domingo, 30 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia273

Zacarías 12-14

En los días de redención para la nación de Israel, el Señor perdonaría a su pueblo; y también acabaría con todos los que se habían puesto en su contra: Naciones enemigas, falsos maestros, profetas que hablaban guiados por espíritus engañadores, ídolos paganos, y todos y cada uno de sus enemigos. Cuando las naciones vecinas quisieran atacar a Jerusalén y a las ciudades de Judá, El Señor las haría fracasar; su ataque sería tan torpe que el pueblo de Israel pensaría que estaban borrachos. Cuando llegara ese día, todas las naciones se unirían para acabar con Jerusalén, pero Dios haría que Jerusalén fuese como una piedra enorme; todo el que tratase de moverla serías aplastado por ella. Él sería el vigilante del pueblo de Judá, y ese día dejaría ciegos a todos los caballos de las naciones, y espantaría a sus jinetes. Cuando los jefes de Judá fuesen testigo de eso, dirían convencidos: El único Dios todopoderoso es el Dios de los que vivimos en Jerusalén, nuestro Dios es nuestra fortaleza. Ese día el Señor convertiría a los jefes de Judá en fuego, y con ese fuego consumiría por completo a todas las naciones vecinas, pero a la ciudad de Jerusalén no le pasaría nada. El Señor estaba dispuesto a destruir a cualquier nación que se levantara en contra de Israel, y protegería de tal manera a todos sus habitantes, que, los más débiles llegarían a ser tan poderosos como el rey David, y además todos los descendientes de su linaje, volverían a gobernar como si el propio ángel de Dios los estuviese dirigiendo. El castigo que le había sobrevenido a Israel de parte de Dios, fue para corregirlos y para hacerlos cambiar, para sanar su caminar espiritual; de este modo, todos los judíos iban a ser purificados y volverían a obedecer a Dios, y, cuando lo llamaran, Él respondería de inmediato; nada interrumpiría nuevamente su comunión, El Señor mismo los reconocería como su pueblo, y ellos como su Dios. Lo que llamaríamos: relación, no religión; la gran victoria de Dios sobre sus hijos. 

Zacarías no solo anuncia la primera venida de Cristo, sino también la segunda, el día en el que vendrá Dios, junto a todos sus ángeles. Ese día será tan especial, que no habrá diferencia entre el día y la noche, pues hasta en la noche habrá luz de día. ¡Sólo Dios sabe cómo será ese día! Entonces de Jerusalén saldrá un río que nunca se secará. En ese momento, solo el Señor reinará sobre toda la tierra, de norte a sur, todo el país se volverá una llanura. Entonces Jerusalén, por fin a salvo, se llenará de gente y nunca más será maldecida ni destruida. Pero Dios castigaría a las naciones que atacaron a Jerusalén, haría que se llenaran de miedo, y que empezaran a pelear entre ellas mismas; entonces la gente de Judá vendría a Jerusalén para luchar contra esas naciones, y les quitaría grandes cantidades de oro y plata, y muchos vestidos. Después de esto, los que atacaron a Jerusalén y hubiesen quedado con vida, irían a la ciudad cada año para adorar al Dios todopoderoso, y para celebrar la fiesta de las enramadas. Pero si Egipto, o alguna otra nación, no iba a Jerusalén, Dios impediría que lloviera en esa nación, y así la castigaría. Cuando llegara ese día, todo sería propiedad exclusiva del Dios todopoderoso y quedaría sólo a su servicio. Hasta los cascabeles de los caballos estarán marcados como propiedad exclusiva de Dios. Serían de Dios los tazones que se usan en el altar, las ollas que se usan en la cocina del templo, y todas las ollas que haya en Jerusalén y en Judá. La gente que vaya al templo para presentar ofrendas, deberá cocinar en esas ollas, y así nadie volvería a hacer negocios en el templo del Dios todopoderoso. Desde la antigüedad, todas las profecías por parte de Dios han sido cumplidas (Juicio, castigo, prosperidad, liberación, destrucción, entre otras), incluso, el mensaje de la llegada, vida, muerte y resurrección de Jesús es un hecho histórico y social totalmente verificable; por lo tanto, si Dios ha anunciado que Cristo viene otra vez, ¡Es porque viene otra vez! Vestido en majestad y coronado con poder, para ser el Rey de toda la tierra. Además de esperarlo con profunda fe, con la convicción de lo que no se ve, también lo hago porque sé, mediante la espada del Espíritu, que su Palabra es un documento indubitable de todo lo que ha sucedido y está por suceder. Asi que ven, ven Señor Jesús. Te estamos esperando. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario