lunes, 14 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia296

Lucas 16-18

Nadie puede servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero. Los fariseos amaban mucho su dinero, por eso, cuando escuchaban las palabras de Jesús respecto a esto, se burlaban de él. Sin embargo, Él les dijo que a ellos les encantaba aparecer como personas rectas en público, pero que Dios conocía sus corazones; y que lo que este mundo honraba, era detestable a los ojos de Dios. Hasta el tiempo de Juan el Bautista, la ley de Moisés y el mensaje de los profetas, el Señor había tratado de guiar las vidas de todos, y no lo había conseguido; entonces en el tiempo de Jesús se comenzó a predicar la Buena Noticia del reino de los cielos, y todos estaban ansiosos por entrar. Pero eso no significaba que todo lo que se había enseñado antes en cuanto a la Ley hubiese perdido su fuerza, pues era mas fácil que el cielo y la tierra dejaran de existir, antes de que un pequeño punto de la Ley fuese anulado. No obstante, este pequeño grupo de presuntuosos maestros y lideres religiosos, ni obedecían la Ley, ni creían en la gracia. Simplemente habían rechazado el mover de Dios en sus vidas. El Señor les contó en forma simbólica acerca de los dos lugares a donde podemos ir después de la muerte, el lugar de descanso o el lugar de tormento. Había un hombre rico que se vestía con gran esplendor en púrpura y lino de la más alta calidad y vivía rodeado de lujos. Tirado a la puerta de su casa había un hombre pobre llamado Lázaro, quien estaba cubierto de llagas. Con el tiempo, el hombre pobre murió, y los ángeles lo llevaron a estar con Abraham. El hombre rico también murió y fue enterrado, y su alma fue al lugar de tormento. Ese hombre rico, quien había tenido en vida todo lo que había deseado, no había hecho para si tesoros en los cielos, y debió sufrir la angustia de las llamas; mientras que Lázaro recibía consuelo. Este hombre quiso al menos que enviaran a alguien a la casa de su padre para que le advirtiera a su familia lo que ocurría después de la muerte, pues no quería que sufrieran como él; pero la respuesta fue contundente: Moisés y los profetas ya les advirtieron. Creo que nadie podría decir que está perdido sin Cristo porque nunca nadie le haya mostrado la verdad o el mismo Dios no se lo hubiese revelado, simplemente las personas se niegan a creer; y sino lo hacen, las consecuencias serán irremediables.

Los fariseos estaban tan ciegos espiritualmente, que le preguntaron a Jesús cuando vendría el reino de Dios, Jesús les dijo que el reino de Dios ya estaba entre ellos, pero ellos simplemente no podían verlo. Entonces el Señor le dijo a sus discípulos que cuando Él se fuese, muchos desearían que volviese, pero no podrían verlo. Algunos dirán en las calles: “Miren, allí está el Hijo del Hombre” o “Aquí está”, pero no sería cierto, pues, así como el relámpago destella e ilumina el cielo de un extremo a otro, así será el día cuando el hijo de Dios regrese. Pero antes, iba a tener que sufrir terriblemente y ser rechazado por toda esa generación incrédula. Antes de que Cristo vuelva, la gente disfrutará como siempre; de banquetes, fiestas y casamientos; sí, será todo "como siempre” hasta el día en que se manifieste su presencia de nuevo en la tierra. Entonces, muchos serán los que se irán con él, y muchos otros se quedarán; por eso dijo el Señor que si nos aferramos a esta vida terrenal, la perderemos; pero si dejamos de aferrarnos a ella, la salvaremos. Luego Jesús les contó otra historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás. Les dijo que dos hombres habían ido al Templo a orar, uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás oró diciendo a Dios que no era pecador como los demás, que no engañaba, ni adulteraba, ayunaba dos veces por semana y también daba su diezmo. En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor y dijo: Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador. Jesús les dijo que fue ese pecador y no el fariseo quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados. Humanamente se levantan muchas fortalezas mentales que hacen imposible la idea de poder creer y convertirte verdaderamente a Cristo de forma genuina, pero lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios; y la vida eterna se alcanza por FE, por gracia, por ese hermoso favor no merecido que Jesús te dio en la cruz. No es tan difícil ser un pecador arrepentido. Difícil, duro y doloroso es caminar sin Cristo. Eso si no me lo quiero ni imaginar. Quien sigue a Jesús, recibe mucho más en esta vida, y además tendrá la vida eterna en el mundo que vendrá. ¡Aleluya!


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