lunes, 17 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia253

                                                     
       
Amós 3-5

Hay dos hechos característicos en estos capítulos que leeremos en el día de hoy: El Señor se había manifestado como el rugido de un león, e Israel seguía sin aprender. El desastre no llegaría a la ciudad de Samaria de forma espontanea, pues el Señor no hace nada sin una correcta planificación; eso ya lo sabemos. De hecho, el Señor Soberano nunca hace nada sin antes revelar sus planes a sus siervos, los profetas. Entonces, el león había rugido, ¿quién no tendría miedo? Dios había había hablado, así que, ¿Quién de sus profetas podía negarse a proclamar su mensaje? El reino de Israel se había olvidado de cómo hacer lo correcto, dijo el Señor; sus fortalezas estaban llenas de riquezas obtenidas por el robo y la violencia; por lo tanto, dijo el Señor soberano, un enemigo los rodearía y destrozaría, y luego saquearía todas sus defensas. La religiosidad es como un cáncer, y sino es atacado a tiempo, finalmente destruirá a quien haya sido contaminado con él; a los israelitas les encantaba hacer cosas para demostrar que tenían una relación con Dios cuando realmente no era así, presentaban sus ofrendas, ofrecían la décima parte de sus cosechas, y anunciaban los sacrificios voluntarios; sin embargo, tenían un corazón perverso e incrédulo que los alejaba del Dios vivo, y este, repito, es el peor cáncer de todos. El Señor manifestó odio ante todos sus grandes alardes y pretensiones, la hipocresía de sus festivales religiosos y asambleas solemnes les parecía repulsivas; no quería aceptar sus ofrendas quemadas ni sus ofrendas de granos, ni siquiera prestaba atención a sus ofrendas selectas de paz, pues Él conocía muy bien la enorme cantidad de sus pecados y la profundidad de sus rebeliones. Para el Señor, la alabanza de los israelitas, no significaba más que un ruidoso canto sin sentido. 

Ante una, dos, tres, cuatro, cinco y no se cuantas advertencias más de parte de Dios sin recibir ningún tipo de cambio de conducta en sus hijos, decidió finalmente tomar decisiones más extremas; pues con el Señor se aprende o se aprende. Como hijos, también recibimos muchas alertas de nuestros padres terrenales ante uno u otro comportamiento desagradable, y sino abandonamos ese comportamiento y nos convertimos en hijos obedientes, el castigo inevitablemente va a hacerse patente; no porque tus padres no te amen, no porque se gocen en reprenderte, sino porque simplemente no quisiste atender a los primeros llamados hechos con amor en forma de precaución. Recordemos que, todo padre al hijo que ama, disciplina. Ahora los israelitas debían prepararse para encontrarse con Dios de una manera mas desafiante, ya el estaba indignado, decepcionado, hastiado de su mal comportamiento; por tanto, traería sobre todos ellos los desastres anunciados, Él pasaría por Israel como un fuego, los devorará completamente, y nadie sería capaz de apagar las llamas. El Señor fue quien creó las estrellas y transformó la oscuridad en luz; Él levantó el agua de los océanos y la vertió como lluvia sobre la tierra; con poder y deslumbrante velocidad destruía a los poderosos y aplastaba todas sus defensas. Llanto, lamento y gemidos sería lo único que se escucharía en cada plaza y en cada calle del pueblo, pues el Señor todopoderoso ya había decidido hacerlos pagar por su maldad. Clamarían por la salvación de Dios, pero su llegada solo sería para cumplir su juicio, y ese día no sería un día de luz, sino un día de terrible oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario