lunes, 10 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia246

 
           
Oseas 4-6

¿Por que contendía Dios con los moradores del mundo? ¿Por qué lo sigue haciendo ahora? La respuesta es la misma: porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Los hombres, aún los creyentes, hacen votos y los rompen; hay violencia en todas partes; muertes, adulterios, robos, un asesinato tras otro; por eso la tierra está de luto y todos desfallecen. Hasta los animales salvajes y las aves de los cielos y los peces del mar desaparecen. No señales a otro para echarle la culpa, cada quien tiene su cuota de responsabilidad mientras carezca del conocimiento de la verdad y de la obediencia a los principios establecidos por Dios en su Palabra. En esta inobservancia y carencia de luz precisamente vivía Israel, y peor aún, sus sacerdotes; el pueblo estaba siendo destruido porque no conocía a Dios, todos habían olvidado sus leyes, y mientras más sacerdotes había, más pecaban contra el Señor; cambiando la gloria de Dios por la vergüenza de los ídolos. Parece ser el mismo virus infeccioso que continúa hasta nuestros días, ¿Cierto? El conocimiento de Dios es la gloria del hombre, sin embargo, cada sociedad se ha dejado velar tanto por espíritus de iniquidad e incredulidad, que la maldad ha crecido a cifras exponenciales; haciendo de la muerte espiritual un hecho cada día más visible. Todo el pueblo de Israel y sus sacerdotes fueron castigados por sus perversas acciones; comían pero no podían saciarse, fornicaban pero no podían multiplicarse porque habían dejado de hacer caso; un espíritu de prostitución los había descarriado, y se habían apartado de su Dios. Todos cometían adulterio de formas despreciables: Andaban con prostitutas, consultaban ídolos de madera, se emborrachaban hasta perder la razón;  era increíble como creían que un simple palo podía mostrarles el futuro. Repito, ¿No sigue sucediendo todo esto exactamente igual hasta nuestros días? Y es nuestro Dios tan fiel y benevolente que en tantas oportunidades contiende su enojo, ¡Por amor a su nombre no hemos sido consumidos!

La apostasía de este pueblo iba a ser severamente castigada, todo el pueblo, los lideres, miembros de la familia real e individuos en general, sufrirían las consecuencias de su terrible conducta, pues sus acciones ya no les permitían volver a Dios. La arrogancia de Israel testificaba en su propia contra; todo el pueblo tropezaría bajo el peso de su culpa; ellos traicionaron el honor del Señor engendrando hijos que no eran suyos, entonces, su falsa religión los devoraría junto con sus riquezas. El pueblo de Israel estaba decidido a rendir culto a ídolos, por tanto, sería aplastado y demolido por el juicio de Dios; su destrucción sería como la polilla consumiendo la lana, y quedarían tan débiles como la madera podrida. Cuando Israel y Judá vieron lo enfermos que estaban, acudieron a Asiría en busca de ayuda, pero ya el Dios todopoderoso había decidido que nadie iba a rescatarlos de lo que Él había decidido hacer en su contra, hasta que llegara el día en que ellos lo buscasen de todo corazón. Oseas también, como sus compañeros profetas, hizo un llamado al arrepentimiento; vengan, les dijo, volvámonos al Señor; Él nos despedazó, pero ahora nos sanará; nos hirió, pero ahora vendará nuestras heridas. Pero el amor de los israelitas por Dios se desvanecía como la niebla de la mañana, y desaparecía como el rocío a la luz del sol. El Señor anhelaba ardientemente que ellos le demostraran su amor, no que le ofrecieran sacrificios; y más que ofrendas quemadas, Él solo quería que lo conocieran. El pueblo amado de Dios se había contaminado por seguir otros dioses, y ya nada les evitaría recibir una cosecha de castigo, a pesar de que Dios quiso, y siempre buscó su bienestar y su paz.

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