martes, 1 de marzo de 2016

La Biblia en un año #Dia59

    Deuteronomio 31-34

    Hoy termino de leer el quinto libro de la Biblia, y con ello mi lectura es un mezcla de sentimientos y emociones, y el hecho que lo acompaña se resume en una frase: la muerte de Moisés. Finalmente y luego de haber guiado, acompañado, apoyado, levantado, y libertado a Israel, y a sus 120 años, llegó el momento de las despedidas; no se si lo había dicho antes, pero yo no me llevo bien con las despedidas, me conmueven hasta lo más profundo; ya me había puesto nostálgica con la muerte de Abraham, pero sin duda la de Moisés ha calado un poco más en mi porque ya son casi dos meses leyendo sus palabras. Llegó el momento de instalar a Josué como su sucesor y como el encargado de introducir a Israel en Canaán; Moisés dijo a Israel: "Josué será el que pasará delante de ti, como Jehová ha dicho". Estas debieron ser unas palabras bastantes dificiles de pronunciar para Moisés, sin embargo, aceptó la voluntad de Dios y fue obediente, como un buen varón de Dios. 

    El Señor sabía cual sería la conducta de los israelitas estando en el territorio prometido luego de la muerte de Moisés, y Moisés también lo sabía; se iban a corromper e iba a dejar el camino que les había ordenado seguir; por eso, en el futuro les sobrevendría la desgracia por hacer lo malo a los ojos del Señor y provocar su enojo. Por esta razón, El Señor ordenó a Moisés antes de su muerte, escribir un canto para que se los enseñara a los israelitas y sirviera para recordarles todo lo que Dios había ordenado, pues de ese modo, las nuevas generaciones no podían decir que no sabían nada acerca de su pacto y de sus mandamientos. Moisés lo hizo así y escribió la canción.


    El Señor llevó a Moisés al territorio de Moab y lo hizo subir al monte Nebo para que admirara toda la tierra prometida; allí Moisés moriría y sería enterrado. Moisés no pudo entrar al territorio prometido, sólo pudo verlo de lejos; no logro imaginar que pudo haber sentido, pero como el gran profeta y siervo de Dios que fue, antes de morir bendijo a los israelitas, a todas y cada una de las tribus; luego murió. Dice la Palabra que sus ojos nunca se oscurecieron ni perdió vigor. Los israelitas se quedaron treinta días en el desierto de Moab, para guardar luto por la muerte de Moisés; esa era la costumbre en aquella época. Antes de morir, Moisés había puesto sus manos sobre la cabeza de Josué y Dios lo llenó de sabiduría.


    Si estaba conmovida respecto a la muerte de Moisés, pues luego de leer los últimos versículos de este, su libro final, lo estoy mas... Nunca más hubo en Israel un profeta como Moisés, que hablara con Dios cara a cara. Nunca nadie igualó las maravillas que Dios le mandó hacer contra Egipto y su rey. Nunca nadie tuvo más poder que Moisés, ni pudo imitar las grandes cosas que los israelitas le vieron hacer. Que tres "nunca" tan maravillosamente determinantes, y que grandeza haber sido merecedor de que las Escrituras los declaren. En este punto de lectura estoy: Nostálgica. 


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