domingo, 27 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia312

Alto de Adoración semanal...

Siento que podría describir esta última semana de lectura como una de mis favoritas, desde la llegada del Espíritu Santo sobre los apóstoles, hasta su extraordinaria obra en el levantamiento de la Iglesia de Dios, todo ha sido sencillamente sublime. Ciertamente Cristo fue la piedra que desecharon los edificadores, y que vino a ser la cabeza del ángulo, pero no habría sido sino por la obediencia de sus fieles seguidores, que esta obra de construcción de su cuerpo, pudo extenderse en la tierra. Precisamente fundamentado sobre esa base sólida y esa roca fuerte que es Él y su presencia en nuestras vidas. Hubo dos cosas que me impactaron como a cualquiera: Primero, la llenura de Espíritu que tenían Pedro y los demás apóstoles para no solo hablar de Jesús, sino para vivirlo y mostrarlo en todo lugar donde llegaban; y segundo, que nunca desmayaron en sus propósitos a pesar de la fuerte y violenta oposición que tuvieron. Sin duda, estos hombres fueron fieles y obedientes. Y creo que nada puede salir mal con esos dos ingredientes. Siempre me he sentido muy admirada y maravillada de como las buenas noticias acerca de Jesús fueron expandiéndose así, de la forma en la que Él mismo les dijo aquel día antes de ascender al cielo: Y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y que bueno es que al llegar al final de sus días, estos apóstoles y siervos de Jesucristo pudieron decir: Cumplimos Señor, hicimos lo que pediste. Hicimos tu voluntad. Ninguna otra felicidad puede compararse a cumplir el propósito por el cual fuiste creado y para lo cual Dios te llamó de las tinieblas a la luz. Y esto me anima a meditar si yo misma estoy cumpliendo todas aquellas tareas a las cuales fui llamada como hija de Dios, porque el tiempo se agota, y más temprano que tarde todos deberíamos dar el fruto que fue sembrado en nuestras vidas mediante su Espíritu Santo. El Salmo 118 que leeremos en este día para complementar nuestra reflexión, contiene una verdad inexorable: Dios nos ama. Y en virtud de ese amor, siempre debemos darle gracias y exaltar su nombre. Él es bueno, y su fiel amor perdura para siempre. Desde que los discípulos de Jesús fueron comisionados para ser los encargados de anunciar el Evangelio de Salvación, hasta nuestros días, Dios ha estado con nosotros y su fidelidad se ha mantenido de generación en generación. Desde la angustia podemos invocar a Jehová y Él nos responde y nos coloca en lugares espaciosos; Jesucristo está con nosotros y por eso no tememos lo que nos pueda hacer el hombre. Aunque el salmista se sintió rodeado, atacado, y asediado; sabía que en el nombre del Señor podrían caer todos sus enemigos, Él fue su fortaleza y su salvación así como lo fue para los apóstoles en cada prueba y desafío que pudieron enfrentar. ¿Como no creerlo hoy nosotros mismos? ¿Acaso nos ha tocado más difícil? Todo seguidor de Jesús enfrenta y enfrentará sus propias prisiones a lo largo de su existencia, pero Dios siempre, siempre nos dará la victoria. El fuerte brazo derecho del Señor se levanta triunfante. ¡El fuerte brazo derecho del Señor ha hecho proezas gloriosas! No moriré; sino que viviré para contar lo que hizo el Señor.


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