martes, 8 de noviembre de 2016

La Biblia en un año #Dia284

Marcos 1-3

Hoy empezaremos a leer el evangelio según Marcos, el cual, en opinión de los expertos bíblicos, es el más antiguo de los cuatro evangelios. Este libro por supuesto narra la vida de Jesús de Nazaret, desde su bautismo por Juan el Bautista, hasta su resurrección. Existe una estrecha relación entre los tres evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas), por lo que será común encontrar en las próximas lecturas, versículos en común con estos otros. El mensajero predicho por el profeta Isaías, quien prepararía el camino para el Mesías, se encontraba predicando el evangelio para el perdón de pecados. Ese mensajero era Juan el Bautista, quien anunciaba a Jesús, y bautizaba a toda la gente de Judea, incluidos los habitantes de Jerusalén, que al oírlo, se arrepentían de sus pecados. En esos días, Jesús estaba en la región de Galilea, en un pueblo llamado Nazaret, desde allí viajó hasta el río Jordán, donde Juan lo bautizó. Cuando esto sucedió, una voz desde el cielo exclamó que Jesús era el hijo amado de Dios, el cual lo llenaba de gran gozo. Luego el Espíritu de Dios impulsó a Jesús a ir al desierto, donde fue tentado por Satanás durante cuarenta días; estaba a la intemperie entre los animales salvajes, y los ángeles lo cuidaban. Durante este tiempo, Juan fue arrestado, entonces Jesús entró a Galilea y Él mismo anunció la Buena Noticia; predicaba que por fin había llegado el tiempo prometido por Dios (Su tiempo), y que todos debían creer en el evangelio y ser salvos. Luego de esto, Jesús llamó a Simón y a Andrés, sus primeros discípulos, y viendo el Señor que eran pescadores de oficio, los invitó a ser junto con él, pescadores de personas para el reino de Dios. Éstos enseguida dejaron las redes y lo siguieron. Después de ellos vinieron Santiago y Juan, quienes de inmediato, y dejando el trabajo que hacían para su padre, también lo siguieron. Jesús muy pronto y sin perder tiempo empezó a ejercer su ministerio, fue con sus discípulos a Carpenaúm, y en el día de descanso, entró a la Sinagoga y empezó a enseñar. La gente quedó asombrada de su enseñanza, porque lo hacía con verdadera autoridad, algo completamente diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa. Allí en la Sinagoga había un hombre poseído por un demonio, que gritaba en el Templo, el Señor le ordenó al demonio que lo dejara; y en ese mismo momento, el espíritu maligno soltó un alarido, le causó convulsiones al hombre, y luego salió de él.  El asombro se apoderó de la gente y las noticias acerca de Jesús corrieron velozmente por toda la región de Galilea. Jesús sanó a mucha gente que padecía de diversas enfermedades y expulsó a muchos espíritus malignos, y recorrió toda la región de Galilea, predicando en las sinagogas y echando fuera demonios. 

Cuando Jesús sanó al leproso, este hombre hizo correr la voz proclamando a todos lo que había sucedido. Como resultado, grandes multitudes pronto rodearon a Jesús, de modo que ya no pudo entrar abiertamente en ninguna ciudad; tenía que quedarse en lugares apartados, pero aun así gente de todas partes seguía acudiendo a él. Cuando volvió a Capernaúm, la casa donde se quedaba estaba tan llena de visitas que no había lugar ni siquiera frente a la puerta. Allí le llevaron a un paralitico en una camilla, y como no había lugar en la puerta, los amigos que lo cargaban, abrieron un hueco en el techo de la casa y le bajaron a Jesús el paralitico; al ver la fe de ellos, Jesús le dijo al paralítico: «Hijo mío, tus pecados son perdonados. Esto despertó la molestia en los lideres religiosos, quienes afirmaban que sólo Dios tenía potestad para perdonar pecados. Ellos simplemente nunca creyeron en Jesús como Dios, pero eso también formaba parte de la voluntad del Padre, pues aún las aflicciones lo son para que su nombre sea exaltado. Jesús desafió a lideres diciendo que Él tenia autoridad tanto para perdonarlo, como para sanarlo, así que le dijo al paralitico que se pusiera de pie, que tomara su camilla y caminara. El hombre se levantó de un salto, tomó su camilla y salió caminando entre los espectadores, quienes asombrados, alababan a Dios. Luego de esto, Jesús llamó a Mateo, quien también se levantó y lo siguió. Los lideres religiosos eran muy celosos con el día de descanso, y Jesucristo, el Señor incluso de los días de descanso, desarticuló sus pretensiones en varias oportunidades. Primero al permitir que sus discípulos recogieran espigas para comer, y luego, sanando en este día a un hombre con una mano deforme. Para los lideres era más importante guardar la religión que bendecir a otros, entonces Jesús, entristecido por la dureza de sus corazones, les dijo que el día de descanso se había establecido para satisfacer las necesidades de la gente, que era un día para hacer bien y no mal, para dar vida y no quitarla. Pero los fariseos simplemente se reunieron para tramar como matar a Jesús. Las noticias sobre los milagros que hacía Jesús corrían por todas partes, y una enorme cantidad de personas llegó para verlo. Era tanta la multitud que lo seguía que tuvo que subir a una barca, ese día sanó a tanta gente que todos los enfermos empujaban hacia adelante para poder tocarlo; cuando los espíritus malos veían a Jesús, caían al suelo y gritaban: Tú eres el Hijo de Dios. Las multitudes crecían, así que el Señor llamó a los doce discípulos y les dio también a ellos autoridad para predicar y echar fuera demonios, de este modo iban a poder atender a toda la gente que se les acercara. Cuando los lideres religiosos acusaron a Jesús de que era satanás quien le daba el poder de expulsar demonios, ÉL les respondió de forma magistral: ¿Cómo puede satanás expulsar a satanás? Si Satanás está dividido y pelea contra sí mismo, ¿Cómo podrá mantenerse en pie? Solo alguien mas fuerte que el enemigo tiene el poder de entrar en su casa y saquear sus bienes, solo alguien más fuerte podría atarlo y acabar con sus planes, solo alguien más fuerte podría destruirlo, y ese alguien es JESUCRISTO, el poderoso hijo de Dios. Las tinieblas nunca podrán vencerlo. Y esos lideres religiosos tampoco pudieron hacerlo. 




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