sábado, 19 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia304

                                          Juan 13-17

La lectura de hoy es un poco larga, pero es necesaria en miras de comprender el panorama general de lo que Jesús quería comunicar. En estas escenas anteriores a la muerte de Jesús, Él da una serie de mensajes y enseñanzas muy importantes a sus discípulos, empezando por mostrar el gran modelo de humildad que los enseñó y nos enseña, que la grandeza de todo líder, nace de su don de servicio. Antes de la celebración de la Pascua, a la hora de cenar, el diablo ya había incitado a Judas para que traicionara a Jesús. Entonces, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Jesús luego les dijo a los discípulos, que así como Él había lavado sus pies, ellos debían lavárselos los unos a los otros; pues los esclavos no son superiores a su amo ni el mensajero es más importante que quien envía el mensaje. Si sus discípulos aprendían a considerar a cada uno de sus semejantes como superiores a si mismos, y mantenían una clara posición de humildad, Dios iba a bendecirlos. Jesús les dijo: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos. El Señor les refirió nuevamente que camino los llevaría a todos hasta al Padre, y Tomás, diciendo que no tenían ni idea a donde iba Jesús, le preguntó como iban entonces a conocer el camino. El Señor le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí. Después de esto, Jesús hizo la mas grande y maravillosa promesa: Les dejaría otro compañero que estaría para siempre con ellos, el Espíritu Santo, quien los guiaría a toda verdad. No somos hijos huérfanos, pues la manifestación gloriosa de nuestro Padre se hace patente por medio de su Espíritu Santo en nuestras vidas, y de esta manera, nunca estamos solos. Cuando ya el mundo no pudiera ver más a Jesús, Él volvería a sus discípulos y se manifestaría en la persona del Espíritu de Dios, de este modo, Jesús volvería a vivir, estaría en el Padre y nosotros en Él, y Él en nosotros. No estando Jesús, el Espíritu Santo toma su lugar como nuestro defensor y nuestro maestro, y además, nos recuerda todas las cosas que ya Jesús nos ha dicho. Jesucristo, habló a sus discípulos acerca de la relación intima y de dependencia que todo seguidor suyo debe tener con Él, y al explicarles magistralmente a cada discípulo su identidad con el Padre, también les dejó claro la identidad que ellos debían tener con Él para finalmente ser uno solo con Dios. no es difícil, Él es la vid y el Padre es quien la cultiva; si una de sus ramas (nosotros) no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, los discípulos de Jesús no podían dar frutos, si no permanecían en Jesús, así no estuvieran ya físicamente con Él. Cuando producimos mucho fruto, demostramos que somos verdaderos discípulos de Jesús, y eso finalmente le da mucha gloria al Padre Celestial. 

Jesús amaba mucho a sus discípulos, tanto como Dios mismo lo amaba a Él, por eso les dijo que no había amor más grande que el dar la vida por los amigos, y ellos eran los suyos. En este sentido, les dijo también, que debían amarse de la misma manera en la que Él los había amado, y que al obedecer sus mandamientos, permanecerían en su amor. De igual forma el Señor les habló acerca del rechazo que recibirían por ser sus seguidores, pues si lo habían rechazado a Él, ellos no sería la excepción. Si persiguieron a Jesús, sus discípulos no serían nada menos que despreciados; pero así como algunos también lo escucharon y creyeron en Él, también los recibirían a ellos. A Jesús, siendo el Señor y Salvador, lo odiaron sin motivo porque no era de este mundo, así que si el mundo nos rechaza, más bien deberíamos alegrarnos, eso quiere decir que nos parecemos más a nuestro Dios. De igual forma, ante cualquier repudio que pudieran sentir, tendrían al Espíritu Santo, el cual vendría del Padre precisamente para ser su consuelo, su compañía y también su defensor. ¿Que importa perder el mundo entero si ganas la presencia de su Creador? Todas estas cosas que Jesús decía, unas más fáciles de digerir que otras, eran precisamente para que sus escogidos no abandonaran la fe que habían profesado. Aunque los discípulos más bien se entristecían por la partida de Jesús, Él insistía en que su ausencia sería llena con la presencia del Espíritu de Dios, y que su llegada era determinante para convencer al mundo de pecado, de la justicia de Dios y del juicio que vendría. Eran tan imponentes y desafiantes las palabras de Jesús, que Él mismo les dijo que aunque le quedara mucho más por decirles, ellos no iban a poder soportarlo; pero al llegar el maravilloso Espíritu de Dios, él los guiaría a toda verdad. Él no hablaría por su propia cuenta, sino que les diría lo que había oído y les contaría lo que sucedería en el futuro; su propósito inmediato sería glorificar el nombre de Jesús, porque compartiría con sus discípulos todo lo que recibiere de Él. Que maravilloso regalo, ¿Verdad? Ciertamente con la guía y presencia del Espíritu Santo podemos soportarlo todo y también vencer en todo. Durante el tiempo que Jesucristo se marchara, los discípulos se lamentarían, llorarían y sufrirían, pero ese día, cuando volvamos todos a verlo, toda su angustia se transformaría en una hermosa alegría. Él dijo todas esas cosas para que en Él ellos tuviesen paz. En el mundo tendrían muchas pruebas y tristezas, pero con el ánimo y el gozo del poderoso Dios, el vencedor del mundo. Después de decir todas esas cosas, Jesús miró al cielo, oró a Dios y le pidió que lo llevara a la Gloria que habían compartido antes de que Él viniese al mundo. Le pidió que cuidara a sus discípulos así como Él los había cuidado desde el día que el mismo Dios los entregó a Él. Y no solo pidió por ellos, sino por todos los que creerían en su nombre por el mensaje y la obra que ellos harían. Mientras Jesús estuvo con ellos en este mundo, les dijo muchas cosas para que estuvieran llenos de alegría y les dio su palabra. El mundo los despreció porque ellos no pertenecían al mundo, así como Jesús tampoco perteneció a el; pero Jesús no le pedía a Dios que los quitara del mundo, sino que los protegiera de los ataques del maligno; le pidió que los hiciera santos con su verdad, que les enseñara su palabra, la cual es verdad. Jesús se entregó por ellos y por todos nosotros como un sacrificio santo, para que la verdad de Dios permaneciera y también pudiera hacerlos santos. De verdad Jesús, eres incomparable. Gracias por tanto. 

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