Daniel 4-6
Tu reino te quedará firme luego que reconozcas que el
cielo gobierna, pues el Altísimo tiene dominio sobre el reino de los hombres, y
lo da a quien Él quiere. Estas fueron las palabras de Daniel luego de
interpretar un nuevo sueño del rey Nabucodonosor, en el cual, vio un árbol muy
grande y muy fuerte que llegaba hasta el cielo, pero que sería echado abajo;
ese árbol era él mismo, pues Dios había decidido castigar su orgullo y
prepotencia. Ese árbol no perdería ni su tronco ni sus raíces, sino que sería
dejado en el campo junto a los animales; de igual manera, Nabucodonosor sería
echado de entre los hombres y viviría con las bestias del campo y se
comportaría como ellas durante siete años; el rey iba a comer hierba como todos
los animales y se bañaría con el rocío del cielo, hasta que su pelo creciera
como plumas de águila y sus uñas como las de las aves. Todas estas palabras de
Daniel se hicieron realidad, y al finalizar los siete años, Nabucodonosor alzó
sus ojos al cielo para alabar a Dios y la razón le fue devuelta; por lo que
glorificó el nombre del que vive para siempre. Entonces Nabucodonosor fue
buscado y restablecido, el reino le fue devuelto junto a toda su majestad y
grandeza; para declarar que Dios humilla a quien anda con soberbia. Los
reinados finalizan, pero los propósitos de Dios son eternos; luego de
Nabucodonosor, entró a gobernar el rey Balsasar; quien en medio de un banquete pidió
las copas de oro y plata que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén pues
quería brindar en ellas; los reyes y sus excentricidades, ¿Cierto?. Mientras el
rey y todos sus invitados bebían en las copas, rindieron culto a dioses falsos,
entonces vieron que una mano humana escribía sobre la pared blanqueada del
palacio; todos se asustaron y se perturbaron grandemente, por lo que nuevamente
llamaron a todos los astrólogos, brujos y adivinos pero ninguno pudo leer la
escritura en la pared. Luego se acordaron de Daniel, el hombre que durante el
reinado de Nabucodonosor había mostrado percepción, entendimiento y sabiduría.
Daniel le dijo al rey que el Dios Altísimo había castigado a Nabucodonosor con
mente de animal salvaje quitándole toda su gloria por su arrogancia y orgullo,
y que él aun sabiendo todo eso no se había humillado delante de Dios, sino que
lo desafió con soberbia bebiendo en sus copas y rindiendo culto a otros dioses;
por lo que el mensaje de la pared decía que Dios había puesto fin a su reinado,
el cual también sería dividido entre medos y persas. Esa misma noche mataron a
Belsasar y Darío el medo se apoderó del reino.
Darío el medo, tal y como Daniel lo había predicho,
dividió el reino en ciento veinte provincias, y nombró un funcionario como
gobernador de cada provincia. Asimismo el rey escogió a Daniel y a dos personas
más para que supervisaran a estos funcionarios y protegieran los intereses del
rey; y muy pronto Daniel demostró una vez más ser mucho más capaz que los otros
administradores y funcionarios, y debido a su alta destreza administrativa, el
rey hizo planes para ponerlo al gobierno de todo el imperio. Todos los demás
funcionarios al ver esto, quisieron buscar alguna falta en Daniel para hacerlo
caer, pero no encontraron nada. Él siempre era responsable, fiel y digno de
confianza. Ellos sabían que la única manera de acusar a Daniel, sería en
relación con la Ley de Dios. De este modo le pidieron al rey Darío que levantara
una ley para que todo el que orara a cualquiera, fuese humano o divino, en los
siguientes 30 días, fuese arrojado al foso de los leones, y Darío firmó la Ley.
Cuando Daniel supo esto, fue a su casa y se arrodilló como de costumbre en la
habitación de la planta alta, con las ventanas abiertas, y oraba tres veces al
día como siempre lo había hecho. Cuando los funcionarios lo vieron fueron
directo al rey a decírselo, y aunque el rey se angustió mucho por Daniel y
buscó una manera de salvarlo, finalmente no pudo hacer nada en contra de las
presiones de los demás funcionarios; por lo que ordenó que arrestaran a Daniel
y lo echaran al foso. Cuando lo lanzaron, el rey le dijo: Que tu Dios, a quien
sirves tan fielmente, te rescate. El foso fue cerrado con una piedra y en ella
se puso el sello real para que nadie pudiera rescatar a Daniel. El rey pasó
toda la noche en ayuno y sin dormir, muy temprano en la mañana fue al foso y
grito con angustia: ¡Daniel, siervo del Dios viviente! ¿Pudo tu Dios
rescatarte? Daniel contestó: Mi Dios envió a su ángel para cerrarles la boca a
los leones a fin de que no me hicieran daño. El rey se alegró y mandó a que
sacaran a Daniel, y éste no tenía ni un solo rasguño; entonces el rey dio órdenes
de que arrestaran a los hombres que maliciosamente habían acusado a Daniel, y
los hizo entrar al foso de los leones con sus esposas y sus hijos; los leones
saltaron sobre ellos y los despedazaron. Finalmente el rey Darío decretó que
toda la gente de su reino temblara con temor delante del Dios de Daniel, pues
Él era el Dios viviente y permanecería para siempre. Tres reyes, tres
escenarios, tres mensajes de parte de Dios que demuestran que el Señor siempre
premia la fidelidad de sus hijos.
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