miércoles, 9 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia285

    Marcos 4-7

Tal y como aprendíamos en días anteriores, el Señor Jesús tenía una forma peculiar de dar sus mensajes, y era a través de parábolas, que eran narraciones breves y simbólicas que se extraen de un contenido moral. Esto era con el propósito de que solo los que hubiesen abierto sus ojos espirituales pudieran entender lo que Dios decía. Muchos al escuchar a Jesús sencillamente no aprendían nada, pero otros se volvían a Él y eran perdonados. Estos misterios acerca del significado del reino de los cielos, eran revelados específicamente a los que habían decidido convertirse en seguidores del hijo de Dios. La palabra de Dios es como una semilla que al germinar produce frutos apacibles en nuestras vidas, sin embargo, esa semilla debe ser sembrada en una tierra fértil para poder producir estos frutos. Algunas de estas semillas cuando son sembradas, caen en el camino, entonces vienen los pájaros y se las comen, lo que no produce ningún tipo de aprovechamiento; como la gente que oye el mensaje, pero enseguida viene Satanás y lo quita. Las semillas que caen sobre la tierra rocosa representan a los que oyen el mensaje y de inmediato y lo reciben con alegría; pero al no tener raíces profundas, no duran mucho; en cuanto tienen problemas o son perseguidos por creer la palabra de Dios, caen. Las semillas que caen entre los espinos, representan a los que oyen la palabra de Dios, pero muy pronto el mensaje queda desplazado por las preocupaciones de esta vida, el atractivo de la riqueza y el deseo por otras cosas, así que no se produce ningún fruto. Y finalmente cuando la tierra que recibe la semilla es buena, fértil y prospera, produce una cosecha treinta, sesenta y hasta cien veces más numerosa de lo que se había sembrado. Tanto los que escuchaban estas palabras de Jesús, el mejor maestro del mundo, como los que la escuchamos ahora, debemos prestar mucha atención, pues mientras más atentamente escuchemos, tanto más entendimiento nos será dado, pero a los que no escuchen, se les quitará aun lo poco que entiendan. En este sentido Jesús Jesús empleó muchas historias e ilustraciones similares para enseñar a la gente, tanto como pudieran entender. De hecho, durante su ministerio público nunca enseñó sin usar parábolas; pero después, cuando estaba a solas con sus discípulos, les explicaba todo a ellos.

La presencia de Jesús revolucionaba todo lugar donde llegaba, pues su sola persona conmocionaba a las multitudes, tanto en el reino de Dios como en el de las tinieblas. Los espíritus malignos se estremecían ante su presencia, ellos sabían que Él era el Cristo, el hijo del Dios viviente, y lo saben aún más que las personas de carne y hueso. la legión de demonios que atormentaba a aquel hombre que Jesús liberó, tembló delante de la presencia de Jesús, pues sabían que Él podía echarlos fuera, como en efecto lo hizo. Cuando este hombre fue libre, salió a visitar las diez ciudades de aquella región y comenzó a proclamar las grandes cosas que Jesús había hecho por él; y todos quedaban asombrados de lo que les decía. Un líder quizás menos influyente que los que perseguían a Jesús, estaba al frente de una sinagoga local, se llamaba Jairo, y a diferencia de los otros principales religiosos, cuando vio a Jesús, cayó a sus pies. Este hombre rogó por su hija, quien estaba agonizando de muerte; Jesús fue con con él, y de camino les informaron que la niña había muerto. Pero el Señor le dijo mis palabras favoritas: No temas, cree solamente. Entrando Jesús en la casa y escuchando el llanto y el alboroto, les dijo a todos que la niña no estaba muerta, sino que dormía; y a pesar de que muchos se rieron, Él entró con los padres de la niña a su habitación, acompañado de Pedro, Santiago y Juan, y tomó a la niña de la mano y le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Entonces la niña, que tenía doce años, ¡enseguida se puso de pie y caminó! Ese, ¡ES JESÚS! Así que no temas, cree solamente. Jesús recorría los alrededores, enseñando de pueblo en pueblo. Reunió a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus malignos. Las multitudes perseguían a Jesús, tanto que a veces ni él ni sus discípulos tenían tiempo para comer; pero Él cuando veía a toda la gente, tenía compasión de ellos porque eran como ovejas sin pastor, y les enseñaba muchas cosas. Con la multiplicación de los panes y los peces, donde comieron cinco mil personas, Jesús demostró una vez más que no solo era Dios de palabras, sino de acciones, y que además de salvar y sanar, también podía proveer para todas las necesidades. Él simplemente todo lo puede, ¿Que gran esperanza cierto? Cuando la gente oía que Jesús llegaba a un lugar, le llevaban en camillas a los que tenían enfermedades. Y dondequiera que iba, en pueblos, ciudades o caseríos, colocaban a los enfermos en las plazas. Le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y quienes lo tocaban, quedaban sanos. Mientras más milagros hacía Jesús, más se propagaban las noticias acerca de Él; la gente permanecía sumamente asombrada, y todos decían: Este hombre todo lo hace bien.


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