lunes, 17 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia254

Amós 6-7

Ciertamente la casa de Israel se había convertido en una nación fastuosa, llena de riquezas materiales, lujos y excesos; en palabras del profeta Amós sus habitantes pasaban el día recostados en lujosas camas de marfil y comiéndose lo mejor del ganado; bebían vino hasta emborracharse, y usaban los más finos perfumes; para nada les importaba la gran ruina espiritual que consumía poco a poco a la nación, y que los llevaría finalmente a la desgracia. Las ofensas a Dios habían cobrado tanta fuerza, que parecía que mientras más altas posiciones de enriquecimiento y fortuna adquirían, más sucumbían en una profunda decadencia espiritual. El Señor pondría fin a sus falsas fiestas religiosas donde solo abundaba en paganismo y el adulterio, y haría que todos en Samaria y Judá fuesen a la cabeza de los que irían a cautividad. Dios, el todopoderoso, claramente ha dicho: Ya no quiero a los israelitas, se sienten muy orgullosos de sus hermosos palacios; por eso voy a entregarlos a ellos y a su ciudad, en manos de sus enemigos. Aunque ellos se sintieran grandes, poderosos e invencibles, pues su ceguera y amor al dinero los había hecho presa de toda amargura y soberbia, todo al paso de Dios sería destruido; tanto los palacios, como las casas grandes y también las pequeñas; Dios mismo levantaría un pueblo que los hiciera pagar por sus pecados y transgresiones, una nación más poderosa aún que los conquistaría; y así, finalmente iban a poder entender, que Dios en quien gobierna.

Amós era un hombre de rudimentos, un simple agricultor y recogedor de higos que debió enfrentar a Israel durante una fuerte opulencia financiera; y además, se encontraba profetizando en el reino del norte (Israel), perteneciendo él al reino del sur (Judá); sin embargo, nada de esto le impidió ser obediente al llamado que Dios le hizo, y asimismo, se solidarizó con este pueblo clamando al Señor por misericordia para todos ellos. el Señor le había permitido a Amós observar en visiones la plaga de saltamontes que estaba por lanzar sobre los campos de Israel; cuando Amós vio que los saltamontes se estaban comiendo hasta la hierba rogó a Dios fuertemente: ¡Perdona a tu pueblo señor! Somos un pueblo muy pequeño y no vamos a sobrevivir. Entonces Dios sintió compasión de ellos y se retractó de enviar esa plaga. Entonces Dios permitió a Amós ver el fuego con que pensaba castigarlos, ese fuego quemaría toda la tierra, y también lo más profundo del mar. Pero Amós rogó nuevamente a Dios: ¡No lo hagas, Dios mío! ¿Cómo vamos a sobrevivir, si somos un pueblo tan pequeño? Entonces Dios sintió nuevamente compasión de ellos y decidió no mandar fuego contra ellos. Dios le permitió ver una plomada de albañil, y le dijo que con esa plomada vería si su pueblo iba a comportarse correctamente. Ya no los perdonaría, destruiría a los pequeños pueblos donde adoraban a sus dioses falsos y declararía la guerra en contra de la familia del rey Jeroboam. Un sacerdote de Betel, llamado Amasías, le dijo al rey que Amós estaba haciendo planes en su contra y que decía que el rey moriría en batalla y que todos los habitantes de Israel serían llevados cautivos a otro país. Además le dijo Amasías a Amós que se largara de su nación y se fuese de regreso a Judá. Amós no tuvo miedo de Amasías, y le respondió que él no era profeta, que se ganaba la vida cuidando ganado y cosechando higos silvestres; pero que si ahora profetizaba era porque Dios mismo le pidió que anunciara ese mensaje en contra de Israel. Amós le dio además otro mensaje a Amasías de parte de Dios: En esta misma ciudad tu mujer se volverá prostituta, y tus hijos y tus hijas morirán atravesados por la espada. Otros se quedarán con tus tierras, tú morirás lejos de tu patria, y los israelitas serán llevados a un país muy lejano.

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