lunes, 7 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia283

Mateo 26-28

Es inevitable llegar a este punto de las Escrituras y no sentirse afligido por la muerte de Jesús, y eso es precisamente el amor, sentir compasión por el dolor que sufre la persona que amas; y el de Jesús fue grande, el mas grande que pueda jamás existir. para hacer morir a Jesús como el más vil de los criminales, cercano al tiempo de la celebración de la pascua, se levantó la más repugnante conspiración entre los lideres religiosos; y mientras ellos tramaban sus planes en secreto, ya Jesús sabía que era uno de sus mismos discípulos el que lo traicionaría y lo entregaría a ellos. En la ultima cena de Jesús con sus seguidores, sentado en la mesa con ellos, les dijo que su muerte debía suceder pues así lo habían anunciado las Escrituras desde mucho tiempo atrás, pero que la persona que lo entregaría, iba a desear no haber nacido. Judas, el traidor, preguntó: Maestro, ¿hablas de mí? Y Jesús, quien lo sabía todo y aún así se mantuvo fiel, tomó el pan y dio gracias a Dios, luego lo compartió con sus discípulos y les dijo que ese pan representaba su cuerpo; luego bebieron el vino, el cual simbolizaba su sangre, a través de la cual se hacía un pacto de perdón de pecados con toda la humanidad. Esta inolvidable cena, fue la ultima de Jesús con sus discípulos, y, aunque imaginarla cause tristeza, muy pronto cuando Él regrese por nosotros, volveremos a cenar en su presencia. Después de eso, cantaron un himno y se fueron al Monte de los Olivos. Allí el Señor les advirtió que perderían su confianza en Él, todo en cumplimiento de la palabra de Dios; y aunque Pedro prometió nunca dejarlo, todos sabemos que no pudo cumplir su promesa. Estando en el monte, el Señor hace la oración que ha conmovido mi vida cristiana durante todo el tiempo que he estado siguiéndole. Allí en el Getsemaní, Jesús comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera; con el alma muy triste hasta la muerte le dijo a Dios: Padre mío, si es posible, pasa de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú. Pero sabiendo él mismo que no podía pasar la copa sin que Él la bebiera, estuvo dispuesto a hacer la voluntad de su Padre Celestial. El Señor siguió orando, enseñándonos de nuevo que en momentos de profunda agonía, lo mejor es buscar el rostro de Dios; así lo hizo hasta que supo que había llegado su hora, sería entregado en manos de los pecadores. Mientras Jesús hablaba, llegó Judas, uno de los doce discípulos, junto con una multitud de hombres armados con espadas y palos. Los habían enviado los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo. Judas les había dicho que saludaría a Jesús con un beso para que supieran a quien arrestar, y así, sin más ni más, lleno de cinismo y descaro, lo besó. Entonces los otros agarraron a Jesús y lo arrestaron. Jesús asumió su aprehensión con gallardía, Él lo hizo todo para que la Palabra que se había profetizado acerca de su persona se cumpliese, y así fue.

Los principales sacerdotes y todo el Concilio Supremo le exigió a Jesús que dijera si Él era el Mesías, y Jesús les dijo que lo era y que en el futuro lo verían sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Esta respuesta significó la mas aberrante blasfemia para el Sumo Sacerdote, por lo que el Concilio lo declaró culpable y lo sentenció a muerte. Entonces comenzaron a escupirle en la cara a Jesús y a darle puñetazos, algunos le daban bofetadas y se burlaban de Él diciendo: ¡Profetízanos, Mesías! Mientras esto sucedía, algunos confrontaron a Pedro diciéndole que él era uno de los que andaba con Jesús, pero éste rechazó tales afirmaciones, no una, sino tres veces. Tal y como se lo había predicho el Señor. Mientras los ancianos y sacerdotes pensaban como ejecutar a Jesús, lo ataron y lo entregaron a Pilato, el gobernador romano. Cuando Judas, quien lo había traicionado, se dio cuenta de que habían condenado a muerte a Jesús, se llenó de remordimiento; quiso devolver las monedas, pero a los ancianos no les importó; entonces lanzó las monedas en el Templo y luego se ahorcó. Cuando Jesús fue presentado frente a Pilato, nunca negó lo que era, sin embargo, mientras los lideres religiosos presentaban sus acusaciones, él solo guardaba silencio. Para sorpresa del gobernador, Jesús no respondió a ninguno de esos cargos. Para aquellos días, la costumbre de cada año durante la Pascua, era soltar a un preso, el que la gente quisiera; y estando ese año un hombre de mala fama llamado Barrabás, la multitud decidió soltarlo a él y no a Jesús, pues habían sido persuadidos para ello por los ancianos y sacerdotes. Cuando Pilato preguntó que debía hacer con Jesús, la multitud gritó: ¡Crucifícalo! Así fue que Pilato dejó a Barrabás en libertad. Mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo, y después lo entregó a los soldados romanos para que lo crucificaran. Después de ser desnudado, burlado, golpeado, escupido, maltratado, coronado con una corona de espinas y clavado en la cruz, la gente decía: si eres el Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz. Pero Él, obediente y fiel, se entregó sin decir palabra. Cuando Jesús murió y entregó su Espíritu, la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló, las rocas se partieron en dos, y las tumbas se abrieron. Los cuerpos de muchos hombres y mujeres justos que habían muerto resucitaron. Los soldados que estaban en la crucifixión quedaron aterrorizados por el terremoto y por todo lo que había sucedido, y dijeron: Este hombre era verdaderamente el Hijo de Dios. Luego Jesús fue enterrado, y su tumba fue asegurada con guardias pues temían a la palabra que había dado Jesús respecto a su resurrección. luego de los tres días, se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor descendió del cielo, corrió la piedra que tapaba la tumba a un lado y se sentó sobre ella. Los guardias temblaron de miedo cuando lo vieron y cayeron desmayados por completo. Entonces, el ángel le dijo a María Magdalena y a la otra María, que no temieran, que Jesús no estaba allí en la tumba porque había resucitado tal y como dijo que sucedería. Ellas fueron rápidamente a anunciar lo que había sucedido y además debían decirle a los discípulos que Jesús iba a Galilea y que allí se vería con ellos. Entonces los once discípulos salieron hacia Galilea y se dirigieron al monte que Jesús les había indicado. Cuando vieron a Jesús, lo adoraron, pero algunos de ellos dudaban. No obstante, el Señor se acercó y les que Dios le había dado todo el poder para gobernar en todo el universo, y que ellos debían ir y hacer más discípulos en todos los países de la tierra; bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.; y mostrándoles a obedecer todo lo que Jesús había enseñado. Jesucristo siempre estaría con ellos, y con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.


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