Josué 9-12
¡Dios peleaba por los israelitas! Así exclama la
escritura frente a las victorias obtenidas por el pueblo mientras se adentraban
a su tierra prometida, derrotaron a los amorreos de la misma forma en que Dios
les había hecho derrotar a Jericó y a la ciudad de Haí. Durante la batalla
contra los amorreos Dios dejó caer sobre ellos grandes piedras de
granizo y el granizo mató más hombres que el ejército israelita. El
día en que Dios les dio la victoria sobre los amorreos, Josué oró a Dios, y
delante de todos los israelitas exclamó: «Sol, no te muevas; quédate
en Gabaón. Y tú, luna, espera en el valle de Aialón. El sol se
quedó quieto en medio del cielo, y durante casi un día entero no se ocultó
hasta que los israelitas se vengaron de sus enemigos. Relatan las escrituras
que jamás hubo ni habrá un día como éste, en que Dios escuchó los ruegos de un
hombre. Ahorita precisamente me encuentro frente a un nuevo tratamiento de Dios
respecto a mi disciplina de oración; Josué hizo detener el sol con su oración
porque Dios estaba con él, ¿y yo? ¿Qué he hecho con la mía? Estaré totalmente
apercibida de la poderosa herramienta que tengo en mis manos? Preguntas saltan
a mi mente con esta Palabra y en respuesta, se que Dios quiere que mi fe
no falte, que no vacile, que no desmaye; el desea que sea MAYOR.
Posteriormente Josué y los israelitas conquistaron
la ciudad de Maceda y Libna, "el Señor las entregó en manos de
Israel"; esta frase me gusta porque es siempre Dios quien entrega la
victoria en nuestras manos; los israelitas no debían pensar lo contrario y
nosotros tampoco, no eran ellos, no somos nosotros, es su presencia. Asimismo
combatieron contra Laquis, Eglón, Hebrón, Debir; Hirió, pues,
Josué toda la región de las montañas, del Neguev, de los llanos y de las laderas,
y a todos sus reyes, sin dejar nada; todo lo que tenía vida lo mató, como
Jehová Dios de Israel se lo había mandado. Todos estos reyes y sus tierras
los tomó Josué de una vez; porque Jehová el Dios de Israel peleaba por Israel.
Se repite: Jehová peleaba por Israel. En este punto podría hacer
una pregunta que siempre nos hacía un profesor en la universidad mientras
nos explicaba algo: -¿me siguen hasta acá?- "No es mi guerra sino la de
Dios!".
Todos temían al pueblo de Israel porque habían
derrotado a todos estos grandes territorios (yo también les hubiese
temido siendo el caso), los reyes pedían ayuda a las naciones vecinas para
que unidos pudieran derrotar a Israel pero no lo conseguían. Todos
los cananeos de ambos lados del Jordán, los amorreos, los hititas, los
ferezeos, los jebuseos de las montañas, los heveos, todos los reyes de la
zona montañosa del norte; los reyes del valle del Jordán, los reyes de las
colinas de Galilea; los reyes de Nafot-dor, al occidente, se unieron al rey
Jabín, de Hazor, al rey Jobab, de Madón, al rey de Simrón, y al rey de
Acsaf para pelear contra Israel y nuevamente el Señor les dio la victoria y
conquistaron todas las regiones. Josué tomó control de todo el territorio,
tal como el Señor le había indicado a Moisés. Le dio la tierra al pueblo
de Israel como su preciada posesión y repartió el territorio entre las tribus.
Entonces por fin la tierra descansó de la guerra.
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