miércoles, 30 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia317

Romanos 1-3

La carta a los romanos es la más larga de las epístolas paulinas y es considerada su legado teológico más importante. Es llamada por muchos como la columna vertebral del cristianismo, tratando el Evangelio de la justificación y la salvación de los judíos y de los griegos por igual, por la gracia de Dios por la fe en Jesucristo, revelando así, la rectitud y el amor de Dios Padre. Se cree que fue escrita durante la estadía de Pablo en Corinto, pues estaba a punto de viajar a Jerusalén al redactar la carta, lo que coincide con el libro de Hechos, donde se informa que Pablo se quedó por tres meses en Grecia. En su carta, Pablo le dijo a los hermanos de la Iglesia en Roma que él era un servidor y apóstol de Jesucristo, porque Dios lo había elegido para anunciar las buenas noticias que Él tiene para nosotros. Esas buenas noticias nos dicen que su hijo Jesucristo vino al mundo como descendiente del rey David. Jesucristo murió, pero Dios lo resucitó por el poder de su Espíritu, y con eso demostró que Él es el poderoso Hijo de Dios. A todos estos hermanos en Roma, Dios los había elegido para que fuesen parte de su pueblo, por eso, Pablo le pedía al Señor que les mostrara de su amor y de su paz; agradeciendo a Dios por ellos, pues en todas partes se hablaba bien de ellos, y se sabía que confiaban en el Señor y  que lo obedecían. Pablo oraba constantemente por estos hermanos, y siempre le pedía a Dios que le permitiera ir a visitarlos, pues tenía mucho deseos de verlos y de darles ayuda espiritual; para que su confianza en el Señor fuese permanente y pudieran ayudarse unos a otros. Pablo no se avergonzaba de anunciar la buena noticia de salvación, pues gracias al poder de Dios, todos los que la escuchaban y creían en Jesús podían ser salvos; sin importar si eran judíos o no; pues la buena noticia enseña que Dios acepta a los que creen en Jesús. Todos conocemos la verdad acerca de Dios porque Él se ha hecho evidente desde la creación del mundo; sin embargo, muchos han querido negar injustamente su existencia, y por esta razón, y por nuestras conductas pecaminosas, hemos sido declarados culpables delante de Dios, mereciendo la muerte que es la consecuencia inmediata de nuestro pecado; pues cuando Dios juzga a quienes hacen lo malo, los juzga correctamente.

Dios es muy bueno, y tiene mucha paciencia, por eso soporta aún nuestras malas acciones. Pero no podemos pensar que lo que hacemos no tiene importancia. El Señor nos trata con bondad, para que nos arrepintamos de nuestra maldad, pero si insistimos en desobedecerlo, y no nos arrepentimos, recibiremos nuestro castigo. El día del juicio final llegará, cuando Dios juzgará a todos, y cada quien recibirá lo que merece. Habrá aflicción y angustia para todos los que siguen haciendo lo malo, para los judíos primero y también para los gentiles; pero habrá gloria, honra y paz de parte de Dios para todos los que hacen lo bueno, para los judíos primero y también para los gentiles; pues Dios no muestra favoritismo. Tanto judíos como no judíos serán juzgados delante de Dios, los que conociendo la Ley no la obedecen, y los que no la conocen serán condenados por el hecho de pecar. Pues no se es un verdadero judío solo por haber nacido de padres judíos ni por haber pasado por la ceremonia de la circuncisión. No, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto a los ojos de Dios. La verdadera circuncisión no consiste meramente en obedecer la letra de la ley, sino que es un cambio en el corazón, producido por el Espíritu. Y una persona con un corazón transformado busca la aprobación de Dios, no la de la gente. Y aunque el mensaje hubiese sido extendido sobre otros pueblos y naciones, igual seguía teniendo enormes beneficios para el pueblo judío; en primer lugar, a los judíos se les confió toda la revelación de Dios. Es cierto, algunos de ellos fueron infieles; ¿Pero acaso eso significa que, porque ellos fueron infieles, Dios también será infiel? Por supuesto que no, aun cuando todos los demás sean mentirosos, Dios es veraz. Todos somos pecadores, y la posición de Dios frente al pecado es de rechazo y de condenación, no por eso vamos a decir que Dios es injusto, al contrario, si Dios no fuera justo, ¿Cómo podría hacer diferencia entre el mal y el bien? ¿Cómo tendría autoridad para juzgar al mundo? Y los que aprovechándose de la gracia de Dios, dicen que mientras más pequen, más se realza la veracidad y la Gloria su poder para perdonar, están equivocados y también merecen ser condenados. Obviamente, la ley se aplica a quienes fue entregada, porque su propósito es evitar que la gente tenga excusas y demostrar que todo el mundo es culpable delante de Dios. Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos. Entonces, viene Cristo, tal como se prometió tiempo atrás en los escritos de Moisés y de los profetas, a demostrar como podemos ser justos delante de Dios Padre. Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere. Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios. Pero él nos ama mucho, y nos declara inocentes sin pedirnos nada a cambio. Por medio de Jesús, nos ha librado del castigo que merecían nuestros pecados. Dios envió a Jesucristo para morir por nosotros, y si confiamos en que Él murió por nosotros, Dios nos perdonará. Con esto Dios demuestra que es justo y que, gracias a su paciencia, ahora nos perdona todo lo malo que antes hicimos. Él es justo, y sólo acepta a los que creen en Jesús.


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