lunes, 25 de abril de 2016

La Biblia en un año #Dia113

    2° Crónicas 6-9

    Hace algún tiempo escribí una nota que publiqué aquí mismo en el Blog llamada "El poder del arrepentimiento"; así como nosotros podemos arrepentirnos por haber ofendido a Dios y dejamos esa conducta que nos separa de El, el Señor también puede dejar pasar por alto nuestras ofensas y arrepentirse de la disciplina que nos ha impuesto como sus hijos. ¿Que padre amoroso no es movido a misericordia cuando ve que sus hijos están sinceramente arrepentidos por haber cometido una falta? ¿Cuando ve en ellos la firme intención de cambiar y no seguir desobedeciendo? ¿Cuando de forma genuina y sincera buscan restablecer la relación a través del perdón? Si un buen padre puede hacer esto, cuanto más Dios; nuestro amoroso, dadivoso y grandioso Padre Celestial.

    Salomón, una vez que terminó el Templo y lo dedicó a Dios, alabó su nombre frente a todo el pueblo de Israel y luego, de rodillas y levantando sus manos al cielo dijo: Si tu pueblo Israel llega a pecar contra ti, y en castigo sus enemigos se lo llevan prisionero, perdónalo y tráelo de nuevo a este país que tú les diste a sus antepasados. Perdónalos, siempre y cuando vengan a tu Templo y se arrepientan de haberte ofendido. También dijo: Si llegamos a pecar contra ti, y en castigo deja de llover por mucho tiempo, perdónanos, siempre y cuando oremos en este lugar y nos arrepintamos de haberte ofendido. Escúchanos desde el cielo, y perdónanos. Enséñanos a vivir haciendo lo bueno, y mándanos de nuevo la lluvia que nos quitaste. Si en este país nos llegara a faltar la comida, o nos atacaran enfermedades, o plagas, escúchanos cuando oremos a ti. Y si los enemigos nos rodean, o atacan a alguna de las ciudades de Israel, escúchanos cuando oremos a ti, y cuando en medio de este sufrimiento alguno de nosotros, o todo el pueblo de Israel, levante las manos hacia este Templo y ore a ti, escúchanos siempre desde el cielo, que es en donde vives, y perdónanos. 


    La causa del juicio y los males es la desobediencia; pero, si reconocemos que hemos pecado y hemos actuado mal, El nos oye, nos perdona y nos ayuda; por eso, Salomón intercedió para que él y su pueblo pudiesen vivir siempre en sus misericordias. Quizás Salomón ya imaginaba que las ofensas no tardarían en llegar. En cuanto Salomón terminó de orar, cayó fuego del cielo y quemó por completo las ofrendas y los sacrificios que habían sido llevados al Templo. Luego, la presencia misma de Dios llenó el lugar, y por eso los sacerdotes ya no pudieron entrar en él. Cuando todos los israelitas vieron descender el fuego y la presencia de Dios sobre el Templo, se arrodillaron y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente; y adoraron a Dios y le dieron gracias, diciendo una y otra vez: Dios es bueno, y nunca deja de amarnos. Yo también puedo decirlo una y otra y otra vez.

    El Señor respondió a la oración hecha por Salomón y le dijo las maravillosas palabras que mencionamos generalmente cuando oramos por nuestra nación: si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Dios siempre está dispuesto a perdonar, a brindar una nueva oportunidad; su intención inicial desde la creación del mundo ha sido bendecir la vida del hombre, son nuestras reiteradas acciones negativas las que continuamente pueden afectar este propósito; sin embargo, nuestro fiel y amado Dios siempre estará dispuesto a restablecer nuestra comunión con El en la medida en la que nosotros estemos dispuestos a ello. No dudemos pues, que su misericordia, es de generación en generación a los que le temen. 

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