lunes, 26 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia350

Santiago 1-5

En los últimos días, y en las últimas cartas, hemos entendido el verdadero mensaje de Dios para el mundo: La salvación por gracia inmerecida; pero ciertamente esta verdad permite que algunos puedan pensar que mientras creamos en Jesús, no importa como actuemos, en definitiva no son nuestras obras las que pueden salvarnos. En virtud de esto, Santiago ofrece una gran respuesta: La fe sin obras, es inútil, pues una vez que somos salvos, debe producirse un cambios total de nuestras estructuras con el objetivo de agradar a Dios. El planteamiento del autor, es que todos los convertidos podamos mantenernos enfocados en hacer el bien, mantenernos santos, y abrazar la sabiduría de los cielos, no la sabiduría del mundo. En este sentido, el autor ofrece muchas argumentos para una fe genuina: Soportar las pruebas, obedecer la Palabra, no tener prejuicios, controlar la lengua, separarse del mundo, resistir al diablo y acercarse a Dios. Cuando tengamos que enfrentar cualquier tipo de problemas, consideremos que es como un tiempo para alegrarnos mucho, porque siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejemos que crezca, pues una vez que la constancia se haya desarrollado plenamente, seremos perfectos y completos, y no nos faltará nada. una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. Esas personas no deberían esperar nada del Señor; pues su lealtad está dividida entre Dios y el mundo, y son inestables en todo lo que hacen. Dios bendice a los que soportan con paciencia las pruebas y las tentaciones, porque después de superarlas, recibirán la corona de vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. Dios nunca es tentado a hacer el mal y jamás tienta a nadie. La tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y nos arrastran. De esos deseos nacen los actos pecaminosos, y el pecado, cuando se deja crecer, da a luz la muerte. Así que no nos dejemos engañar, todo lo que es bueno y perfecto es un regalo que desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos; Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento. Él, por su propia voluntad, nos hizo nacer de nuevo por medio de la palabra de verdad que nos dio y, de toda la creación, nosotros llegamos a ser su valiosa posesión.

Una vez que somos transformados a través perdón de nuestros pecados y el rescate de nuestras almas, no podemos permanecer igual, porque cuando Dios pasa, algo pasa. Ahora debemos no sólo escuchar, sino también obedecer, ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarnos. Quitemos de nuestra vida todo lo malo y lo sucio, y aceptemos con humildad la palabra que Dios nos ha sembrado en el corazón. No solo podemos conocer la palabra de Dios, tenemos que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente nos engañaremos a nosotros mismos; pero si miramos atentamente la Palabra de Dios, que nos hace libres, y la ponemos en práctica y no olvidamos lo que escuchamos, entonces Dios nos bendecirá por nuestra obediencia. ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no lo demuestra con sus acciones? ¿Puede esa clase de fe salvar a alguien? la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, al contrario, está muerta y es inútil; entonces, sólo podemos demostrar que tenemos fe si la acompañamos de buenas obras. Algunos dicen tener fe porque creen que hay un solo Dios, bien, aun los demonios lo creen y tiemblan aterrorizados; pero sino vivimos conforme a esa fe que decimos tener, la verdad estaríamos muertos. Abraham fue declarado justo ante Dios por sus acciones cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar, su fe y sus acciones actuaron en conjunto: sus acciones hicieron que su fe fuera completa. Y así se cumplió lo que dicen las Escrituras: Abraham le creyó a Dios, y Dios lo consideró justo debido a su fe. Quiere decir que se nos declara justos a los ojos de Dios por lo que hacemos en respuesta a la fe y no solo por decir tenerla. No muchos deberían llegar a ser maestros en la iglesia, porque los que enseñamos seremos juzgados de una manera más estricta. Es cierto que todos cometemos muchos errores, y, si pudiéramos dominar la lengua, seríamos perfectos, capaces de controlarnos en todo sentido. La lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos, y así como una pequeña chispa puede incendiar todo un bosque, la lengua como una pequeña llama, puede corromper todo el cuerpo e incendiar toda la vida, pues el mismo infierno es quien la enciende. De un mismo manantial no puede brotar agua dulce y agua salada, así que si somos sabios, y entendemos los caminos de Dios, podremos tener una vida honesta y humilde y también podremos enseñar a otros. La sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y del fruto de buenas acciones. Y los que procuran la paz sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia. Dios desea fervientemente que el espíritu que puso dentro de nosotros le sea fiel. Y él da gracia con generosidad. Así que humillémonos delante de Dios, resistamos al diablo, y él huirá de nosotros; acerquémonos a Dios y Él se acercará a nosotros. Lavemos nuestras manos y purifiquemos nuestros corazones, pues el que se humilla, será levantado con honor. Finalmente pero no menos importante, aparece en esta carta el mecanismo a través del cual nos acercamos a Dios con fe: La oración. Pues la oración de una persona justa, es decir, de una persona que le cree a Dios y actúa en virtud de esa certeza, produce resultados EXTRAORDINARIOS y maravillosos en el mundo espiritual y también en el terrenal. Mientras aguardamos la venida del Señor, la cual está cada día más cerca, mantengamos una vida de ferviente fe y oración, y esperemos con paciencia y perseverancia en medio de cualquier dificultad o agonía. El Señor honra en gran manera a quienes resisten con firmeza el tiempo de dolor, pues el Señor es bueno y está lleno de amor y misericordia. 


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