miércoles, 23 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia309

Hechos 10-12


En la ciudad de Cesarea vivía un hombre llamado Cornelio. Era capitán de una empresa de cien soldados romanos, a la que se conocía como La Italiana. Cornelio y todos los de su casa amaban y adoraban a Dios; además, Cornelio ayudaba mucho a los judíos pobres, y siempre oraba a Dios. Un día Cornelio tuvo un encuentro con un ángel de Dios a través de una visión, donde el Señor le dijo que había escuchado sus oraciones y que  estaba contento con todo lo que él hacía para ayudar a los pobres. Entonces lo mandó a enviar a dos hombres al puerto de Jope donde encontrarían a un hombre llamado Pedro, Cornelio obedeció e hizo así. En ese tiempo, Pedro también recibió un mensaje especial de parte de Dios a través de otra visión. En esa visión el Señor le mostró a Pedro toda clase de animales y le dijo que comiera de ellos, Pedro le dijo al Señor que de acuerdo a la Ley, él no podía comer esos animales pues eran impuros, sin embargo Dios le dijo: Si yo digo que puedes comer de estos animales, no digas tú que son impuros. Luego, llegaron los mensajeros de Conerlio a buscarlo y el Espíritu Santo le dijo a Pedro que había sido Él quien los había enviado, por lo que Pedro fue con ellos a casa de Cornelio. Con esta visión, el Señor le mostró a Pedro, que aunque fuese judío, y la Ley no le permitiera relacionarse con gentiles, él no debía rechazar a nadie, y tampoco tenía la potestad de decidir quien era puro o no; por eso, estando en la casa de Cornelio, y habiendo conversado con él, Pedro se dio cuenta de que este era un hombre temeroso de Dios, y dijo que había comprendido que todos eran iguales, y que Dios ama a todos los que lo obedecen, y también a los que tratan bien a los demás y se dedican a hacer lo bueno, sin importar de qué raza sean. Ese era el mensaje que Dios enseñó a los israelitas por medio de Jesús, el Mesías y Señor, para que por medio de él todos vivan en paz. Pedro siguió predicando acerca de Jesús y les dijo que Dios perdonaría a todos los que confiaran en Él, pues solo a través de su presencia podían alcanzar la misericordia de Dios. Todavía estaba hablando Pedro con ellos cuando, de repente, el Espíritu Santo vino sobre todos los que estaban allí escuchando el mensaje. Los que habían venido de Jope con Pedro se quedaron sorprendidos al ver que el Espíritu Santo había venido también sobre los que no eran judíos, y los oían hablar y alabar a Dios en idiomas desconocidos. Pedro dijo que Dios había enviado su Espíritu para que dirigiera también la vida de gente de otros países, así como se lo había entregado a ellos, los judíos. Habiendo dicho esto, Pedro ordenó que todos fueran bautizados en el nombre de Jesús, el Mesías. Que no quepa duda que, la salvación de Dios es para TODOS los hombres.

Cuando Dios manda, hay que obedecer; y Pedro fue hasta la casa de Cornelio en obediencia al llamado que Dios le hizo, de hecho, podemos observar que la respuesta inmediata de Dios fue el derramamiento de su Espíritu, por eso podemos creer que todo eso venía de él. Sin embargo, muchas veces cuando queremos obedecer a Dios, incomodamos a personas en nuestro entorno que quizás no han sido testigos de nuestro llamado, o de nuestros propósitos como hijos de Dios, incluso nos sucede muchas veces con los mismos hermanos en la fe;  y esto también le pasó a Pedro. En toda la región de Judea se supo que también los que no eran judíos habían recibido el mensaje de Dios. Así que, cuando Pedro regresó a Jerusalén, los apóstoles y los seguidores judíos se pusieron a discutir con él, y le reclamaron que había ido a casa de personas no judías y hasta había comido con ellos. Pedro les explicó con detalle a todos los hermanos lo que había sucedido, y como el Espíritu Santo de Dios lo había enviado a esa casa para que se salvase él junto a toda su familia. Pedro también les dijo que Dios le había dado a todos esos gentiles el mismo regalo que les dio a ellos por medio de Jesucristo, y que él no era más poderoso que Dios para ponerse en contra de lo que Dios había decidido hacer. Cuando los hermanos judíos oyeron esto, dejaron de discutir y se pusieron a alabar a Dios porque también los no judíos podían tener vida eterna. Después de la muerte de Esteban, los seguidores de Jesús fueron perseguidos y maltratados, por eso muchos de ellos huyeron a la región de Fenicia y a la isla de Chipre, y hasta el puerto de Antioquía. En todos esos lugares, ellos anunciaban las buenas noticias de Jesús solamente a la gente judía. Sin embargo, algunos de Chipre y otros de Cirene fueron a Antioquía y anunciaron el mensaje del Señor Jesús también a los que no eran judíos, y Dios les dio poder y los ayudó para que muchos aceptaran el mensaje y creyeran en Jesús. Los de la iglesia de Jerusalén supieron lo que estaba pasando en Antioquía, y enseguida mandaron para allá a Bernabé, y cuando llegó y vio que Dios había bendecido a toda esa gente, se alegró mucho y los animó para que siguieran siendo fieles y obedientes al Señor. De allí, Bernabé se fue a la ciudad de Tarso, para buscar a Saulo; cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Allí estuvieron un año con toda la gente de la iglesia, y enseñaron a muchas personas. Fue allí, en Antioquía, donde por primera vez la gente comenzó a llamar cristianos a los seguidores de Jesús. En aquel tiempo Herodes gobernaba a los judíos, y empezó a maltratar a algunos miembros de la iglesia. Ordenó que mataran a Santiago, el hermano de Juan, y a que apresaran a Pedro; pero mientras Pedro estaba en la cárcel, los miembros de la iglesia oraban a Dios por él en todo momento; por lo que  un ángel de Dios se le apareció y las cadenas se cayeron de las manos de Pedro y pudo salir de la cárcel. Finalmente Dios castigó a Herodes por su conducta, enfermó y luego murió.  Los cristianos siguieron anunciando el mensaje de Dios. Bernabé y Saulo terminaron su trabajo en Jerusalén y regresaron a Antioquía. 

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