malo. Ahora bien, ¿Quién querría hacernos daño si nosotros nos mantenemos de hacer el bien? Pero, aun si sufrimos por hacer lo correcto, Dios va a recompensarnos. Así que no nos preocupemos ni tengamos miedo a las amenazas. En cambio, adoremos a Cristo como el Señor de nuestra vida. Por lo tanto, ya que Cristo sufrió dolor en su cuerpo, nosotros mismos preparémonos, adoptando la misma actitud que tuvo él y estemos listos para sufrir también. Pues, si sufrimos físicamente por Cristo, terminaremos con el pecado. No pasaremos el resto de la vida siguiendo nuestros propios deseos, sino que estaremos ansiosos de hacer la voluntad de Dios. De modo que, si padecemos de la manera que agrada a Dios, sigamos haciendo lo correcto y confiemos en Él, pues él nunca nos fallará.


La Biblia en un año #Dia350

Santiago 1-5

En los últimos días, y en las últimas cartas, hemos entendido el verdadero mensaje de Dios para el mundo: La salvación por gracia inmerecida; pero ciertamente esta verdad permite que algunos puedan pensar que mientras creamos en Jesús, no importa como actuemos, en definitiva no son nuestras obras las que pueden salvarnos. En virtud de esto, Santiago ofrece una gran respuesta: La fe sin obras, es inútil, pues una vez que somos salvos, debe producirse un cambios total de nuestras estructuras con el objetivo de agradar a Dios. El planteamiento del autor, es que todos los convertidos podamos mantenernos enfocados en hacer el bien, mantenernos santos, y abrazar la sabiduría de los cielos, no la sabiduría del mundo. En este sentido, el autor ofrece muchas argumentos para una fe genuina: Soportar las pruebas, obedecer la Palabra, no tener prejuicios, controlar la lengua, separarse del mundo, resistir al diablo y acercarse a Dios. Cuando tengamos que enfrentar cualquier tipo de problemas, consideremos que es como un tiempo para alegrarnos mucho, porque siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejemos que crezca, pues una vez que la constancia se haya desarrollado plenamente, seremos perfectos y completos, y no nos faltará nada. una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. Esas personas no deberían esperar nada del Señor; pues su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen. Dios bendice a los que soportan con paciencia las pruebas y las tentaciones, porque después de superarlas, recibirán la corona de vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. Dios nunca es tentado a hacer el mal y jamás tienta a nadie. La tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y nos arrastran. De esos deseos nacen los actos pecaminosos, y el pecado, cuando se deja crecer, da a luz la muerte. Así que no nos dejemos engañar, todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos; Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento. Él, por su propia voluntad, nos hizo nacer de nuevo por medio de la palabra de verdad que nos dio y, de toda la creación, nosotros llegamos a ser su valiosa posesión.

Una vez que somos transformados a través perdón de nuestros pecados y el rescate de nuestras almas, no podemos permanecer igual, porque cuando Dios pasa, algo pasa. Ahora debemos no sólo escuchar, sino también obedecer, ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarnos. Quitemos de nuestra vida todo lo malo y lo sucio, y aceptemos con humildad la palabra que Dios nos ha sembrado en el corazón. No solo podemos conocer la palabra de Dios, tenemos que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente nos engañaremos a nosotros mismos; pero si miramos atentamente la Palabra de Dios, que nos hace libres, y la ponemos en práctica y no olvidamos lo que escuchamos, entonces Dios nos bendecirá por nuestra obediencia. ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no lo demuestra con sus acciones? ¿Puede esa clase de fe salvar a alguien? la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, al contrario, está muerta y es inútil; entonces, sólo podemos demostrar que tenemos fe si la acompañamos de buenas obras. Algunos dicen tener fe porque creen que hay un solo Dios, bien, aun los demonios lo creen y tiemblan aterrorizados; pero sino vivimos conforme a esa fe que decimos tener, la verdad estaríamos muertos. Abraham fue declarado justo ante Dios por sus acciones cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar, su fe y sus acciones actuaron en conjunto: sus acciones hicieron que su fe fuera completa. Y así se cumplió lo que dicen las Escrituras: Abraham le creyó a Dios, y Dios lo consideró justo debido a su fe. Quiere decir que se nos declara justos a los ojos de Dios por lo que hacemos en respuesta a la fe y no solo por decir tenerla. No muchos deberían llegar a ser maestros en la iglesia, porque los que enseñamos seremos juzgados de una manera más estricta. Es cierto que todos cometemos muchos errores, y, si pudiéramos dominar la lengua, seríamos perfectos, capaces de controlarnos en todo sentido. La lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos, y así como una pequeña chispa puede incendiar todo un bosque, la lengua como una pequeña llama, puede corromper todo el cuerpo e incendiar toda la vida, pues el mismo infierno es quien la enciende. De un mismo manantial no puede brotar agua dulce y agua salada, así que si somos sabios, y entendemos los caminos de Dios, podremos tener una vida honesta y humilde y también podremos enseñar a otros. La sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y del fruto de buenas acciones. Y los que procuran la paz sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia. Dios desea fervientemente que el espíritu que puso dentro de nosotros le sea fiel. Y él da gracia con generosidad. Así que humillémonos delante de Dios, resistamos al diablo, y él huirá de nosotros; acerquémonos a Dios y Él se acercará a nosotros. Lavemos nuestras manos y purifiquemos nuestros corazones, pues el que se humilla, será levantado con honor. Finalmente pero no menos importante, aparece en esta carta el mecanismo a través del cual nos acercamos a Dios con fe: La oración. Pues la oración de una persona justa, es decir, de una persona que le cree a Dios y actúa en virtud de esa certeza, produce resultados EXTRAORDINARIOS y maravillosos en el mundo espiritual y también en el terrenal. Mientras aguardamos la venida del Señor, la cual está cada día más cerca, mantengamos una vida de ferviente fe y oración, y esperemos con paciencia y perseverancia en medio de cualquier dificultad o agonía. El Señor honra en gran manera a quienes resisten con firmeza el tiempo de dolor, pues el Señor es bueno y está lleno de amor y misericordia.