viernes, 11 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia293

Lucas 10-12

Los setenta, fueron otros nuevos discípulos a quienes Jesús escogió, para que fuesen de dos en dos delante de él, a todas las ciudades y los lugares que tenía pensado visitar. Esto sucedió porque mucha era la gente que necesitaba de Jesús pero pocos eran los obreros que lo seguían y que deseaban servirle. Jesús les dijo a los setenta que debían orar al Señor para que enviara aún más obreros dispuestos, y que irían a ministrar como ovejas en medio de lobos feroces. Cuando entraran a un pueblo donde los recibieran bien, debían sanar a los enfermos, y predicarles acerca del reino de los cielos; pero sino los recibían, simplemente debían limpiarse el polvo de sus pies y seguir su camino. Cuando los setenta vinieron de vuelta de su misión, fueron alegres a contarles al Señor que hasta los demonios los obedecían cuando usaban su nombre, y Jesús les dijo que ciertamente les había dado autoridad sobre todos los poderes del enemigo, y podían caminar entre serpientes y escorpiones y aplastarlos; pero que no debían alegrarse porque los demonios los obedecieran, sino porque sus nombres estaban escritos en el cielo. Dicho de otro modo, no debemos vanagloriarnos por lo que Dios nos permite hacer en su nombre, sino simplemente por el hecho de ser suyos. Toda la Gloria que se produzca por lo demás, le pertenece solo a ÉL. En ese mismo momento Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y sintió mucha alegría por la confianza que había puesto su padre en Él, por hacerlo merecedor del honor de ser su hijo y usarlo para conocer todas las cosas. Les dijo a los discípulos que ellos eran también muy dichosos, pues podían ver con sus propios ojos todo lo que estaba sucediendo, y que a muchos profetas y reyes les habría gustado ver y oír lo que ellos veían y oían en ese momento, pero que no pudieron. Durante el viaje a Jerusalén, Jesús y sus discípulos llegaron a cierta aldea donde una mujer llamada Marta los recibió en su casa. Su hermana María se sentó a los pies del Señor a escuchar sus enseñanzas, pero Marta estaba distraída con los preparativos para la gran cena. Marta le dijo a Jesús que le parecía injusto que María estuviese allí sentada con él mientras ella hacía todo el trabajo; pero Él le dijo a Marta que había algo más importante que las cosas por hacer y María era la que lo había descubierto. Esto es: Estar en la presencia del Rey. AMO este pasaje. 

Un día, Jesús fue a cierto lugar para orar. Cuando terminó, uno de sus discípulos se acercó y le pidió que los enseñara a ellos a orar así como Juan el Bautista había enseñado a sus seguidores. Jesús enseñó a sus discípulos la forma correcta de orar, universalmente conocida, aunque mucho intenten viciarla con mecanismos de idolatría. Se ora al Padre Celestial que está en los cielos, adorando su nombre y reconociéndolo como el Dios de lo creado y el que tiene autoridad sobre cielo y tierra. También el Señor les enseñó como deben pedir al Padre la provisión para cada día, y como debían reconocer sus pecados y perdonar a los que nos adeudan así como Dios mismo nos perdona todas nuestras ofensas. Y por ultimo pero no menos importante, también debían clamar para ser librados de la tentación y de todo mal con un fuerte amén. Si bien esta no es la única oración que haremos a Dios en forma de letanía estructurada y mecánica, si es el mejor ejemplo de como debe ser nuestra comunicación con nuestro Creador. Por supuesto, la elaboró Jesús. Finalmente les dijo Jesús: El que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido. La verdadera riqueza es conocer a Dios de todo corazón y obedecerlo, por eso el Señor le dijo a sus discípulos que no vivieran preocupados queriendo amontonar riquezas, o con miedo por las cosas que les hicieran falta; antes bien, los invitó a hacer tesoros en el cielo, donde los ladrones no podrán robar, ni la polilla podrá destruir. Nuestro Padre Celestial quiso darles a ellos su reino, así como quiere dárnoslo a nosotros; por eso allí, es donde debemos conservar lo más valioso de nuestras vidas. Los fariseos enseñaban mentiras, eran malos y no confiaban en Dios; les encantaba que la gente los saludara con respeto, pero no ayudaban a nadie y robaban a las personas. Ellos y los maestros de la Ley sabían muy bien lo que significaba conocer a Dios, pero no hacían nada por conocerlo verdaderamente, ni dejaban que los que los seguían lo conocieran.  Los ojos de una persona son como una lámpara que alumbra su cuerpo, por eso, si miran con ojos sinceros y amables, la luz entrará en su vida. Pero si sus ojos son envidiosos y orgullosos, vivirán en completa oscuridad. Así que, tengamos cuidado, no dejemos que se apague la luz de nuestras vida como les sucedió a los fariseos. Si todo nuestro cuerpo está iluminado, y no hay en él ninguna parte oscura, entonces nuestra vida alumbrará en todos lados como le aconsejo a Jesús a sus discípulos. La exhortación sigue siendo la misma: Debemos estar siempre listos y despiertos, con las lámparas encendidas, pendientes de que nuestro dueño llame a la puerta para abrirle de inmediato. Buscando el reino de Dios por encima de todo lo demás. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario