viernes, 21 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia260

Miqueas 3-5

Esto de lo corrupto, adulterado y podrido de algunos sistemas de gobierno, es algo que data desde hace muchísimo tiempo atrás. Las políticas de administración publica y social en las naciones, han sido contaminadas desde que empezaron existir los mandatos: y que cuesta arriba se ha vuelto poder tener uno donde existan principios de paz, igualdad, oportunidad, justicia, seguridad, y todos aquellos beneficios que deberían imperar en cualquier nación formalmente constituida. Ahora bien, ¿Por qué sucede esto? De acuerdo a las profecías de Miqueas, los dirigentes de la casa de Israel, aquellos encargados de poner el orden, de saber lo que era justo y honesto, y que habían sido elegidos por el mismo pueblo para que fuesen sus príncipes y gobernantes; realmente estaban comiéndose viva a la nación, aborreciendo lo bueno y amando lo malo. Ellos se corrompieron por su hambre y sed de poder y de riquezas, y maltrataron a sus gobernados hasta hacerlos sufrir y padecer. Que terrible raíz de amargura resulta para aquellos que aman el dinero, el lujo, y la exuberancia; se hacen presas de sus propios deleites pervertidos, hasta llevarse en sus ansías a cualquiera que se atraviese a su paso. El Señor sentenció a su abandono total a aquellos que hacían esto, y también prometió castigarlos por su gran maldad. Recordemos que, todo aquello que el hombre sembrare, eso también segará, y que no puede irle bien a quien con calumnias y deslealtad destruye a un pueblo entero. A los profetas mentirosos que solo hablaban de paz mientras Él anunciaba juicio, Dios les prometió que quedarían en completo ridículo, pues nunca Él iba a comunicarles sus planes y ellos no iban a poder predecir el futuro. Mientras que Miqueas, completamente lleno del poder de Dios, pudo mantenerse firme anunciando que el Señor era un Dios justo, y que él había sido llamado para acusar a los israelitas por ser un pueblo pecador y desobediente. 

También anunció Miqueas que en el futuro, el monte donde se encontraba el templo de Dios, sería el monte más importante; allí irían muchos pueblos y gente de muchas naciones para concer al Señor y para que Él mismo los enseñara a obedecer sus mandamientos. Dios mismo sería maestro desde el monte de Sión, ¡desde la ciudad de Jerusalén! y Él mismo dictaría sentencia contra todas las naciones. Aunque durante el juicio, el pueblo pareciese un rebaño dede ovejas cojas y perdidas, estaría cercano el dia de reunirlas a todas otra vez; y cuando eso sucediera, con los pocos que hubiesen quedado, el Señor volvería a hacer una gran nación; y desde su templo en Jerusalén, reinaría sobre ella para siempre. En medio del castigo, los días serían duros para Jerusalén, y lloraría y se retorcería como una mujer con dolores de parto; sus habitantes la abandonarían y luego serían deportados a Babilonia. Sin embargo, Dios, que no deja para siempre caído al justo, los pondría en libertad; y Él mismo los libraría del poder de sus enemigos. Muchas naciones se reunieron para regodearse frente a la derrota de Jerusalén, querían verla destruida; pero esas naciones no sabían lo que Dios tenía pensado hacer, y era algo que ni siquiera podían alcanzar a entender: El Señor iba a juntarlas para hacerlas polvo. Jerusalén se levantaría para hacerlas pedazos con el gran poder de Dios, quien les daría la fuerza de un toro, con cuernos como de hierro y con cascos de bronce. Israel le quitaría a esas naciones todas sus riquezas y se las entregaría a Dios, pues a Él, toda la tierra le pertenece. De momento puedes ser testigo de la prosperidad de los malvados, y también ver como los justos perecen; pero no temas, todo esto forma parte de un glorioso proceso; la promesa de Dios es que el escogido se levante de polvo, mientras que los que lo rechazan serán reducidos a el. Sigue firme, sigue adorando, sigue honrando. Sigue en fe.

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