viernes, 28 de octubre de 2016

La Biblia en un año #Dia271

         Zacarías 9-11

Así como al resto de los profetas, el Señor también dio a Zacarías su mensaje de juicio contra las naciones enemigas de Israel; las ciudades de Hadrac y Damasco, y también las tribus de Israel, su vecina Hamat, y naciones tan desarrolladas como Tiro y Sidón serían castigas por Dios. A la ciudad de Tiro el Señor le quitaría sus riquezas y las echaría al mar, y a ella la quemaría por completo. Los habitantes de Ascalón verían eso y temblarían de miedo, y la ciudad se quedaría vacía. Los habitantes de Gaza sufrirían al perder su rey, y los habitantes de Ecrón sufrirían al perder la esperanza. En la ciudad filistea de Asdod viviría gente malvada y violenta, que despedazaría a sus enemigos, pero el Señor salvaría a sus victimas y así humillaría a los orgullosos filisteos. Algunos serían dejados con vida, y serían gente importante en Judá. Dios jamás volvería a permitir que otras naciones atacaran a Israel, pues Él mismo vigilaría mi templo. El nuevo Rey anunciado por Zacarías vendría muy pronto a ocupar su trono, Él llegaría montado sobre un burrito, pues sería humilde, pero muy justo; y llegaría para darle a los judíos la victoria. Destruiría todas las armas de guerra y en todo Israel destruiría los ejércitos; anunciaría la paz en todas las naciones, y dominaría de mar a mar, ¡del río Éufrates al fin del mundo! El Señor había hecho un pacto con Judá e Israel, y lo sello con sangre; por eso, rescataría a sus presos del pozo seco donde habían estado, y volverían llenos de esperanza a esas ciudades que parecían fortalezas. Si hasta ahora habían sufrido, El Señor se comprometió a hacerlos dos veces más felices. Cuando llegara ese día, Dios mismo salvaría a su  pueblo, como salva el pastor a su rebaño; y cuando ya estuviesen en su tierra, brillarían como las joyas de una corona ¡Qué maravilloso iba a ser ver a los muchachos y a las muchachas alegres, fuertes y bien alimentados!

Los ídolos son engañosos; los adivinos sólo dicen mentiras; engañan a la gente con sus sueños, y escucharlos no da ningún consuelo; por eso la gente que los sigue y los adora, anda perdida, como un rebaño sin pastor. Esto precisamente sucedió en las naciones judías, mientras se alejaban de Dios, hacían caso a principios sin ningún tipo de fundamento, y el resultado fue fatal: sus falsos ídolos solo los llevaron por el despeñadero. ¿Cuantos no continúan aún en nuestros días con la misma ceguera espiritual? Y lamentablemente, los resultados, sino se arrepienten, serán los mismos. La ira de Dios se encendió contra esos falsos pastores y lideres, por eso serían severamente castigados. El Señor de los Ejércitos Celestiales llegaría para establecer el orden y para cuidar a Judá, su rebaño. Él los haría fuertes y magníficos, como un caballo majestuoso en la batalla. De Judá saldría la piedra principal, la estaca de la carpa, el arco para la batalla y todos los gobernantes; el Señor fortalecería a Judá y salvaría a Israel, los restauraría a causa de su compasión. Sería como si nunca los hubiese rechazado, porque el Señor su Dios, escucharía sus lamentos. El pueblo de Israel sería como poderosos guerreros, y sus corazones se alegrarían como si tomaran vino; sus hijos también verían eso y se alegrarían, sus corazones se gozarían en el Señor. Zacarías no solo predijo de forma excelente y magistral la llegada del Mesías, sino que también debió hablar acerca de los que lo traicionarían, y los que lo rechazarían, nuevamente, de forma magistral y mucho tiempo antes de que sucediese. El buen Pastor sería traicionado por treinta monedas de plata, que nunca significaron nada, ni fueron lo suficientemente valiosas, como para pagar todo lo que el Señor había hecho en favor de su pueblo. 


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