sábado, 8 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia243

                                                  Daniel 4-6

Tu reino te quedará firme luego que reconozcas que el cielo gobierna, pues el Altísimo tiene dominio sobre el reino de los hombres, y lo da a quien Él quiere. Estas fueron las palabras de Daniel luego de interpretar un nuevo sueño del rey Nabucodonosor, en el cual, vio un árbol muy grande y muy fuerte que llegaba hasta el cielo, pero que sería echado abajo; ese árbol era él mismo, pues Dios había decidido castigar su orgullo y prepotencia. Ese árbol no perdería ni su tronco ni sus raíces, sino que sería dejado en el campo junto a los animales; de igual manera, Nabucodonosor sería echado de entre los hombres y viviría con las bestias del campo y se comportaría como ellas durante siete años; el rey iba a comer hierba como todos los animales y se bañaría con el rocío del cielo, hasta que su pelo creciera como plumas de águila y sus uñas como las de las aves. Todas estas palabras de Daniel se hicieron realidad, y al finalizar los siete años, Nabucodonosor alzó sus ojos al cielo para alabar a Dios y la razón le fue devuelta; por lo que glorificó el nombre del que vive para siempre. Entonces Nabucodonosor fue buscado y restablecido, el reino le fue devuelto junto a toda su majestad y grandeza; para declarar que Dios humilla a quien anda con soberbia. Los reinados finalizan, pero los propósitos de Dios son eternos; luego de Nabucodonosor, entró a gobernar el rey Balsasar; quien en medio de un banquete pidió las copas de oro y plata que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén pues quería brindar en ellas; los reyes y sus excentricidades, ¿Cierto?. Mientras el rey y todos sus invitados bebían en las copas, rindieron culto a dioses falsos, entonces vieron que una mano humana escribía sobre la pared blanqueada del palacio; todos se asustaron y se perturbaron grandemente, por lo que nuevamente llamaron a todos los astrólogos, brujos y adivinos pero ninguno pudo leer la escritura en la pared. Luego se acordaron de Daniel, el hombre que durante el reinado de Nabucodonosor había mostrado percepción, entendimiento y sabiduría. Daniel le dijo al rey que el Dios Altísimo había castigado a Nabucodonosor con mente de animal salvaje quitándole toda su gloria por su arrogancia y orgullo, y que él aun sabiendo todo eso no se había humillado delante de Dios, sino que lo desafió con soberbia bebiendo en sus copas y rindiendo culto a otros dioses; por lo que el mensaje de la pared decía que Dios había puesto fin a su reinado, el cual también sería dividido entre medos y persas. Esa misma noche mataron a Belsasar y Darío el medo se apoderó del reino.

Darío el medo, tal y como Daniel lo había predicho, dividió el reino en ciento veinte provincias, y nombró un funcionario como gobernador de cada provincia. Asimismo el rey escogió a Daniel y a dos personas más para que supervisaran a estos funcionarios y protegieran los intereses del rey; y muy pronto Daniel demostró una vez más ser mucho más capaz que los otros administradores y funcionarios, y debido a su alta destreza administrativa, el rey hizo planes para ponerlo al gobierno de todo el imperio. Todos los demás funcionarios al ver esto, quisieron buscar alguna falta en Daniel para hacerlo caer, pero no encontraron nada. Él siempre era responsable, fiel y digno de confianza. Ellos sabían que la única manera de acusar a Daniel, sería en relación con la Ley de Dios. De este modo le pidieron al rey Darío que levantara una ley para que todo el que orara a cualquiera, fuese humano o divino, en los siguientes 30 días, fuese arrojado al foso de los leones, y Darío firmó la Ley. Cuando Daniel supo esto, fue a su casa y se arrodilló como de costumbre en la habitación de la planta alta, con las ventanas abiertas, y oraba tres veces al día como siempre lo había hecho. Cuando los funcionarios lo vieron fueron directo al rey a decírselo, y aunque el rey se angustió mucho por Daniel y buscó una manera de salvarlo, finalmente no pudo hacer nada en contra de las presiones de los demás funcionarios; por lo que ordenó que arrestaran a Daniel y lo echaran al foso. Cuando lo lanzaron, el rey le dijo: Que tu Dios, a quien sirves tan fielmente, te rescate. El foso fue cerrado con una piedra y en ella se puso el sello real para que nadie pudiera rescatar a Daniel. El rey pasó toda la noche en ayuno y sin dormir, muy temprano en la mañana fue al foso y grito con angustia: ¡Daniel, siervo del Dios viviente! ¿Pudo tu Dios rescatarte? Daniel contestó: Mi Dios envió a su ángel para cerrarles la boca a los leones a fin de que no me hicieran daño. El rey se alegró y mandó a que sacaran a Daniel, y éste no tenía ni un solo rasguño; entonces el rey dio órdenes de que arrestaran a los hombres que maliciosamente habían acusado a Daniel, y los hizo entrar al foso de los leones con sus esposas y sus hijos; los leones saltaron sobre ellos y los despedazaron. Finalmente el rey Darío decretó que toda la gente de su reino temblara con temor delante del Dios de Daniel, pues Él era el Dios viviente y permanecería para siempre. Tres reyes, tres escenarios, tres mensajes de parte de Dios que demuestran que el Señor siempre premia la fidelidad de sus hijos. 


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