lunes, 29 de febrero de 2016

La Biblia en un año #Dia58

   Este fue un fin de semana bastante activo para el pueblo de Dios en el lugar donde vivo, con la visita de dos extraordinarios Ministerios y dos Ministros del Señor, por lo que me atrasé un poco en mis lecturas; si, hoy debo hacer tres! la del sábado, la del domingo y la de hoy lunes; sin embargo fue una total bendición, estoy segura del mover del Espíritu Santo sobre mi país y sobre la nueva generación de cambio que se está levantando, de la cual, gracias al llamado de Dios, formo parte. Por ahora, volvamos a los israelitas y a los discursos de Moisés. Cuando el pueblo de Israel cruzara el Jordán debía escribir la Ley del Señor sobre piedras grandes que debían recubrir con cal, y también debían construir un altar con piedras enteras y en su forma original para presentar las ofrendas quemadas al Señor. 

   Los Levitas proclamaron a todo el pueblo como la desobediencia a los mandamientos de Dios les traería maldiciones, pues las contravenciones a sus Ley le eran detestables; sin embargo, también se les comunicó de igual forma, todas las ricas y grandes bendiciones que podían recibir si eran un pueblo obediente al Señor: Tus ciudades y tus campos serán benditos. Tus hijos y tus cosechas serán benditos. Las crías de tus rebaños y manadas serán benditas. Tus canastas de fruta y tus paneras serán benditas, vayas donde vayas y en todo lo que hagas, serás bendito. ¿Maravilloso no?

   Moisés repasa el pacto del Señor con su pueblo, que incluía tanto las bendiciones que acompañarían su obediencia, como las maldiciones que acompañarian su rebelión; un pacto mediante el cual, el Señor los confirmaría como su pueblo y les reafirmaría que él es su Dios, tal como se lo prometió a ellos y se lo juró a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. El restablecimiento de este pacto era para que nadie se apartara del Señor para rendir culto a dioses de otras naciones, y para que ninguna raíz produciera frutos amargos y venenosos en medio de ellos. 

   Dios es así, tan Dios... Tan El, que aun cuando vinieren las bendiciones y las maldiciones sobre el pueblo, y ellos se arrepintieren, se convirtieren y obedecieren la voz del Señor, el los perdonaría, y los recogería de todos los pueblos a donde hubiesen sido esparcidos. Desde siempre el Señor ha tenido la misma formula: arrepentimiento+perdón=vida eterna. Con los cielos y la tierra por testigos delante de todo el pueblo, dijo el Señor, que ponía delante de ellos la vida, y la muerte, la bendición y la maldición; que escogieran la vida, para que vivieran ellos y su descendencia; amando al Señor, atendiendo a su voz, y siguiéndole a Él; porque él era la vida para ellos, y la prolongación de sus días. Me enamoré de estos dos últimos versículos. (Deut. 30:19-20).



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