sábado, 5 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia279

           Mateo 16-19

La primera vez que prediqué en un Servicio dominical de mi Iglesia, fue en Mateo 16, nunca lo olvidaré. Titulé la enseñanza: Un verdadero seguidor de Jesús, tomando como fuente la escena donde Jesús anuncia su muerte a sus discípulos y Pedro, el mismo que escenas atrás había reconocido que Jesús era el Cristo, el hijo del Dios viviente; quiso reconvenirle pues no quería que tal cosa le sucediera. Propósito que por supuesto Pedro jamás pudo conseguir; pues el Señor inmediatamente lo reprendió diciendo: Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Y eso es lo que hace un verdadero seguidor de Jesús, sujetar sus propias pasiones, sus deseos, las inclinaciones de su carne, en miras a alcanzar el bien mayor: Hacer la voluntad de Dios. Jesús lo hizo, y en la misma forma exhortó a Pedro y a los demás, a que también lo hicieran. Hay muchos sacrificios que como hijos de Dios muchas veces no estamos dispuestos a hacer, pero son necesarios si queremos honrarlo de forma verdadera. Finalmente, cuando vuelva el hijo del hombre a establecer su reino, pagará a cada quien conforme a sus obras. Seis días después de este episodio, Jesús tomó a Pedro y a sus dos hermanos, Santiago y Juan, y los llevó a una montaña alta para estar a solas. Mientras ellos lo observaban, la apariencia de Jesús se transformó a tal punto que la cara le brillaba como el sol y su ropa se volvió tan blanca como la luz. De repente, aparecieron Moisés y Elías y comenzaron a conversar con Jesús. Pedro, el muchas veces protagonista de los acontecimientos relacionados con los discípulos, le dijo al Señor que era maravilloso poder estar allí contemplando tal escena. Luego, oyeron una voz desde el cielo, que respecto de Jesús decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él obedezcan. Los discípulos temerosos cayeron rostro en tierra, pero Jesús les ordenó levantarse y les dijo que no tuvieran miedo. Además les dijo que no debían contar nada de lo que había pasado hasta que Él hubiese muerto y resucitado. Los discípulos andaban con Jesús, comían con Jesús, hablaban con Jesús; eran testigos de su poder, eran enseñados por Él y veían constantemente sus manifestaciones, pero aún así, muchas veces dudaban; la gran batalla del genero humano: Creer o no creer. Una mujer había llevado a su hijo enfermo, mentalmente atormentado por satanás, hasta ellos para que lo sanaran, sin embargo, no pudieron hacerlo. Esto incomodó mucho al Señor Jesús, quien reprendiendo al demonio, le devolvió la sanidad al muchacho y éste estuvo bien. Él dijo a sus discípulos que si hubiesen tenido fe, habrían podido echar fuera ese demonio. Pues el que le cree a Dios, con una medida al menos del tamaño de un grano de mostaza, puede trasladar montañas de un lado a otro, y nada le resulta imposible. Luego Jesús predijo nuevamente su muerte, y les dijo que Él iba a ser traicionado y entregado en manos de sus enemigos, y los discípulos se llenaron de profundo dolor. 

Las tentaciones son inevitables, pero qué aflicción le espera al que provoca la tentación. Por eso les dijo el Señor a sus seguidores, que a menos que se apartaran de sus pecados, y se volvieran como niños, nunca entrarían en el reino del cielo. la actitud humilde de los niños, su comportamiento honesto, su forma genuina de creer, su franqueza, su autenticidad, es lo que los hace acreedores del tesoro más grande que es la presencia de Dios, y por eso, debemos siempre imitar su conducta, y diría yo, más allá de eso, imitar su FE. Por eso, cualquier cosa que nos haga caer en tentación, es mejor desarraigarla de nuestras vidas por completo. Es preferible entrar en la vida eterna con un solo pie, o con un solo ojo; que estar completos pero viviendo en condenación eterna. La prioridad es Jesús, siempre será Jesús, y después de Él, lo demás será totalmente secundario. Tus afanes, tus riquezas, el cargo de una ofensa no perdonada, tus títulos, tu conocimiento, tu familia, nunca deben ser circunstancias que te separen de tu propósito como hijo de Dios, que es: Ser un verdadero seguidor de Jesús. En ocasiones las palabras de Jesús eran duras de aceptar por sus discípulos, pensaban que eran grandes retos, casi imposibles de alcanzar. Y ciertamente es así, humanamente hablando es imposible, pero para Dios todo es posible. Por eso, por amor al reino de los cielo, el que pueda, que lo acepte. Eso fue lo que le dijo Jesús al hombre rico que se le acercó preguntando como podía recibir la vida eterna, déjalo todo y sígueme, contestó Jesús. Y esto no agradó mucho a este hombre, ni agrada a mucho a los hombres en la actualidad, incluso a los que hemos creído en Él; pero esa, es la única manera de poder tener una relación con Jesús. Una persona que se ha abandonado a sí misma, es una persona que se identifica con Cristo, que reconoce que su vida ya no le pertenece pues la ha entregado a El. Cuando te identificas con Jesús, dependes totalmente de su presencia, y vives dispuesto a permanecer en sus manos. Cuando vivimos de este modo, reconocemos que el Señor Jesucristo es nuestra autoridad, y mostramos que acatamos y respetamos su Palabra, cumpliendo con todos sus mandamientos. Al convertirnos en hijos obedientes y fieles, nos sujetamos por amor, no por obligación; sabiendo que nuestra cabeza es Cristo y es quien nos orienta y nos dirige. En este sentido, podríamos estar totalmente dispuestos a hacer cualquier tipo de renuncia, en miras del cumplimiento eterno de los propósitos de Dios para nuestras vidas; porque cuando vivimos para Cristo, las inclinaciones personales dejan de ser personales, y los deseos son sustituidos por convicciones. Entonces, empezamos a caminar por fe y no por vista, y estamos dispuestos a dejarnos a nosotros mismos para depositar todo lo que somos en Jesús. Cuando estás interesado en cumplir la voluntad de tu Padre Celestial y no la tuya, estás motivado cada día a dejar mas de ti mismo en pos de parecerte a Cristo; ya no cedes fácilmente ante las emociones, y empiezas a vivir por FE. Los discípulos lo dejaron todo, y el Señor les aseguró que cuando el mundo se renovara y Él se sentara sobre su trono glorioso, ellos también se sentarían en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Además, todo el que hubiese tenido que dejar casas o hermanos o hermanas o padre o madre o hijos o bienes por la causa de Cristo, recibirá cien veces más a cambio y heredará la vida eterna. ¡Aleluya! Soy de Cristo. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario