lunes, 26 de diciembre de 2016

La Biblia en un año #Dia351

1° Pedro 1-5

Después de la destrucción del Templo y del reino de Israel en el año 70 después de Cristo, los israelitas fueron dispersados por muchas partes del mundo, así que el apóstol Pedro escribe a éstos, quienes se encontraban sufriendo intensas persecuciones por su fe.  El autor aboga por la determinación y la perseverancia en la persecución, y por los deberes prácticos de la vida santa. Se trata, por tanto, de una exhortación a la vida cristiana moral y a la coherencia con la fe a pesar de la persecución o las pruebas. El Señor dio a los judíos convertidos la oportunidad de nacer de nuevo, y les dio así, una vida con esperanza. Por eso, aunque tuviesen que soportar varias pruebas durante un tiempo, esas pruebas demostrarían que su fe era autentica; y que estaba siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, entonces su confianza en Jesús, al permanecer firme en tantas pruebas, les traería mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo fuese revelado a todo el mundo. Por tanto, debían preparar su mente para actuar y ejercitar el control propio, poner toda su esperanza en la salvación, y vivir como hijos obedientes a Dios; sin volver atrás, a la vieja manera de vivir, con el fin de satisfacer sus propios deseos. Antes lo hacían por ignorancia, pero ahora debían ser santos en todo lo que hicieran, tal como Dios, quien los había elegido, también era Santo. Mientras estamos aquí en la tierra, es como si tuviésemos una residencia temporal, y debemos vivir con temor reverente a Dios mientras dure nuestra estadía. El Señor pagó un rescate para salvarnos de la vida vacía que habíamos heredado de nuestros antepasados; no fue pagado con oro ni plata, los cuales pierden su valor, sino que fue con la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha, para que por medio de Cristo disfrutemos de la Gloria eterna. Por eso ahora debemos amarnos unos a otros como hermanos, con amor sincero. Pues hemos nacido de nuevo pero no a una vida que pronto se acabará, sino a una que durará para siempre porque proviene de la eterna y viviente palabra de Dios. Cristo es la piedra viva principal del templo de Dios, la gente lo rechazó, pero Dios lo eligió para darle gran honra. Y nosotros somos las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual; además, somos sacerdotes santos, pues por la mediación de Jesucristo, ofrecemos sacrificios espirituales que agradan a Dios. Así, los que confiamos en Jesús, reconocemos la honra que Dios le ha dado, pero los que lo rechazan, solo vienen a tropezar con Él, y se convierte en la roca que los hará caer. Tropiezan porque no obedecen la palabra de Dios y por eso se enfrentan con el destino que les fue preparado. Pero los creyentes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa. Antes no tenían identidad como pueblo, ahora son pueblo de Dios. Antes no recibieron misericordia, ahora han recibido la misericordia de Dios.

Ya que aquí en la tierra solo somos extranjeros y residentes temporales, debemos alejarnos de lo deseos mundanos que luchan contra el alma, y procurar llevar una vida ejemplar entre los no creyentes. Así, por más que ellos nos acusen de actuar mal, verán que tenemos una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo. La voluntad de Dios es que la vida honorable de sus hijos haga callar a la gente ignorante que los acuse sin fundamento alguno. Pues ahora somos libres, pero a la vez, somos esclavos de Dios, así que no usemos nuestra libertad como una excusa para hacer el mal. Al contrario, respetemos a todos y amemos a nuestros hermanos en la fe; temamos siempre a Dios y permanezcamos sujetos a nuestras autoridades terrenales con respeto. Dios se complace cuando sus hijos, siendo conscientes de su voluntad, sufren con paciencia cuando reciben un trato injusto. Es obvio que no hay mérito en ser paciente si a uno lo golpean por haber actuado mal, pero si sufren por hacer el bien y lo soportan con paciencia, Dios se agrada de ellos. Pues Dios nos llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengamos que sufrir, tal como Cristo sufrió por nosotros. Al contrario, debemos seguir sus pasos y su ejemplo. Los esclavos deben estar sujetos a sus amos, los hijos a sus padres, las esposas a sus esposos, los ciudadanos a sus gobernantes, las ovejas a los pastores, y en ese sentido, todos debemos permanecer en respeto a todas las personas que tengan una posición de autoridad. Entonces, aun cuando alguno de ellos se niegue a obedecer la Buena Noticia, la vida recta de nosotros y nuestra obediencia les hablará sin palabras. Ellos serán ganados al observar la vida pura y la conducta respetuosa de nosotros. Todos los discípulos de Jesús debemos ser de un mismo parecer, y tener compasión unos de otros. Amarnos como hermanos y hermanas, ser de buen corazón y mantener una actitud humilde. No paguemos mal por mal, no respondamos con insultos cuando la gente nos insulte; por el contrario, contestemos con una bendición. A esto nos ha llamado Dios, y Él nos concederá su bendición. Si quieres disfrutar de la vida y ver muchos días felices, refrena tu lengua de hablar el mal y tus labios de decir mentiras. Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y esfuérzate por mantenerla. Los ojos del Señor están sobre los que hacen lo bueno, y sus oídos están abiertos a sus oraciones. Pero el Señor aparta su rostro de los que hacen lo malo. Ahora bien, ¿Quién querría hacernos daño si nosotros nos mantenemos de hacer el bien? Pero, aun si sufrimos por hacer lo correcto, Dios va a recompensarnos. Así que no nos preocupemos ni tengamos miedo a las amenazas. En cambio, adoremos a Cristo como el Señor de nuestra vida. Por lo tanto, ya que Cristo sufrió dolor en su cuerpo, nosotros mismos preparémonos, adoptando la misma actitud que tuvo él y estemos listos para sufrir también. Pues, si sufrimos físicamente por Cristo, terminaremos con el pecado. No pasaremos el resto de la vida siguiendo nuestros propios deseos, sino que estaremos ansiosos de hacer la voluntad de Dios. De modo que, si padecemos de la manera que agrada a Dios, sigamos haciendo lo correcto y confiemos en Él, pues él nunca nos fallará.


No hay comentarios:

Publicar un comentario