martes, 15 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia298

    Lucas 22-24

Faltaban pocos días para que los judíos celebraran la pascua, en esos días, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley buscaban la manera de matar a Jesús en secreto, porque le tenían miedo a la gente. Entonces Satanás tentó a Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, y le puso la idea de traicionar a Jesús; por lo que sostuvo un acuerdo con los los sacerdotes principales y empezó a buscar la oportunidad de estar a solas con Jesús para entregarlo. Cuando llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura, que es cuando se mata el cordero para la cena de la Pascua, Jesús les dijo a Pedro y a Juan que prepararan la cena, una cena que sería inolvidable pues sería la última que compartirían con Jesús. El Señor había deseado mucho hacer esa última cena con sus discípulos antes de morir, allí les dijo que ya no celebraría más esa cena, hasta el día en que comieran todos juntos en el gran banquete del reino de Dios. El Señor también les dijo que el más importante entre ellos debía ser como el menos importante de todos; y el jefe de todos debía servir a los demás. Pues, aún cuando se considera más importante el que está sentado a la mesa, que el que sirve la comida; Él, siendo el maestro, le había servido la comida a todos. No obstante, los discípulos eran muy importantes para Jesús, y ciertamente llegará el día en el que todos ellos ocupen su lugar de honor. El Señor Jesucristo los hará reyes, así como su Padre lo hizo Rey a Él; y en su reino, ellos comerán y beberán en su mesa, se sentarán en tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel. Después, Jesús le dijo a Pedro las palabras que llenan mi alma de fortaleza y descanso: Satanás ha pedido permiso a Dios para ponerles pruebas difíciles a todos los seguidores de Jesús, y Dios se lo ha dado. Pero el mismo Jesucristo ha pedido a Dios que nos ayude, para que nuestra fe no falte. Hermoso eres mi Jesús. Cuando Jesús oró en el monte de los Olivos, era tanta su agonía, que sudaba grandes gotas de sangre; sin embargo, aún en esos momentos oraba más intensamente. Y les dijo a sus discípulos que se levantaran y oraran también, pues solo así iban a poder resistir las dificultades que tendrían. Jesús demostró una vez más, con hechos y no solo con palabras, que el tiempo de su mayor tristeza y de su mas grande aflicción, solo podía soportarlo a través de una fuerte y profunda disciplina de oración. Así que en tiempos de agonía, oremos más intensamente. 

Cuando Jesús fue llevado frente a Pilato, éste preguntó si Jesús era de Galilea, los sacerdotes principales le dijeron que si; por lo que Pilato se dio cuenta de que Jesús debía ser juzgado por Herodes Antipas, el rey de esa región. Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento, porque hacía tiempo que quería conocerlo. Había oído hablar mucho de él, y esperaba verlo hacer un milagro. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no respondió nada. Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley estaban allí, y lo acusaban con insistencia. Herodes y sus soldados insultaron a Jesús, y para burlarse de él lo vistieron como si fuera un rey. Luego lo enviaron a Pilato. Sin embargo, ninguno de ellos dos encontraban razones suficientes para declarar culpable a Jesús y condenarlo a muerte. Pilato dijo que Jesús no merecía morir y que ordenaría que lo azotaran y luego lo dejaran en libertad. Pero toda la gente que estaba allí gritó: ¡que maten a Jesús! ¡Deja libre a Barrabás! El otro preso que estaba siendo acusado de haberse rebelado contra el gobierno de Roma en la ciudad de Jerusalén, y por haber matado a una persona. Pilato quería dejar libre a Jesús, por eso habló otra vez con todos los que estaban allí. Pero ellos gritaron: ¡Que lo claven en una cruz! ¡Que lo claven en una cruz! Pilato habló con ellos por tercera vez, y les dijo: ¿Por qué quieren que muera? ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos siguieron gritando con más fuerza, pidiendo que mataran a Jesús; y al final Pilato les hizo caso. Ordenó que mataran a Jesús como ellos querían, y dejó libre a Barrabás, el rebelde y asesino. Los soldados se llevaron a Jesús para clavarlo en una cruz. Muchas personas seguían a Jesús, entre ellas había muchas mujeres, que gritaban y lloraban de tristeza por él. También llevaron a dos malvados, para matarlos junto con Él; cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, los soldados clavaron a Jesús en la cruz, y también clavaron a los dos criminales, uno a la derecha y el otro a la izquierda del Mesías. Poco después, Jesús dijo: Padre, perdona a toda esta gente pues no saben lo que hacen. Todos los soldados se burlaban de Jesús, y uno de los criminales que estaba clavado junto a Jesús también lo insultaba, pero el otro hombre lo reprendió y le dijo que Jesús no había hecho nada malo, y le pidió al Señor que se acordara de él cuando estuviese en su reino. Y Jesús le dijo: Te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso. El día que Jesús murió, el sol dejó de brillar, y todo el país quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde. La cortina del templo se partió en dos, de arriba abajo. Jesús gritó con fuerza y dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu. Después de decir esto, murió. Con la única intención de que nosotros hoy, tengamos vida. Gracias Jesús, lo hiciste todo por mi, y yo prometo darte lo mejor de mi. ¡Eres mi vida entera!


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