domingo, 27 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia311

Hechos 16-18

Este segundo viaje misionero de Pablo fue muy importante, al igual que los otros, pues en esta misión llegó a los pueblos de Derbe y de Listra, donde conoció a Timoteo, un joven que era seguidor de Jesús; hijo de una mujer judía cristiana y de padre griego. Los miembros de la iglesia en Listra y en Iconio hablaban muy bien de Timoteo, por eso Pablo quiso que Timoteo lo acompañara en su viaje. Pero como todos los judíos de esos lugares sabían que el padre de Timoteo era griego, Pablo llevó a Timoteo para que lo circuncidaran, pues los cristianos judíos no aceptarían a Timoteo como parte del grupo si no se circuncidaba. Después de esto, Pablo y sus compañeros iniciaron su recorrido por varias regiones. En una oportunidad, Pablo tuvo una visión acerca de un hombre de la región de Macedonia quien le pidió que fuera pronto a ayudarlo. Luego de esto, Pablo se preparó y emprendió su viaje hasta allí, llegando a la ciudad de Filipos, que era la ciudad más importante de la región de Macedonia, y también una colonia de Roma; donde también pudieron compartir los seguidores de Jesús que vivían allí y pudieron contribuir con en levantamiento de la Iglesia de Dios en ese lugar. Allí en Filipos, había una esclava que tenía un espíritu malo que le daba poder para anunciar lo que iba a suceder en el futuro, lo cual le daba mucho dinero a sus dueños. Pablo le ordenó al espíritu en el nombre de Jesucristo que saliera de la muchacha y así fue. Por lo que los hombres dueños de la esclava lo llevaron ante las autoridades acusándolos de que tenían costumbres que ellos, los romanos, no podían aceptar. También la gente comenzó a atacar a Pablo y a Silas, y los jueces ordenaron que les quitaran la ropa y los golpearan en la espalda. Después de golpearlos, los soldados los metieron en la cárcel y le ordenaron al carcelero que los vigilara muy bien. El carcelero los puso en la parte más escondida de la prisión, y les sujetó los pies con un cepo, de modo de inmovilizarlos. Cerca de la media noche, Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios, mientras los otros prisioneros escuchaban. De repente, un fuerte temblor sacudió con violencia las paredes y los cimientos de la cárcel. En ese mismo instante, todas las puertas de la cárcel se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron. Cuando el carcelero vio que las cadenas de todos estaban sueltas, se arrodilló temblando de miedo y les preguntó a Pablo y a Silas que debía hacer para salvarse, ellos le respondieron que si creía en el Señor Jesús, Él y su familia se salvarían. Luego Pablo y Silas compartieron el mensaje del Señor con el carcelero y con toda su casa y los bautizaron. Después de esto, Pablo y Silas fueron puestos en libertad, y luego de estar varios días con los miembros de la Iglesia que ya había sido previamente constituida, y se fueron de la ciudad.

Pablo y Silas continuaron su viaje, pasaron por las ciudades de Anfípolis y Apolonia, y llegaron a la ciudad de Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Pablo fue a la sinagoga y, durante tres sábados seguidos, habló con los judíos de ese lugar. Les leía la Biblia, y les probaba con ella que el Mesías tenía que morir y resucitar. Algunos judíos creyeron en lo que Pablo decía y llegaron a ser seguidores de Jesús, uniéndose al grupo de Pablo y Silas. También creyeron en Jesús muchos griegos que amaban y obedecían a Dios, y muchas mujeres importantes de la ciudad. Pero los demás judíos tuvieron envidia. Buscaron a unos vagos que andaban por allí, y les pidieron que alborotaran al pueblo en contra de Pablo y de Silas, y fueron a las autoridades a decir que Pablo y Silas andaban causando todo tipo de problemas, y desobedeciendo las leyes del emperador de Roma, porque decían que tienen otro rey, que se llamaba Jesús. Al llegar la noche, los seguidores de Jesús enviaron a Pablo y a Silas a la ciudad de Berea. Los judíos que vivían en esa ciudad eran más buenos que los judíos de Tesalónica. Escucharon muy contentos las buenas noticias acerca de Jesús, y muchos creyeron en su nombre; incluso creyeron muchos griegos que eran personas muy importantes en la ciudad. En cuanto los judíos de Tesalónica supieron que Pablo estaba en Berea anunciando las buenas noticias, fueron y alborotaron a la gente en contra de Pablo. Los seguidores de Jesús enviaron de inmediato a Pablo hacia la costa, pero Silas y Timoteo se quedaron allí. Pablo se dirigió a Atenas, y mientras esperaba a Silas y a Timoteo allí, le dio mucha tristeza ver que la ciudad estaba llena de ídolos, por eso empezó a hablar con judíos y los no judíos que amaban a Dios dentro y fuera de la sinagoga. Algunos de los que Pablo encontraba, eran filósofos, de los que pensaban que lo más importante en la vida era ser feliz. Otros eran filósofos que enseñaban que la gente tenía que controlarse a sí misma para no hacer lo malo. En Atenas, la Junta que gobernaba la ciudad se reunía en un lugar llamado Areópago, a la gente y a los extranjeros que vivían allí, les gustaba mucho escuchar y hablar de cosas nuevas, así que llevaron a Pablo ante los gobernantes de la ciudad y le pidieron que compartiera su enseñanza con ellos. Pablo con fuerza habló de la persona de Dios y como ellos no podían hacer ninguna figura o estatua que lo representara sino arrepentirse de sus pecados y creer en Jesús, pero solo algunos creyeron en Jesús y se fueron con Pablo. Pablo salió de Atenas y se fue a la ciudad de Corinto, allí se encontró con Aquila y Priscila, una pareja de judíos que vivían allí y los cuales trabajaron y sirvieron con él. Silas y Timoteo viajaron desde la región de Macedonia hasta Corinto, cuando llegaron, Pablo estaba dando a los judíos las buenas noticias de que Jesús era el Mesías, pero los judíos se pusieron en contra de Pablo y lo insultaron. Entonces Pablo les dijo que si Dios los castigaba, ya no sería culpa de él sino de ellos mismos, y continuaría entonces predicando a los no judíos; muchos de los habitantes de Corinto que escucharon a Pablo creyeron y fueron bautizados. Pablo se quedó un año y medio en Corinto, y allí enseñó a la gente el mensaje de Dios. Después se despidió de los miembros de la iglesia y decidió irse a la región de Siria. Cuando llegó al puerto de Éfeso, Fue a la sinagoga, y allí habló con los judíos acerca de Jesús, y aunque siguió si viaje a Siria, les prometió que volvería a verlos. Luego partió en barco y continuó su viaje hacia Siria. Cuando llegó al puerto de Cesarea, fue a saludar a los miembros de la iglesia. Después salió hacia la ciudad de Antioquía, y después se fue a visitar varios lugares de las regiones de Galacia y de Frigia, donde animó a los seguidores a mantenerse fieles a Jesús.




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