jueves, 20 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia258

Alto de Adoración semanal... 

Es extraordinaria la ventana de conocimientos que se abre cada día frente a mi en este reto de lectura, es como si mis ojos se abrieran en cada espacio a nuevos horizontes de ciencia, discernimiento, razón y sabiduría. Cada semana en este alto de adoración, le doy gracias a Dios por haber emprendido este viaje, que sin dudas, me dejará la mayor de las riquezas. Estoy muy contenta, muy feliz y expectante de lo que está por venir, porque para los que hemos sido llamados conforme al propósito de Cristo, lo mejor siempre está por venir. Como había mencionado ya, las profecías de esta semana que pasó han sido un poco más cortas, pero ricas en sabiduría como siempre; desde el agricultor Amós, con su peculiar mensaje de fuego, Abdías con su excelente elocución acerca del juicio a los edomitas, hasta el complicado Jonás, he llenado mi corazón de valiosas enseñanzas. Hoy leeremos el Salmo N° 95, ¡Que me encanta! Pues habla de la alegría, del jubilo y el gozo que se experimentan en la presencia de Dios. Este Salmo es un canto de alabanza y adoración a Dios por todos sus maravillosos atributos, y es que, Dios... ¿Cómo no alabar a Dios? Partiendo desde el hecho de que alabar es el reconocimiento de los méritos o cualidades de una persona, Dios es el más grande y digno de ser exaltado. No hay nada en toda su persona que pueda ser desaprobado o criticado, por mucho que sus detractores se esfuercen en hacerlo. Todo lo que Él hace es BUENO, su misma persona es la bondad por excelencia. No se equivoca, no comete errores; no miente, no se descuida, no falsea información; sus hechos son realizados con completa precisión y exactitud; en Él no hay desaciertos, fallas ni confusiones. Como bien lo dijo el salmista, podemos cantar con júbilo a la roca de nuestra salvación, llegar ante su presencia con alabanza y aclamar su nombre, porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses. En su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas; suyo también es el mar, pues él lo hizo; y sus manos formaron la tierra seca. Así que ven, adora y arrodíllate delante de tu hacedor. Pertenecemos a Dios; nosotros somos su pueblo; Él es nuestro pastor, y nosotros somos su rebaño; estamos bajo su cuidado. Alábale hoy, y reconoce con alegría todas sus maravillas; pues, si quisieras enumerarlas, ciertamente nunca podrías terminar. 

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