miércoles, 2 de marzo de 2016

La Biblia en un año #Dia62

     Josué 6-8

   El portón de la ciudad de Jericó se encontraba cerrado y bajo vigilancia pues los habitantes tenían miedo de los israelitas, por lo que para conquistar este territorio, los israelitas marcharían una vez al día durante seis días, y en el día séptimo marcharían siete veces mientras los sacerdotes tocaban sus trompetas y al final darían un toque largo, al oírlo, todos los demás hombres gritarían con fuerza y los muros de la ciudad se vendrían abajo, de este modo podrían entrar y conquistar la ciudad sin dar marcha atrás. Es inevitable no cantar en mi cabeza: Los muros caen, los muros caen, y con ellos las cadenas; los muros caen, los muros caen se derrumban fortalezas; el Señor entregó en mi manos Jericó, grita! suena la trompeta! Si o no? Creo que este evento extraordinario no se produjo solo por los gritos o las vueltas, sino por la presencia de Dios que sin duda estaba con los israelitas; esto me recuerda que no es solo lo fuerte que pueda gritar mi oración o las muchas vueltas que le de a la situación, sino con la mucha fuerza que le permita al Señor habitar en mi para que su presencia en mi vida de luz a los milagros. 

   Todo, absolutamente todo lo que había en Jericó debía ser destruido, incluyendo sus habitantes, excepto Rahab y su familia, quienes fueron puestos a salvo por haber ayudado a los espías que habían entrado antes en la tierra. Nadie debía reconstruir la ciudad pues iba a ser castigado; la plata, el oro, las vasijas de bronce y de hierro debían ser puestos junto a los tesoros de Dios, pero nunca falta quien no quiera obedecer cierto? Acán de la tribu de Judá se quedó con alguna de las cosas que debía haber destruido, por lo que el Señor se molestó con los israelitas... Ay, ay, ay, nada bueno sucede cuando se desobedece. Gracias al pecado de Acán, 36 israelitas murieron en la lucha contra la ciudad de Hai, por lo que se acobardaron y tuvieron miedo. Josué oró al Señor entristecido y el Señor le dijo que hasta que no destruyeran todo tal y como él lo había ordenado, no iba a ayudarlos. Finalmente Acán confesó haber desobedecido y recibió su castigo, irremediable por cierto. Los israelitas volvieron a Hai y pudieron conquistarla, luego en el monte Ebal levantaron un altar y ofrecieron varias ofrendas a Dios y luego Josué leyó frente a todo el pueblo todo lo que estaba escrito en el libro de la Ley.






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