...Y al ver que toda la gente de
Nínive dejó de hacer lo malo, Dios decidió no destruirlos. Jonás 3:10
En
el capítulo número 3 del libro de Jonás (el quinto de los profetas menores),
encontramos, esta vez, ya a un obediente profeta haciendo exactamente lo que
Dios le había encomendado: anunciar la destrucción del pueblo de Nínive, quien
había estado sumergida en un gran número de pecados y delitos frente al Señor. Nínive
era un importante punto de paso de las rutas comerciales que cruzaban el Tigris,
un gran rio de Asia occidental; se describe en la Biblia con una ciudad grande
en extremo, de tres días de recorrido (Jonás 3:3); ocupaba una posición central
en las rutas entre el Mediterráneo y el Índico, uniendo así
Oriente y Occidente, recibiendo influencias y riqueza de muchos lugares, por lo
que llegó a ser una de las más grandes ciudades de la antigüedad. Sin embargo,
los Ninivitas quisieron hacer responsable de su valor e importancia a dioses
ajenos y paganos, convirtiéndose así en un pueblo idólatra, que había dado la
espalda al Dios altísimo para rendir su adoración a dioses falsos; por lo que el
Señor comisionó a Jonás para proclamar juicio contra ella pues su
maldad había subido delante de EL. (Jonás 1:1-2).
Cuarenta
días duraría el aviso de la destrucción inminente dada al pueblo de Nínive por
Dios mediante Jonás, quien se levantó y pregonó el mensaje que Dios le había dado:
“Nínive será destruida”, (Jonás 3:4). La Palabra de Dios establece que al escuchar
el anuncio de su ruina, los hombres de Nínive creyeron a Dios, proclamaron
ayuno, y se vistieron de cilicio, una vestidura áspera usada antiguamente para
penitencia o disciplina, en señal de arrepentimiento; aun el Rey de esta ciudad
al escuchar todo esto, decidió despojarse de su vestido, cubrirse de cilicio y
sentarse sobre ceniza. Este Rey también decretó ayuno, y ordenó que todos los
habitantes clamaran fuertemente a Dios, y se convirtieran de su mal camino porque así, el Señor podría dejar pasar por alto sus ofensas y no destruirlos como
había establecido. (Jonás 3:5-9)
Nuestro Dios, misericordioso y
clemente, lento para la ira y grande en compasión; el cual no contiende para
siempre, ni para siempre guarda su enojo, perdonó a este pueblo y los libró de
la ruina ofrecida. Nínive se arrepintió de haber ofendido a Dios y Dios se arrepintió de destruirlos. No puede haber perdón de pecados,
sino hay arrepentimiento, y no puede haber reconciliación con Dios sino hay
perdón de pecados; la Biblia nos enseña que ya se acerca el día en que Cristo
reinará, por eso debemos volvernos a Dios y creer en la buena noticia de que el
murió por nuestros pecados y puede darnos salvación (Marcos 1:15).
Si
hay un rescate necesario; una vía de escape que desees tomar; una dirección que
estés pidiendo a gritos aun sin usar las palabras; si han sido grandes tus
afrentas delante del Dios altísimo, si al igual que Nínive, le has dado la
espalda y has puesto tu mirada en otros dioses; si crees que tu Nación, tu
cuidad, tu familia y tu casa necesitan ser restauradas pues ves claramente la
ruina que está a punto de llegar; es hora de volverte al Señor, arrepentirte del
mal cometido, clamar fuertemente a Dios y creer que si confesamos nuestros
pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y para limpiarnos de toda maldad.
(1° Juan 1:9).