jueves, 10 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia291

         Lucas 3-6

Ya ni Juan ni Jesús eran unos bebés recién nacidos, ni unos niños, era tiempo de empezar a ejecutar sus Ministerios; y como fue declarado en la Escritura, Juan debía empezar primero a fin de preparar el camino para el Cristo. un mensaje de Dios llegó a Juan, entonces Juan fue de un lugar a otro, por ambos lados del río Jordán, predicando que la gente debía ser bautizada para demostrar que se había arrepentido de sus pecados y vuelto a Dios para ser perdonada. Todos esperaban que el Mesías viniera pronto, y tenían muchas ganas de saber si Juan era el Mesías. Juan contestó a sus preguntas diciendo: «Yo los bautizo con agua, pero pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de ser su esclavo y desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. También Juan criticó públicamente a Herodes Antipas, el gobernador de Galilea, por haberse casado con Herodías, la esposa de su hermano, y por muchas otras injusticias que había cometido. Así que Herodes metió a Juan en la cárcel, agregando a sus muchos pecados uno más. Cierto día, en que las multitudes se bautizaban, Jesús mismo fue bautizado también por Juan. Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del río Jordán y fue guiado por el Espíritu en el desierto, donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días. Jesús no comió nada en todo ese tiempo y comenzó a tener mucha hambre. Satanás lo tentó tres veces: Primero diciéndole que si tenía hambre, podía convertir las piedras en pan; pero Jesús lo reprendió diciendo: No solo de pan vivirá el hombre. Luego, lo tentó una segunda vez diciendo que le daría todos los reinos de la tierra y autoridad sobre ellos si se postraba delante de él, pero Jesús volvió a reprenderlo diciendo: Solo al Señor tu Dios adorarás. Por tercera vez quiso satanás hacer caer al Señor llevándolo a lo más alto del Templo y diciéndole que si en verdad era hijo de Dios se lanzara al precipicio; pero Jesús, una vez más y con autoridad le dijo: Al Señor tu Dios no tentarás. Así que satanás no tuvo otro remedio que dejarle. Recuerda bien: Si resistes al diablo, lo harás huir; al ver que no puede hacerte caer, no tendrá otra opción que dejarte.

Jesús regresó a Galilea lleno del poder del Espíritu Santo y enseñaba con frecuencia en las sinagogas y todos lo elogiaban. Cuando llegó a Nazaret, la aldea donde creció, fue como de costumbre a la sinagoga el día de descanso y se puso de pie para leer las Escrituras; pero allí fue rechazado pues la gente lo conocía a Él y a su familia, y en sus propias palabras: Ningún profeta es aceptado en su tierra. Ellos no lo aceptarían ni siquiera viendo los portentos y milagros de los que era capaz de hacer, y cuando les dijo que tanto Elías como Eliseo fueron también enviados a ministrar a extranjeros y no a los de su pueblo, la gente de la sinagoga se puso furiosa. Se levantaron de un salto, lo atacaron y lo llevaron a la fuerza hasta el borde del cerro sobre el cual estaba construida la ciudad. Querían arrojarlo por el precipicio, pero él pasó por en medio de la multitud y siguió su camino. Él maestro seguía atrayendo la atención de las multitudes, y también mostrando su autoridad como hijo de Dios en milagros de liberación y sanidad; las noticias acerca de Él corrieron por cada aldea de toda la región. La gente de las regiones llevaba a Jesús a sus parientes enfermos, y cualquiera que fuera la enfermedad en alguien, el toque de su mano los sanaba a todos. Muchos estaban poseídos por demonios, los cuales salieron a su orden gritando: ¡Eres el Hijo de Dios! Cierto día, mientras Jesús predicaba en la orilla del mar de Galilea, le pidió a Simón, el dueño de la barca, que la empujara al agua. le dijo a Simón que fuese a aguas más profundas y echara sus redes para pescar. Pedro le dijo que había estado cansado de trabajar y que no había podido pescar nada, pero que si Él se lo pedía, lo intentaría una vez más. Y esta vez las redes se llenaron de tantos peces ¡que comenzaron a romperse! Un grito de auxilio atrajo a los compañeros de la otra barca, y pronto las dos barcas estaban llenas de peces y a punto de hundirse. Cuando Simón Pedro se dio cuenta de lo que había sucedido, cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: Señor, por favor, aléjate de mí, soy demasiado pecador para estar cerca de ti. Todos los discípulos estaban temerosos y asombrados, pero Jesús les dijo que no temieran, pues ahora pescarían personas. Y, en cuanto llegaron a tierra firme, dejaron todo y siguieron a Jesús. Poco tiempo después, Jesús subió a un monte a orar y oró a Dios toda la noche. Al amanecer, llamó a todos sus discípulos y escogió a doce de ellos para que fueran apóstoles. Sus nombres son los siguientes: Simón (a quien llamó Pedro), Andrés (hermano de Pedro), Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago (hijo de Alfeo), Simón (a quien llamaban el zelote), Judas (hijo de Santiago), Judas Iscariote (quien después lo traicionó).  Cuando descendieron del monte, los discípulos se quedaron con Jesús en un amplio lugar llano, rodeados de muchos seguidores y de las multitudes. Habían llegado para oírlo y para ser sanados de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus malignos, fueron sanados. Todos trataban de tocarlo, porque de él salía poder sanador, y los sanó a todos.

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