miércoles, 26 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia266

Hageo 1-2

Hoy vamos a comenzar a leer al profeta Hageo, y con él, dejaremos los anuncios referentes al juicio de Dios sobre su nación y sobre las demás naciones de la tierra, para partir hacia la reconstrucción del Templo en Jerusalén; durante el retorno de los israelitas a su pueblo en el segundo año de gobierno de Darío, rey de Persia. De acuerdo a lo narrado en el mensaje de este profeta, mientras los israelitas vivían en lujosas casas, el Templo del Señor permanecía en ruinas; lo que causó en Él mucho malestar y decepción. A causa de esta situación, el Señor hizo que los cielos retuvieran el rocío y la tierra no produjera sus cosechas; y eso ocasionó que los judíos al sembrar sus campos, cosecharan poco; de este modo, comían, pero no quedaban satisfechos; bebían, pero quedaban con sed; y sus salarios desaparecían como si los echasen en bolsillos llenos de agujeros. El mismo Dios mandó una fuerte sequía sobre sus campos y colinas para que destruyera el grano y para que no permitiera que ellos y sus animales se alimentaran correctamente. Entonces Zorobabel, quien para ese tiempo se encontraba gobernando en Judá, el sumo sacerdote, y todo el remanente del pueblo de Dios, comenzaron a obedecer el mensaje del Señor, quien los animó y despertó el entusiasmo en todos ellos para comenzar a trabajar en el levantamiento de su casa. Sin embargo, el esplendor de este nuevo Templo no agradó al Señor porque no se comparaba con el anterior, por lo que animó nuevamente a Zorobabel, al Sumo Sacerdote y a todo el remanente de Judá, a que pusieran manos a la obra y pudieran esforzarse un poco más en su reconstrucción. También les dijo que no temieran pues Él, estaría con ellos. 

Durante ese tiempo, el Señor quiso purificar para sí, no solo un Templo nuevo de cimientos y bases firmes que fuese hermoso en todo su esplendor, sino que también, quería un nuevo pueblo, santo, fiel y obediente a su palabra. Mientras el nuevo Templo no había sido levantado, a causa de la propia indiferencia de los hebreos, el Señor obstaculizó el fruto de sus cosechas, de manera que no podían producir de forma adecuada para su sustento; pero justo en el tiempo en el que decidieron obedecer la voz de Dios, y comenzar a reconstruir el Templo nuevo, todo fue diferente. Dios mismo iba a bendecirlos, y daría frutos a sus árboles, uvas a sus viñas y trigo a sus graneros. Ya no iban a haber más plagas ni granizo que destruyera el fruto de su trabajo, porque donde hay obediencia y fidelidad a Dios, hay prosperidad en todos los sentidos. El Señor le dijo a Zorobabel, y a todos los habitantes del pueblo que la plata y el oro eran suyos, y que haría temblar los cielos y la tierra, los océanos y a todas las naciones, para que llevaran al Templo todos sus tesoros y riquezas, así sería reconstruido en la forma que Él quería y todo el lugar sería lleno de su Gloria; tanto así que la futura gloria de ese Templo sería mayor que su gloria pasada. Nuestro Dios es un Dios de excelencia, grande y magnifico; y lo que ofrecemos a Él, bien sea de orden espiritual o material, nunca puede ser a medias. Hoy, cuando podemos estar luchando contra circunstancias desafiantes y que pueden alterarnos en algunos sentidos, debemos buscar primeramente al proveedor, y no la provisión. Ese Dios excelentísimo y altísimo quiere darnos todo lo que tiene para que le honres, y resulta que todo es suyo. Así que, obedece, anímate, entusiasma a todos a tu alrededor, pon manos a la obra, no escatimes, y no olvides que ya Dios lo tiene todo preparado para darte la victoria en lo que te ha llamado a hacer y en lo que te permita vivir. No vas solo, vas con Él.


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