viernes, 11 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia292

           Lucas 7-9

¿Cuanto han escuchado el famoso dicho popular que dice: Amor son acciones y no buenas razones? En la Palabra de Dios podemos encontrar muchas muestras que afirman tal declaración. Aunque las enseñanzas, los discursos, y las predicaciones son totalmente necesarias, realmente serán llevadas por el viento sino las practicamos. La fe sin obras es inútil, y Jesús no solo enseñó acerca de la sanidad, Él sanó a los enfermos; Él no solo habló de amor al prójimo y a los enemigos, Él lo demostró en la cruz del calvario; no solo predicó acerca de la Buena Noticia sino que la hizo evidente en todas las multitudes que lo seguían. El siempre acompañó sus palabras con poderosas acciones que demostraron que todo lo que predicó, lo vivía; y que no se contradijo en ninguna de las cosas que manifestó. Cuando Jesús vio aquella procesión fúnebre del hijo de una viuda, no solo se llenó de compasión; sino que se acercó al ataúd, lo tocó y le dijo al joven que se levantara; el joven muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús lo regresó a su madre. Así hizo con el siervo del oficial romano, y así con todas las personas en las cuales obró. Él era más que un predicador, más que un profeta, más que un maestro, más que un carpintero, más que un modelo, más que un médico, Él era la persona viva de Dios. Y lo será eternamente y para siempre. Cuando Juan supo todo lo que Jesús hacía, mandó a dos de sus discípulos a preguntarle al Señor si Él era el Mesías esperado; en ese preciso momento, Jesús dejó nuevamente que sus acciones hablaran por Él; sanó a muchas personas de enfermedades, dolencias, y expulsó espíritus malignos y le devolvió la vista a muchos ciegos. Entonces Jesús le dijo a los discípulos de Juan que le contaran a él todo lo que habían visto y que le dijesen que Dios bendecía a todos lo que no se apartaban de Él. Jesús le dijo a la gente que lo seguía, que Juan era más que un profeta, él era el mensajero enviado por Dios para preparar el camino delante de Cristo. Cuando todos oyeron eso, se alegraron pues habían sido bautizados por Juan, excepto los fariseos y los expertos en la ley religiosa que no aceptaron el plan de Dios para ellos, porque rechazaron el bautismo de Juan. A quien mucho se le perdona, mucho se le ama. Y ese fue el caso de la mujer pecadora que fue perdonada por Jesús; quien al verlo, llorando se arrodilló detrás de él a sus pies. Sus lágrimas cayeron sobre los pies de Jesús, y ella los secó con sus cabellos. No cesaba de besarle los pies y les ponía perfume. Los fariseos alarmados, religiosos al fin, se indignaron porque ella era una mujer pecadora, como siempre ellos se sintieron muy superiores a ella; sin embargo, Jesús se sintió muy conmovido y honrado por su acto de amor, y enseguida le perdonó todos sus pecados, y le dijo que se fuera en paz, pues su fe en Él la había salvado. 

Poco después, Jesús comenzó un recorrido por las ciudades y aldeas cercanas, predicando y anunciando la Buena Noticia acerca del reino de Dios. Llevó consigo a sus doce discípulos, junto con algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas estaban María Magdalena, de quien él había expulsado siete demonios; Juana, la esposa de Chuza, administrador de Herodes; Susana; y muchas otras que contribuían con sus propios recursos al sostén de Jesús y sus discípulos. Sin fe es imposible agradar a Dios, y así como nosotros somos enseñados en esta palabra a través de diversas pruebas y tempestades, los discípulos que anduvieron con Jesús debieron aprenderlo de forma literal. Cierto día, el Señor les dijo que cruzaran al otro lado del río; y mientras navegaban, Jesús se recostó para dormir una siesta. Pronto se desató una tormenta feroz sobre el lago, la barca se llenaba de agua y estaban realmente en peligro. Los discípulos angustiados despertaron a Jesús diciéndole que iban a hundirse. Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y a las tempestuosas olas, y todo quedó en calma. Entonces les preguntó a los discípulos que donde estaba su fe. Quizás ellos pudieron mantener la calma, o pudieron haber reprendido a las olas ellos mismos; pero al dudar, no pudieron conseguir nada. Creamos hoy, que cuando Jesús da una orden, hasta el viento y las olas lo obedecen. Gracias a que la obra de Jesús se expandía, y muchas más eran las multitudes que lo seguían, a los discípulos también les dio poder y autoridad para expulsar a todos los demonios y sanar enfermedades. Luego los envió para que anunciaran a todos acerca del reino de Dios y sanaran a los enfermos. Entonces ellos también comenzaron su recorrido por las aldeas para predicar la Buena Noticia y sanar a los enfermos. Algunas personas creían que Jesús era Juan el Bautista, otros decían que era Elías, y otros decían que era uno de los otros antiguos profetas, que volvió de la muerte. Pero Pedro declaró que Jesucristo era el Mesías, el hijo del Dios viviente. Y luego de esto, el Señor les advirtió que no dijeran a nadie quién era él, y luego, les habló de las terribles cosas que le sucederían cuando fuese entregado y crucificado. Muchos eran los que querían seguir a Jesús, pero Él fue muy claro de lo que costaba hacerlo, pues el que pone la mano en el arado y luego mira atrás, no es apto para el reino de Dios.



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