jueves, 24 de agosto de 2017

El arte de la sustitución

No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto. Romanos 12:2



En nuestro paso temporal por un mundo que repetidas veces nos abruma con su peso y dominio, podemos terminar adoptando posturas o posiciones que no son propias de una persona cuya identidad pertenece al reino de los cielos. De este modo, podemos terminar envueltos en una sigilosa, pero a la vez, poderosa influencia negativa que interrumpe nuestro propósito en Cristo o lo daña por completo. Aquel que no cambia su manera de pensar, no cambia su manera de ser, ni de vivir, por eso, nuestro Dios nos dotó de un poderoso equipamiento para hacer frente a la batalla que se produce en nuestras mentes, y así, poder ser transformados en miras de vivir bajo su voluntad; en una manera ordenada y plena. Se hace apremiante entonces, aprender cada día a reemplazar los métodos y criterios del tiempo presente, que han querido anidarse en nuestro ser, por aquella dirección que es absoluta y netamente divina. Con el mecanismo de la sustitución, logramos reemplazar los pensamientos del mundo, por los pensamientos de Dios, y de esta manera, nos adentramos en sus conceptos, y nos establecemos en sus intereses. Sustituimos lo que los demás dicen, por lo que Dios tiene que decir, y colmamos con sus palabras, nuestras bocas. Sustituimos las intenciones corrompidas por los sistemas del mundo y por nuestra carne, por los principios eternos. Y así, terminamos obrando a la manera de Jesús, y no a la nuestra. Comprobemos pues, lo que le es a Dios grato, placentero y perfecto, para sustituir nuestras propias percepciones humanas, por su manifestación gloriosa, y lograr de esta forma, la transformación positiva de la persona que somos y el impacto de nuestro entorno. 

¡Sustituye!


viernes, 18 de agosto de 2017

El que dormía

Los discípulos preguntaban asombrados: ¿Quién será este hombre, que hasta el viento y las olas lo obedecen? Mateo 8:27



Una gran tormenta arreciaba en el mar, una tempestad violenta agitaba fuertemente las olas, mientras un pequeño barco intentaba cruzar de una ribera hacia otra. ¿Como llegar a la orilla? Quizás era la pregunta que asaltaba la mente de los tripulantes, quienes, mientras navegaban, veían el agua meterse poco a poco en el interior del barco. El miedo empezó a invadir a los hombres en aquel trayecto, la gran tormenta los hacía temer por sus vidas, el infortunio se apoderó de aquel angustiante momento, hasta que finalmente pensaron que se hundirían. Todos, excepto el que dormía. Jesús era el líder de aquella tripulación, fue quien animó a aquellos hombres a subir en el barco, para que su Palabra y su presencia pudiesen llegar a más territorios y multitudes. Él, estaba en la embarcación, plácido y garante de todo poder; incólume ante el terror, y sereno ante la angustia. Jesús, con una sola orden sentenció al viento y al mar, y así sin más, la gran calma por la que le rogaron sus acompañantes, llegó. ¿Que pasó entonces con la certidumbre de aquellos hombres? ¿Por que la sustituyeron por grandes voces de pánico? ¿Acaso era tal la indiferencia del que dormía? ¿O fueron ellos los que cedieron ante la tentación de la tempestad? Una cosa es cierta, cuando decides adentrarte a nuevos escenarios y horizontes, puedes enfrentarte a la terrible inseguridad de las olas, pues solo lejos del puerto, navegando hacía tu propósito eterno, es donde obtienes mayores victorias. Entonces, la vida suele convertirse en ese mar, grande y profundo, a veces en calma, y otras veces, con fuertes mareas que parecen arrastrarte sin control. Para aquel momento, la obra de Jesús ya se había posicionado como el mayor exponente del poder de Dios en la tierra, y en muchos espacios se había hecho manifiesto su poder. Sin embargo, Él sabía que hacía falta más, había que cruzar el mar. Emplazó a sus seguidores entonces, y estos decidieron voluntariamente ir en pos de Él. Allí fueron probados, y aquel que sin miedo alguno dormía, les demostró una vez más, que podía darle un giro absoluto a cualquier situación. Hoy, Jesús sigue enteramente consciente de que es necesario seguir navegando, mar abierto ante un destino prodigioso en tu andar con Él. Así, que cuando la tormenta de pronto arrecie, y te consuma el deseo de volver a la pacifica orilla, recuerda que no naciste para permanecer anclado en el puerto de tus limitaciones, sino para alcanzar y experimentar los portentosos milagros del timón de Jesús en tu vida. Y si las olas golpean violentamente el barco de tu proceso, no temas en decir: ¡Sálvame Señor, que me hundo! Porque entonces, puedes estar seguro de que despertarás al que dormía. 

