lunes, 28 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia315

Hechos 24-26

Para este tiempo en la vida de Pablo, el proceso había empezado. Un abogado acusador por una parte, y por la otra, él mismo en representación de su defensa. Ambas partes fueron ante el gobernador Félix y presentaron sus argumentos. Según el abogado Tértulo, que representaba al jefe de los sacerdotes y los lideres judíos, Pablo era un verdadero problema, pues andaba de un lado a otro haciendo levantar oposición entre todos los judíos, y también se había levantado en contra del Templo de Dios. Luego, vino el turno de Pablo, quien dijo que había llegado a Jerusalén para adorar a Dios, y que la gente que lo acusaba no lo encontró discutiendo con nadie, ni alborotando a la gente en el templo, ni en la sinagoga, ni en ninguna otra parte de la ciudad; y que ellos no podían probar que fuese verdad todo lo que se decía de Él. Pablo también dijo valientemente que él estaba al servicio del Dios de sus antepasados, y que era cristiano. Mientras que los mismos lideres judíos decían que seguir a Jesús era malo, el apóstol sostenía que estaba obedeciendo todo lo que estaba escrito en la Biblia. Él creía que Dios haría que los muertos volviesen a vivir, sin importar que hubiesen sido buenos o malos. Y también los que lo acusaban creían lo mismo. Y finalmente dijo que por obedecer a Dios y estar en paz con los demás, no tenía nada de que preocuparse.  Cuando Félix oyó eso, decidió terminar la reunión, pues conocía bien todo lo que se relacionaba con el mensaje de Jesús. Días después, Félix fue otra vez a ver a Pablo y lo escuchó hablar acerca de la confianza que se debía tener en Jesús. Pablo también le habló de que tenía que vivir sin hacer lo malo, que tenía que controlarse para no hacer lo que quisiera, sino solamente lo bueno, porque un día Dios lo juzgaría por sus acciones. Félix llamaba mucho a Pablo para hablar con él, pero más bien quería ver si Pablo le daba algún dinero para dejarlo en libertad. Dos años después, Félix dejó de ser el gobernador, y en su lugar empezó a gobernar Porcio Festo; pero Félix quería quedar bien con los judíos, por eso dejó preso a Pablo. Cuando Festo asumió el cargo, fue a Jerusalén, y allí los sacerdotes principales y los judíos más importantes de la ciudad hicieron una acusación formal contra Pablo. Luego fueron a Cesarea, donde iban a acusar a Pablo. Cuando llegaron a la corte, los judíos siguieron acusándolo, y Pablo continuaba su defensa diciendo que no había hecho nada en contra de las leyes judías, y además pidió que fuese el emperador romano quien fuese su Juez. Entonces, Festo aceptó que Pablo fuese enviado a Roma a ser juzgado. 

Agripa, era un hombre que fue nombrado rey de algunos territorios en la región de Palestina por el emperador de Roma, y fue a la ciudad de Cesarea a visitar al gobernador Festo. Allí Festo le comunicó acerca del caso que tenía de los judíos en contra de Pablo, y como él ya no sabía que hacer, pues Pablo no estaba siendo juzgado sino por circunstancias concernientes a su religión, que al fin y al cabo, a él no le interesaban. Agripa pidió hablar con Pablo, así que se lo presentaron y le informaron de los cargos que habían sido levantados en su contra. Agripa le dijo a Pablo que se defendiera, y esto es algo que Pablo ya llevaba bastante tiempo haciendo, y haciéndolo bien. Pablo sabía que Agripa conocía bien las costumbres judías, por eso sabía que lo escucharía con paciencia. Le dijo que todos los judíos lo conocían desde niño y que él era fariseo, algo que nadie podía negar; y que los fariseos eran el grupo más exigente de su religión. Le dijo que lo juzgaban solo porque creía en las promesas que Dios había hecho a sus antepasados judíos, y que él no esperaba nada que las doce tribus completas de Israel no estuvieran esperando; y que los judíos que lo acusaban simplemente no creían en la palabra de Dios. Pablo también le contó a Agripa que luego de perseguir, maltratar, y encarcelar a muchos seguidores de Jesús, él mismo fue llamado por Dios para convertirse en uno de ellos, y para que pudiera predicar su Palabra a los que vivían en oscuridad. Pablo le dijo a Agripa que no había hecho nada a lo que Dios no lo hubiese mandado, y que por eso anunció su mensaje de salvación a los judíos primeramente y también a los que no lo eran. Solo por eso había sido tomado prisionero en el Templo de Dios por los judíos, los cuales también quisieron matarlo. Pero todavía seguía hablando con fuerzas de Jesús a todo el mundo, a ricos y a pobres, pues Dios lo ayudaba y le daba fuerzas para seguir adelante. Cuando Pablo terminó de defenderse, Festo le gritó que estaba loco, y él le dijo que no hablaba locuras sino la verdad; y que si se atrevía a hablar con tanta confianza delante de Agripa era porque él entendía muy bien todas las cosas que él estaba diciendo. Luego le preguntó a Agripa que si creía en todo lo que decían los profetas en la Biblia, y Agripa le preguntó a él que si creía que en tan poco tiempo podía convencerlo de ser cristiano; Pablo le dijo que le gustaría que en poco tiempo, o en mucho tiempo, todos los que estaban allí pudiesen convertirse así como él, pero sin esas cadenas que lo ataban. Entonces el rey Agripa, Festo y todos los que estaban allí, se levantaron y salieron para conversar a solas. Decían que Pablo en verdad no había hecho nada malo como para merecer la muerte, y que tampoco debía estar en la cárcel. Agripa también le dijo a Festo que Pablo hubiese podido ser puesto en libertad si no hubiera pedido que el emperador lo juzgara. 


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