jueves, 16 de julio de 2015

¿Quien la hallará?

          En ocasiones, para el mundo, algunas mujeres parecen ser demasiado... Demasiado inteligentes, demasiado bellas, demasiado fuertes, demasiado preparadas, demasiado ocurrentes, demasiado espirituales, demasiado algo. Por lo que a veces para no hacer sentir menos a los demás, sobre todo a los hombres, esas mujeres llegan a sentir que deben ser menos como mujer. 

            Ahora bien, La Palabra nos dice en Proverbios 31:10 que la mujer virtuosa, posee una estima que sobrepasa largamente al de las piedras preciosas; en efecto, aquel que la halle, ciertamente encontrará un tesoro. Por eso, el mayor error que puedes cometer como mujer valorada por Dios, es quitarle joyas a tu corona para que a alguien le pese menos. Si esto pasa, entiende que no necesitas una corona más pequeña, sino un hombre con manos más grandes y más fuertes que puedan sostenerla.



miércoles, 15 de julio de 2015

La Palabra es mi alimento

    Para este tiempo desafiante en mi hermoso país, de crisis económica, política, social y alimentaria, todos los creyentes hemos sido probados de maneras distintas, todo ello, adaptado a la forma que Dios quiere darnos y a la estatura que El quiere que alcancemos mientras esperamos confiadamente en su regreso por nosotros... El día de hoy, podemos ser establecidos en su Palabra nuevamente, al ver su respuesta firme y contundente cuando el mismo Espíritu de Dios lo condujo hacia el desierto para ser tentado por Satanás.

    "Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." Mateo 4:2-4

    Durante este periodo de prueba, Satanás, el tentador, usará inteligentemente todas sus herramientas para hacerte caer y de ese modo, acusarte delante de Dios; siendo esta, la tarea que él mas disfruta pues es ese su papel. Ante la evidencia de esta ansiedad colectiva en la que se encuentran inmersos el mayor numero de venezolanos como respuesta totalmente natural del ser humano; es normal ser viciado de angustia, frustración, tristeza y hasta sufrimiento; sin embargo, ante todas estas reacciones que probablemente el mismo Jesús experimentó ante su encuentro con Satanás, nunca permitió que fuese doblegada su fe y le reprendió diciéndole: Vete Satanás! entonces el diablo lo dejó. (Mateo 4:10-11).

    No olvidemos que la prueba de nuestra fe es necesaria al menos por un poco de tiempo para que la misma sea hallada en alabanza, gloria y honra; si hoy el tentador quiere lastimarte de alguna manera, para que apartes tu mirada del cielo y sucumbas ante la inquietud dile fuertemente: Vete Satanás! No solo de pan puedo vivir, pues la Palabra de Dios es mi alimento y me sustenta.


miércoles, 8 de julio de 2015

EL PODER DEL ARREPENTIMIENTO

...Y al ver que toda la gente de Nínive dejó de hacer lo malo, Dios decidió no destruirlos. Jonás 3:10

            En el capítulo número 3 del libro de Jonás (el quinto de los profetas menores), encontramos, esta vez, ya a un obediente profeta haciendo exactamente lo que Dios le había encomendado: anunciar la destrucción del pueblo de Nínive, quien había estado sumergida en un gran número de pecados y delitos frente al Señor. Nínive era un importante punto de paso de las rutas comerciales que cruzaban el Tigris, un gran rio de Asia occidental; se describe en la Biblia con una ciudad grande en extremo, de tres días de recorrido (Jonás 3:3); ocupaba una posición central en las rutas entre el Mediterráneo y el Índico, uniendo así Oriente y Occidente, recibiendo influencias y riqueza de muchos lugares, por lo que llegó a ser una de las más grandes ciudades de la antigüedad. Sin embargo, los Ninivitas quisieron hacer responsable de su valor e importancia a dioses ajenos y paganos, convirtiéndose así en un pueblo idólatra, que había dado la espalda al Dios altísimo para rendir su adoración a dioses falsos; por lo que el Señor comisionó a Jonás para proclamar juicio contra ella pues su maldad había subido delante de EL. (Jonás 1:1-2).

            Cuarenta días duraría el aviso de la destrucción inminente dada al pueblo de Nínive por Dios mediante Jonás, quien se levantó y pregonó el mensaje que Dios le había dado: “Nínive será destruida”, (Jonás 3:4). La Palabra de Dios establece que al escuchar el anuncio de su ruina, los hombres de Nínive creyeron a Dios, proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio, una vestidura áspera usada antiguamente para penitencia o disciplina, en señal de arrepentimiento; aun el Rey de esta ciudad al escuchar todo esto, decidió despojarse de su vestido, cubrirse de cilicio y sentarse sobre ceniza. Este Rey también decretó ayuno, y ordenó que todos los habitantes clamaran fuertemente a Dios, y se convirtieran de su mal camino porque así, el Señor podría dejar pasar por alto sus ofensas y no destruirlos como había establecido. (Jonás 3:5-9)

Nuestro Dios, misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en compasión; el cual no contiende para siempre, ni para siempre guarda su enojo, perdonó a este pueblo y los libró de la ruina ofrecida. Nínive se arrepintió de haber ofendido a Dios y Dios se arrepintió de destruirlos. No puede haber perdón de pecados, sino hay arrepentimiento, y no puede haber reconciliación con Dios sino hay perdón de pecados; la Biblia nos enseña que ya se acerca el día en que Cristo reinará, por eso debemos volvernos a Dios y creer en la buena noticia de que el murió por nuestros pecados y puede darnos salvación (Marcos 1:15).

            Si hay un rescate necesario; una vía de escape que desees tomar; una dirección que estés pidiendo a gritos aun sin usar las palabras; si han sido grandes tus afrentas delante del Dios altísimo, si al igual que Nínive, le has dado la espalda y has puesto tu mirada en otros dioses; si crees que tu Nación, tu cuidad, tu familia y tu casa necesitan ser restauradas pues ves claramente la ruina que está a punto de llegar; es hora de volverte al Señor, arrepentirte del mal cometido, clamar fuertemente a Dios y creer que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y para limpiarnos de toda maldad. (1° Juan 1:9).