¡Sigue a flote!

lunes, 14 de agosto de 2017

Jesús

  • Amado de mi alma, Eres mi razón, mi deseo, mi anhelo; mi propósito de cada día es poder amarte y darte lo mejor. Mi tesoro encontrado, mi camino mas seguro, mi lugar favorito para descansar. Mi fuente inagotable de sabiduría y vida eterna, mi amigo, mi hermano, mi confidente; mi amor. Al decir tu nombre, todo toma su sitio. Nadie es como tu, nadie hace lo que haces tu, nadie tiene el poder que tienes tu; y nadie llena mis espacios como tu. Nadie nunca podría ocupar tu lugar, porque eres mi Rey, mi vida, mi momento perfecto; mi compañía, y mi hogar. Todos los días te amo mas, te anhelo mas, te necesito mas. Todos los días digo tu nombre y encuentro paz, todos los días digo tu nombre y empiezo a creer; todos los días digo tu nombre y puedo ser feliz. Jesús... Mi precioso, en ti encontré todo lo que un día busqué y creí que no existía. Tu, no eres solo un espacio, tu lo eres todo para mi. No hay limites que puedan contenerte; no hay medida que pueda definirte; no hay tamaño que pueda alcanzarte, ni altura que pueda estar por encima de ti. Todos los días eres mio, todos los días soy tuya. Todos los días somos el uno para el otro eternamente. 
¡Siempre te amaré!

miércoles, 2 de agosto de 2017

TOMA TU POSICIÓN


Si te quedas callada en un momento como este, el alivio y la liberación para los judíos surgirán de algún otro lado, pero tú y tus parientes morirán. ¿Quién sabe si no llegaste a ser reina precisamente para un momento como este? Ester 4:14

Cuando algunos de los judíos decidieron permanecer en Persia luego del exilio babilónico, enfrentaron una seria conspiración en su contra, hasta el punto de casi ser destruidos. Lo que trajo ese 'casi' fue la intervención de Ester, una bella judía, huérfana, que Dios había levantado como reina en esa nación. Cuando Ester decide entrar en la presencia del Rey para interceder por su pueblo, ya había sido advertida de que, si los judíos eran asesinados, ella también lo seria. Entonces Ester, decidió orar y ayunar junto a todo su pueblo durante tres días, y puso en marcha su petición ante el Rey. Una vez que Ester entró en su presencia, rogó e imploró de rodillas por su nación, por lo que finalmente, tanto ella como su pueblo fueron salvados. Luego de esto, los judíos decidieron celebrar una fiesta en honor a la victoria; fiesta llamada Purim, y que celebran aún en la actualidad cada año, para conmemorar el milagro que Dios hizo a su favor. 

Hoy, en Venezuela, el protagonismo de los hijos de Dios sigue siendo el mismo que en la antigüedad: Entrar en la presencia del Rey y clamar por un pueblo que indudablemente, satanás quiere destruir. Y se hace apremiante tomar nuestra posición como reyes y sacerdotes, pues sino nos atrevemos a intervenir en momentos como este, el lamento será aún mayor. No podemos simplemente ver los toros desde la barrera, sino decidirnos a ayudar a nuestro pueblo. Este es el tiempo de las Ester, de los Daniel, de los José, de enfrentar el reto y derrotar a los enemigos, pues para eso es que nos ha establecido nuestro Dios en esta nación. Así como ellos, somos instrumentos en manos del Señor para bendición de nuestras generaciones, por eso, no podemos estar solo de paso, como simples espectadores de la tragedia. Con oración y ayuno, entremos en la presencia del Rey, pues Él también hoy, puede conceder nuestra petición y salvar nuestro pueblo.