martes, 27 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia357

Judas

Judas Tadeo, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago, por lo que también era medio hermano de Jesús, escribe esta carta con el propósito de informar a la Iglesia acerca de falsos maestros que habían pervertido la idea de la gracia, y la habían confundido con un permiso para pecar deliberadamente. A pesar de que Judas en principio quiso escribirles a los creyentes acerca de la Salvación, debió volver su enfoque hacia la defensa de la fe cristiana pues se habían levantado unos cuantos detractores en contra de ella. Algunas personas que no tenían a Dios se habían infiltrado en las iglesias diciendo que la maravillosa gracia de Dios les permitía llevar una vida inmoral. La condena de tales personas fue escrita hace mucho tiempo, pues negaron a Jesucristo, nuestro único Dueño y Señor. Jesús primero rescató de Egipto a la nación de Israel pero luego destruyó a los que no permanecieron fieles. Y los ángeles que no se mantuvieron dentro de los límites de autoridad que Dios les puso, sino que abandonaron el lugar al que pertenecían, Dios los ha tenido firmemente encadenados en prisiones de oscuridad, en espera del gran día del juicio. Asimismo no olvidemos a Sodoma y Gomorra ni las ciudades vecinas, las cuales estaban llenas de inmoralidad y de toda clase de perversión sexual. Esas ciudades fueron destruidas con fuego y sirven como advertencia del fuego eterno del juicio de Dios. De la misma manera, esos falsos maestros, que pretendían tener autoridad por lo que recibían en sueños, llevaban una vida inmoral, desafiaban a la autoridad y se burlaban de los seres sobrenaturales. Pero ni siquiera Miguel, uno de los ángeles más poderosos, se atrevió a acusar al diablo de blasfemia, sino que simplemente le dijo: ¡Que el Señor te reprenda! Esto ocurrió cuando Miguel disputaba con el diablo acerca del cuerpo de Moisés. Pero esa gente se burla de cosas que no entiende. Como animales irracionales, hacen todo lo que les dictan sus instintos y de esta manera provocan su propia destrucción. 

Es una vergüenza que esas personas vayan a las fiestas que conmemoran el amor del Señor, pues comen y beben sin ningún respeto. Son líderes que sólo se preocupan de ellos mismos. Son como nubes sin agua, que el viento lleva de un lado a otro. Se parecen a los árboles que no dan fruto, pues han sido arrancados de raíz y están totalmente muertos. Son gente violenta y todos pueden ver lo malo que hacen; pues sus maldades son como la espuma de las violentas olas del mar. Son como estrellas perdidas, condenadas a viajar siempre en la más terrible oscuridad. Hace ya mucho tiempo Enoc, que fue el séptimo hombre después de Adán, habló de esta gente y dijo que Dios vendría acompañado de miles y miles de sus ángeles para castigar a todos los que hicieron el mal, y castigará a todos los pecadores que lo insultaron. Pero los hijos de Dios, no podemos bajo ninguna circunstancia dejarnos conmover en nuestra fe, ni ceder ante las manipulaciones del diablo; debemos permanecer fieles y firmes en el mensaje que hemos recibido a través de la Palabra y conocerla cada día para condenar estas falsas filosofías y herejías dañosas. Así que si puedo añadir una razón más por cual estoy segura de que debo conocer y comprender las Escrituras, esta será otra de ellas. La gente perece por falta de conocimiento, el pueblo de Dios muchas veces teniendo la luz resplandeciente del Evangelio de Cristo, se deja arrastrar como la ola del mar y viene a convertirse en un sensual que cualquier viento de doctrina puede mover, y esto es algo que no podemos permitir. Yo misma mientras escribo estas lineas me identifico con el enardecido Judas pues también he sido testigo de como falsos y engañadores pretenden trastornar la fe, incluso de los escogidos de Dios, como ya el mismo Señor Jesucristo lo había anunciado desde el principio. No es fácil ver como muchas veces tus propios hermanos son arrastrados por influencias que no vienen de Dios, gente burlona, que se deja controlar por sus malos deseos. Es esta clase de gente la que obliga a los miembros de las Iglesias a pelearse y a dividirse, pues hacen lo que quieren y no tienen el Espíritu de Dios. Por eso debemos seguir confiando en Dios, mantener plena comunión con Él, y orar, orar mucho en el Espíritu para que sea él quien nos dirija en cuanto a lo que debemos decir y pedir. Ayudemos con amor a los que todavía no están seguros de su salvación, a los débiles en la fe, a los que se dejan manipular y no pueden permanecer firmes. Dejémonos usar para rescatar a los que se pierden, tengamos compasión de los que necesitan ser compadecidos. Y tengamos mucho cuidado de no hacer el mal que ellos hacen. Dios puede cuidarnos para que no hagamos el mal, y también tiene poder para que podamos presentarnos ante Él sin pecado. Llenos de alegría, y limpios y sin mancha, como un vestido nuevo. Por eso, alabemos a Dios nuestro Salvador; por medio de nuestro Señor Jesucristo reconozcamos su grandeza, poder y autoridad. 


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